Deportistas en la primera línea contra el coronavirus
Isidora Letelier y Nicol Salvo. Una nadadora artística y una basquetbolista. Dos estudiantes de enfermería que han debido dejar las clases y enfrentarse a la pandemia. La piscina y la canasta hoy pasan a un segundo plano.
Los días de piscina o de hacer bandejas con una pelota se vuelven cada vez más lejanos. Solo están los recuerdos de jornadas mucho más alegres. Pero Isidora Letelier (21 años) y Nicol Salvo (23) no tienen tiempo para nostalgias. Ellas están en una pelea mucho más importante ahora. Ellas son de la primera línea sanitaria en la lucha de todo Chile contra el coronavirus.
Isidora es nadadora artística y Nicol es basquetbolista, seleccionada nacional adulta. Ambas cursan tercer y quinto año de enfermería, respectivamente, aunque el escenario de urgencia les ha obligado a saltarse muchos pasos de su carrera y ponerse a disposición del servicio de salud. De volver a la competencia, ni hablar. Es lo que menos les interesa en este minuto.
Voluntaria en una clínica
Lejos del agua y cerca del coronavirus, Isidora Letelier lleva una vida paralela entre su pasión por el nado sincronizado y sus estudios de enfermería, ahora transformados en la práctica misma. “Todo esto ha sido un desafío, pero estoy tranquila. En lo deportivo me gustaría estar entrenando y no perder mi condición física, pero las entrenadoras nos han ayudado a entrenar en casa. En cuanto a la carrera de enfermería, tuvimos que aplazar las prácticas para el segundo semestre, entonces tenemos puros ramos teóricos. Pero hace unas tres semanas se me dio la posibilidad de trabajar de ayudante de Tens (técnicos en enfermería) en la Clínica Universidad de los Andes, así que estoy ayudando part-time, porque necesitan mucha gente. Muchas tens se han contagiado, entonces no pueden ir. Se necesita mucha ayuda”, parte resumiendo.
Ella es alumna de tercer año de la Universidad Católica. Aceptó el llamado a colaborar en lo que le asignen. “La universidad ha dado varias posibilidades de ayudar, pero a gente de quinto año, pero un familiar trabaja en la clínica y me avisó que estaban viendo las posibilidades de contratar ayudantes. Le dije que iba feliz. Nos estamos turnando con varias compañeras”, apunta.
Su poca experiencia y el hecho de que todavía no sea remunerado no le exime de responsabilidad. La emergencia supera todo. “El otro día me tocó hacer turno de día y la jefa me preguntó si me podía quedar, entonces hice turno de 24 horas. Desde las ocho de la mañana a ocho de la mañana”, reflexiona. A su corta edad, ha tenido que sumarse a una red que se ha vuelto vital: “La clínica está llena de casos con Covid-19, han tenido que contratar más gente, abrieron más camas, enfermeras se han contagiado y no pueden ir, y por eso ha sido la ayuda más que nada. Aunque obviamente hay riesgo, porque estamos dentro de una burbuja de Covid-19, siempre andamos con nuestras pecheras, máscara, mascarilla, guantes, nos sacamos los elementos cuando salimos y cuando entramos usamos cosas nuevas”, relata.
En un escenario de colapso, le ha tocado ver episodios impactantes. “Un adulto mayor que estaba con una traqueotomía, que tenía un tubo en la garganta para respirar. Me agarraba la mano pero no podía decir nada, trataba de modular y decir ‘ayúdame’. Eso me impactó, quedé llorando”, recuerda Isidora, quien durante el verano se preparó para un Sudamericano de Nado Sincronizado que se suspendió. Ahora ya no tiene para cuándo volver a competir. Además, su dupla en competencias, Natalie Lubascher, analiza dejar este deporte por la crisis y buscar un trabajo convencional.
Al cuidado de 45 contagiados
El reloj marca las seis y media y la alarma llama a levantarse. Nicol Salvo sale de la cama y se va a la ducha. Se viste, desayuna y sale a cumplir su vocación. Es estudiante de quinto año de enfermería, pero por estos días trabaja en una residencia sanitaria en Iquique, atendiendo a más de 40 pacientes contagiados con Covid-19. Atrás quedaron el estudio y también los entrenamientos de básquetbol, pues esta seleccionada nacional sintió el llamado a trabajar durante la pandemia. “Nunca había sentido la vocación tan fuerte como ahora”, dice.
A las ocho de la mañana recibe turno en un hotel adaptado como residencia en el centro de la ciudad nortina. Se pone el uniforme, la pechera, dos mascarillas, protección facial y guantes antes de empezar. Ocupa tres horas visitando a las cerca de 45 personas que allí hacen cuarentena. Quienes acuden no están graves, más bien con “síntomas leves, como la pérdida de olfato y gusto, hay algunos con un poco de fiebre”, dice Nicol. “Los que se ponen más graves, con dificultades respiratorias, los derivamos al hospital para que los apoyen con oxígeno”, añade.
Con cada paciente que visita se demora unos minutos más, pues también le gusta generar contacto con ellos, conversar en momentos donde la incertidumbre va creciendo: “Algunos están solos todo el día”. Un día tiene turno. En la noche siguiente también. Luego dos días de descanso y después de vuelta a la rutina.
Para Nicol fue un cambio, puesto que debió dejar la casa que comparte junto a su mamá, una persona con factores de riesgo debido a sus más de 60 años, hipertensa y con antecedentes de infarto y cáncer de mamas. La joven pasó a vivir en el departamento de su pololo, donde también sigue una estricta rutina de higiene y seguridad. “Me sentía desesperada en la casa sin poder ayudar. Me sentía inútil. Sentí ese llamado de vocación, como un instinto”, añade la nacida en Concepción, pero que desde los dos años vive en Iquique. Hoy estudia en la universidad Arturo Prat, que no permitió que sus estudiantes hicieran sus internados por la pandemia. Mediante una amiga paramédica, Nicol se enteró del trabajo en la residencia y acudió de inmediato. “Hay niños de un año que están contagiados. Es chocante. El otro extremo es ver adultos mayores. Hay personas de 18 años… de todas las edades”, comenta.
Los días libre de Nicol no son solo para reponer energía. “Hace unas semanas empecé un curso de minibásquet y también un curso de estadísticas de la Federación de Básquetbol, porque además de jugar y ser entrenadora de niños sub 15 y sub 17, hago planillas en la mesa de control de los partidos”, explica la jugadora.
Nicol tiene experiencia en la selección chilena, pues estuvo en los Juegos Suramericanos de Cochabamba 2018. Además, estuvo en los Juegos Olímpicos universitarios del 2017, en Taipéi. Jugar a nivel profesional es una meta, aunque sabe que Iquique está lejos de la Liga Nacional. Eso sí, los años que ha pasado en el básquetbol también le han aportado durante estos días de pandemia: “El valor más importante es el trabajo en equipo. Doy gracias por amar este deporte y poder entregar eso mismo en mi trabajo. Al fin y al cabo, en la salud se trabaja en equipo”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.