Actos Humanos, de Han Kang (Random House)
La historia abre a la luz de las velas, las que iluminan filas de muertos a la espera de que sus seres queridos los reconozcan. En 1980, en Gwanju, el ejército de Corea de Sur mató a cientos de trabajadores y estudiantes que protestaban contra la ley marcial. La cantidad de heridos y fallecidos supera la capacidad del hospital y muchos de ellos son trasladados al gimnasio de la escuela. Hasta allí llega Dong-ho, un chico que busca a su mejor amigo entre los muertos. No lo encuentra, pero se queda a colaborar con otros jóvenes que están ayudando en la recepción de los cuerpos. En estas páginas, Han Kang novela una de las mayores tragedias recientes en su país a través de un relato coral que explora en la violencia, el dolor y sus huellas profundas. Relato coral, la narración sigue la historia de varios personajes, entre ellos, Dong-ho; un espíritu que no se separa de su cuerpo, arrumbado junto a otros en un descampado; un editor que sufre la censura; una persona torturada por su participación en las protestas; la activista de una fábrica, y la madre de Dong-ho. En cada una de ellas, la autora le da voz y profundiza en el punto de vista de las víctimas. Conmovedora y terrible, en ocasiones brutal, la novela deslumbra por su capacidad de aproximarse a la tragedia con hondura y belleza literaria. La historia se mueve en el tiempo, desde momentos antes de la masacre hasta años después. “Pasa el tiempo y la memoria no se difumina, sino que queda únicamente ese recuerdo y todos los demás se van borrando. El mundo se va quedando en tinieblas al irse apagando una a una las bombillas de neón de colores”, dice uno de los personajes. Han Kang, premio Nobel 2024, plantea aquí preguntas que apuntan al corazón de lo humano: “¿Es el hombre cruel por naturaleza? (...) El que no dejemos de humillarnos, destruirnos y masacrarlos, ¿es la prueba que ofrece la Historia acerca de la naturaleza humana?”. El libro cierra con un testimonio de la autora, que conoció los hechos cuando niña a través de un libro de fotos, y en su interior sintió que algo frágil “se hizo añicos en silencio”.
La Vida Imposible, de Matt Haig (AdN)
Grace Winters es una profesora de matemáticas jubilada, de 72 años. Lleva “la vida más aburrida del universo”, según sus palabras. Vive en un pequeño pueblo británico de casas de ladrillo colorado, suele ver programas en TV, leer y observar los pájaros que llegan al jardín. Desde la muerte de su marido, cuatro años antes, se siente sola. Pero realmente su vida cambió mucho antes: el 2 de abril de 1992 murió su hijo Daniel, a los 11 años. Desde entonces su vida perdió significado y propósito. Pero un día recibe una carta extraña y sorprendente: una antigua colega, con la que había trabajado durante un tiempo y a la que acompañó una noche triste de Navidad, le hereda una casa en Ibiza. Movida más por el misterio que por el espíritu de aventura, Grace decide viajar a conocer la casa y quedarse en ella “hasta que la odiara tanto” que no tuviera más opción que volver al condado de Lincolnshire. Cuando llega a Ibiza, se encuentra con una modesta construcción que más bien parece una caja blanca, con pequeñas ventanas. Nada llama su atención, su bien el taxista le cuenta que una vez vio un poderoso destello de luz salir de entre sus paredes. En la casa hay un surtido de libros, entre ellos, Siddharta de Herman Hesse, poemas de Pablo Neruda y novelas de Isabel Allende. También una guía de poder psíquico. En una pequeña estantería encuentra una carta de la antigua dueña, quien le explica que pronto descubrirá el sentido de la herencia. “La gente te dirá que Ibiza es una isla mágica. Y también oirás historias y leyendas peculiares. No todas ellas serán ciertas. Pero la vida va más allá de lo que sabemos. Y nuestra mente va más allá de lo que nos parece”. Grace no cree en lo místico, tal vez por eso ama las matemáticas que son, dice, “la pureza de la paz”. Sin embargo, su viaje le depara hallazgos inesperados. El autor de La biblioteca de la medianoche entrega una nueva novela que gira en torno a lo fantástico, en este caso, en los umbrales de lo místico. “La realidad no siempre es probable ni plausible”, es la cita de Borges que lleva por epígrafe esta novela ligera y entretenida.
Chilenosaurios, de Esteban Cabezas y Fabián Rivas (Liberalia)
Dos pequeños antropólogos, una niña y un niño, introducen y guían este libro, que es una invitación a conocer los dinosaurios que habitaron nuestro territorio hace unos 72 millones de años. Y aunque aún es un misterio por qué se extinguieron, los científicos se han dedicado a reconstruirlos. “Para los paleontólogos no hay casos cerrados. Son verdaderos detectives de fósiles”, dicen ellos. A través de huellas o icnitas, coprolitos (“cacas fósiles”) o huesos dispersos arman auténticos rompecabezas que permiten conocer a las especies ya extintas. En Chile se han hallado muchos restos fósiles de dinosaurios y algunos de ellos exclusivos de esta zona. Por ejemplo, el Atacamatitan chilensis, encontrado en la II Región, el que pesaba cuatro mil kilos, podía llegar a los ocho metros de altura, tenía una cabeza de punto que coronaba un largo cuello y se alimentaba de araucarias, árbol que era posible encontrar en el desierto hace 70 millones de años. El Ictiosaurio, en cambio, habitaba los mares: era un antepasado del delfín, medía unos 15 metros y podía nadar a 75 kilómetros por hora. “O sea, medalla de oro en las dinoolimpiadas”. Otro ejemplar célebre es el Chilesaurus diegosuarezi, cuyos restos fueron hallados en 2004 en Chile Chico, en la región de Aysén, por el geólogo Manuel Suárez. Su nombre se debe a que el día del hallazgo el científico estaba acompañado por su hijo Diego. Este dinosaurio alargado medía unos tres metros desde su nariz a la cola, tenía dientes como espátulas y sólo comía hierbas y hojas. “Cero feroz”, escribe Esteban Cabezas en esta guía ilustrada, dibujada por Fabián Rivas. Autores de numerosos libros y distinguidos también con premios por su labor, desde luego no tienen nada de “extintos” y ofrecen aquí un entretenido álbum que combina el conocimiento con un relato ágil, datos curiosos y condimentado con humor. Las ilustraciones siguen también la misma senda: vivaces, coloridas y simpáticas.