Festival Fauna Primavera día II: que ingresen los clásicos
Franz Ferdinand ha conquistado merecida categoría de neoclásico que contagia a la masa y la conecta con una mirada nostálgica del rock cargado de energía, dramatismo romántico, y un ligero toque de ironía sugiriendo que nunca nada es tan serio, si de música se trata.
El público fue un poco más joven en la segunda jornada y final de Fauna Primavera -más millenial que Gen X-, la proporción inversa del primer día. Pero el primer plato fuerte de la tarde del sábado, es la clase de banda reverenciada transversalmente que influyó a los grandes nombres de los 90. Dinosaur Jr. no tiene nada parecido a un hit, sin embargo su estilo ejerció una enorme influencia en la generación del rock alternativo estadounidense de fin de siglo. J Mascis es un guitarrista descomunal y una fuente hasta hoy inagotable de productividad que siempre merece atención.
En esta nueva visita hicieron exactamente lo que se espera del trío que suma a Gary Barlow en bajo y voz, y Murph en batería: el volumen considerable (en los actuales estándares) para proyectar un sonido espeso y crepitante a la vez, con la guitarra centelleando en primer plano entre la alternancia rítmica y los solos incendiarios de Mascis, exigiendo al máximo las cuerdas. Barlow, en tanto, se agitó inclinado sobre su bajo que utiliza como una segunda guitarra, hasta que antes del primer cuarto de hora se hizo escuchar. De todas formas, cuando él cantó Garden tocando guitarra y J Mascis al bajo, el líder de Dinosaur Jr. se las ingenió para atronar en las cuatro cuerdas. Nunca baja el volumen.
La banda de Massachusetts priorizó las canciones de You’re living all over me (1987), y luego temas de álbumes como Beyond (2007) y Where you been (1993), este último cuando Barlow se había ido de la banda. Rodeado de sus habituales seis amplificadores Marshall y cantando con esa tonalidad cansina reconocible al segundo, J Mascis vive en un planeta donde todo se somete a esa dinámica de la guitarra estridente y la voz tranquila y quejumbrosa, mientras Murph enmascara con redobles y velocidades alternadas sus fraseos desde la guitarra.
Dinosaur Jr. son clásicos, siguen en plena forma, dictaron cátedra de rock indie y tuvieron alumnos aventajados, entre ellos, Nirvana. Verlos en vivo sigue siendo un placer.
Dënver se dejó caer al atardecer y pusieron a bailar al público bajo la tonalidad sunset. Acompañados de cuatro músicos entre batería, guitarra, bajo y saxo, Milton Mahan y Mariana Montenegro son paradigma de que segundas partes pueden ser mejores. Han crecido escénicamente y entendiendo que con la música no basta, por fiestera que sea. Hacen coreografías que merecen un poco más de ensayo, pero que claramente apuntan a asumir el escenario con mayor propiedad, aprovechando que su material es eminentemente bailable y así lo disfrutó el público, entusiasmado con su espectáculo glamoroso.
Salieron jugando en el momento de enfrentar un problema técnico. Más allá de ese detalle, el sonido fue perfecto, contundente, bien definido para sus canciones collage entre disco y electrónica bailable de los 90, bajo lectura kitsch; otro de los grandes nombres del pop chileno de este milenio influenciado por Miranda!.
La programación siguió con los británicos The Kooks, que este año cumplen dos décadas desde su formación. Con el locuaz Luke Pritchard al mando, el trío que completan Hugh Harris y Alexis Nunez, persiste en una propuesta de agradable indie rock que se perfila como una versión amable de The Strokes, en sus momentos más álgidos; en otros pasajes recuerda Phoenix, pero siempre desde la perspectiva de la influencia sanitizada, sin mucho condimento. De todas formas, las dos décadas de rodaje y persistencia les han dado el oficio para entretener a la gente y conquistar su aplauso.
Caída la noche fue el turno de Boy Harsher, uno de los mejores números de todo el festival, tal como el año pasado lo fue la ex Moloko Róisín Murphy. El dúo de la cantante Jae Mathews y el productor Augustus Muller, formado en 2013 en Savannah, impuso de inmediato su electrónica inquietante, cargada de misterio, sugerente y sexy. Boy Harsher puso, literalmente, a bailar a todo el público, con Augustus operando máquinas, percusiones electrónicas y voces procesadas, y Jae desplegada en el escenario bailando y cantando como una diva. Fenomenales.
Como cierre, Franz Ferdinand, a 20 años de su espectacular disco debut, una de las bandas más originales del retro rock en el arranque del milenio y, probablemente, la última banda del viejo imperio que caló hondo en Chile.
Precedidos de fanfarria y sonidos de una big band, los escoceses asaltaron el escenario con esta versión de quinteto con la mitad de los miembros originales, bajo el liderato del cantante y guitarrista Alex Kapranos, secundado del bajista Bob Hardy. Siempre se puede recelar de que en todas partes los artistas dicen lo mismo, pero Kapranos se veía genuinamente contento de estar de vuelta. Han declarado que se sintieron como en un episodio de la beatlemanía cuando se presentaron en el festival de Viña de 2006.
Alex Kapranos solo ha mejorado con los años como frontman. El carisma está intacto, encarna las canciones como si fuera un artista de musical, y su voz ha ganado la consistencia que se apuntaba en los inicios, cuando era más actitud que garganta.
En esta alineación que integran Julian Corrie en teclados, Dino Bardot en guitarra y Audrey Tait en batería, la banda robustece su sólida discografía plagada de grandes títulos, con media docena de adelantos de su próximo álbum The human fear, fechado para el 11 de enero de 2025.
Franz Ferdinand ha conquistado merecida categoría de neoclásico que contagia a la masa y la conecta con una mirada nostálgica del rock cargado de energía, dramatismo romántico, y un ligero toque de ironía sugiriendo que nunca nada es tan serio, si de música se trata.
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