El día en que Jorge González hizo cumbia electrónica en Nueva York (y lanzó uno de sus mejores discos)
Gonzalo Martínez y sus congas pensantes,es el título del disco que González lanzó en 1997. Se trata de un álbum trabajado bajo la premisa de fusionar cumbia y electrónica, en un esfuerzo colaborativo entre el sanmiguelino y otros amigos músicos como Dandy Jack, Tobías Freund, y otros tantos, lo que le dio la chance de volver a trabajar en equipo tras intentar una carrera solista. De ahí salió la afamada Cumbia triste, uno de los clásicos más recónditos de la obra de González. En su cumpleaños 60, este es el retrato de un capítulo intenso.
“Cuando chico me cargaban las cumbias”, señaló Jorge González, directo, como siempre, cuando abordó el origen del disco Gonzalo Martínez y sus congas pensantes durante una entrevista con el célebre programa Plaza Italia, del desaparecido Canal Rock&Pop. “Pero con el tiempo, como muchas otras músicas, las he empezado a asimilar”, agregó.
Corría 1997, el año de Candle in the Wind de Elton John, Bittersweet Symphony de The Verve y los goles de Zamorano y Salas que metieron a Chile en Francia ‘98 luego de 12 años de ausencia de la Copa del Mundo. Jorge González había lanzado El futuro se fue (1994), un disco confesional, crudo y decididamente poco comercial (de hecho, ni siquiera tuvo videoclip promocional). Tras ese paso, el músico decidió un giro en su vida y se fue a Nueva York, siguiendo a una pareja que tenía en el momento. “Lo único que estaba haciendo era tomar éxtasis. Solo, más encima. Encerrado, entonces, pensé que lo mejor era cambiar de aire”, cuenta en el libro Maldito Sudaca, de Emiliano Aguayo (RIL, 2005).
En la Gran Manzana, González aprovechó el tiempo para estudiar ingeniería en sonido. Allí también se reencontró con un viejo amigo, Martin Schopf, músico chileno radicado en Alemania que se había hecho un camino en la música electrónica y para entonces mantenía el dúo Sieg Über Die Sonne, junto al alemán Tobías Freund (quien años después trabajaría con Los Prisioneros en su disco homónimo de 2003).
Jorge había generado un lazo con Schopf desde su encuentro en las afamadas Rave del Eclipse de 1994, con ocasión del recordado eclipse total de sol ocurrido en noviembre de ese año. “Lo había visto el 88-89, que fue una súper buena época en Santiago, cuando yo estaba preparando el disco Corazones y él vivía acá y también hacía música”, recordó durante la entrevista en Plaza Italia. “Pero nos hicimos amigos como hace tres años para las fiestas del eclipse, las raves que se hicieron en Arica”.
Según González, la idea de incursionar en la cumbia le nació entre la escucha atenta y los recuerdos de la infancia. “Cuando yo vivía en Nueva York e iba a los clubes notaba que el hi hat del house y el platillo de la cumbia eran exactamente el mismo y no es raro porque los dos son músicas negras”, señaló el músico en una autoentrevista que grabó en 2014 a propósito de la reedición de Gonzalo Martínez y sus congas pensantes.
A González, el sonido de la cumbia le evocaba recuerdos de su niñez en los primeros años setenta. “Cuando yo era niño lo que se escuchaba en vivo en las calles, era cumbia -recuerda en la misma entrevista-. Entonces mi acercamiento a la música en vivo fue uno, la cueca en casa, y luego en las calles, las quintas de recreo pasando por fuera porque yo era muy chico para entrar a esas cosas, la cumbia. El bajo de la cumbia desde lejos en las fiestas nacionales y cómo unía a toda la gente en el baile”.
Una voz en la distancia
La posibilidad de cruzar la cumbia y la electrónica, fue para González una epifanía que lo lanzó a la aventura. Ahí fue que habló con Schopf y sus amigos. “Decidí proponerle a unos amigos que hacían música electrónica que trabajáramos un álbum de los clásicos-clásicos, los de Wawancó, todas esas cosas deliciosas, en cumbia electrónica”. Ese fue el origen de Gonzalo Martínez y sus congas pensantes.
Todo arrancó, decíamos, con la reunión de González y Schopf en Nueva York. Ahí, entre las salidas a clubes y la habitual congestión vehicular, comenzaron a escuchar cumbias clásicas gracias a unos cassettes de viejos discos de cumbias que obtuvo gracias a Miguel Tapia. Así se interiorizaron en el estilo. “Sucedió con Martin que analizamos el trabajo que había ahí, o sea, los bajos que hacían los tipos, los arreglos de viento y todo eso. Me fui de espaldas porque son dos pases y al arco”.
Luego, González grabó partes de las canciones. “Yo me las sé del corazón -recordó en su autoentrevista- La pollera amarilla, todo eso, claro que me los sé, aprendí incluso a manejar el sintetizador tocando La pollera amarilla. Luego de tocar las partes, Dandy Jack, que era mi socio, él con su fantástica programación de sonido lo lanzó al espacio. Luego trasladamos todo el sistema a Santiago de Chile donde Tobías (Freund) y Atom Heart le dieron su toque y lo terminaron de mezclar. Un disco maravilloso, muy lindo”.
Los créditos también incluyen a Antonio Monasterio, al productor de Corazones y el disco homónimo de 1993, Gustavo Santaolalla (por el “ambiente familiar”) y a su excompañero de Los Prisioneros, Miguel Tapia como “musicólogo”. Para González, la experiencia resultó revitalizadora por otra razón. “He vuelto a trabajar en equipo -le dijo a Pedro Carcuro cuando fue al programa De pé a pá en ese mismo 1997-. He hecho un disco con otra gente y he sentido lo que es de repente intercambiar ideas y maravillarse con lo que se le está ocurriendo al otro musicalmente y que el otro te celebre lo que estás haciendo tú y eso es súper bonito”.
En sus diez canciones, el proyecto repasó clásicos como La Piragua (en que González canta en un estilo casi recitado, como lo hizo después en algunos temas del disco de 2003 de Los Prisioneros), La pollera colorá, Tiburón a la vista (arreglado con énfasis en las percusiones y loops que no dejan adivinar qué canción es), Plena española y un tema inédito de González escrito para la ocasión, La cumbia triste, en que de alguna forma, evoca esos días de infancia. “Se oye una voz en la distancia/Resonartes bajo, platillo y tambor/Esa calle llena de melancolía/Me enseñó el sonido que no olvidaré”.
El tema además fue el sencillo promocional. González lo presentó, junto a Dandy Jack en su visita a De pé a pá e incluso, lo incluyó en los sets de directo del efímero proyecto Los Dioses, en que tocó temas de Los Prisioneros, junto a Miguel Tapia y el venezolano Argenis Brito. Para el sanmiguelino, ese proyecto de cumbia electrónica es uno de los mejores de su carrera. “Para mí, Gonzalo Martínez es el disco que me tiene más orgulloso de todos los que he trabajado”.
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