El escritor Juan Pablo Sutherland y sus postales amorosas sobre Pedro Lemebel: “No me siento su custodio ni su viuda”
Su amigo íntimo lo retrata en Lemebel sin Lemebel. Postales amorosas de una ciudad sin ti (Alquimia Ediciones, 2024), un collage de textos nacidos de la memoria y la nostalgia. El escritor y académico chileno reflexiona sobre su relación con el artista, la impronta de su escritura y cómo su legado evolucionó a una década de su muerte.
La muerte de Pedro Lemebel dejó un vacío en la vida del escritor Juan Pablo Sutherland. Ya no estaba el amigo de hace 30 años, la ‘prima’, el compinche literario y el compañero de callejeo. En palabras de Sutherland, se hizo material “la idea de que viviste un rato con un amigo, y queda el espacio de él”.
Tras la partida del autor de Tengo miedo, torero (2001), el 23 de enero de 2015, Sutherland escribió numerosos textos en su memoria, ya sea por inquietud propia, la solicitud de la prensa o la academia. Poco a poco se fueron acumulando fragmentos de experiencias compartidas, alegrías cotidianas y penas profundas.
“Sabía que después de su muerte iba a escribir, pero nunca me hice una idea de planificación, sino que los textos se fueron articulando a partir de la nostalgia, la memoria y lo que me pedían”, explica Juan Pablo Sutherland sobre Lemebel sin Lemebel. Postales amorosas de una ciudad sin ti (2024), libro que publica ahora vía Alquimia Ediciones.
Este se compone de alrededor de 20 apartados, que a la vez se subdividen en textos más breves de diversos géneros. “Son una especie de recortes de épocas, como especies de ventanitas, como un collage”, dice a Culto una semana después del lanzamiento del libro. El evento atiborró de público la sala del Teatro de la Memoria, audiencia atraída por la mítica figura de Lemebel o por la escritura ya consolidada de Sutherland.
“Es un libro que tiene que ver con esa nostalgia, pero también con poner a Lemebel en otras dimensiones, que no se vieron tanto cuando se convirtió en la estrella pop que todo el mundo leía”.
Sutherland y Lemebel
Se conocieron a fines de los 80. Se divisaban en la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (Arcis) o en la Sociedad de Escritores de Chile. “Siempre fui alguien muy nocturno y bohemio, entonces nos empezamos a encontrar muchas veces. Ya a finales de los 80 nos cruzamos harto y, en los 90, en la construcción del movimiento homosexual, nos cruzamos y nos hicimos amigos”, relata.
Unidos por la escritura y el activismo, compartieron tres décadas de historias memorables, muchas de las cuales quedan plasmadas en Lemebel sin Lemebel. Una de ellas, que aparece mencionada en el libro, es cuando el integrante de las Yeguas del Apocalipsis escupió al entonces ministro de Cultura del gobierno de Sebastián Piñera, Luciano Cruz-Coke.
“Pedro ya había hecho eso en la Feria del libro de Guadalajara, donde se había encontrado con escritores que no le caían bien o que tenían disputas políticas o literarias. Pedro era muy juguetón, le ponía apodo a todo el mundo, también era superdifícil andar con él por la calle, porque era muy conocido. A veces estábamos tomándonos un pisco sour en la Vega y no podíamos comer ni tomar nada, porque todo el rato era: foto, foto, foto. A mí no me molestaba. Siendo su amigo disfrutaba que él que fuese tan visible y tan querido por la gente”, recuerda Sutherland.
El título también recuerda “un episodio bien interesante”, según rememora su protagonista. “Siempre fui muy trabajólico, tenía 20 años y estaba participando en un congreso internacional, que tenía el ánimo de refrescar a Chile después de la dictadura en términos culturales. Ramón Díaz Eterovic, que era presidente de la Sociedad de Escritores en ese tiempo, convoca a mesas literarias y me llama a mí—relata Sutherland―. Se me ocurre escribir sobre las Yeguas del Apocalipsis, que en ese momento era un colectivo que se conocía, pero en un espacio más under y contracultural. Estoy ahí con Jorge Edwards, Mempo Giardinelli, Adolfo Couve, que es un escritor chileno que falleció, y con Rafael Ramírez, un escritor mexicano. Entonces, cuando estoy leyendo, estos escritores chilenos, Edwards y Cuove, se empiezan a molestar conmigo, porque yo empiezo a hablar de lo que significan los imaginarios culturales homosexuales en la literatura y en las artes visuales. Entonces se provoca una especie de respuesta. Yo era un joven escritor y tenía muchas ganas de discutir y de resistir frente a esos lugares”.
“Pedro salió muy enojado, diciendo que se fue porque no quería estar con esos viejos rancios”, narra el escritor. “De alguna manera, ese es el termómetro de lo que se vivía en ese tiempo”.
Uno de sus recuerdos más especiales sobre Lemebel data de los años que compartieron en Radio Tierra, donde Sutherland participaba como productor del programa Triángulo abierto. “Fue el primer lugar donde Pedro leyó sus crónicas y se hizo una producción de música. Ese fue el nacimiento del Pedro oral, donde pone en escena esas crónicas y todos van a escucharlo. Es un momento muy bonito, de cómo Pedro capta su espectacular oído; y era inédito, porque ningún escritor en esa época hacía esa performance”.
El legado de Lemebel
A pesar de su muerte, Lemebel sigue vivo en el imaginario popular, desde expresiones artísticas en rayados a los textos en su honor y hasta en souvenirs, como releva Juan Pablo Sutherland en uno de sus textos.
“Si pensamos en la revuelta, en el estallido social, Pedro fue un ícono del espacio público, como Gabriela Mistral y Violeta Parra… Signos de resistencia, de rebeldía frente a todo tipo de poderes, y como figuras pop; que están en poleras, en chapitas, en imanes. De alguna manera se sorprendería, pero también le gustaría ver ese efecto, no del fetiche de la figura, sino que de la presencia cultural en el espacio público y visual en las calles, convirtiéndose como en una santa marica de la resistencia, pero ya también como nuestra propia Frida”.
Para las nuevas generaciones, Lemebel representa esa manera diferente de entender la escritura, explica Sutherland. “Es un escritor que sobrepasa el espacio de lo literal. Pone en escena ese imaginario de lo popular en la literatura, una manera de entender narrativas e historias que siempre fueron borradas del imaginario nacional. Esas historias están cruzadas por los derechos humanos, por la lucha contra la dictadura, por historias muy tristes, de violencia cultural, de chicos o chicas maricas que eran violentados en distintos espacios”, dice Sutherland.
—Se dio a conocer que sus libros no pueden imprimirse tras su muerte, porque hay un juicio entre las sobrinas de Pedro Lemebel, Daniela y Geraldine Mardones.
Es triste para un autor tan importante como Pedro Lemebel que su obra no circule. El legado mayor es el que se tiene que respetar, para sus lectores, para sus seguidores, para el mundo que lo siguió y para la cultura chilena. Ese legado relevante es el que hoy día está detenido por este proceso. Ojalá se llegue a algún acuerdo, porque en realidad, el que está perdiendo es el mismo autor, que todos quieren leer. Esperaría que su herencia, que sus sobrinas, por el bien del legado de Pedro, lleguen a un acuerdo—reflexiona Juan Pablo Sutherland—. Es un autor que tenía mucho impacto, que era leído transversalmente, que lo leía la señora de la pobla, leyendo las crónicas de los Sábados Gigantes, que criticaban la cultura momia, facha o pop de los 80. Todos estamos esperando que ese proceso llegue a buen fin.
Según consignó The Clinic, el litigio por los derechos de la obra de Lemebel debería acabar máximo en 2025, justo cuando se cumplen 10 años de la muerte del autor.
En el texto El funeral de mi prima, Juan Pablo Sutherland escribe: “Enemigas tenía la prima, unas que se hacían las amigas por interés para posar al lado de su fama (...) Ahora, la prima era patrimonio de todo el mundo”.
—¿Hay personas que se quieren aprovechar de su figura?
No hay un solo Pedro, sino que hay muchas maneras de leer a Lemebel, hay muchas maneras de entender lo que hizo políticamente, respecto a su trabajo en performance con las Yeguas o a su trabajo literario—responde el escritor—. Evidentemente, cuando hay figuras que son tan atractivas, tan polémicas y tan faro en términos de lo que hicieron, siempre va a haber gente que va a ser parasitaria de esa figura, que va a intentar de alguna manera tener parte de ese capital cultural que está presente ahí. Pero yo diría que a esta altura Lemebel es una figura que sobrepasa incluso lo literario, está funcionando casi como una estrella pop. Si alguien tiene dudas de si hay una especie de frivolización de su figura, solo debe recordar y leer sus textos para darse cuenta de que sigue siendo un imaginario que puso en escena y que es imposible de borrarlo.
En el libro, Sutherland reflexiona en la idea de las viudas de Lemebel. “La figura de la viuda puede ser atractiva, como digo en el texto, hasta estéticamente, la viuda que está llorando siempre, la llorona. No me siento custodio de Lemebel, ni viuda. Fui un amigo, fui un escritor marica que pasó muchos momentos de su vida en complicidad con él y con muchos otros amigos que participaron también de esta escena. En ese sentido, tengo también la distancia de mirar a Pedro desde distintas dimensiones, porque nos cruzaron la del amigo, la del escritor, la activista marica, la del luchador contra la dictadura. Entonces, son muchas dimensiones a la vez, no podría quedarme anclado con cuidar un legado, porque el legado de Pedro lo tienen que cuidar todos, no solamente los amigos, sino todo el que se sienta representado en la visión utópica crítica que Pedro tenía de la sociedad chilena”.
—¿Volvería a escribir sobre Pedro Lemebel?
Difícil pregunta. El libro en este momento me provoca una especie de mantra de cierre. Un mantra de una despedida. Creo que es bonito lo que dice Patricia Espinosa, que también es una escritura que está trabajando un duelo, como también dice ahí la historia, con otras amigas como Malú Urriola, como mi propio hermano y Carmen Berenguer. Es un libro que contiene un espacio amoroso literario, donde Pedro es el que pone en escena todos estos amores. Como dice el título: Lemebel sin Lemebel; está presente, lo extrañamos, sigue acá.
El escritor y académico Juan Pablo Sutherland vislumbra otros proyectos literarios en su futuro próximo, uno sobre su madre y otro sobre los abusos sexuales cometidos contra niños y jóvenes en Colonia Dignidad. Locabulario, la fugaz idea que nació en una conversación entre él y su querida prima en una noche de carrete, y que busca poner en escrito conceptos del mundo de ‘las locas’, cree que “sería un bonito legado” de concretarse.
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