La Hija del doctor Moreau, de Silvia Moreno-García (Urano)
Carlota, la hija del doctor Moreau, conocía la respuesta. ¿Qué significa natura non facit saltus?, le preguntó su padre. “Significa que la naturaleza no da saltos”, respondió ella. Y agregó: “La naturaleza procede poco a poco. Pero el hombre, no”. Esa idea es la que guía los experimentos de su padre, en una aislada hacienda entre la selva de Yucatán, en México. Nacida con una extraña enfermedad, Carlota sobrevive gracias a los estudios de su padre, quien desarrolló una solución que combina elementos esenciales de varios animales y que le inyecta semanalmente. Carlota vive al cuidado de Ramona y acompañada de dos pequeños híbridos, criaturas animales humanizadas que nacieron del laboratorio del doctor Moreau. Ellos son una muestra viva de su propósito, en sus palabras: “moldear a los animales en algo diferente para darles nuevas formas. Hacer que el cerdo camine erguido o que el perro habla una variedad de palabras”, le explica a Montgomery Laughton, un inglés alcohólico sin raíces que llega como nuevo mayordomo. El trabajo de Moreau lo financia el señor Lizalde, el terrateniente local, quien espera que los híbridos sean la solución a sus problemas con los trabajadores: los indios siempre han trabajado los campos, pero ahora se están sublevando; Lizalde ya no confía en ellos y espera reemplazarlos por híbridos. Por eso presiona a Moreau para que resuelva los problemas en el desarrollo de las criaturas: los híbridos tienen problemas de maduración y una corta vida.
Talentosa y hábil narradora, Silvia Moreno-García ofrece una relectura del clásico La isla del doctor Moreau (1896), de HG Wells, trasladando la historia al México maya del siglo XIX. Autora de novelas que juegan con los géneros populares, como La noche era terciopelo y Ciertas cosas oscuras, maneja con destreza los hilos de la narración y los resortes del gótico y la ciencia ficción. De este modo, la autora compone una novela que gira en torno a los dilemas de la ciencia y la ética, así como en el colonialismo, las desigualdades sociales y de género. Un relato ágil y entretenido, a la vez que sensible y feroz, con un desenlace sorpresivo.
Tierra Materna, de Amanda Teillery Delattre (Alfaguara)
Se conocieron en 1940 en una fiesta organizada por madame Collie, la dueña de una cafetería en Pont-de-Vaux, al norte de Francia. En agosto de 1941, durante la ocupación alemana, Marcel y Jacqueline se comprometieron y dos meses después se casaron. El matrimonio se instaló en el segundo piso de la casa de Marcel, donde también vivía su madre; en la planta baja funcionaba su estudio jurídico. Hacia 1944 el fin de la Segunda Guerra Mundial se aproximaba y abría esperanza para la pareja, ya con una hija pequeña a la que llamaron Michèle. Pero los sueños se esfumaron la noche del 8 de agosto de aquel año, cuando una tropa de hombres entró a la fuerza a la casa y se llevó a Marcel. Un año más tarde Francia celebró el fin de la guerra y la ocupación, pero Jacqueline no se sentía aliviada. Con la pequeña Michèle debieron dejar la ciudad y comenzaron una vida a solas. Entonces recibió la noticia: hallaron los restos de Marcel. Su esposo había sido fusilado por las fuerzas de la resistencia, acusado de colaborar con los nazis. En los bolsillos del pijama de Marcel encontraron una carta donde le explicaba a Jacqueline que era víctima de la venganza de un vecino que lo acusó injustamente. Ochenta años más tarde, la historia la cuenta la bisnieta, la escritora Amanda Teillery Delattre.
“Mi bisabuela nunca me lo contó, pero esto es lo que sé. Y también sé que cuando se lo llevaron no solo partió una parte central de mi familia”, escribe. “Cuando se llevan a alguien queda un vacío como epicentro en el que, a su alrededor, el resto de las personas siempre va a orbitar”. Alrededor de esa ausencia se levantó un silencio que se extendió por décadas. Autora de La buena educación y La mujer anterior, la escritora interrumpe aquí en ese silencio y explora en la memoria familiar, en los recuerdos dolorosos, a través de un relato que atraviesa generaciones y que cruza desde la Francia en guerra a Irán y Chile. Novela de mujeres, de madres e hijas, el libro aborda la herencia traumática, la memoria y la maternidad, y dibuja escenas íntimas y conmovedoras, con una prosa inteligente y reflexiva.
El Cuervo de Epicteto, de Alice Brière-Haquet (Hueders)
Junto a Séneca y Marco Aurelio, Epicteto es uno de los pensadores más leídos de la escuela estoica, que protagoniza un renovado interés en librerías. Nacido alrededor del año 50 d.C en Hierápolis, Epicteto fue esclavo de nacimiento. Tal como Sócrates, uno de los autores que admiraba, no dejó textos escritos y sus ideas nos llegaron a través de su discípulo Arriano, que no tomó notas de sus lecciones sino más bien de las conversaciones con sus estudiantes. Para Epicteto la filosofía no tiene el propósito de formar sabios o eruditos sino hombres de virtud. Así, más que un sistema de conocimientos abstractos, subraya el valor de la experiencia y la razón para discernir entre el bien y el mal. Para él, la libertad es un bien supremo y la razón es el instrumento privilegiado para alcanzar la liberación y al autoconocimiento. Por eso, cuando escuches a un cuervo lanzar a un graznido que la superstición asociaría al mal agüero, es mejor detenerse y pensar. Eso es lo que hacen los sabios de este cuento ilustrado e inspirado en Epicteto. Ellos se preguntan si los graznidos encierran presagios de los dioses y qué quieren decir. Entonces uno de ellos toma la palabras y dice: “Estos presagios no son sobre mí, sino sobre mis campos, mi casa y mi dinero”. Si ellos prosperan, “seré más rico”, piensa. “Y si los pierdo, seré más libre”. De modo que “pase lo que pase, mi felicidad no depende de ello”.
A través de una fábula ilustrada, la escritora francesa Alice Brière-Haquet aproxima las ideas de Epicteto a los niños. “¿Para qué preocuparse por los mensajes de los dios? Mejor busquemos la belleza en el canto del cuervo”, escribe. “Y tratemos de ser felices”. Este pequeño libro forma parte de una bella colección del sello Hueders, Filonimo, editada en tapas duras y en un formato manipulable y amigable con los lectores jóvenes, a la que acaba de sumarse también El perro de Diógenes, inspirado naturalmente en el filósofo cínico que vivió en la pobreza, a la intemperie, acompañado de perros callejeros.