Barrio Franklin, el Cabro Carrera y el mundo de los matarifes
El escritor y guionista Simón Soto publica su primera novela, Matadero Franklin. Una historia inspirada en la juventud del famoso narcotraficante chileno.
Recuerda que fue una noticia sobre el nieto de Mario Silva Leiva, el Cabro Carrera, hace varios años. Simón Soto (1981) -autor de los celebrados libros de cuentos Cielo negro y La pesadilla del mundo- leyó la nota y sintió que algo había ahí, el origen de una historia.
"Era una noticia muy decadente, muy heavy, en la que hablaban del Cabro Carrera. Para la gente de mi edad, era un nombre delictual que no nos era ajeno, podíamos recordar sus funerales. Y algo en él ejerció un influjo en mí. Comencé a investigarlo y estuve siete, ocho años en eso. Nunca se me pasó el entusiasmo con su historia", cuenta Soto, quien acaba de publicar Matadero Franklin (Planeta), su primera novela, inspirada en la juventud del Cabro Carrera y en la que narra, sobre todo, un lugar: el barrio Franklin y el mundo de los matarifes. Una historia que empieza con la muerte de la madre del Cabro -cuando era niño- y que avanza por una galería de personaje duros, machistas y violentos.
"Un momento clave fue cuando leí una biografía sobre el Cabro Carrera en la que se hablaba de su conexión con el mundo del matadero. Eso me cambió el switch. Hablaba de este barrio, que en el pasado era un límite de Santiago, donde había mucha vida, los matarifes, prostitutas, delincuentes, comercio. Me impresionó cómo todo eso hablaba de una identidad de barrio que ya casi no existe", agrega Soto, quien entonces se puso a investigar sobre todo ese universo leyendo diarios, revistas y libros. En eso aparecieron otros elementos, como la cueca brava, que funciona como la banda sonora de esta novela de hombres hechos a la antigua: mafia, deslealtades, cocaína y duelos a cuchillo.
"Llevaba varios años trabajando en la novela, tuvo distintas versiones. Casi siempre centraba todo en la historia del Cabro, pero sentía que me quedaban muchas cosas afuera. Para narrar la riqueza de todo eso, de esos años (los 30, los 40), había que abrirse a otros puntos de vista. En ese tiempo, el mundo de la delincuencia y el narcotráfico era distinto. No tenían tanto contacto con lo que ocurría afuera, se aferraban a sus cosas, a lo local. Hoy es distinto, los narcotraficantes y los delincuentes escuchan reggaetón, tienen otros códigos, el mundo se les abrió y se adaptan. Antes había una cierta autenticidad, y me interesaba retratar eso", cuenta Soto acerca de este relato en el que resuenan los ecos de autores chilenos vinculados a la novela social, como Alberto Romero, Carlos Sepúlveda Leyton, Luis Cornejo y Armando Méndez Carrasco. Manuel Rojas, por supuesto, también fue en un autor que Soto tuvo muy presente mientras escribía la novela al igual que Borges, en especial sus cuentos más realistas y violentos.
Has publicado dos libros de cuentos y trabajado como guionista de teleseries y series (Secretos en el jardín, Preciosas). ¿Cómo fue el proceso de pasar a la novela?
Me daba mucho temor, siempre le tuve miedo al largo aliento. Me parece complejo, riesgoso, que pide capacidades distintas a las otras manifestaciones literarias. Mientras escribía tenía conciencia de que iba a ser mi primera novela. Y me propuse una estructura clásica porque sentía que el espíritu y el tono de la historia me exigía eso. Tiene que ver con muchas de mis lecturas también: Tolstoi, Bolaño, esos tipos de narrador me interesan mucho.
¿Cómo ves, desde tu experiencia, el vínculo entre literatura y televisión?
Para mí son soportes que se retroalimentan. Sin duda creo que la doble militancia ayuda a ambas, pero más al guión. Lo enriquece la profundidad que tiene el ejercicio de leer. Tienes a David Chase (Los Sopranos), que es un tipo que leyó mucho, que viene de Shakespeare, de Melville... Uno nota que Tony Sorprano es un personaje permeado por materiales literarios, más complejo, con muchísimas capas. Y eso lo hace distinto.
Uno de los mayores aciertos de la novela es cómo retratas el mundo machista en el que se formó el Cabro. ¿Cómo fue escribir de esa masculinidad que va en retirada?
Escribir sobre esa época, sobre ese mundo, era imposible hacerlo sin tratar de entender esa dinámica masculina, esa concepción vieja del hombre, que también estaba asociada a cierta condición social. Pensé mucho en mis abuelos, que eran hombres muy limitados emocionalmente, que les importaba mucho el trabajo y que miraban con cierta estrechez el mundo. Me pareció valioso narrar eso, registrar esa masculinidad que si no murió está en los últimos estertores, y es imposible que vuelva, era muy terrible.
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