A 20 años de Cromañón: cómo fue la mayor tragedia en la historia del rock argentino
El 30 de diciembre de 2004, hace dos décadas, un concierto de la banda argentina Callejeros rápidamente se convirtió en una catástrofe luego de que se incendiara el techo del local. Con 194 fallecidos y más de 1400 heridos, la tragedia pasó a la historia como uno de los momentos más oscuros en la historia rock mundial. Y, por lo demás, cambió para siempre a la escena musical trasandina y hasta tuvo consecuencias políticas.
“Rescátense un poco porque se prende fuego el lugar, ¿entendieron?”, alertaba el vocalista de la banda argentina Callejeros, Patricio Fontanet, minutos antes de comenzar lo que sería su último show del año —y el tercero consecutivo en el recinto de República de Cromañón—. Era 30 de diciembre de 2004 y, faltando poco más de 10 minutos para el comienzo del recital, la emoción del público era palpable. “¿Les quedó claro a todos? ¿Si? ¿Se van a rescatar, se van a poner las pilas? ¡Vamos! ¡Rescátense! Tenemos que hacer el show, loco”, expresó Fontanet.
Formada en Ciudad Celina, Buenos Aires, en el año 1995, Callejeros fue una banda de rock argentino integrada por los músicos Patricio Fontanet, Dios Torrejón, Eduardo Vázquez, Gustavo Varela, Guillermo Le Voci, Maximiliano Djerfy, Juancho Carbone y Elio Delgado. Entre 2001 y 2004, el conjunto lanzó sus primeros tres álbumes de estudio, Sed, Presión y Rocanroles sin destino, con los que no tardaron en abrirse camino dentro del mercado musical. En tan solo seis meses, la banda pasó de llevar mil personas o menos, a llenar un estadio para cinco mil personas.
Así, aquel diciembre de 2004, el plan de la banda era terminar un exitoso año con tres fechas en uno de los recintos más llamativos que se había inaugurado aquel año: República de Cromañón, donde tocarían, uno tras otro, los tres discos editados hasta ese momento por la banda, cerrando aquel jueves 30 con los temas de Rocanroles sin destino.
Como era tradición en aquellos días, las bengalas eran un elemento infaltable en los recitales, un llameante ritual que se había trasladado de las canchas de fútbol a los conciertos de la escena del rock argentino a fines de los 90 y principios de los 2000. “Loco, déjense de joder que hoy somos seis mil personas y no queremos que pase lo de Paraguay”, expresó el gerente del local, Omar Chabán, refiriéndose al incendio que había dejado 396 muertos en el supermercado Ycuá Bolaños de Asunción, Paraguay, un par de meses antes.
A pesar de las alertas y de que el mismo Fontanet le pidiera al público que se “portara bien”, la emoción era tal que ni siquiera aquellas amenazas detuvieron a los asistentes de encender sus bengalas cuando comenzó a sonar la primera canción, Distinto. “A consumirme, a incendiarme, a reír sin preocuparme. Hoy vine hasta acá, a tapar mi ingenuidad con un poco más que sal. Me quiero quedar”, cantaba el público como parte de la letra del track. La fiesta duró apenas un minuto y cincuenta y ocho segundos cuando una de las bengalas explotó en la media sombra que cubría el techo, encendiendo una llama que no tardó en expandirse.
La música se detuvo y de un momento a otro, los gritos de emoción se convertían en pedidos de ayuda. La combustión generó un humo denso y oscuro que se esparció por todo el local de arriba hacia abajo, algo que tiempo más tarde, el perito oficial de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Osvaldo Raffo, describiría como “una cámara de gas del nazismo”.
Una tragedia a oscuras
Urgidos por encontrar la salida, un tumulto de gente comenzó a correr en la misma dirección, desatándose una estampida mortífera. Sin embargo, el caos realmente llegó cuando se cortaron las luces del local. No había luces de emergencia y los celulares no tenían linterna. Así, muchos se guiaron por un cartel rojo que indicaba la salida, sin embargo, las puertas estaban cerradas.
De hecho, los primeros bomberos que llegaron al lugar aseguraron que la puerta alternativa del local estaba cerrada con candado y las puertas de acceso y salida del frente estaban cerradas desde dentro, excepto una de ellas, con un pasador, que fue forzado para dejar salir a los sobrevivientes. Entre empujones y alaridos, la gente comenzó a salir de a poco. Sin embargo, muchos quedaron adentro intoxicados por el humo, una mortífera combinación entre monóxido de carbono y ácido cianhídrico.
Los que lograron salir salían como expulsados, descalzos y apenas con algo de ropa encima. Aún así, muchos de ellos volvieron a entrar para rescatar a otros con ayuda de los bomberos. Por su parte, la escena a las afueras del local era cada vez más terrorífica, con cuerpos tirados y jóvenes gritando los nombres de sus conocidos y llorando sobre los cadáveres de sus amigos y familiares.
Ese día murieron 194 personas y más de 1400 quedaron heridos. Sin embargo, en los años posteriores a la tragedia, decenas de suicidios se sumaron a las muertes.
El juicio
Fueron muchos los factores que ocasionaron la tragedia de Cromañón ese 30 de diciembre de 2004, comenzando por el hecho de que el recinto, capacitado para mil personas, había vendido más de 3.500 entradas ese día. La habilitación del local tampoco ayudó, y es que tal como se descubrió, esta se encontraba vencida y, además, permitida para un local bailable Clase C, no para un recinto donde se pudieran hacer recitales. Así, se comprobó el pago de sobornos tanto a inspectores y funcionarios de la ciudad como a la policía para que el local siguiera en funcionamiento.
Otro de los grandes factores que provocó la muerte de los jóvenes fue que el lugar no contaba con las salidas de emergencia adecuadas y las que sí estaban habilitadas habían sido cerradas bajo llave para que nadie se colara al recital. El cacheo -o inspección- tampoco fue efectivo, y es que a pesar de que estaban prohibidas, muchas bengalas lograron ingresar al local esa noche.
Todos estos factores y más fueron considerados a la hora de llevar el juicio, que comenzó por la orden de captura nacional e internacional de Omar Chabán, gerente de República Cromañón, quien fue acusado de homicidio simple con dolo eventual de 192 personas.
Además de Chabán, también fue condenado su jefe de seguridad, el propietario del local, la banda, su manager y varios funcionarios del gobierno de la ciudad de las áreas de control y habilitaciones y funcionarios policiales. Por su parte, Aníbal Ibarra, jefe de gobierno, fue destituido a través de un juicio político.
Desde el lado de las víctimas, la tragedia fue más bien una masacre y a pesar de que ya hayan transcurrido 20 años desde lo sucedido, sobrevivientes y familiares de las víctimas organizan año a año una marcha para conmemorar a los fallecidos, exigiendo además que se haga efectiva la expropiación y recuperación del recinto para un espacio de memoria.
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