“Enseñar siempre”: los escritores latinoamericanos que fueron (y son) profesores

“Enseñar siempre”: los escritores latinoamericanos que fueron (y son) profesores
“Enseñar siempre”: los escritores latinoamericanos que fueron (y son) profesores

Por ley, cada 16 de octubre se celebra el Día del Profesor en Chile, fecha que coincide con la creación del Colegio de Profesores. En homenaje a la importante labor de los docentes, Culto recuerda a algunos escritores que pasaron y aún pasan horas en las salas de clases.


Rosabetty Muñoz

La reciente ganadora del Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda es poeta y también docente. Si bien estudió derecho en la Universidad de Concepción, después se trasladó a la Universidad Austral de Chile (UACh) para estudiar pedagogía en castellano y seguir su vocación.

“Durante sus estudios se destacó por su alto rendimiento, su colaboración como Ayudante de Literatura en las tareas docentes y también en su actividad paralela como poeta, oficio vocacional en el que sobresalió desde el primer momento”, señala la UACh.

Rosabetty Muñoz

Actualmente, la poeta reside en su tierra natal: Ancud. Ahí trabaja como profesora de niños y jóvenes. “Intento que mis estudiantes se apasionen con la literatura. Trato de acercarlos por el lado de la búsqueda de la expresión personal, de la exploración en su propia identidad y desde allí, acompañando el proceso, presentarles obras que se acercan a su mundo”, indica la profesora.

Rosabetty Muñoz es autora de textos como El Canto a una oveja del rebaño (1994), Baile de señoritas (1994), Sombras en el Rosselot (2002), Ratada (2005), entre otros.

Nicanor Parra

Conocido es el autorretrato de Nicanor Parra donde alude a la profesión del docente. “Soy profesor en un liceo obscuro, / He perdido la voz haciendo clases./ (Después de todo o nada / Hago cuarenta horas semanales)”, dicen los versos presentes en Poemas y antipoemas (1954).

Se graduó como profesor de Matemáticas y Física en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, en 1937. Ese mismo año, comenzó a dictar clases en el Liceo de Hombres de Chillán.

Tras hacer un postgrado en la Universidad de Brown, Rhode Island (Estados Unidos), regresó a Chile en 1945 y fue contratado como profesor titular de Mecánica Racional en la Universidad de Chile. Fue nombrado profesor titular de Física en la Escuela de Ingeniería de esa casa de estudios y se dedicaba a enseñar literatura a los futuros ingenieros, geólogos, físicos y matemáticos en la sala G105, ubicada en calle Beauchef 850.

Nicanor Parra. Revista Paula

“Allí se abordaban temas de literatura, arte y ciencia. Se hablaba de Carlos Pezoa Véliz, de Rubén Darío, de Nietzsche. Se hablaba de lo que tuviera desvelado a Parra en ese momento. Cada clase era una charla magistral impredecible. Planteaba poemas – problemas a sus alumnos, matemáticos o ingenieros, como ¿cuánto vale la Tierra a dólar el gramo?”. Al final del curso les decía que la solución era una ecuación. La desarrollaba en el pizarrón y escribía: “Y el que no me crea, que pese la Tierra”. Ése era Nicanor”, comentó el fotógrafo Marcelo Porta, uno de sus exalumnos, a la Revista Educación.

Otro texto de Nicanor Parra sobre la materia se llama Los profesores, presente en Hojas de parra (1975). Más extenso que Autorretrato, este poema es crítico con los contenidos enseñados: “Los profesores nos volvieron locos / a preguntas que no venían al caso”.

Gabriela Mistral

Lucila Godoy escribía y enseñaba. La docencia fue una vocación que venía de familia. Su padre, Juan Godoy Villanueva, fue profesor y poeta; y su hermana, Emelina Molina, fue maestra, directora de la escuela de Montegrande y una de las más importantes referentes de la futura Nobel.

La lucidez de Mistral la llevó a las aulas a temprana edad, a los 14 años. En 1909, se desempeñó como maestra en la Escuela de Cerrillos, sector rural de Coquimbo, a la par que escribía para diarios de la provincia como El Coquimbo, La Tribuna y La Voz de Elqui. Validó sus estudios autodidactas en la Escuela Normal de Santiago gracias a exámenes de competencia y obtuvo el título de maestra primaria.

Gabriela Mistral wsp

Pese a las dificultades, pasó por varios liceos en zonas como Traiguén y Los Andes, y luego fue nombrada directora del Liceo de Punta Arenas. Su labor en la educación, así como sus potentes reflexiones sobre la temática en la prensa, la llevaron a México para desarrollar la política educacional estatal, por invitación del ministro de Educación, José Vasconcelos. Ahí instauró, por ejemplo, las escuelas al aire libre, método que comenzó a desarrollar en Chile. “Iba a lugares bien apartados de la sociedad y les decía ‘lleven los niños tal día y tal hora a este lugar’, y ahí educaba abiertamente”, explica Diego Del Pozo, autor de Por la humanidad futura, Antología política de Gabriela Mistral (2015), a Educar Chile.

En la actualidad, tanto en México como en Chile, diversas instituciones educativas llevan el nombre de la poeta. “Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con actitud, el gesto y la palabra”, fue uno de los pensamientos pedagógicos de Mistral.

Alfonsina Storni

Alfonsina Storni tuvo varios trabajos antes de consagrarse como escritora y periodista. Sus padres se habían mudado a Suiza, donde nació la prometedora autora, para luego retornar a San Juan, Argentina, su ciudad de origen. Ya en Rosario, la madre de la familia instaló una pequeña escuela domiciliaria, convirtiéndose en la cabecilla del grupo familiar.

Storni, aproximadamente a los 10 años, comenzó a trabajar como obrera en una fábrica de gorras. Después, incursionó en la actuación, haciendo un reemplazo en una compañía teatral con la que recorrió Argentina. Ese fue su primer acercamiento concreto a la literatura: al regresar de la ruta, escribió su primera dramaturgia, Un corazón valiente, de la cual no hay registros.

Alfonsina Storni

La poeta decidió estudiar para ser maestra rural en Coronda, donde recibe su título profesional y consigue un puesto de docente. A la par, colabora con dos revistas literarias, Mundo Rosarino y Monos y Monadas, a la que luego se suma Mundo Argentino.

Se mudó a Buenos Aires, sin dinero y embarazada. Tras el nacimiento de su único hijo, Alejandro, deja su trabajo como maestra y se convierte en cajera. La inquietud del rosal (1916), su primer libro, marca el inicio definitivo de su carrera como escritora.

Julio Cortázar

También en el otro lado de la cordillera, Julio Cortázar obtenía su título de maestro unos años después, en 1932, después de estudiar en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, de Buenos Aires.

Su trayectoria como profesor fue clave para su obra escritural. “Mi trabajo docente se desarrolló en condiciones de soledad bastante negativas y bastante penosas. Pero al mismo tiempo tenían su lado estimulante, porque yo fui profesor en dos pequeñas ciudades del interior que se llaman Bolívar y Chivilcoy donde la vida intelectual era igual a cero, eso me condenaba a una soledad obligatoria que me sirvió para absorber una enorme cantidad de lectura. Me leí hasta las obras completas de Freud… Ese tiempo libre también me sirvió para empezar a escribir textos que jamás publiqué, pero que me sirvieron de mucho, años más tarde”, contó en 1984, en una entrevista que recoge Clarín.

JULIO CORTAZAR
Author Julio Cortazar Sitting at Desk

Según indicó en varias oportunidades, fue maestro por motivos de fuerza mayor. Con un padre ausente, tuvo que trabajar apenas consiguió su título. En Chivilcoy, se desempeñó como profesor de Historia, Geografía e Instrucción Cívica.

Julio Cortazar publicó en 1939 el texto Esencia y misión del maestro, donde es crítico de la labor del profesor y el sistema educativo. “Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una civilización y una cultura; significa construir, en el espíritu y la inteligencia del niño, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo y, a la vez, estimular todo lo que en el alma infantil haya de bello, de bueno, de aspiración a la total realización”, dice el texto.

“¿Bastaron cuatro años de Escuela Normal para hacer del maestro un hombre culto? No; ello es evidente (…) La Escuela Normal no basta para hacer al maestro. Y quien, luego de plegar con gesto orgulloso su diploma, se disponga a cumplir su tarea sin otro esfuerzo, ése es desde ya un maestro condenado al fracaso.”, continúa el autor de Rayuela (1963).

Julio Cortázar wsp

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