Las huellas del "nuevo" Álbum Blanco
Este viernes se estrenó una versión de lujo del disco que este mes cumple 50 años, repleta de asombrosas versiones nunca antes publicadas y que muestran a The Beatles en plena voracidad creativa. Aquí, una selección con lo mejor.
La leyenda y los hechos han establecido que el Álbum Blanco fue el comienzo del fin: un disco fragmentado, concebido en un puzzle geográfico que incluyó a la India y la casa de George Harrison en la localidad inglesa de Esher, y donde cada uno de los Beatles intentó reafirmar sus potencialidades como una unidad independiente del resto. Sin embargo, la reedición de lujo -disponible en distintos formatos y cuya versión más voluminosa trae 107 temas, ya disponible en Spotify- desafía al mito de la ruptura en ciernes y entrega uno de los instantes más emotivos de la extensa era póstuma del cuarteto, revelando que, pese a la discordia interna y sus personalidades en ebullición, seguían actuando como un colectivo.
En una de las versiones alternativas de Good night, John, Paul, George y Ringo se unen en torno a una guitarra de sonido claro, delicado, de inspiración folk, para interpretar esa canción de cuna dedicada al hijo de Lennon, Julian. No hay violines, no hay violonchelos, ni arpas, ni flautas, ni la pomposa orquestación de película Disney que tiene la versión definitiva que todo el planeta conoce desde 1968, sino que una armonización a cuatro voces en el coro y donde The Beatles parece un antiguo grupo vocal de los 50, de la era del doo wop, como si vistieran etiquetas y cantaran con delicadeza en un viejo teatro.
Es parte de la magia del "nuevo" Álbum Blanco: la abundancia de material ofrece nuevas rutas para redescubrir al conjunto, entrega huellas de uno de sus instantes creativos más osados y, sobre todo, las tomas inéditas asoman como prácticamente nuevas creaciones. A la fecha, es uno de los mayores tesoros abiertos por la institución cultural más relevante del siglo XX.
*Dear Prudence (Esher demos): La versión de lujo ofrece una versión remezclada del disco original y luego va avanzando hacia el material que se mantenía guardado hasta ayer. Ahí, como una suerte de primera parte, están los llamados Esher Demos, muchos de ellos ya conocidos por los seguidores más acuciosos, pero que sirven para comprender la etapa embrionaria en que se desarrolló el White Album, justo antes de ingresar al estudio. Aunque la diversidad estilística siempre ha sido la eterna marca de fábrica del disco, esta parte ofrece lo opuesto: versiones rústicas grabadas en la residencia de Harrison y que muestran al cuarteto sondeado un nuevo cancionero desde la simpleza absoluta. Era una alternativa lógica. La aplastante magnificencia de sonidos que significó Sgt. Pepper en 1967 ahora los obligaba a una labor más cruda, despojada de artificios y volviendo al sonido orgánico de sus inicios.
En ese ejercicio, la toma de Dear Prudence es tan bella como la original, con esa guitarra que John siempre quiso que sonara como cuando "el sol aparece a lo lejos en el amanecer". En una versión sin postproducción, sin bajo ni batería, el sonido es más diáfano y la voz de Lennon adquiere un brillo distinto. Es una de las gracias de Esher Demos: Beatles en estado salvaje. Algo similar sucede con Glass onion o Yer blues.
*Revolution 1 take 18: La primera sorpresa mayúscula aparece con este track de 10 minutos. Los primeros minutos recuerdan a la creación del Álbum blanco de hace cinco décadas, sin variaciones sustantivas, con Lennon desplegando su compromiso activista mientras rasguea su guitarra acústica. Pero sobre la mitad, se empieza a extender a una suite llena de detalles, los gemidos del Beatle suenan más sugerentes, y sus vocalizaciones van y vienen entre alaridos y gárgaras, muchas de ellas luego ocupadas en el collage experimental Revolution 9. De hecho, esta versión culmina con las grabaciones que Yoko Ono hizo para el tema más extremo de la agrupación. Pero antes, otra sorpresa: McCartney a lo lejos canta a todo pulmón Love me do, el primer hit de los ingleses en 1962. Revolution 9 y Love me do separadas por apenas unos minutos: los grandes polos del universo Beatle conviven por primera vez en esta joya.
*Everybody's got something to hide except me and my monkey (unumbered rehearsal): La gran canción guitarrera del Álbum Blanco, urgente y con John cantando furibundo, ahora no tiene voces y entrega una versión instrumental más reposada, más pop si se quiere, pero donde la guitarra igual se mueve punzante. Sirve para entender como los de Liverpool transformaban de forma radical sus creaciones en apenas unas semanas.
*Cry baby cry (unumbered rehearsal): Otro golpe a la cátedra. Si el comienzo del track de 1968 es acústico, aquí surge un teclado ligero que recuerda el clásico Get ready popularizado por la banda Rare Earth. Un sonido que se mantiene toda la canción, aportado una ornamentación progresiva, típica de esos años en otros grupos como Procol Harum.
*Hey Jude (Take 1): Un detalle para los fans de Paul: el poderío de su garganta, flexible tanto para las baladas como para el rock, no tenía contrapesos. El inicio de esta versión lo muestra probando tonos, jugando con su voz, casi como el embrión de lo que después fue Oh! darling.
*Let it be (unumbered rehearsal): Antes del estreno de esta versión deluxe, esta era por lejos la gran sorpresa del proyecto. Sólo algunos más enterados sabían que Let it be, estrenada dos años después en el disco del mismo nombre, había sido trabajada en los días del White Album. Y vaya que asombra: su estribillo está completamente resuelto, aunque tiene una melodía más ruda y tosca que la emotividad que adquirió en el hit que todo el mundo corea hasta hoy.
*Helter skelter (second versión/take17): La virulencia protometalera de unas de los temas más memorables de Macca aquí se exacerba. Guitarras y baterías a tope máximo. Su voz es estridencia pura, muchísimo más destemplada que en la original. El heavy metal, el clásico y el extremo, tienen en esta toma increíble todas sus raíces.
*I'm so tired (take 14): En el track que conocemos, Lennon canta al borde del desánimo y la rabia. Esta toma cambia el espíritu gracias a una guitarra eléctrica que luce en los arreglos y las armonías vocales del resto de los Fab Four. Otra muestra más de amistad en días en que todo parecía fractura. Y otro ejemplo de algo mayor: la mina de oro de The Beatles parece inagotable. A momentos, esto suena como un nuevo disco. La constatación de que, 50 años más tarde y con dos de sus cuatro partes ya fallecidas, su creatividad sigue deslumbrando.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.