“Estimulante y desconcertante”: el curioso método de Kieran Culkin en Un Dolor Real

En medio de las filmaciones de Succession, la serie de HBO en que dio vida al incorregible Roman Roy, Kieran Culkin recibió un guión escrito por Jesse Eisenberg. El texto narraba la historia de dos primos que toman un viaje a Polonia para honrar la memoria de su abuela, una sobreviviente del Holocausto.

Era una road movie, de eso no había dudas. Pero, para su sorpresa, el texto no sugería un drama serio, sino que una película más cercana al marco de una comedia dramática. El actor incluso llegó a reír a carcajadas mientras lo leía.

Su siguiente paso fue algo que califica como una rareza en su día a día: aceptó el trabajo. Parte del medio actoral desde que era un niño (interpretó a un primo de Kevin McCallister en Mi pobre angelito), Culkin se ha habituado a elegir únicamente los proyectos que realmente le gustan, evitando una selección basada en construir una carrera. En este caso le gustó el tono del filme y la construcción de su personaje, Benji, un treintañero que lanza ácidas bromas y que aún llora la muerte de su abuela.

Su despliegue en Un dolor real (ya en la cartelera nacional) le ha reportado entusiastas elogios de los críticos y el reconocimiento de Hollywood, que ya lo ha distinguido con triunfos en los Globos de Oro y nominaciones a los Oscar y Bafta, donde asoma como gran favorito.

Sin embargo, estuvo cerca de no hacer el largometraje. Los tiempos del rodaje de Succession se alargaron y se angustió cuando analizó que si viajaba a Polonia estaría un mes sin ver a sus dos hijos (que entonces tenían uno y tres años). No halló otra solución más que abandonar la cinta de Eisenberg. La primera persona a la que llamó para comunicarle la noticia fue a Emma Stone, productora y su pareja entre 2010 y 2011.

Aunque estaban muy cerca del inicio del rodaje, la actriz se mostró comprensiva. Le dijo que entendía su situación y que no se preocupara. Cuando Culkin le preguntó más detalles sobre el estado del proyecto –y se enteró de que ya habían contratado a los integrantes del equipo– el tono cambió. “Se quedarían sin trabajo, pero no es tu culpa. Dijiste ‘sí’, pero si tienes tus razones para no hacerlo, no eres responsable del trabajo de esa gente”, le habría dicho Stone.

El ejercicio de psicología inversa funcionó y Culkin tomó el vuelo a Europa para filmar la película. Eso sí, lo hizo acompañado de su esposa, Jazz Charton, y sus dos hijos pequeños, quienes estuvieron con él durante la primera parte de las grabaciones.

Un dolor real tuvo que superar otra situación tensa antes de convertirse en la obra que es: la divergencia entre los estilos de trabajos de sus dos protagonistas. Mientras Eisenberg tenía cada aspecto del largometraje diseñado y pensado hasta el más mínimo detalle, Culkin deseaba un método más libre, parecido a lo que pudo ejercitar durante las cuatro temporadas de Succession. Un estilo que no denomina improvisación, pero que se acerca. “Está escrito y entiendo al personaje, pero a veces sale algo de mierda, eso es todo. Y no lo fuerzo”, explicó a New York Magazine.

En un inicio Culkin intentó seguir las instrucciones de su director, pero pronto empezó a cuestionarse por qué lo habían contratado. Una escena sencilla –en que Benji corre hacia Marcia, una mujer divorciada interpretada por Jennifer Grey– provocó que Eisenberg cambiara de opinión y se adaptara a la metodología del actor. En ocasiones se ha referido a él como “un agente del caos” que provocaba diferentes reacciones en el reparto, que también incluye a Will Sharpe, Kurt Egyiawan, Liza Sadovy y Daniel Oreskes.

“Él estuvo brillante. Pero todavía no entiendo cómo piensa o trabaja. Él no tenía aprendidas sus líneas, y luego yo le mostraba una página justo antes de que comenzáramos a filmar y la memorizaba”, detalló el realizador a Vogue, asegurando que “Kieran era simplemente estimulante y constantemente desconcertante”.

A juzgar por el resultado, Culkin estaba luchando por apropiarse de Benji. Como lo hizo en Succession o como lo hizo en cintas como Las locuras de Igby (2002) y Scott Pilgrim vs. the World (2010). Es la clase de actor que sólo puede operar en la medida que le otorgan libertad y puede dejar su propia marca en los personajes que encarna.