Alejandra Pizarnik en prosa: una escritura con voracidad y lirismo

Alejandra Pizarnik wsp
Alejandra Pizarnik en prosa: una escritura con voracidad y lirismo

Una traición mística (Lumen) se llama el volumen que compila parte del trabajo en prosa de la poeta argentina, en una veta poco conocida de su trabajo. En sus páginas leemos su particular manera de contar una historia, además de su interés por el sexo y la muerte. Junto a su editora, la escritora española Luna Miguel, lo desmenuzamos.


Como otros escritores, Flora Alejandra Pizarnik solía llevar un diario donde iba anotando de todo. Lo que estaba escribiendo, lo que le pasaba, lo que leía. El 12 de marzo de 1965 registró que estaba trabajando en un ensayo. “Ensayo sobre la condesa Báthory…La pura bestialidad. Se puede ser una bella condesa y a la vez una loba insaciable”. Su idea era contar la leyenda de Erzsébet Báthory una condesa húngara medieval conocida por haber cometido más de 650 asesinatos. Pizarnik lo cuenta con una prosa poética y el relato detalla las formas de tortura a la que Báthory sometía a sus víctimas.

“Ella no sintió miedo, no tembló nunca. Entonces, ninguna compasión ni emoción ni admiración por ella. Sólo un quedar en suspenso en el exceso del horror, una fascinación por un vestido blanco que se vuelve rojo, por la idea de un absoluto desgarramiento”, escribió. Es que Pizarnik no solo incursionó en la poesía, también probó otros registros como pequeños cuentos, ensayos, obras de teatro y relatos de viajes. Todo en prosa.

Una selección de esos textos, acaso el lado menos conocido de la poeta, acaba de llegar a las librerías nacionales con el volumen Una traición mística (Lumen). Entre otros, trae ese ensayo sobre Báthory que Pizarnik tituló con el sugerente nombre de La condesa sangrienta (1966).

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A cargo de la edición y prólogo estuvo la escritora española Luna Miguel, una reconocida admiradora de la argentina. “Ha sido un proceso bello y delirante. Bello porque el fin último de la antología es dar a conocer la faceta menos conocida de Pizarnik: aquella que desarrolló en su prosa breve, en su dramaturgia y en su ensayismo narrativo. Delirante porque suponía el reto de ordenar lo que no puede ordenarse: todo ese derroche de ingenio, de voracidad y de lirismo que hay en esos textos”, comenta Miguel a Culto.

Por más que Pizarnik haya recurrido en la prosa para contar algo, nunca dejó de lado el elemento poético. No son relatos tan tradiciones en el orden inicio-medio-fin, sino más bien, descansan en el lenguaje. Tienen cierta opacidad que los hace misteriosos. En Niña entre azucenas, escribió: “Obscenidad en algunos pequeños instantes del día compartido, no de la noche que es sólo mía. Algo tan modesto como una mano abrió mi ardiente memoria. Un gesto tenue al doblar los dedos cuando cerró la mano en forma de azucena”.

Para Luna Miguel, de todos modos esas historias con poética son una forma de narrativa. “No creo que el trabajo del lenguaje sea impedimento para contar una historia. De hecho, Alejandra Pizarnik es capaz de contar historias a través de la experimentación con el lenguaje. Estamos demasiado acostumbradas a una época de historias de inicio, nudo y desenlace. Algunas de las prosas de Pizarnik nos demuestran que la trama no es el único medio para narrar con maestría”.

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En estos textos en prosa nos encontramos con algunos de los tópicos de la escritura de Pizarnik. El sexo es uno de ellos, muy presente en este volumen. “Me resultó sorprendente ver el modo en que Pizarnik retrata la violencia sexual en algunos de estos textos. A veces lo hace pasando de puntillas, no tanto para restar importancia como para demostrar lo absurdo que es el tabú de la sexualidad en el ser humano, y la violencia que esa vergüenza conlleva”, dice Luna Miguel.

En Palabras, por ejemplo, escribió: “Hay gestos que me dan en el sexo. Así: temor y temblor en el sexo. Ver su rostro demorándose una fracción de segundo, su rostro se detuvo en un tiempo incontable, su rostro, un detenerse tan decisivo, como quien mueve la voz y dice no”.

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Otro tópico muy clásico de Pizarnik, y que encontramos muy presente en sus textos, es la muerte. Es un concepto que siempre la rondó. Por ejemplo, escribió Devoción, un relato breve donde una niña toma té junto a una muñeca y la muerte. Esta se excusa con la joven de su falta de educación por ser huérfana. O A tiempo y no, donde una niña y la muerte hablan con una reina que se ha vuelto loca, y que a duras penas intenta contar su historia. “Yo era otra persona que no está más”, dice frustrada la antigua monarca. Entonces, para Luna Miguel, era un tópico que no podía faltar.

“Toda lectora de Alejandra Pizarnik sabe que la palabra muerte es una de las más repetidas en su obra. No sólo está presente en su escritura la pregunta por la muerte propia, sino también por la muerte ajena y su profunda ironía: a veces, morir es la única manera de ser inmortal”.

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En estos textos nos encontramos también con mucha teatralidad, no solo porque efectivamente escribió una obra de teatro Los perturbados entre lilas, donde todo pasa en las palabras, sino porque en varios de los relatos hay solo diálogos. “Creo que muchos de los textos muestran pequeñas escenas, situaciones fugaces aparentemente descontextualizadas, que en realidad no precisan de más escenario para contar algo profundo -dice Luna Miguel-. Hay, sin embargo, una teatralidad que tiene más que ver con la exposición de las ideas que con la acción, de ahí que haya resultado siempre tan difícil llevar a Pizarnik a escena. En este sentido, los diálogos pizarnikianos me hacen pensar en los diálogos de Platón, en ese gusto por la representación del pensamiento, de ahí que siempre haya considerado a Pizarnik una filósofa”.

Otro punto interesante es un diario de viaje de Pizarnik por España, en 1963, donde visitó Santiago de Compostela, El Escorial (el antiguo palacio del rey Felipe II) y Madrid. En la capital de la Madre Patria, escribió: “Voces desde la nada a ti confluyen. En un bodegón de la calle del Ángel, exaltación y lirismo, los ojos resplandeciendo en mi cara, ya no azules, ya no verdes: carbuncios mágicos, sí”.

Por una cosa de cercanía, Luna Miguel destaca este texto como uno de sus preferidos del volumen.Me sorprendió siempre su crónica del viaje a España. Ahí vemos un poco a la Pizarnik diarista, pero también a la poeta, un arranque de cronista que en realidad se aleja mucho de aquello que asociamos a la literatura de viajes. Lo elijo también porque me hizo ilusión saber que caminó por algunas ciudades de mi país. Sería bonito hacer esa ruta en coche, como ella la hizo, y leer poemas en cada una de las paradas”.

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