No fue en una discoteca, perreando hasta abajo, ni en un carrete en los pastos de la universidad. La primera aproximación hacia el reggaetón que vivió Camila Gutiérrez Berner (Santiago, 1985) fue mucho más íntima. “Yo tenía una familia muy estricta, durante mucho tiempo no iba a fiestas, no iba a nada -dice a Culto-. Entonces yo escuchaba reggaetón en mi casa, con audífonos. Obviamente, conversaba de reggaetón con gente y todo eso, pero no lo abordé tanto desde el baile porque no tenía permiso para salir nomás. Mi primera fiesta en que tuve esa sensación de reggaetón como para bailarlo, fue como en 2009, muy tarde”.
En aquella primera década del nuevo milenio, el reggaetón se había propagado como una novedad que machacaba las fiestas juveniles. Una moda pasajera, decían algunos. Lo cierto es que se expandía como una mancha de agua en la tela. Tenía hits, una propuesta estética y hasta a sus propios héroes, con sus contradicciones y tensiones. Allí estaban Don Omar y Daddy Yankee, quien sentado en un trono, bajó hasta el escenario de la Quinta Vergara en su recordada presentación en el Festival de Viña 2006.
“Yo no lo ví en el Festival de Viña”, cuenta Camila. Recién en 2010 vio al “King Daddy” por primera vez, en el acontecido show que ofreció en el Velódromo del Estadio Nacional, aquel que arrancó con cuatro horas de retraso. Ese fue el primer show de reggaetón al que asistió, cuenta. “Fui con mi mejor amiga. Es es el cantante de reggaetón que más he visto en vivo, cuatro veces. Dos para su despedida, en Chile y Argentina”.
Y aunque su interés por el reggaetón se sostenía en el tiempo, no había permeado en forma nítida su obra literaria. Conocida como autora de ficción por libros como Joven y alocada (2013) o Ni la música me consuela (2022), Gutiérrez decidió dar un paso y explorar en un terreno más cercano al de la no ficción. Así llegó a la idea de escribir Reggaetón religión (Planeta), su nuevo libro que aborda el fenómeno a partir de sus historias y personajes más notables. Un trabajo que le tomó un año y medio de escritura, desde que tipeó las primeras líneas.
Según la autora, calibró un par de cosas antes de lanzarse a escribir sobre el género. “Más o menos el 2018, 2017, cuando el trap empezó a tener un auge importante en Chile y en Argentina, pensé, chuta, el reggaetón está medio muriendo. Luego tuvo un retorno a la vitalidad y ahí me dije, me gustaría hacer una especie de foto de lo que fueron todos estos años de reggaetón”.
Pero el movimiento del mercado musical también le abonó interés. El auge de la música latina con nuevas figuras, como Bad Bunny, gatilló la inquietud de Gutiérrez. Y ahí también hubo un hito. Lo menciona en el libro; fue en 2019, cuando asistió al concierto del “conejo malo” en el Movistar Arena. Esa noche, le dijo al público: “Mientras el mundo se divide nosotros somos uno solo esta noche. Todos somos la nueva religión”.
“Bad Bunny tuvo una gira que se llamaba la Nueva Religión, y esto estaba súperunido a esto de la Latino Gang, que tenía que ver con que ya no iba a ser necesario cantar en inglés para conquistar el mercado -dice-. Y ahí me empezó a interesar este camino, a cómo habíamos llegado a este momento en que cantar en español ya era algo posible y no era como Shakira en el año 2000, cuando tenía que hacer un disco completo en inglés para posicionarse. Entonces, me interesaba ver dónde podía situar los orígenes de esta nueva religión”.
Esa nueva religión tiene sus santos seculares. Ídolos y leyendas, actuales y pasados, vigentes y retirados, que han sumado. Por eso, Camila Gutiérrez planeó el libro en torno a las historias de los principales artistas del género; de Daddy Yankee, a Bad Bunny; de El General a J Balvin; de Rosalía a Karol G. “El libro está estructurado sobre los santos o profetas de esta nueva religión, que son como los distintos reggaetoneros y reggaetoneras que van trazando el camino”.
El texto va y viene entre los principales artistas e hitos, sin seguir un orden cronológico. “Yo quería que el libro partiera en Don Omar y Daddy Yankee. Y esto tenía que ver porque para quienes no somos de Puerto Rico y recibimos el reggaetón desde como afuera, el momento de Don Omar y Daddy Yankee, fue el inicio. Una segunda cosa que tenía clara, es que no quería seguir una línea temporal clásica, porque para mí podía ser un poco predecible. Quería que puedas pasar por Rauw Alejandro, retroceder a Ivy Queen, volver a Wisin y Yandel, retroceder a El General y terminar con Pablo Chill-E. Además, cada figura va asociada a un tema; Karol G, en cómo incorpora el tema de la amistad, en Residente, el tema de la tiradera, y así”.
Te hiciste conocida como una autora de ficción y este libro va en registro no ficción, rozando la crónica ¿cómo fue para ti trabajar en una modalidad distinta?
Tiene otras complejidades, absolutamente. Yo había trabajado de periodista hace mucho años haciendo perfiles y todo eso, entonces se me había olvidado ese tipo de labor. Me pasó sobre todo en cómo incorporar datos sin ser matapasiones. Me acuerdo mucho de algo que leí de Truman Capote; era un perfil de Marlon Brando, en este libro Retratos, en que decía algo así como: Marlon Brando lleva x años sin leer un libro, que es la misma cantidad de años que tiene ¡qué buena manera de decir cuántos años tiene el personaje! Ese era el desafío, como hacer que la información no se vuelva algo pesado de leer, sino que que vaya con el ritmo del libro.
Para el libro, Camila se empapó del tema. Conversó con DJ’s, especialistas y hasta viajó a Puerto Rico, donde pudo conocer a un corista de Tego Calderón, uno de los nombres clave en la difusión del reggaetón para su salida desde la isla hacia el mundo. “Yo creía que sabía más de lo que realmente sabía. Tenía un programa que se llamaba El Amor Según en la Súbela. Ahí había visto cosas de reggaetón, analizado las letras y todo eso, pero no significaba que estaba capacitada para hacer un libro. Cuando te aproximas a un tema desde la no ficción, hay un océano. Empecé a leer, no sabía dónde situar un origen; podía ser Tego Calderón, o Daddy Yankee. Pero ese reporteo me dio banderitas de orientación. Y bueno, también hay cosas que jamás hubiera sabido si no es porque fui a Puerto Rico y tuve la suerte de conocer a alguien que fue un guía en San Juan y en lo que significa el reggaetón allá”.
-De esta inmersión en el reggaetón ¿qué fue lo que más te sorprendió?
Me maravilla lo incombustible que es. Siempre se está regenerando de alguna forma. El origen lo sitúo con Renato, que es un panameño que es el primero que hizo reggae en español, pero el reggaetón en sí parte en Puerto Rico, y ahí además tuvo varias vidas. Me acuerdo que en los 2000 la gente decía que el reggaetón era una moda, que iba a pasar como el axé, pero se fue quedando. Y después aparece el reggaetón colombiano, luego aparece Bad Bunny que es una refundación en sí mismo. Ahora aparece el reggaetón chileno y como que el cono sur se volvió importante. Entonces va sumando muchas vidas. Eso me maravilla mucho. No era una moda.
-Y si hubiera que redondear el reggaetón en un solo gran artista ¿cuál sería?
Yo creo que Bad Bunny, pero lo que pasa es sin Daddy Yankee, no hay Bad Bunny. Pero en un mundo en que no existe Daddy Yankee, igual hay un Bad Bunny. Hay algo que me gusta del reggaetón, en que los artistas son sumamente respetuosos para honrar a sus maestros. En el libro pongo que frases como “pa’ que retozen, pa’ que se lo gozen”, las puedes encontrar en 800 canciones de reggaetón, porque ese vínculo se reconoce. En ese sentido, Bad Bunny ha sabido llevar muy bien lo antiguo con lo nuevo. También se ha pronunciado políticamente (NdR: a propósito de las próximas elecciones generales en EE.UU.), pero incluso sin entrar en esa, es alguien muy completo; es capaz de crear himnos, a partir de cosas muy íntimas. Daddy Yankee, también tiene himnos, pero es menos íntimo. Nunca te quedas con la sensación de que lo conoces, con Bad Bunny sí te quedas con esa sensación, un poco.
Reggaetón a la chilena
Ya lo decía Pablo Chill-E en My Blood, su hit de 2019 junto a Polimá Westcoast: “Voy a poner a to’ los niños de la pobla a cantar”. La música urbana facturada en Chile, con olor a empanadas y vino tinto, se ha vuelto un fenómeno tal que ha llegado a puntos insospechados. Algunos de sus jóvenes artistas se han presentado en escenarios como Lollapalooza y hasta el Festival de Viña.
Hoy, es una canción chilena la que está generando comentarios de la prensa internacional: Gata Only, de FloyyMenor y Cris MJ. No solo entró al Top 5 global en la plataforma Spotify, sino que se empinó hasta el número 1 del Hot Latin Songs de Billboard, donde se quedó durante 14 semanas seguidas. Un logro que no se veía desde 1991, cuando Te pareces tanto a él, de Myriam Hernández, estuvo cuatro semanas liderando el listado.
Por ello, es que la escena chilena tiene un capítulo hacia el final del libro. Y ahí es donde la figura de Pablo Chill-E asoma como uno de los personajes clave. De hecho, en un reciente artículo de Billboard sobre el fenómeno criollo, uno de los entrevistados detalla que “si le preguntas a cualquier artista chileno, te van a decir que nuestro Daddy Yankee, nuestro OG, es Pablo Chill-E”.
Camila leyó el mentado artículo y tiene sus impresiones. “Yo creo que Pablo Chill-E es más como Tego Calderón y pienso que Cris MJ, sería como nuestro Daddy Yankee, que es el que lleva la cosa para afuera -dice-. Cuando fui a Puerto Rico la mayoría de la gente con la que hablé veían a Tego Calderón absolutamente como el punto de partida y creo que Pablo Chill-E tiene ese lugar, el que es respetado por la gente. Tiene un lugar fundacional que es innegable”.
Es ese lugar de respeto el que permite a Gutiérrez lanzar una jugada comparación en su libro: “Pablo es lo que fue Jorge González en su tiempo”. Ahí, dice que entran algunos factores; el hecho de actuar sin que le importa nada más que la música, cantando a su manera al amor, el sexo y hasta la política. Y el interés de rehuir de cualquier intento de clasificación para su trabajo. “Hacía trap y de repente sacó un disco de reggaetón, no me extrañaría que saque un disco de cualquier otro estilo después. Sus movimientos son súper impredecibles. Además, como Jorge González, está en esto de opinar sobre la contingencia, mucho más allá que solo opinar de las cosas que pasan en el género”, dice la autora. Y por cierto, el hecho de haber impulsado la coordinadora social Shishigang le suma una sensibilidad social.
¿Hay un reggaetón a la chilena?¿hay una mirada propia para el género?
Yo creo que absolutamente sí. Pero ahora no es el primer momento en que existe un reggaetón a la chilena, porque existieron cosas como Croni-K, Zk & Crac, Reggaeton Boys, que recogían la estética y el lenguaje de los pokemones, lo del ponceo, el 1313, y todo eso. Pero no llegó a ser industria. Pasaron años, después empezó el trap, y ahí empezó a haber una escena que de alguna forma sirvió de base para la escena reggaetonera actual. Y ahora, sí, definitivamente hay una industria. En ese reportaje de Billboard uno de los entrevistados decía que afuera nadie les entendía la dicción, una cadencia que es media incomprensible, pero bueno, estás ante un reggaetón chileno. Me decía alguna gente que la escena chilena actual eran muy compañeros, muy panas, hay una cuestión como de cofradía muy importante. Uno tiene un Movistar y salen todos a cantar. Y si lo piensas, las tiraderas, no son algo que pase tanto acá. Yo creo que Ultra Solo, es un tema demasiado chileno, con esa cosa de la tristeza, de la resaca amorosa total.
Pero a la música urbana también se le ha cuestionado, se le ha marcado un vínculo con la delincuencia, hay algunos cantantes que han tenido líos con la justicia…
Yo creo que no pasa solo con el urbano chileno, creo que la gente tiende a conceptualizar asociaciones negativas sobre el reggaetón en términos generales. El reggaetón de Puerto Rico del principio, era súperdiscriminado, incluso penalizado. Era algo generalizada esta visión. Ahora lo pensaba por estas leyes que querían pasar como para prohibir la apología del narcotráfico, como si fuera el único tema que canta el género. Me ha hecho pensar mucho en los comienzos del reggaetón, cuando había un gobernador de Puerto Rico, Pedro Roselló, el más corrupto de la historia de país, que censuró al género justificando poner mano dura contra la delincuencia. Incluso después una senadora quiso limpiar las letras y todo, pero Ivy Queen le agradeció porque gracias a eso se hicieron mucho más grandes. Si quieres que algo se haga más grande, prohíbelo.
Reggaetón religión, estará disponible en las librerías desde el 1 de octubre y tendrá un lanzamiento el día 17 del mismo mes en el Espacio Literario de Ñuñoa.