Clara y Confusa, de Cynthia Rimsky (Anagrama)
“Un arte que se pone en lugar de la vida no es arte”, reflexiona el protagonista. “Si fuera así, ¿qué pasaría con la gente común? ¿También a nosotros el dolor nos convertiría en artistas?”. La pregunta resuena hacia el final de Clara y confusa, la novela de Cynthia Rimsky ganadora del Premio Herralde. Desde luego, la pregunta se relaciona con la forma en que la escritora chilena radicada en Argentina entiende la escritura: un espacio de exploración, de preguntas más que de respuestas, y donde la cotidianidad se revela revestida de extraña belleza, ternura o absurdo. El narrador es un plomero o gásfiter de un pueblito llamado Parera. Un día, gracias a su trabajo, conoce a Clara, una artista conceptual y minoritaria: no es reconocida por sus pares ni por la crítica, tampoco por el público y no la llaman a exponer. Pero el narrador se fascina con ella. Comienza así un romance singular donde Clara impone cada vez más restricciones, mientras intenta convencerlo de dejar la plomería y convertirse en su agente. Pero el narrador descubre una trama de corrupción en el pequeño gremio de los plomeros, que no tiene más de 20 socios, incluyendo fallecidos y jubilados, y decide encontrar a los responsables. Todo esto en medio de la fiesta popular del pastelito criollo. Minimalista y en apariencia sencilla, la novela está atravesada de resonancias, detalles y observaciones divertidas y perspicaces, que en ocasiones recuerdan la narrativa de César Aira.
Piratería y Edición, de Robert Darnton (FCE)
A fines del siglo XVII, los libros eran artículos de lujo en Francia. Al amparo del Antiguo Régimen, el conservador Gremio de Libreros de París tenía los privilegios para la edición, y transformaron la publicación en un negocio caro, solo para privilegiados. Pero entre Amsterdam, Bruselas, Suiza y Aviñón, pasando por Renania, se formó una “Media Luna Fértil”, como la llama Robert Darnton, donde los editores pirateaban los libros franceses en publicaciones baratas. Así fue como circularon masivamente las obras de Voltaire, Rousseau y Diderot. Y también otras obras censuradas de contenido más alegre y transgresor. De este modo, “los editores piratas desempeñaron un papel importante en la era de la revolución democrática”. Historiador cultural y director de bibliotecas de la U. de Harvard, Darnton describe cómo operaba la industria del libro y el rol de los piratas en la Ilustración: “La Revolución francesa destruyó un orden social basado en los privilegios. Durante al menos 50 años antes de 1789, los piratas socavaron los privilegios de los libros (...) El repudio del privilegio formaba parte del núcleo de la Ilustración” y la mayoría de los libros de la época “mina la jerarquía del Antiguo Régimen exponiendo la fatuidad de la élite privilegiada y los abusos del poder”. Un libro erudito y fascinante.
Son Pololos, de Pedro Peirano (Planeta Cómic)
Norberto y Raquel eran compañeros de curso. “No eran tan amigos, pero se caían bien”. Ambos formaban parte de la lista del cuarto C. Compartían banco, hacían la fila del almuerzo juntos; “eran pareja en la cueca y también al disertar”. Y sus compañeros solían cantarles: “Son pololos, son pololos”. La historia de Norberto y Raquel dio forma a una de las canciones más populares de 31 Minutos, el exitoso programa de la productora Aplaplac. El sello Planeta ha convertido la canción en un gracioso y entretenido libro ilustrado, con dibujos de uno de los creadores del programa, Pedro Peirano. Diestro en el dibujo y la caricatura, Peirano recrea la historia con gracia y humor, y agrega también un colofón. Para quienes se acuerdan, un día la profesora de Castellano encargó una composición: “Norberto la hizo perfecta y a Raquel se le olvidó”. Pero el bueno de Norberto se la prestó y la profesora los descubrió. Los mandaron para la casa, y esa tarde, extrañándola, Norberto invito al cine a Raquel. El libro trae al final la letra y la partitura de la canción. Junto a este, la colección ha editado también la historia en torno al dinosaurio Anacleto, el que sobrevivió a la extinción y se volvió estrella de TV, y el hit de Pepe Lota, Señora, devuélvame la pelota.