Su atención por favor
Los aeropuertos se han convertido en un destino turístico en sí mismo. Ya no son sólo lugares de paso de los que se espera salir rápido, sino que centros de compras y entretenimientos a los que vale la pena dejarles algunas horas. <br>
Ultimamente llego al aeropuerto con tiempo. Sí, voy con un rato extra para disfrutar de un diseño grandioso, una galería de arte, un lounge exclusivo, una biblioteca, un área verde o una barra de caviar. Cada vez más, los aeropuertos se alejan de la idea de no lugar que describió Marc Augé hace veinte años. Ya no son enormes galpones sin gracia y con butacas incómodas; se convirtieron en espacios donde espera, entretenimiento y shopping interactúan como en un plato de cocina fusión.
Un mes atrás, el Changi de Singapur se llevó por tercer año consecutivo el premio al Mejor Aeropuerto del Mundo, otorgado por la consultora Skytrax. Es el galardón más prestigioso. Además de hoteles (incluido un Crowne Plaza ganador como mejor hotel de aeropuerto), cines, teatros, duchas, un jardín de mariposas y una piscina, el Changi tiene invernaderos y áreas para siesta. Cuanto más leo, más ganas me dan de conocerlo, ya no como un aeropuerto, sino como un destino.
Schiphol, el aeropuerto de Amsterdam -actualmente en remodelación-, es el preferido de Europa. Tiene una sede del famoso Rijksmuseum con tres muestras por año de escenas típicamente holandesas: pueblos, paisajes con molinos, la realeza y la gente. Está después del control de pasaportes y la entrada es gratis. También hay una biblioteca y un parque donde elementos de la tecnología y la realidad se combinan para lograr la sensación de estar en un área verde. Un tronco de 130 años y una terraza con salida para respirar aire puro, mientras en las paredes se proyectan imágenes de parques del mundo.
En el ranking de los mejores aeropuertos ganan los de Asia. El de Korea del Sur, el de Japón y el de Hong Kong, donde el año pasado se expusieron mil 600 pandas de papel maché. Tenían el tamaño de un bebé y el número hacía referencia a la cantidad de pandas en libertad que quedan.
Proyectos millonarios
Los aeropuertos también crecen y se renuevan, junto con el aumento de la cantidad de pasajeros que se mueven por el mundo, más de 1.138 millones el año último. En este momento hay varios proyectos de desarrollo y ampliación, muchos de ellos en Asia. Hace un mes estuve en el Aeropuerto Internacional de Beijing y recuerdo haber caminado un rato largo entre el arribo y la salida. También tomé un tren y anduve varios cientos de metros en una cinta transportadora. Ese recorrido de unos cuarenta minutos será insignificante en 2018, cuando inauguren la nueva terminal que rozará el millón de metros cuadrados y será la más grande del mundo. El proyecto se le encargó a la oficina de la famosa arquitecta iraquí Zaha Hadid y el gasto rondará los catorce mil millones de dólares.
En los renders de ése y otros proyectos de aeropuertos -Estambul, México DF, Abu Dabi- llama la atención el diseño vanguardista. Los miro y los vuelvo a ver, y de repente, la palabra futuro queda vieja. Parecen estructuras del más allá.
En 2014, el aeropuerto con más tráfico del mundo fue Al Maktoum de Dubái, con setenta millones de pasajeros. Unos meses atrás, cuando volvía de Dubái a Buenos Aires, pude despachar la valija a las dos de la madrugada aunque mi vuelo era a las seis. Mientras hacía tiempo me enteré de que Al Maktoum, con su terminal exclusivo para el Airbus 380, es un aeropuerto 24 horas. Siempre hay un counter disponible en donde hasta no hace mucho había un desierto.
En los últimos años, los países ricos del Golfo Pérsico conformaron un hub aeroportuario -centro de conexión o distribución de vuelos- que no deja de crecer y potenciarse. Además de Dubai, el año pasado se inauguró el de Hamad, de Doha, capital de Qatar, donde tiene base Qatar Airways, y pronto terminará la construcción del Aeropuerto Internacional de Abu Dabi. A las principales ciudades del golfo se las llama aerotrópolis, un nuevo plan urbano en el que el aeropuerto es el centro y la ciudad -infraestructura y economía- giran a su alrededor. No hay que olvidar que los aeropuertos constituyen una fuente de trabajo fundamental. Sólo en Dubái, el 20 por ciento de la fuerza de trabajo se la lleva la industria aeronáutica.
Sentada en un lounge vip del aeropuerto de Doha, Qatar, veo pasar mujeres con velo y túnicas negras y los hombres con túnicas blancas. En el salón hay enchufes para cargar computadores y celulares, wifi libre, comida gratis y una fuente grande como una piscina olímpica en la que caen gotitas, todo el tiempo, sin cesar. Como para recordar la belleza del sonido del agua. Es un salón exclusivo, y en el baño después de lavarse las manos hay una mujer que te ofrece una toalla limpia. También hay empleados que caminan y responden dudas y ofrecen café y avisan de los próximos vuelos. El salón está casi lleno, y probablemente no todos vuelen en business, pero cada vez es más frecuente acceder a los salones vip a través de las tarjetas de crédito o upgrades por millaje. Estaba tan cómoda en el lounge que subí al avión justo y no quise comer: ya había probado ensalada tabule, laben y falafel.
Cuando aterricé en Buenos Aires, la empleada que tenía que sellar mi pasaporte ni me miró porque estaba ocupada contándole a su compañero -que sellaba el pasaporte de otro pasajero a quien tampoco miró- sobre una extraña alergia que le había salido en el tobillo izquierdo. En estas latitudes todavía falta. Igual, intento llegar temprano. Por lo menos para practicar la puntualidad.
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