Stefan Kramer, comediante: "Si bien el Festival es muy importante, uno aprende que no es de vida o muerte"
A una década de su debut en la Quinta, el más estelar de los comediantes chilenos de los últimos años vuelve a Viña con un nuevo personaje: él mismo. Aquí, adelanta un show centrado en su familia, dice que las repeticiones de su rutina lo ayudaron y proyecta su futuro.
Dice que será un espectáculo más simple, sin tantos artilugios técnicos y más orientado a contar una historia que logre identificar al público. Stefan Kramer, que mañana cumple 36 años, regresa al Festival de Viña a una década de su arrollador debut con una propuesta distinta, más arriesgada tal vez, en la que nuevamente se mezclarán múltiples rostros y voces, aunque con un protagonista principal: él mismo.
Muchas cosas han pasado en la vida del mejor imitador del país desde febrero de 2008, cuando se consagró ante el público chileno con una rutina magistral de 33 personajes distintos. Desde entonces filmó dos películas, debutó como animador de televisión, recibió a su cuarto hijo e inició una promisoria carrera en el extranjero. Algo de todo eso habrá en el show que llevará a la Quinta Vergara este jueves 22, una versión ampliada y festivalera del espectáculo que ha presentado en vivo en los últimos meses (Súper Papá), motivado, según cuenta, "por la idea de poder contar esta nueva historia y que conozcan más sobre mi vida, mi mujer, mi suegra y esas cosas que nos pasan a todos pero mezclándolo con imitaciones". De alguna forma, en su regreso a la Quinta Vergara, el hombre de las mil caras mostrará su verdadero rostro.
¿Qué lo convenció de volver al Festival después de diez años?
Es bien especial y bonito, porque a medida que pasaban los años nunca me imaginaba que volvería, pensé que esa era una etapa que ya había hecho, que podía seguir con nuevos desafíos. Pero de repente sentí algo en la guata, como un llamado, lo vi como una instancia para que la gente conozca cómo soy, cómo ha evolucionado mi humor y en qué me he convertido. Además, empezó a surgir una rutina muy relacionada con lo que estaba viviendo, con la vida familiar, con el tema de la visa, con los hijos y ser tan dedicado a ellos y al mismo tiempo ser obsesivo con el trabajo. Una reflexión sobre la vida que me hizo pensar "qué rico volver" y poder agradecerle a la gente todo lo que me han entregado, entregándole alegría a la gente y reconectándome con la vocación real de actuar.
¿Son muy distintos los desafíos y los objetivos que se traza en comparación a ese debut?
De todas maneras. Yo creo que la vida de un artista está compuesta de hitos, y en esos hitos está también la posibilidad de poder seguir escribiendo tu propia historia y seguir asumiendo riesgos, porque si hiciera lo mismo que hacía hace diez años no estaría siendo coherente con quien soy ahora. La gente se acostumbra a ver algo de uno, así que hay que ir metiendo de a poco los nuevos intereses que tengo, que tienen que ver con mi madurez. Efectivamente hace diez años todo era novedad y ese era un elemento súper importante, la gente se sorprende todo el tiempo porque todo está muy fresco, pero en estos años han pasado shows, películas, y en ese sentido las expectativas son altas y uno tiene que jugar con eso y saber que va a ser diferente, que no se sabe lo que va pasar, y eso también es bonito. A lo mejor ya no estoy tan preocupado de lo que pasará después. Si bien [el Festival] es muy importante, uno va aprendiendo que no es de vida o muerte. Para mí ese escenario es como la fiesta de Chile, una especie de renovación de votos, y lo que me motiva a volver es no desaparecer tanto, estar más conectado con la gente.
Ahora que ha comenzado a internacionalizar su carrera en Miami, ¿cree que el Festival lo ayuda como plataforma?
Sí, tengo mis personajes internacionales en la rutina, pero más allá de toda la gente que ve el Festival afuera, creo que es una fiesta de Chile, hay 15 mil chilenos allí. Siento que tenemos que seguir siendo fieles a nuestra idiosincrasia y de esa manera acercarnos a lo universal, hablando de lo cotidiano, de los cuestionamientos de si uno es un buen papá o no, de ser trabajólico, de hablar de la igualdad de género, de todo lo que está ocurriendo. Creo que es una rutina honesta, en la que me paro sobre el escenario tratando de superar todo este tema fantasioso de la fama. Para mí el mayor éxito es despertar al otro día y buscar un nuevo objetivo, no estar pensando que la vida termina aquí, como quizás me pasó en 2008 con mi juventud.
Esa primera vez en Viña ha sido una de las rutinas más repetidas en TV. ¿Esta vez fue algo que conversó con la producción del Festival?
Yo creo que cuando firmé ese contrato en 2008 claramente no lo hice bien, porque lo repitieron mucho, pero creo que ayudó porque al final la rutina pasó a ser parte de la gente. Se convirtió en algo de ellos y eso fue lo más difícil de ese tiempo, verme obligado a reinventarme, a inventar otra rutina y salir de esa que le fue tan bien. Fue un gran aprendizaje porque a veces uno puede creer que el fracaso es lo único que te hace levantarte de nuevo, pero un gran batatazo hace que uno quede súper vacío. Entonces, más allá que ahora uno negocie el tema de las repeticiones y sea parte del contrato, la rutina queda para la gente y uno tiene que hacer otra, son las reglas del juego para los comediantes.
¿Cómo proyecta su carrera? ¿Le gustaría volver al cine o la TV?
Mi vida profesional la separo en dos partes. Por un lado las imitaciones, lo que he hecho hasta hoy. Me gustaría trabajar con tiempo el Mundial y hacer algunos personajes en Telemundo o en Univisión, con el desafío de hacerlo en otro país para tener una experiencia diferente. Pero en paralelo hay otros intereses. Creo que la comedia abarca muchas más cosas que las imitaciones, me gustaría poder seguir intentando por ese lado. Ojalá apareciera una comedia más universal y no estar siempre atrapado por el tema de la imitación.
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