En busca de la carpa de Violeta Parra

<P>En el mismo lugar de La Reina donde inauguró un centro de arte popular, la folclorista se suicidó de un disparo. Del sitio no queda rastro. Hoy, sólo hay edificios. </P>




n el sector de La Cañada, en La Reina, pocos saben que habitan el mismo terreno en que Violeta Parra selló su abrupta despedida, el 5 de febrero de 1967. No hay una placa que recuerde su legado. Ni siquiera existe la numeración donde ella inauguró, dentro de una carpa de circo, una "universidad nacional del folclore". Calle La Cañada 7200. Esta fue la última dirección de la folclorista. Hoy, es un triángulo de las bermudas atrapado dentro de un complejo habitacional.

"Esto debería ser un centro turístico de peregrinación, pero es Chile y aquí nos olvidamos de todo rapidito", comenta Jaime, uno de los pocos vecinos antiguos que quedan en el sector que ahora recrea la película Violeta se fue a los cielos, del director Andrés Wood. Eso sí, muy lejos de ahí, en un claro en la reserva del Parque Cantalao, en Peñalolén. "El set de la carpa debía realizarse en el lugar con las mejores condiciones técnicas y con gran espacio para filmar, y La Cañada hoy está completamente habitado", afirma el co-guionista y director de arte de la cinta, Rodrigo Basáez, sobre el lugar que originalmente fue inaugurado en 1965.

El 17 de diciembre de ese año, decenas de globos cubrieron los cielos de La Reina. Estaban siendo lanzados desde la calle La Cañada 7200 por Violeta Parra y también por su enamorado, el suizo Gilbert Favré. Ese día, a las 17 horas, la folclorista abría, en una carpa de lona que tenía 20 metros de diámetro, su última morada.

La cantante la había montado con sus propias manos sobre un paño de tierra municipal de 30 x 30 metros, que estaba dentro del antiguo Parque La Quintrala: cuatro hectáreas con forma de triángulo, que por el oriente daban con la calle Mateo de Toro y Zambrano, por el norte con Aguas Claras, por el sur con La Cañada y por el poniente con Santa Rita.

Violeta Parra había recibido el sitio gratuitamente del alcalde de la época, Fernando Castillo Velasco, luego de que ella le confesara que tenía un sueño: quería instalar un centro cultural de arte popular dentro de una carpa de circo como en las que ella solía cantar de adolescente. "Violeta buscaba desesperadamente un sitio eriazo donde poder ubicarla, pero ningún alcalde se entusiasmó con la idea. Un día, caminando, encontramos un sector del Parque La Quintrala que estaba despejado. Un claro rodeado de eucaliptos y encinas que a Violeta le fascinaron. Se lo regalé. Ella estaba muy agradecida", recuerda hoy Castillo Velasco.

Su hijo Angel Parra explica: "Mi mamá había llegado a un punto cúlmine. Acababa de exponer su colección de arpilleras en la sala de Artes Decorativas del Museo del Louvre de París. Ahora, sólo quería quedarse cerquita de la gente y vivir, literalmente, con los pies en la tierra".

Para consolidar ese centro cultural, Violeta Parra difundió entre los invitados a su inauguración folletos que detallaban las actividades de la carpa de La Reina: de día, se darían talleres de guitarra, pintura y artesanía. Y de noche, la carpa se transformaría en una peña. "Aquí se escucharán las canciones desconocidas, las que brotan de las mujeres campesinas, las quejas y alegrías de los mineros, las danzas y la poesía de los isleños de Chiloé", escribió Violeta en un cuaderno de tapas negras.

La carpa tenía capacidad para 500 personas y se había traído directamente desde la Fisa, la feria internacional de productos agrícolas que se realizaba anualmente en Santiago y a la que el fotógrafo Sergio Larraín la había invitado a cantar. Como Larraín no tenía plata para pagarle, Violeta y él llegaron a un acuerdo: apenas terminara la Fisa, la carpa sería suya. "Por esa época, Violeta cantaba con nosotros en la peña de la calle Carmen 340, pero ella quería tener su escenario propio. En la carpa era la gran chef, la anfitriona, la que conmovía a todos con sus cantos contra la injusticia", agrega Angel.

El bailarín de cueca Osvaldo Cádiz fue uno de esos invitados y cuenta que Violeta dormía en el mismo Parque La Quintrala, sólo a unos metros de la carpa, en una pieza de adobe que su hermano Roberto le había construido a ella y a la hija de la cantante, Carmen Luisa. "Tenía un pequeño zoológico también adentro de su terreno, una simpática llama y un mono tití merodeaban", dice Cádiz.

Sin embargo, lo que más le gustaba a Violeta era pasar las noches junto al fogón que había construido a los pies del palo central de la carpa, donde también cocinaba los alimentos que repartía a los comensales. Frente al fuego, había otra de sus genialidades: un escenario de madera y piedra con capacidad para 10 personas, para que artistas como el conjunto folclórico El Chagual, Payo Grondona, Gabriela Aguilera, el joven Víctor Jara y Margot Loyola realizaran sus presentaciones. "Era un lugar frío, pero nos entreteníamos a la orilla del brasero entonando La Jardinera y bailando cueca. Violeta decía que daba lo mismo el hombre que tuviera al frente, porque uno danza con un símbolo, en su caso era la tragedia", dice Loyola.

La carpa llegó a tener unas 150 personas de público en el verano, pero llegado el invierno se convirtió en un problema. De hecho, las clases culturales que amigas como la escultora Teresa Vicuña ofrecerían, no pudieron concretarse por falta de gente. Las lluvias convirtieron al Parque La Quintrala en un barrial y el lugar era tan inaccesible que si no se iba en auto el viaje se convertía en una odisea. "Ella quería educar a los jóvenes, pero en los 60, a ese sector de La Reina sólo podías subir en auto por Príncipe de Gales y de esa calle hacia arriba sólo encontrabas campo y varas para amarrar los caballos. Violeta se empezó a sentir muy sola", dice Vicuña.

Favré no resistió el frío ni la frustración y un día de 1966 partió a Bolivia, lo que dejó a la folclorista sumida en la tristeza. Para colmo, una noche de junio el cuidador irrumpió en su habitación y le avisó que su carpa estaba siendo botada por el viento. La folclorista se puso un diario en la cabeza para espantar la lluvia y salió a pie pelado a enfrentar el chaparrón, pero como cuenta Mónica Echeverría, autora del libro Yo, Violeta, la carpa se vino abajo como una señal de lo que vendría. "Al día siguiente, ella y sus hermanos la levantaron de nuevo, pero quedó chueca. Violeta ya no tenía la fuerza de antes", expresa Echeverría.

Violeta empezó a preparar su despedida. Grabó el disco Las últimas composiciones, "pero nadie reparó en el título", se lamenta su hijo Angel. El 5 de febrero de 1967, en lugar de cuequeros arriba del escenario de la carpa estaba su ataúd. La artista se había disparado en la sien derecha y con ella desaparecía también el Parque La Quintrala. Tras 1973, el sitio se loteó. "Hoy hay un complejo habitacional y un supermercado. Ya apenas cantan los pájaros", dice el ex alcalde.

La dictadura militar borró todo rastro. Pero los familiares y amigos de Violeta coinciden en que la carpa habría estado donde hoy se ubican cuatro edificios amarillos. Guido Puch (79) vive en éstos, pero dice que salvo "un par de araucarias, no queda huella del lugar". A Angel Parra esto no le preocupa. "Violeta hoy habita en el corazón de todo Chile", remata.

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