Fue a través del “tío Roberto”, que Ángel Parra Orrego (Santiago, 1966), conoció una vieja canción; un vals titulado Desde el alma. Algo así como un estándar, pero Latinoamericano. El legendario músico, pionero del jazz gauchaca y uno de los nombres claves del clan Parra, solía tocarla en su repertorio. Ángel, aún siendo un niño que respiraba la música y su herencia familiar, no olvida el momento en que se encontró con este sonido de otra época.
“Yo soy sobrino nieto de él, pero recién lo conocí en el año 78, cuando volví del exilio -cuenta a Culto-. Me impresionó mucho ver a estos tíos que eran tan intensos, que tocaban este jazz gauchaca, a estos virtuosos de la guitarra con unos punteos increíbles. Me acuerdo que fuimos a una quinta de recreo con mi mamá en Talagante, percibía todo lo que había en ese lugar y ahí me impresionó mucho saber que eran mis tíos”.
Ángel no olvidó la versión que tocaba su tío Roberto Parra. Como buena parte de su repertorio, era una canción perdida en la noche de los tiempos. Fue compuesta en 1911 por la uruguaya Rosita Melo, una adolescente de 14 años. Tiempo después, se le sumaría la letra de Homero Manzi y pasaría a ser un clásico del repertorio del tango. Eso sí, Roberto Parra la tocaba a ritmo de vals. La historia de la canción le llamó la atención a Ángel. “Yo partí tocando a los 12 años, entonces me comparo con esta niña que a los 14 años hace una canción increíble, fue un hit mundial. Y la versión del Tío Roberto me llamaba la atención por la personalidad de su sonido”.
Fue esa canción la que recuperó para el nuevo disco de Ángel Parra Trío, titulado, precisamente, Desde el alma, disponible desde este 4 de octubre, a tono con el Día de la música chilena. En este incluye su propia versión para el tema, en el canon del jazz, pero con arreglo en clave latina, casi en el lindero del bossa nova. “Este disco tiene que ver con todas las trancas que uno ha ido venciendo en estos años, todas las cosas que me han pasado y el momento en que estoy disfrutando de tocar la guitarra sin estar estresado con la armonía. También de agradecer todo lo que me enseñó mi papá, todo lo que me enseñó mi abuela, lo que me entregaba Valentín Trujillo, mis compañeros de Los Tres. Entonces se trata de agradecer a la gente que ha pasado cerca de uno, y agradecer estar vivo también”.
Por ello el disco es asimismo una mirada de Ángel Parra hacia su propia historia y sus influencias; además de composiciones propias incluye versiones para Casamiento de negros (algo así como si Dizzy Gillespie hubiese escuchado a Violeta y se hubiera animado a grabar un single de 45rpm), Te recuerdo Amanda de Victor Jara e incluso dos versiones en clave de jazz del cancionero de The Beatles; la sentida The Long and winding road y And I love her.
De allí que la portada muestre una foto de su padre, Ángel (de camisa y corbata), tocando junto a su abuela, la legendaria Violeta Parra. Una imagen que a su vez, es parte de un nuevo proyecto en torno al hombre de Cuando amanece el día. “Esa foto es parte de un archivo que estamos haciendo, de una memoria fotográfica de mi papá, junto con Isabel Godoy, que ya ha hecho varios trabajos con David Ponce en torno a la música popular chilena, y que el próximo año vamos a sacar”.
Según Ángel, la idea original para la portada del disco era otra. “Nos íbamos a sacar una foto como el grupo. Y era una foto media basada en una carátula de un grupo de jazz que yo había visto y que era buena idea. Pero de repente dije, no tiene sentido que salgamos nosotros, sino que tiene sentido que salgan ellos, que son los protagonistas de nuestras vidas; la Violeta, con su generosidad que nos ha entregado todo ese repertorio. Hay música de Víctor Jara, temas de los Beatles, pero también quiero dejar mi granito de arena como compositor. Hay cuatro canciones mías”.
Con esta producción, se retoma la producción discográfica del Ángel Parra Trío. Lo último había sido Dulce Compañía (2016). En el intentanto, el músico se abocó a varios proyectos, como su versión de Las últimas composiciones de Violeta Parra, montar en vivo algunos de los discos pasados del Trío y ha vivido momentos dolorosos, como la muerte de su padre, Ángel, en 2017, del que ha ido rescatando su obra musical. Pero la decisión de volver a grabar, dice, fue intempestiva.
En su formación actual, el Trío está formado por Andy Baeza en la batería, Mauricio Ruz en el piano y Eduardo Crespo en el bajo eléctrico y contrabajo, además del mismo Ángel Parra en la guitarra. Con ellos, suele hacer algunos registros más informales. Y fue una grabación casera que le mostró su técnico Jorge Rocha, la que motivó al músico a volver al estudio. “En ese registro, estábamos tocando Andy, Eduardo y yo con dos micrófonos, muy a la rápida. Era un registro de Te recuerdo Amanda y Casamiento de negros. Y yo me impresioné porque encontré que realmente había algo bueno ahí”.
Parra tomó el teléfono y llamó al estudio Palo Quemado para reservar fechas en julio pasado. La clave es que el repertorio original, como los temas Don Chuma y Delirio 4k, ya estaban ensayados e incluso ya eran parte de los sets de directo. “Ensayamos un día completo y al día siguiente fuimos el estudio. Fueron dos días de grabación y listo -dice-. Teníamos una cantidad de temas que ya estábamos tocando hace mucho tiempo. Entonces fue fácil tocarlos, y para grabar hicimos unas cinco tomas de cada uno, no es que hayamos hecho 10000 tomas. Después íbamos a almorzar y volvíamos, así que fue bastante fluido el proceso”.
Alguna vez me comentaba que su intención no era hacer un jazz tradicional, más elitista, sino una aproximación más popular, llegar a la gente. ¿Eso sigue así?
Sí, es importante esa característica dentro de mi manera de hacer las cosas. He tenido que trabajar muchas veces ganándome la vida desde que tengo 15 años cuando volví de Francia y empecé a tocar con mi papá, siempre fue de una como bien profesional. Mi papá me decía ‘tenís que tocar canciones de la Violeta, siempre’. Y me decía ‘canta, hueón, canta’. Entonces por eso ahora cuando me ven en Los Tres, canto más que antes. Porque mi papá me retaba, me decía ‘sí, está muy bien la guitarra, pero hijo, tienes que ponerte a cantar’. Y yo le decía que lo mío es la guitarra, pero tenía razón, tengo que cantar más, tengo que esforzarme. Y en realidad siempre busco complacer a la audiencia un poco con este tipo de gestos, humanizan la imagen del músico. Hay que darles el placer de escuchar un tema de los Beatles que han escuchado desde que son chicos, y yo también puedo disfrutar esa música más tranquilo, no tocar estresado con 40000 acordes. Entonces para mí también es muy agradable tocar Casamiento de negros y que cante la gente, ahí se comparte con el público.
Su versión de Casamiento de negros, es muy distinta a la original, casi como si la tocara Dizzy Gillespie...
Yo ya había hecho una versión en el disco Espérame, que era con bronce. Ahí estaba el Parquímetro (Briceño) y el Mickey Mardones le hizo un arreglo de bronces. Pero ahora estábamos ensayando y dije, oye y ¿por qué no la tocamos como un tumbado, como una habanera, como una salsa? son esas cosas que pasan en los ensayos que son impredecibles y que funcionan de una. Y la verdad es que ese tema tiene cambios de acordes que son medio engañosos como para improvisarlos, pero es muy entretenido también.
¿Por qué incluyó los dos temas de The Beatles?¿Tiene alguna historia con The long and winding road y And I love her?
Porque The long and winding road es una canción que yo escuchaba mucho cuando chico. Antes del golpe se escuchaban mucho los discos de los Beatles. En la casa vivía Julio Villalobos con mi hermana Paula, había olor a marihuana y era un recuerdo de una época muy bonita, en que Los Jaivas pasaban por la casa y todo eso. La música de los Beatles sonaba a todo volumen. A mi papá le gustaban harto. A la Violeta también le gustaban, por lo que se dice. De esa canción yo he hecho versiones en guitarra acústica. El otro día el Álvaro (Henríquez) me contaba que la primera parte es de Phil Spector. A él le gustó mucho esta versión, como parte con el piano acústico, suena muy bien. Y aproveché también de usar mi guitarra sítara, que la tengo hace poco tiempo. Es una coral sitar, es hueca y tiene mucho armónico. La ocuparon muchos grupos en los 60′, hoy en día hay pedales que imitan ese sonido, pero la dinámica que tiene es impactante, entonces noté que esta era la ocasión para usarla.
Y la otra, And I love her, es de esas típicas canciones que por su armonía, por su simplicidad y por las ventajas que representaba para solear, tenía fijo en la cabeza que quería grabarla hace muchos años. Esa tiene un Fender Rhodes, que es de mi amigo Nicolás Ríos, el dueño del estudio. El Fender Rhodes no se enchufa, es como una guitarra eléctrica, con cápsulas, se graba con micrófono, y Nicolás lo tiene en unas condiciones inmejorables, suena muy lindo. Es un gran complemento.
Alguna vez me decía que, al menos en los 90′, lo que hacía en el Trío, repercutía en Los Tres y viceversa. ¿Eso todavía se mantiene? Considerando este regreso de la formación original
Sí, totalmente. Cuando estamos tocando, ¿Quién es la que viene allí? estamos incluyendo algunas cosas que vienen de guitarristas muy antiguos. Son cosas que estoy tratando de incluir como para renovar, refrescar la música. Entonces hablamos con el Álvaro, ‘oye y qué tal si hacemos esto y lo otro’. Ahora que ya va pasando el tiempo y se está cumpliendo un año desde las primeras sesiones, estamos como grupo empezando a darle un nuevo aire a las canciones. Y ese aire está alimentado por la música que tocamos todos. El Álvaro ha hecho grupos, ha tocado con los Pettinellis, siempre ha hecho grandes canciones. Cuando un solo sale bueno en Los Tres, es como si saliera bueno en el Trío. El Álvaro me dice ‘estuvo bueno el solo este, porque hubo aire, porque hubo un descanso’. Tenemos mucha complicidad y conversamos mucho de eso. Con eso estamos claros que vamos en el camino correcto. Otra cosa va a ser cuando nos metamos a hacer un disco nuevo, ahí vamos a tener que meternos en otros terrenos. Pero en estos momentos estamos disfrutando las canciones, y yo siento que están súper relacionadas porque tenemos la misma influencia. Nos mandamos videos de Brian Setzer, él me manda cosas de guitarristas de jazz. Y con el Pancho lo mismo. Entonces se juntan las influencias de una forma bien armónica.
¿Están trabajando en repertorio nuevo con Los Tres?
Nada todavía. Pero el Álvaro nos ha mostrado algunas cosas que son muy bonitas, siempre muy poéticas, muy especiales. Va a ser muy interesante esa búsqueda, porque así como yo he evolucionado con el jazz, el Álvaro también ha evolucionado con su manera de ver la cueca, la poesía. Entonces yo espero muchas cosas de eso también. Por eso dije, ahora que tengo un tiempito y antes de que empiece toda la vorágine, voy a hacer este disco rápido, para alcanzar a hacerlo.
¿Cómo ha vivido este reencuentro con Los Tres?
Lleno de alegría y de tranquilidad. En un comienzo hubo cierta presión por lograr el sonido que teníamos en los 90 como cuarteto. Yo tuve que reemplazar algunas partes que hacía el acordeón y cosas que estaban resueltas por un tecladista en algunas ocasiones, pero nos dimos cuenta que el sonido cuarteto del grupo tiene mucha fuerza. Con el Álvaro, sumado a mi guitarra y el bajo del Titae, podemos coordinar una estructura de tanque avanzando, como lo hace Brian Setzer, que es muy buena. Y eso se logra ensayando. Entonces, como ensayamos harto, hemos empezado a descubrir que estas canciones son imperecederas. No hay un momento en que uno se aburre de tocar ninguna, ni Amor violento, ni ninguno de los hits, ni las más raras también. Y todavía nos quedan muchas que están ahí que no las hemos ni siquiera desempolvado. Hay mucho material, hay mucha creatividad, hay buen sonido. Cuando recién firmé el contrato para volver con Los Tres, un amigo me decía ‘es increíble como te va a servir esto para mejorar tu manera de tocar’ ¡y es verdad! porque está influenciando positivamente mi manera de tocar jazz, porque estoy súper exigido técnicamente por otras cosas y por una música que no es la misma del Trío. Y a la vez, la música que hago en el Trío se ve beneficiada por la de Los Tres, porque hay como un filtro estético que no permite hacer las mismas cosas que se hacen en el Trío, pero que ya están súper habladas desde que nos conocíamos a los 20 años. Entonces uno se ve beneficiado por ambos lados y hay grandes ideas en el camino, cosas bonitas que van a pasar. Otra cosa importante es que somos un grupo que no toca con máquina, no tocamos con un clic. Y eso es difícil, requiere de más trabajo. La música hoy en día está muy protegida por la máquina, entonces eso es lo que a nosotros con Los Tres nos caracteriza desde un inicio, es una banda que toca. Entonces tiene que estar todo súper bien, los amplificadores, los pedales, las cables y todo eso. Y tenemos para eso un buen equipo técnico.
¿Entonces esta vuelta con Los Tres lo ha hecho mejor músico?
Yo siento que definitivamente mi amigo tenía razón cuando me dijo que esto me va servir. También me tiró una talla ‘no te vaya a dar tendinitis’. Es verdad que uno se pone ansioso también, como lo era cuando tenía 30 y practicaba 8 horas diarias y que el dedo meñique y todo eso. Pero esto se trata de alimentarse bien, ensayar mucho, leer, hacer otras cosas, jardinear y disfrutar los momentos que no son de música. Aunque sí siento que me ha hecho súper bien volver a tocar las canciones, presentarse frente a muchas personas, tocando solos largos de guitarra que tienen que ser entretenidos, porque van creciendo y tienen más espacio, más aire y es lo mismo que busco con el Trío. Pese a que yo soy un músico afortunado y viajo mucho tocando jazz, la oportunidad de estar tocando constantemente esta otra música me beneficia mucho como músico.