Columna de Marcelo Contreras: Festival de Viña 2025, el corte del director

VIÑA
Columna de Marcelo Contreras: Festival de Viña 2025, el corte del director Foto: Dedvi Missene/La Tercera

El Festival de Viña 2025 vivía anoche su última jornada, preparado para inmortalizarse como un evento marcado por el fracaso de George Harris, el éxito de Myriam Hernández, la sólida dupla de animadores y la mano del director Álex Hernández. Lee aquí nuestro análisis de la mayor fiesta del país.


En sus años como propietario de Chilevisión entre 2005 y 2010, el expresidente Sebastián Piñera proclamaba las bondades de cubrir el Festival de Viña con espacios dedicados a la crítica despiadada -obviamente mucho más barato y práctico que organizarlo-, sintonizando la tradición de despellejar el evento, código inscrito desde sus primeras ediciones entre la prensa y la opinión pública. Es ese mismo ciclo, cuando el certamen correspondía a Canal 13 y los programas satélites de las grandes estaciones se tomaban el borde costero con gente ansiosa de famosos, Mega envió a Mekano, el programa juvenil dirigido por Álex Hernández y animado por José Miguel Viñuela, donde se consagró Cathy Barriga. La misión diaria era provocar roces con los equipos de seguridad de la estación organizadora mediante conatos de pelea, instaurando una polémica forzada -el programa pretendía ingresar donde le diera la gana sin acreditación-, en pos del rating.

Hernández debutó en la dirección del Festival en 1997 en el primer periodo de Mega, y luego ejerció el mismo rol en uno de los tramos más brillantes del certamen, el ciclo de Chilevisión entre 2011 y 2018. Al año siguiente, asesoró al tándem C13 y TVN. Ha estado en la silla de director más veces que el histórico Sergio Riesenberg, titular entre 1981 y 1990.

ALEX HERNANDEZ 12_prev (4362022)

Para un puesto así, se requiere leer el momento y traducirlo en narrativa para la pantalla. Si hace 20 años la estética pornosoft y el cahuineo entre los miembros de Mekano era el camino de la televisión para jóvenes según Hernández, ahora trasladó el ambiente social de trinchera y prejuicios, que redundan en enfrentamientos y volatilidad sin espesura. Efectismo puro y duro.

La elección de George Harris para el día inaugural no fue por su alto contenido en comicidad, sino para encender el ambiente copando la pauta mediática y en redes.

Tras su fracaso, Hernández agregó bencina al acusar de xenofobia a una parte del público, que curiosamente no se manifestó cuando el nombre del venezolano fue mencionado dos veces antes de pisar el escenario, un barómetro infalible sobre la predisposición de la asistencia. Por cierto, la lectura de director no fue compartida por los animadores oficiales.

En términos de rating puede ser medianamente válido, como genera dudas sobre el efecto en la marca. La cobertura internacional reparó en el hecho haciendo eco de las palabras del director. El País de España habló de xenofobia desde el titular. Hasta el jueves, Viña 2025 era sinónimo de George Harris, subordinando más que nunca a la raíz musical del evento. Myriam Hernández dio el show de su carrera en la Quinta Vergara, pero quedó relegado en la agenda por un comediante que, como tantos otros, fracasó en el escenario más rudo de Latinoamérica, vaya novedad.

George Harris

La experimentada mano de Álex Hernandez debe lidiar con un gallito histórico intrínseco de Viña, entre un evento en vivo y un programa de televisión. De resumirse en una gráfica, los indicadores sobre su esencia en directo decaen ante el control en el switch desde que se transmite en pantalla, a partir de 1972.

Todo proceso de producción busca mejoras y se entiende la voluntad imperativa de manejar cada detalle. Los chistes sobre las entregas de premios como mero trámite se remontan a los días del Jappening con já, hasta mutar en una instancia de entrevista y emotividad con fórceps, como un concurso más de talentos, olvidando que al Festival de Viña llegan consagrados y figuras al alza, no principiantes.

La presencia de familiares en el caso de Myriam Hernández y convidados de piedra como Claudio Bravo para regalar una camiseta a un despistado Carlos Vives, que parecía preguntarse quién era ese señor, fueron momentos en que la televisión le puso un pie encima a la música en vivo en busca de una conexión que debe provenir de las canciones y la entrega, no de subir hasta a la mascota en busca de lágrimas.

claudio bravo carlos vives
El inesperado regalo del Capitán.

La química entre Karen Doggenweiler y Rafael Araneda es una realidad y también un trabajo en proceso. La aparición en solitario de ella la noche inaugural, a casi medio siglo de la primera vez que una mujer se integró a la conducción del Festival, fue de gran simbolismo y una recompensa a una larga trayectoria. Él, uno de los más grandes de la animación en Chile de todos los tiempos, volvió a uno de sus hogares televisivos. Quizás por un asunto de roce -Araneda acumula millas de experiencia internacional en un tono más estentóreo-, a ratos se imponía por volumen y premura, ligeramente avasallador.

Las variables en la co animación fueron un caso a caso. El lapsus de Paola Volpato resultó llamativo e incómodo para una figura con su carrete, como Tita Ureta se lució relajada en sus intervenciones la noche del viernes, con la clausura de las competencias. En esa instancia también se provocó un momento insólito. Una moneda al aire habría sido más justo que el método para dirimir al ganador del folclor, tras el empate entre Bolivia y Chile. En su calidad de presidente del jurado Claudio Narea optó por casa sin dar razones, como tampoco le preguntaron los motivos de su veredicto. Viña es así también, un espacio antojadizo y paradójico. A la banda con mejor sonido -The Cult- le entregaron la gaviota por cortesía en otra secuencia que sólo puede ocurrir en un evento como este, donde la chispa de la música en vivo se humedece por el relato televisivo.

Karen Doggenweiler - Rafa Araneda

Muy loables las medidas pro inclusión lideradas por la alcaldía viñamarina como una huella pavimentada para personas con movilidad reducida y haber dispuesto un espacio exclusivo en platea, lo mismo la “sala calma” para asistentes neuro divergentes. Sin embargo, el acceso a la galería mediante largas escalinatas sigue siendo mal iluminado, estrecho y potencialmente peligroso para tamaña afluencia. Los guardias pierden la batalla intentando que el público no entorpezca una franja amarilla que merece retoque lumínico, cuya función es mantenerse despejada en caso de evacuación. O la Quinta Vergara está sobrevendida o la gente no se distribuye correctamente en las graderías. Como sea, ambos casos denotan un discutible manejo de masas. Si el apagón del martes hubiera ocurrido con el festival en marcha, la situación habría sido compleja.

Esta edición también puso en relieve que la productora Bizarro y la organización en general ha corregido y balanceado la parrilla con jornadas de corte temático como la noche anglo rockera, la jornada eminentemente femenina liderada por Myriam Hernández el lunes, y la fiesta juvenil del viernes con propulsión urbana latina de alta calidad. Las batallas generacionales de hace apenas un par de años desaparecieron en beneficio de la fiesta y el ambiente.

Por lo mismo, la carta de George Harris en la jornada inaugural, fue una jugada innecesaria. De paso fracturó una tradición en el Festival de Viña de jamas propinar una pifiadera a un artista la noche de bienvenida; el apetito del Monstruo suele despertar a mitad de semana. En vez de dar noticia por shows espectaculares, Viña se redujo a cotilleo en clave “pobrémica” aquí y en el extranjero.

“No está dentro de mis códigos salir pelando”, comentó Álex Hernández a raíz del live de George Harris, donde insistió en la tecla de la xenofobia para explicar su fracaso. El director puso tardía reversa tras apoyar al venezolano sin chiste, agrio protagonista de una fiesta musical que se promueve como la más relevante de Latinoamérica, un título que merece cuidado y respeto permanente.

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