Estados Unidos, un aliado peligroso
La construcción de tan necesaria red de lazos internacionales liderada por Washington tendrá una gran limitación: la volatilidad de la política interna del país.
Por Moisés Naím, analista político venezolano
“America is Back”. América está de vuelta, afirmó emocionado Joe Biden. Les hablaba a los líderes políticos, principalmente europeos, que participaron en una reunión sobre seguridad internacional que se llevó a cabo, por videoconferencia, en Munich. “La alianza transatlántica está de regreso”, enfatizó el flamante presidente. Naturalmente, el mensaje fue muy bien recibido por la audiencia. Angela Merkel, Emmanuel Macron y Boris Johnson registraron su complacencia ante la nueva postura de EE.UU. En su discurso, Biden renovó el compromiso de su país con el Artículo V de la OTAN. El articulo obliga a los países miembros de la alianza militar a responder colectivamente ante un ataque contra uno de sus miembros. Durante su presidencia, Donald Trump se abstuvo reiteradamente de reconocer públicamente que, por ser miembro de la OTAN, su país aceptaba esa obligación. Naturalmente, la reticencia de Trump produjo ansiedad en las capitales europeas y regocijo en el Kremlin.
Esto cambió con la llegada de Biden a la Casa Blanca. El presidente estadounidense usó su discurso en la Conferencia de Munich para que no quedara duda alguna sobre la posición de su gobierno con respecto al Artículo V, “el ataque a uno es un ataque a todos” dijo Biden y prometió que su país honraría sus compromisos.
Como presidente, Donald Trump desdeñó el multilateralismo, la construcción de alianzas y la diplomacia que él considera pérdidas de tiempo. En cambio, privilegió sus relaciones personales con los líderes de países como China, Rusia, Arabia Saudita o Corea del Norte. No logró mucho y, en general, dejó muy deterioradas las relaciones de EE.UU. con estos países.
Por su parte, tanto Biden como su equipo repiten, cada vez que pueden, que las alianzas serán el pilar de su política exterior. Ven a la diplomacia como el principal instrumento del cual disponen para avanzar en el logro de sus objetivos nacionales. Según ellos, atacar con éxito la pandemia, el cambio climático, la crisis económica o impedir que Irán cuente con armas nucleares es imposible sin la coordinación con países aliados. Desde la perspectiva de Biden y su gobierno, el slogan de Trump -América Primero- terminó siendo “América Sola”. Según ellos, la postura de Trump solo sirvió para aislar al país, ceder espacios geopolíticos que fueron ocupados por China y Rusia, y descubrir que el poder militar y económico de EE.UU. es importante pero no suficiente para lograr sus objetivos internacionales.
Los posibles aliados están muy interesados en trabajar junto con Estados Unidos en el logro de sus intereses comunes. No cabe duda de que estas alianzas repotenciadas son necesarias. Los problemas globales que son inmunes a respuestas locales están proliferando y con ellos la necesidad de que los países actúen de manera coordinada.
Lamentablemente, la construcción de tan necesaria red de alianzas internacionales liderada por Washington tendrá una gran limitación: la volatilidad de la política interna de Estados Unidos.
¿Qué le pasa a un país que, entusiasmado con Biden, se zambulle a fondo en su alianza con Estados Unidos y cuatro años después se encuentra con que las elecciones llevan al poder a un nuevo presidente estadounidense que desconoce sus deberes como aliado? Esa pregunta está muy en la mente los responsables de la política exterior de los países que Washington necesita como aliados. En las conversaciones en los pasillos virtuales de la Conferencia de Munich, la pregunta más afanosa no fue si Estados Unidos estaba de regreso. La pregunta más candente fue -y sigue siendo- cuanto tiempo va a durar este regreso. EE.UU. no es un país políticamente estable.
Es muy interesante ver a los altos diplomáticos emulando a los altos ejecutivos de empresas multinacionales. Desde finales de los años noventa, los empresarios construyeron complejas y muy eficientes cadenas de suministro que comienzan en China y desembocan en los mercados finales del mundo entero. Estas cadenas permitieron a las empresas reducir drásticamente sus inventarios. Las prácticas de logística “justo a tiempo” se universalizaron en el manejo de inventarios. Para minimizar costos, los suministros llegan con gran rapidez y precisión a su destino, justo cuando son requeridos, para la manufactura del producto final.
La guerra comercial contra China declarada por Trump generó todo tipo de dolores de cabeza en las cadenas mundiales de suministro. Así, las empresas que dependen de tener inventarios “justo a tiempo” descubrieron que era peligroso poner todos los huevos en esa canasta. Para mitigar ese riego, los ejecutivos se vieron obligados a equilibrar el principio de “justo a tiempo” con el de “por si acaso”. Muchos se vieron forzados a invertir en la búsqueda de nuevos proveedores sin importar que fuesen más costosos.
Los líderes empresariales entendieron que por más que deseen que Estados Unidos genere estabilidad y no desequilibrios, esto no siempre será así. Los líderes políticos seguramente los emularán. La política de alianzas que promueve Joe Biden se verá limitada por la diplomacia del “por si acaso”.
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