Una librería en el nombre de la madre (y de las hijas)

Una librería en el nombre de la madre (y de las hijas)
Una librería en el nombre de la madre (y de las hijas) 04 Diciembre 2024 Entrevista a las libreras Catalina (izq) y Laura Infante (der) Foto: Andres Perez

Fundada en 1996, Catalonia se convirtió en una referencia para los lectores de esos años. Tras la muerte de su fundadora, fueron sus hijas -Catalina y Laura- quienes asumieron la tarea de continuar con la librería, hasta hoy. Acá, comentan qué cosas se han mantenido y cuáles han cambiado del trabajo librero respecto a los tiempos iniciales. Destacan el mayor número de editoriales, la literatura infantil y juvenil y elementos como los clubes de lectura.


Eran libros y más libros. Cajas y cajas que parecían no acabar, y por un momento la tarea se les hacía interminable, titánica. Un uróboro de papel que se estiraba cada vez más. Cuando en 2011 las hermanas Catalina y Laura Infante Beovic se hicieron cargo del negocio familiar, la librería Catalonia, lo primero que hicieron fue una labor que marcó un antes y un después: un cambio de tecnología. Todo aquello que por años se había hecho en papel, ahora pasaba a digitalizarse.

“Llegamos a cambiarlo todo porque era una librería que funcionaba con lápiz y papel, o sea, todo era manual, recuerda Laura. No teníamos nada de sistema, ni gestión de inventario, nada, era todo con cuadernos. Entonces la primera tarea fue hacer un inventario y pasarlo todo a Excel para poder tener un sistema”.

Catalina: Creo que deben haber sido como 10 personas trabajando en eso. Estuvimos dos semanas con la librería cerrada porque había que anotar todo de cero. Todos los libros. Era infinito, no terminábamos nunca y tampoco teníamos tecnología como para que cada uno tuviera su computador.

Laura: Había muchos que estaban a mano escribiendo los ISBN para que otro lo pasara al computador. Fue una locura. Pero sabíamos que al final eso iba a servir porque nos iba a ayudar a ordenarnos, saber qué teníamos, y así poder ir mejorando el catálogo. Y ahí tuvimos nuestro primer sistema.

Laura y Catalina Infante
04 Diciembre 2024 Entrevista a las libreras Laura y Catalina Infante Foto: Andres Perez

La tarea fue pesada, pero se sacó adelante. Al hablar de eso, sus rostros denotan una mezcla de satisfacción, alivio y orgullo. Sentadas en un café de Providencia, y con una complicidad que parece a prueba de balas, Catalina (40) y Laura (36) recuerdan esos días iniciales en que decidieron volver a darle vida a la librería que fundó su madre, Drina Beovic, en 1996.

La historia es así. Beovic -chilena descendiente de croatas- ya tenía mucha experiencia en el rubro, pues era parte de los socios de la librería Altamira, en el Drugstore, que además tenían un outlet en la calle Las Urbinas. Los socios se separaron y así quedaron dos librerías ubicadas a solo unos metros de distancia en el mismo centro comercial: las actuales Nueva Altamira (que tenía entre sus dueños al escritor Jorge Edwards) y Catalonia. Esta última abrió sus puertas en 1996, y Beovic la bautizó así en homenaje a una librería que existía en Barcelona -ciudad donde había residido en el exilio- y cuya dueña la autorizó a que usara el nombre para una librería en Chile. Por entonces, Laura tenía 8 años, y Catalina, 12. Unas niñas. Sin embargo, tienen recuerdos de esos años.

“Recuerdo que mi mamá fue abriendo otros locales. Tuvo otros tres además de Las Urbinas: en el Apumanque, en Huérfanos y en El Bosque, dice Catalina. Recuerdo que había mucha actividad librera y de chicas íbamos a todas esas sucursales acompañándola”.

Catalina y Laura Infante
04 Diciembre 2024 Entrevista a las libreras Catalina y Laura Infante Foto: Andres Perez

Laura apunta en esa misma línea: “Nuestra mamá nos llevaba harto al trabajo. Me acuerdo estar en cada una de esas librerías ordenando libros. También nos regaloneaba, por ejemplo, nos llevaba al Tavelli, nos compraba palmeritas para mantenernos ocupadas. Siempre estábamos en las librerías cuando éramos chicas. Hay una foto mía en el pasillo del Drugstore que todavía mantiene el mismo suelo, el mismo piso. Debo tener nueve años, estoy así como jugando en el suelo y se ve la vitrina de la librería”.

“Yo me acuerdo que trabajaba para Navidad envolviendo regalos en la librería, siendo chica, dice Catalina. Como que fuimos muy compañeras de mi mamá en su oficio, porque tener una tienda implica estar todo el día ahí, entonces por eso tenemos una familiaridad muy grande con el local de Las Urbinas, que fue el primer local y es como el histórico porque con la crisis asiática los otros se fueron cerrando”.

¿Qué recuerdan de su mamá como librera en esos años?

Laura: Me acuerdo mucho de mi mamá tomando café con clientes, conversando, fumando pucho. Yo era chica, pero igual me acuerdo haber estado esperando así como para irnos a la casa y ella conversando. Y yo ahí mirando libros mientras tanto. Ella lo pasaba muy bien, pero igual había momentos que estaba estresada, como con miles de papeles arriba de la cama y algún domingo en la tarde cuadrando cajas. Tenía de dulce y agraz.

Catalina: Tengo el recuerdo de que lo pasaba muy bien y que era muy amiga de muchos escritores, la conocían. La saludaban en lugares acá en Providencia. Además, se la jugó por hacer una librería moderna, pensada para hacer lanzamientos, para hacer charlas. Me acuerdo que se llenaba mucho y el mobiliario era súper moderno para la época, era muy bonita.

Catalina y Laura Infante
04 Diciembre 2024 Entrevista a las libreras Catalina y Laura Infante Foto: Andres Perez

II

Drina Beovic falleció en 2001, dejando a un esposo -el editor literario Arturo Infante Reñasco- y a las hijas Laura, ya de 13 años, y Catalina, de 17. Fue el padre quien decidió hacerse cargo de la librería en paralelo a su labor como editor al frente de la Editorial Sudamericana. Sin embargo, con el tiempo ambas labores se le fueron haciendo incompatibles y la librería Catalonia apenas sobrevivía a flote.

En paralelo, ambas muchachas crecieron y entraron a estudiar. Por esos avatares del destino, eligieron carreras que tenían mucho que ver con lo que habían vivido de niñas: Laura, Ingeniería en administración de empresas; y Catalina, Licenciatura en Literatura. Con el tiempo, comenzó a rondar en ellas la idea de hacerse cargo de la librería. Su padre había vendido la editorial Sudamericana al conglomerado Penguin Random House y fundó la casa editora Catalonia, justamente en honor a la librería. Pero esta solo seguía sobreviviendo, lejos del esplendor que había tenido.

“Mi papá se hizo cargo de ella, pero no era su proyecto, mi papá es editor, dice Catalina. Y una librería necesita demasiado el espíritu de una persona. Por ejemplo, si te fijas, la Takk tiene al Joan (Usano), Metales Pesados a (Sergio) Parra, La Inquieta tiene al Gerardo (Jara). Y en el caso de Catalonia, esa figura era mi mamá. Claro, mi papá obviamente no quería cerrar y la librería siguió estando. Pero en algún minuto estaba muy en crisis y siempre hablábamos de qué hacer con la librería. No se sostenía sola, más bien la editorial sostenida la librería. Por cariño, claro. Por no dejar ir ese legado de nuestra mamá”. De hecho, ambas reconocen que en esos años no iban tan seguido a la librería como cuando estaba viva su madre.

Drina nunca les pidió a sus hijas que se hicieran cargo de la librería ni que siguieran sus pasos. “Éramos muy chicas”, recuerda Laura. Entonces, la idea de hacerse cargo vino de ellas. En rigor, el primer paso lo dio Catalina. “Le dije a mi papá que hiciéramos algo con la librería. Ya había salido de la U, entonces probablemente estaba viendo qué hacer con mi vida. Me acuerdo de que iba a la librería y ayudaba un poquito, más que nada como en el orden, cambiamos las luces, un montón de cosas para darle más cariño, la librería estaba bastante botada”.

De ahí, el paso fue convocar a Laura. “La Cata me dijo: ‘Oye, ya saliste de la U, por qué no vienes a trabajar acá y nos hacemos cargo las dos de la librería y vemos qué pasa’. Y fue muy loco porque no fue fácil. Nos metimos muy abruptamente”. Era 2011, diez años después de la muerte de su madre, las hijas se hacían definitivamente cargo de su legado. Ambas, muy jóvenes, Laura tenía 23 años y Catalina 27, pero acaso fue el mismo arrojo de su juventud lo que les permitió lanzarse a la piscina.

III

El comienzo para las muchachas fue complejo, ahí fue cuando tuvieron que realizar la titánica tarea de pasar todo el catálogo desde los cuadernos al Excel. Y luego vino una renovación, sobre todo generacional. Las hermanas Infante querían dejar en claro su sello. “Trajimos gente joven a trabajar a la librería, recuerdo haber hecho como un casting de personas. Ahí contratamos a Cristián Ortega Puppo, que fue nuestro primer librero, él se hacía cargo de Twitter y como que nos ayudó mucho a darle como un empuje a la librería, lo mismo otra gente que fue entrando”, recuerda Catalina.

“Como ya estaba tan en crisis la librería, tomábamos riesgos, como si se nos ocurría una idea, la hacíamos, dice Laura. Por ejemplo, hacíamos una venta nocturna, filo que se hiciera en el retail, lo hacíamos. Pongamos música fuerte, dábamos champaña y funcionó, empezó a funcionar súper bien. Igual al principio tuvimos una estrategia de hartos descuentos porque teníamos que captar muchos clientes. No ganábamos nada, pero era para poder como hacernos conocidas de nuevo”.

“Nos dedicamos a hacer ruido, como estar presentes de nuevo, haciendo de todo, agrega Catalina. Hicimos muchas firmas de autores, una de las primeras fue la de Liniers (N de la R: el dibujante argentino). Se llenó la calle completa, fue una locura, tanto así que él lo ilustró en uno de sus libros. También hicimos exposiciones de ilustradores, lanzamientos y muchas redes sociales. La verdad es que lo empezamos a pasar muy bien y empezamos a ver resultados también”.

Pocos años después, en 2015, y como lo había hecho su madre, sumaron un nuevo local, esta vez en calle Santa Isabel. Se trataba de la casa donde funcionaba la editorial Catalonia, y fue su padre quien les propuso adaptar el living como una librería. “Él necesitaba tener un espacio para poder mostrar los libros de la editorial y todo. Como un showroom, que lo tenía, pero quería algo que fuera una librería y nosotras dijimos ‘ya pues hagámoslo’, y eso también fue locura porque tener que llenar una librería desde cero es súper difícil, señala Laura. Era una experiencia distinta a lo que habíamos tenido antes Convencimos a las editoriales que nos dieran los libros en consignación para esa sucursal, después cuando llegaron todos los libros ordenarlos, ver cómo íbamos a poner cada sección. Nunca habíamos hecho una librería de cero, porque la de Las Urbinas ya estaba”.

IV

¿Qué cosas han cambiado desde que su mamá estaba a cargo de la librería y cuáles se han mantenido?

Laura: Se ha mantenido el hecho de ser un lugar de encuentro. En el patio de Santa Isabel hay un espacio para hacer talleres y lanzamientos. Yo creo que eso es como lo que se ha mantenido, como ese espíritu de que sea un lugar abierto, que no te dé miedo entrar y como que pienses que quizás es como para intelectuales, la idea es que cualquier persona que tenga ganas de leer pueda ir y leer lo que quiera. Y han cambiado muchas cosas, cuando nuestra mamá estaba en la librería no habían redes sociales, no habían celulares. Lo otro que no existía en esa época son los clubes de lectura. Y ahora tenemos muchos. O sea, antes existían, pero no en las librerías. Creo que algunas editoriales tenían y habían personas que se organizaban para tener clubes de lectura, pero eran más privados.

Catalina y Laura Infante
04 Diciembre 2024 Entrevista a las libreras Catalina y Laura Infante Foto: Andres Perez

¿Cómo han visto los cambios en la industria del libro, desde que estaba su mamá a cargo hasta ahora?

Catalina: No había la cantidad de libros que hay ahora. En la época de mi mamá habían cuatro editoriales importantes, que eran las transnacionales. Ahora hay muchas editoriales pequeñas, independientes. Llegan más libros de afuera, hay más distribución. Todo llega más rápido también. Por ende hay más tipos de lectores, creo yo. No es solamente un nicho que lee, ahora es más transversal. Piensa que en esa época la gran feria era la FILSA. Era muy entretenida, yo trabajé muchas veces ahí porque la editorial tenía un stand y era como el gran evento, era feria internacional, venían muy buenos escritores y ahora está muy venida abajo. No me quiero ir contra ella pero igual no es lo que era antes y empezaron a existir la Furia del Libro, la Primavera del Libro y ahí me parece que entraron mucho más actores a la industria del libro, como de autogestión. Como gente joven partiendo muy de abajo, con un solo libro, metiendo sus pocos recursos en eso, postulando a fondos y esas son propuestas de libros que no estaban llegando a las otras editoriales. Muchos grandes autores de hoy publican primero en las editoriales chicas, y después se van a las grandes. Entonces yo creo que aportaron mucho a nuevos géneros, nuevas voces. En la época de mi mamá estaba la Nueva Narrativa Chilena, con Jaime Collyer, Gonzalo Contreras, esa generación. Entonces, si tuviera que decirte un cambio es que hay nuevas voces.

Laura: Lo otro son los lectores juveniles, antes no sé si existía tanto. En la librería estamos apostando a eso. En el piso de arriba estaba la sección de literatura infantil y juvenil pero era más chica, en agosto se agrandó y ahora hace un mes que se pintó y las ilustraciones son de hace como una semana.

Catalina: No sé si antes existía una industria de los libros juveniles, que tienen una fanaticada adolescente que se leen unos libros de 600 páginas y son muy fans. Ahora muchos padres valoran la importancia de que los niños lean pero no solamente desde el colegio o desde la adolescencia sino a muy temprana edad, hay una industria de libros infantiles de primera infancia. Yo creo que cuando éramos chicas como que no había tanta variedad.

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