Dog Man Star de Suede (o cómo desmoronarse con clase)

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Dog Man Star de Suede (o cómo desmoronarse con clase)

La obra maestra de los británicos cumple 30 años, un disco opacado en su momento por graves conflictos internos hasta una crisis irremediable.


La fiesta con drama y satín que ellos mismos habían organizado a partir de 1992 sin tener un disco en la calle, derivó en una implosión inevitable que casi los desintegra. El segundo álbum de Suede Dog man star, publicado el 10 de octubre de 1994, no fue exactamente lo que se esperaba de la banda de guitarras que había devuelto la fe y el orgullo herido a los británicos, a manos del grunge. Solo el paso del calendario convirtió el segundo capítulo de los londinenses en un triunfo y un hito artístico. La propia banda quedó en vilo con la deserción de uno de los cabecillas, cuando aún no acababan las sesiones.

El cuarteto que mediante sus protagonistas Brett Anderson (voz) y Bernard Butler (guitarra) recordaba la volátil química de Morrissey y Johnny Marr en The Smiths, a la vez sediento de la ambigüedad glam de David Bowie, había recuperado al rock como una invitación abierta y una expresión integradora. Mientras el sonido de Seattle y la movida de Manchester -la empastillada Madchester- segmentaban de preferencia a los hombres, el britpop inaugurado a partir del magnífico disco homónimo de Suede de 1993, era un llamado de sirena no solo a una diversidad de géneros, sino a todos los alienados y desadaptados que encontraron en su música ecos de encanto y hastío, glamour y cabaret.

La expectativa de una segunda parte del debut -un álbum al grano entre la majestuosa guitarra de Butler y el protagonismo romántico y atormentado de Anderson-, quedó sepultada con Dog man star. Sin encarnar un trabajo conceptual, el álbum rehuía el chovinismo de la bandera británica agitada en nombre del britpop por Blur y Oasis aquel mismo año con Parklife y Definitely maybe, respectivamente. Los motivos de Suede retrataban la vida urbana y el romance en torno a la desilusión, la decadencia, la sensación de aislamiento, el zigzagueo entre la ambición y el fracaso, finalmente la autodestrucción y la eventual belleza detrás; temas que conviven en títulos como The wild ones, Heroine, Daddy ‘s speeding, The asphalt world y Still life.

El vertiginoso éxito inicial con marcas como el disco de más rápida venta en el Reino Unido en casi una década, y el premio Mercury como mejor álbum del año, derivó en distancias personales. De gira por EEUU con The Cranberries a comienzos de 1994, Bernard Butler se apartó de sus compañeros viajando por cuenta propia o en el bus del grupo de Dolores O’Riordan.

La muerte de su padre lo volvió aún más taciturno y reacio a las costumbres parranderas de una banda rock de veinteañeros con el público y la prensa a sus pies. Si hablaba, su tema de conversación eran las guitarras. “Todo lo que nos definía me sacaba de quicio”, confesó años más tarde. “Quería destruirlo”.

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“No teníamos herramientas emocionales para lidiar con ello”, contó Brett Anderson a la revista GQ en 2019. “Nuestra inteligencia emocional era muy limitada. Sabía que las cosas se estaban desmoronando, pero pensábamos que todo iría bien (...). Si la música funcionaba, pensábamos que haría que todo lo demás saliera adelante. Seguíamos siendo niños”.

Maldito cabrón

Grabado entre el 22 de marzo y el 26 de julio de 1994 en los estudios Master Rock en Kilburn, Londres, la gestación de Dog man star fue complicada desde los ensayos hasta derivar en un virtual muro entre Bernard Butler y el resto. Las diferencias del guitarrista eran extensivas al productor Ed Buller, responsable del debut y prácticamente toda la discografía de Suede hasta hoy.

El quiebre llegó al punto de dividir el trabajo. Los horarios diurnos eran para Butler, el bajista Mat Osman y el baterista Simon Gilbert, en tanto Brett Anderson grababa las voces de noche. El cantante y el guitarrista se evitaban abiertamente como una pareja hacia la crisis final.

El cantante también experimentaba un proceso de retraimiento. Volcado al ácido, veía incesantemente Performance (1970), la película protagonizada por Anita Pallenberg, Mick Jagger y James Fox. “En ese momento me había convertido en una persona bastante extraña”, contó. “Eso es lo que te hace el éxito. Me dejé llevar por mis extrañas obsesiones”.

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El ambiente al interior de la banda se caldeó aún más debido a declaraciones de Butler en contra del vocalista -”Brett me vuelve loco”-, cuestionando su condición artística. “No es un músico en absoluto”, dijo con desdén, junto con criticar su interés en la faceta rockstar.

“Cuando empezamos a grabar éramos muy optimistas sobre la música y pensábamos que eso sería suficiente”, declaró Mat Osman. “Éramos conscientes de que las relaciones en la banda no eran tan buenas como antes, pero siempre había fricciones con Bernard. Es una de esas personas que se las arregla para superar las fricciones. Definitivamente no empezamos a grabar pensando que no llegaríamos hasta el final”.

Las diferencias del guitarrista también se agudizaron con Ed Buller y su visión del álbum, al punto de exigir su salida en plan él-o-yo, como ultimátum a Brett Anderson. Según su visión, Dog man star requería un sonido más expansivo, crudo y orgánico con la guitarra como vértice, mediante secciones más extensas e intrincadas.

En cambio, la mirada de Buller apostaba más por el conjunto y los equilibrios, que el lucimiento exclusivo del guitarrista, privilegiando arreglos por capas y decorados orquestales para realzar el drama y el ambiente cinematográfico que sugería la música y las letras de Anderson.

Son rasgos definidos desde el inicio, con Introducing the band seguida de We are the pigs y su sección de bronces con guiño al cine de espías de los 60. La construcción y producción de la pieza retrata perfectamente el conflicto, con ambas opciones lidiando por la atención en perfecto equilibrio y armonía.

La respuesta a la demanda de Bernard Butler por sacar a Ed Buller no fue verbal. De regreso al estudio no pudo entrar y sus guitarras estaban en la calle.

Cuando encontró a Brett Anderson selló su salida de Suede en una sola línea: “eres un maldito cabrón”.

Menor de edad

Butler alcanzó a grabar todas sus partes, pero se marchó antes de la mezcla. Brett Anderson comentó a la prensa que sabía que tarde o temprano el guitarrista se iría porque el ambiente de una banda no era para él. El tiempo le dio la razón. Hasta hoy Bernard Butler no ha vuelto a militar en una banda.

En septiembre de 1994 presentaron a Richard Oakes como nuevo guitarrista. Con apenas 17 años había enviado una cinta con covers de la banda y temas propios al club de fans de Suede. Fue elegido entre medio millar de postulantes, luego de que el baterista Simon Gilbert revisó su material y lo confundió con antiguos demos del conjunto. Debutó en vivo en un show sólo para fans el mismo día que Dog man star fue publicado.

La portada con aquella ambigua figura desnuda recostada en una cama en penumbras con una ventana abierta de fondo, era una imagen de la fotógrafa Joanne Leonard, captada en 1971. No fue la primera opción. La idea original consistía en una mujer arrodillada con un collar de perro, tomada de Saló o los 120 días de Sodoma (1976) de Pier Paolo Pasolini.

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Si bien la crítica fue favorable en Inglaterra, se receló la falta de singles bombásticos como los del debut. El álbum alcanzó el tercer puesto pero se desmoronó rápidamente. Los sencillos tuvieron peor suerte.

Dog man star es un álbum grandioso, todo elegancia y decadencia”, escribió David Stubbs en Melody maker. “Hace pleno uso de una orquesta contratada, que está muy bien distribuida -de hecho, la producción de Ed Buller de este álbum en general es excelente-. También es una idea bastante grandiosa que a la vez le da a este álbum (...) una sensación de fin de siglo, como si este fuera el último álbum que harán. El último tema, Still life, suena desafiante y de despedida (...)”.

En EEUU, donde eran conocidos como The London Suede por derechos sobre el nombre, los comentarios fueron menos entusiastas. Robin Sheffield de Rolling Stone apuntó su espíritu pretencioso, la oscura textura de las guitarras, y poesía “sobre cerdos salvajes y perros callejeros y otros frutos del cerebro sobrecalentado de Anderson”.

La monumental guía 1001 discos que hay que escuchar antes de morir (2005) lo describe como un trabajo “plagado de inspiradas canciones”. “Su música -prosigue la reseña- adquirió un tono desafiante, excitantemente poderoso”.

“El grandilocuente Asphalt world -continúa en otro pasaje- (...) es como una ópera rock en la que se habla de éxtasis, taxis londinenses y sexo duro. Nada heroico”.

Matt Osman ha declarado su gusto por aquel período álgido y definitorio en la carrera de Suede. “Miro hacia atrás en esos días –hasta que las cosas realmente se desmoronaron– con gran placer”.

“Es una sensación increíble -sigue el bajista-, como si estuvieras en el ojo de la tormenta. Salir a la calle y sentir que este mundo es tuyo. Teníamos dinero. Éramos jóvenes. Con Dog man star es fácil pensar en ello como algo húmedo, pero hay momentos de pura alegría en ello”.

Con el paso del tiempo la relación entre Brett Anderson y Bernard Butler se restauró al punto de encarnar The Tears, un efímero e insípido dúo ahogado en afectación y pocas ideas que funcionó entre 2004 y 2006. En opinión del cantante, entre ambos surgió un aprecio por el trabajo conjunto. “Cuando hicimos Dog man star éramos jóvenes y estábamos llenos de ideas conflictivas, pero eso es lo que hizo que la música fuera tan genial”.

“No tengo ningún arrepentimiento -ha declarado Bernard Butler-. Fue un tiempo difícil, pero hicimos algo de lo que la gente todavía habla. Y eso es todo lo que puedes pedir como músico”.

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