Gino Casassa: Hombre de hielo

<P>Es uno de los principales expertos en glaciares del mundo y un impulsor de que esas grandes masas de hielo sean protegidas. Pero, ahora que un proyecto de ley para hacerlo comienza a avanzar en el Congreso, Casassa advierte que hay que cuidarse de la "histeria ecologista" y que es posible "intervenir" la naturaleza sustentablemente.</P>




Gino Casassa tiene un Premio Nobel de la Paz. "El Premio Nobel trucho de la Paz", se ríe él, y explica que es un reconocimiento compartido con otros dos mil científicos, tres de ellos también chilenos, que trabajaron durante la década pasada en el panel para el cambio climático de la ONU, el IPCC. Ese grupo, que investigó fenómenos como la desaparición de los osos polares, el aumento del nivel del mar y el avance de las enfermedades tropicales, recibió el galardón que entrega la academia sueca junto al ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, en 2007.

Han pasado siete años y, tras una década en Valdivia haciendo investigación de punta junto a Claudio Bunster en el Centro de Estudios Científicos (CECs), recorriendo glaciares y participando de expediciones al Polo Sur, acaba de regresar a Santiago para incorporarse al equipo de trabajo de la consultora privada Geoestudios, y se instaló con su esposa, Claudia Bastres, en el Cajón del Maipo. Sus cinco hijos actualmente están repartidos entre Chile y EE.UU.

Hijo de inmigrantes europeos, de padre italiano (miembro de las tropas Alpinas y exprisionero de guerra) y madre alemana que logró escapar del holocausto a China, Casassa es considerado por sus pares como un científico atípico, a veces indisciplinado y hasta rebelde, especialmente cuando era joven. Entre sus amigos abundan historias que dicen que se arrancaba de expediciones científicas en lo profundo de Antártica para irse a escalar. Pero a la vez el ingeniero hidráulico de la Universidad de Chile es considerado uno de los mayores expertos internacionales en materia de glaciares, esos enormes cuerpos de hielo que acumulan cerca del 75% de las reservas de agua dulce del mundo y que el cambio climático amenaza con hacer desaparecer. Por eso hace algunas semanas le entregaron uno de los máximos reconocimientos que un investigador como él puede recibir a nivel local: fue incorporado a la Academia Chilena de Ciencias.

Últimamente las masas milenarias cuya dinámica Casassa ha ayudado a entender han estado dando que hablar porque varios parlamentarios (la llamada Bancada Glaciar) y el gobierno se han comprometido a sacar adelante un proyecto de ley para protegerlas. Greenpeace, amparándose en un vacío legal que en nuestro país no considera a los glaciares como parte de la soberanía, lo que significa que quedan en una suerte de "tierra de nadie", fundó en marzo la "República Glaciar". Además, actualmente se está evaluando el proyecto minero de Codelco Expansión Andina 244 que afectaría parcialmente a cinco glaciares en la cordillera de la Quinta Región.

Casassa es uno de los primeros científicos chilenos que empezó a hablar de la importancia que tienen los glaciares y que entregó evidencia para su protección. Ha estado varias veces en el Congreso explicándoles a los legisladores las diferencias entre los distintos tipos que existen y hasta dónde se pueden o no explotar. Su objetivo es que salga una ley que "permita congeniar el desarrollo del país con el cuidado de nuestros glaciares". Porque tal como revelan sus palabras, él no es un conservacionista acérrimo ni está porque estas áreas se mantengan totalmente intocables. Más allá de la ciencia, Casassa se define como un creyente en Dios e inscribe el desarrollo sustentable dentro de esta creencia.

Pocas personas conocen como Casassa el hielo y no sólo por su labor como investigador. Antes de ser científico fue montañista y en 1983, cuando tenía 25 años, participó en la primera expedición chilena que intentó alcanzar la cumbre del Everest. Quienes lo conocen dicen que ahí comenzó a mostrar la curiosidad que lo caracteriza como científico. Aunque al resto de los integrantes del grupo no les gustó, empezó a explorar por su cuenta y llegó hasta casi la frontera con Nepal, una odisea que tomaba tres días, pero que Casassa consiguió hacer en solo un día. Su falta de disciplina fue castigada: "Todos se pelearon conmigo y se determinó que no podía alejarme más de 200 metros del campamento base". El médico del grupo quedó a cargo de vigilarlo, pero igual se arrancó. Finalmente el grupo de chilenos no logró alcanzar la cumbre y, a medio camino, un edema afectó al jefe de la expedición amenazando su vida. Casassa jugó un rol clave en conseguir oxígeno para salvar esta situación y evitar bajas en el equipo.

Esas experiencias lo marcaron y "cimentaron" su camino hacia la ciencia. Pasó de la ingeniería al estudio de la glaciología, especialidad científica "joven" que no se imparte como carrera y a la que se accede vía doctorado. Ahí su mentor fue Cedomir Marangunic, quien además es hoy su jefe en Geoestudios. "Yo era muy amigo de su familia, ambos éramos montañistas y el papá de Gino subía todos los fines de semana el cerro Manquehue", recuerda el veterano glaciólogo. Don "Chedo", como cariñosamente lo llama la gente que trabaja con él, fue el primer chileno en graduarse como glaciólogo en la Universidad de Ohio, hasta donde también llegaría Casassa a fines de los 80 a hacer un doctorado durante el cual investigó la plataforma de Ross en la Antártica.

Tras un paso como investigador en la Universidad de Magallanes, en el año 2000 se instaló en Valdivia, en el Centro de Estudios Científicos (CECs), uno de los pocos y más destacados centros de investigación científica privadas que hay en Chile. Allí dirigió expediciones a los principales glaciares de la Patagonia, participó en las travesías de investigación al Polo Sur e investigó en conjunto con especialistas de la Nasa que se asocian a CECs para realizar estudios al sur del mundo. Juntos comprobaron, por ejemplo, que un sector de la Antártica occidental estaba colapsando y perdiendo su masa helada a una velocidad sin precedentes. "Fuimos los primeros en llegar allá y realizar sobrevuelos con instrumentos para medir el espesor de los hielos. Demostramos que efectivamente se estaba produciendo un desequilibrio muy grande y que los glaciares en Antártica estaban perdiendo mucha masa", explica.

Sus investigaciones fueron importantes para defender la tesis de que los polos eran los más afectados por el calentamiento global y que el derretimiento de los glaciares de altura estaban produciendo un aumento del nivel del mar, todos datos que fueron utilizados por el panel de científicos de la ONU para generar sus informes sobre el avance del cambio climático en el planeta. "El IPCC predijo un aumento de hasta 80 centímetros en el nivel del mar de aquí hacia fin de siglo. El agua proveniente de los glaciares aporta alrededor del 50% a dicho aumento", dice Gino Casassa refiriéndose a los glaciares de montaña a nivel global.

En esa época debía viajar con frecuencia a Ginebra a presentar sus descubrimientos y consensuar con el resto de los miles de científicos el informe que la ONU diseñaba para que los políticos tomaran compromisos, como los establecidos en el Protocolo de Kioto para reducir las emisiones de gases causantes del efecto invernadero. Lo más duro, recalca, fueron las sesiones finales. "Ahí volaban plumas", dice Casassa, ya que debían discutir palabra por palabra el texto que quedaría en el informe final. "Nuestro caso fue crítico, todas las economías emergentes cuestionaban que los países desarrollados les estuviesen pidiendo a ellos reducir sus emisiones de combustibles fósiles, cuando todas las potencias alcanzaron su desarrollo con esta clase de energía". Hubo momentos tensos, como cuando tras un día completo de reunión, sin dormir, un científico ruso se paró indignado a las 4 de la mañana. "Pero resulta que el texto no se podía aprobar hasta que se llegara a un consenso entre todos". Finalmente, el objetivo se logró y los científicos concluyeron que había una probabilidad del 90% de que el calentamiento global fuera causado por la actividad humana.

¿Qué ha pasado desde entonces? El informe dado a conocer el año pasado por el IPCC captó mucho menos la atención.

Yo no participé en esta instancia, pero ocurre que en la última década hemos asistido a un estancamiento relativo del calentamiento global. Bajo ningún punto de vista quiere decir que se haya acabado el problema, pero estos fenómenos están sujetos a muchas variaciones naturales. El problema del calentamiento global persiste y va en aumento, lamentablemente. En este sentido, el último informe confirma todos los hallazgos previos.

A pesar de que en el CECs en Valdivia hizo sus principales estudios, en 2012 dejó ese centro. "Fue un divorcio de consentimiento mutuo. Después de diez años la situación había cambiado. Tuve un rol importante en la creación del nuevo Laboratorio de Glaciología, pero ahora ya estaba andando y requería menos mi presencia", dice y evita ahondar más en el tema.

Su salida de ahí, eso sí, ha significado un cambio en su carrera. Porque desde la consultora está dedicado a asesorar a empresas y privados en materias relacionadas con los glaciares, lo que plantea desafíos y conflictos distintos a los que se viven desde la academia. "Es un trabajo igual de apasionante, ya que tienes que generar datos que son vitales para el desarrollo de tu país. Por ejemplo, acá en Geoestudios estamos tratando de cuantificar cuánto aportan los glaciares a los recursos hídricos de Chile. Esta es una gran discusión, que lleva a extremos: desde un planteamiento ultraconservacionista en que no se puede tocar absolutamente nada, hasta las grandes explotaciones industriales del pasado cuando se intervenía todo sin mayor cuidado por el medioambiente.

¿Y cuál es tu opinión, como ingeniero, como científico y como montañista?

Como amante de la montaña uno quisiera que no existiera intervención, pero Chile es un país minero y esto es importante para nuestra economía. Estoy convencido de que se puede hacer explotación sustentable, desarrollando medidas de mitigación y compensación para que la naturaleza se recupere. Es ahí donde aparece la ciencia. Por ejemplo, los ecologistas suelen mostrar diapositivas donde aparece Pascua Lama en los años 50, las comparan con fotos actuales y culpan a la minería, en circunstancias que ahí no ha habido minería.

Pero parte del argumento ecologista dice relación con que los glaciares son fuentes de agua, sobre todo en un contexto donde los estudios muestran una tendencia a la disminución de precipitaciones.

Claro, tradicionalmente se plantea conservarlos porque son lindos y porque son fuente indispensable de agua. Es ahí donde los científicos aportamos con evidencia para poder decir si esto es así efectivamente. Nuestra hipótesis es que los glaciares decrecen en importancia como proveedores de agua a los cursos de los ríos a medida que se avanza hacia la desembocadura. Además hay que considerar que hay distintos tipos de glaciares, y algunos que debiéramos proteger más que otros. Los de roca, por ejemplo, son mucho menos relevantes en este contexto.

Sobre el proyecto 244, Casassa indica que la minera estatal ha debido cumplir con todas las exigencias de la autoridad, quien en definitiva deberá pronunciarse si el proyecto es ambientalmente viable.

¿Qué te parece la discusión parlamentaria que se está dando para obtener finalmente una Ley que resguarde los glaciares en Chile?

Como científico creo que hay que generar consenso y reglas del juego. Para ello se debe crear una legislación que no se vaya ni para el extremo de las grandes explotaciones industriales que en el pasado intervenían sin mayor cuidado la naturaleza, ni tampoco a la protección acérrima, como proponía una de las primeras leyes que se plantearon para proteger los glaciares a mediados de la década pasada.

¿Se ha consultado la opinión de los científicos para diseñar esta ley?

Mira, nunca había ido tanto al Senado como en el último tiempo, convocado por la Comisión de Minería y la Comisión de Medio Ambiente. Allí quienes han impulsado esta iniciativa han sido el diputado Antonio Horvath y la Bancada Glaciar. El Ejecutivo está activamente trabajando en el tema, convocando y escuchando a todas la partes involucradas, incluyendo los científicos, y deberá llegar a un acuerdo con el Parlamento finalmente.

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