En el verano de 2020, un letrero luminoso brilló durante dos semanas en las ventanas de Elemental: “Aprobemos”. Ahora esas letras miran discretas hacia la calle desde el interior de sus oficinas. Desde la altura de la Torre Santa María se aprecia el río Mapocho, la Costanera Andrés Bello y en dirección al poniente, la Plaza Italia. En ese entorno se desplegó el terremoto social que en 2019 condujo al actual proceso constituyente. El arquitecto Alejandro Aravena lo recuerda a propósito de la pregunta que él mismo llevó al Pleno de la Convención: ¿Cómo vamos a vivir juntos?
-A mí me parece que se ha reparado poco en que esto partió con una crisis que se tomó las calles y que perfectamente se podría haber perpetuado como batalla campal. Y creo que tenemos que sentirnos enormemente orgullosos como sociedad de que la manera de canalizar eso haya terminado siendo en un proceso de diálogo. No era para nada obvio que todo terminara en que rediscutiéramos la brecha entre lo legal y lo legítimo, y el ejemplo más emblemático es la Constitución. Por friccionado que haya sido el proceso, es un signo de civilidad. Y es un suelo que era necesario para siquiera empezar a contestar la pregunta: cómo vamos a vivir juntos.
En mayo de 2021 Elemental presentó un proyecto en la Bienal de Venecia, basado en un trabajo participativo con la comunidad mapuche de Loncoche, que apuntaba a la misma pregunta. En septiembre, el arquitecto hizo una presentación a la Convención Constitucional: en la sala del ex Congreso propuso algunos puntos, entre ellos, ser bien intencionado, participar para entender, dejar de predicar a los convertidos y nivelar la cancha. Este último es uno de los que más le preocupa:
-Desde el punto de vista de la ciudad, tenemos enormes paños donde el Estado simplemente se replegó y no fue capaz de llegar, lo cual no solamente era el reflejo cotidiano de una cancha desnivelada, sino que generó una cantidad enorme de gente que está fuera de la cancha. Y a quienes están fuera no les puede importar menos el acuerdo simbólico de una Constitución. Ahí, en lugar del Estado de Derecho, lo que opera es la ley de la selva. Los narco y la criminalidad tienen una habilidad enorme para identificar vulnerabilidades y ocupan el espacio donde el Estado no llega. La urgencia de generar reglas del juego que nos permitan reconstruir la convivencia y nivelar la cancha, lo que debiera lograr es que el Estado o la democracia puedan generar nuevamente una red de protección que evite que sea sustituida por esos poderes de la ley de la selva. Y creo que esta propuesta de Constitución tiene unas dimensiones que están mejor preparadas para hacerle frente a esa ausencia de civilidad que se ha generado producto de un modelo y de unas inequidades que venimos arrastrando por décadas.
Desde el Rechazo se critica que esta propuesta no logró ser “la casa de todos”
Yo distinguiría el producto del proceso. Me parece que los fenómenos complejos tienen que enfrentarse como procesos más que como productos. Cuando yo hago un edificio, eventualmente tengo que poder entregarlo terminado y con todos sus componentes perfectamente definidos; se parecería más un producto. Pero cuando uno hace ciudad o viviendas, por ejemplo, al terminar el trabajo apenas empieza la vida de esos proyectos; es mucho más un proceso. La Constitución es una discusión compleja porque es la síntesis de un conjunto de expectativas, valores y reglas del juego de la convivencia colectiva. El que haya sido por medio de una elección popular, discutida a puertas abiertas en vez de parida entre cuatro paredes, le da un mayor potencial de acortar la brecha entre lo legal y lo legítimo. La sociedad en demasiados ámbitos tiene una brecha entre lo legal y lo legítimo, y la Constitución era una de esos. Por imperfecta que sea, la nueva Constitución está mejor parida que lo que tenemos. Antes de hacer una casa y antes siquiera de hacer los planos, uno hace bosquejos, que tienen esa doble condición de no tener todo detallado, pero sí lo esencial. En ese sentido, entendida como proceso, la nueva Constitución tiene un bosquejo que acepta más el poder constituirse como una casa de todos.
Aravena recuerda que el punto final de su presentación en el Pleno fue una invitación a la valentía del equilibrio. “Requiere mucho esfuerzo ser equilibrado. Y me parece que aquí hay unas fundaciones que permiten llegar a eso, por mucho que todavía no se haya conquistado plenamente. Creo que forma parte de una maduración que tenemos que hacer como sociedad. No estuvimos en una casa de todos durante un montón de décadas y parece no haber sido un problema para muchos. Y en cambio, ahora sí . Perfecto, pero la manera en que estamos discutiendo ahora me parece que está mejor fundada que en la Constitución vigente”.
Uno de los temas sensibles es el de la vivienda propia: el Rechazo acusa que la Constitución no garantiza la propiedad.
Es un punto muy central. Uno de los pocos acuerdos que había en Chile es que tenemos una crisis de vivienda enorme, un déficit que tiene consecuencias gigantescas sobre la convivencia colectiva. En esa discusión, personalmente siempre he sido más defensor de la propiedad que de otras estrategias, como la del arriendo. Pero aún así, sería muy reductivo creer que con una pura herramienta vamos a responder a un problema que tiene tantas dimensiones. Lo mínimo que se puede esperar es ampliar la caja de herramientas. El argumento que se ocupa para decir que en la propuesta de nueva Constitución puedes perder la propiedad o no está garantizada, me parece que es aplicarle una lógica distinta a la que hemos usado hasta ahora, porque en la Constitución actual ni siquiera aparece la palabra vivienda y aun así llevamos décadas entregando viviendas sólo en propiedad. Si uno quiere desacreditar la propuesta de nueva Constitución porque no está explícitamente garantizada la propiedad, bastaría ver la Constitución actual para tranquilizarse y entender que es un miedo sin fundamento.
Del yo al nosotros
En medio de la discusión constitucional, Aravena se preguntaba cómo incorporar el derecho a la vivienda. Contactó entonces al ex juez de la Corte Suprema de Estados Unidos Stephen Breyer, con quien había compartido con ocasión del Premio Pritzker. “Me parece extraordinario lo que están haciendo en Chile, pero no puedo ayudarte”, le dijo. Breyer le explicó que la Constitución americana se basa en derechos negativos, garantizarlos no cuesta nada, “y los derechos sociales son derechos positivos, tienen un costo para el Estado”.
-Cuando escuché que lo que estábamos haciendo en Chile era discutir sobre derechos positivos, me cambió la mirada. Creo que no hay nada con más carga de futuro que sabernos una sociedad que está discutiendo sobre derechos positivos.
Breyer lo puso en contacto con Dieter Grimm, jurista constitucional alemán, quien le explicó que “los derechos sociales son derechos de segunda generación. Los de tercera generación son los derechos medioambientales, que es lo que está discutiendo Alemania en este momento”.
Grimm le habló de la Constitución de Sudáfrica, de 1996, que establece que “toda persona tiene derecho a una vivienda adecuada”. Y a continuación agrega que el Estado debe adoptar las medidas “con sus medios disponibles, para conseguir la realización progresiva de este derecho”. La frase no eso solo retórica, observa Aravena: eventualmente, un ciudadano podría demandar al Estado por no estar adoptando las medidas necesarias, pero “da un margen que permite a las leyes de la política administrar los recursos escasos”. Tal vez, piensa, es un aspecto que se podría incorporar al texto:
-Eso es importante porque cuando se crean derechos de segunda o tercera generación que no voy a poder satisfacer, se abre una brecha entre lo legal y lo legítimo, que es siquiera la razón por la que estamos discutiendo la nueva Constitución.
¿Cómo financiar los nuevos derechos?
Creo que la respuesta está en el propio marco conceptual dentro del cual se ha dado la discusión. Porque si hay alguna cosa que esta nueva Constitución está buscando es nivelar la cancha. Y cuando la cancha se nivele, habrá más personas que puedan contribuir a sostener esos derechos. Una Constitución moderna y contemporánea que tiene derechos de segunda y tercera generación con una cancha nivelada, va a tener también deberes de segunda y tercera generación. Y no hay nada más sano, porque finalmente, ¿de dónde sale lo que sostiene el poder generar una red que nos haga sentir parte de un todo de nuevo, saltar del yo al nosotros? Va a ser la propia cancha nivelada de dónde vamos a obtener los recursos para sostener esa mayor cantidad de deberes.
Es decir, una mayor base de contribuyentes
Hasta hace poco Chile tenía un 15% de personas que pagaban impuestos. Entiendo que hemos aumentado a un 25%. Casi todos los países que tienen constituciones con derechos positivos sociales, de segunda y tercera generación, se tienden a acercar a un 50% de la población que aporta el bien común. Entonces, ¿qué viene primero? ¿Mientras no nivelemos la cancha no podemos incluir derechos o dado que incluimos derechos en una Constitución que está discutiendo nivelar la cancha, esa va a ser la manera en que nosotros mismos nos haremos cargo como sociedad de esta mayor cantidad de derechos? No es alguien, no es el Estado, no es la elite; somos nosotros mismos. Y eso es parte del nivel de conciencia colectiva que debiéramos tener, que nosotros mismos somos los que vamos a tener que garantizar esa mayor cantidad de derechos.
¿Qué le parece perfectible del texto?
Yo creo que tiene relación con lo que hablábamos de la vivienda. No le habría tenido miedo a que hubiéramos incluido este tipo de segundas frases como el ejemplo de la Constitución sudafricana. Ahora, respecto de la actual, hay cuestiones que no se le van a poder corregir nunca, porque simplemente no forman parte de su núcleo constitutivo. Cuando una Constitución parte (lee) “Nosotras y nosotros, el pueblo de Chile, conformado por diversas naciones, nos otorgamos libremente esta constitución acordada en un proceso participativo, paritario y democrático”. Y después, el primer artículo dice “Chile es un Estado social y democrático de derecho, plurinacional, intercultural, regional y ecológico”. La Constitución podría haber sido eso, solo eso, y estamos.
¿No le parece problemática la plurinacionalidad?
No, porque creo que forma parte de unos procesos de conocimiento que tenemos pendiente antes de siquiera sacar conclusiones. Para poder vivir juntos, es fundamental que podamos sustituir la sospecha por el beneficio de la duda. Hay algo, probablemente en este mundo de las redes sociales y lo virtual, un mundo que ha perdido el contacto cara a cara o en el mundo de las noticias falsas, donde la primera reacción es la sospecha. Debemos cambiarlo. Nosotros con el proyecto mapuche lo primero que hicimos fue decir OK, aquí vamos a tener que desaprender lo que creíamos saber. En ese proceso de desaprendizaje, una de las cosas que todos nos acordábamos del colegio eran los parlamentos, una institución que desarrollaron los mapuche para relacionarse con otras naciones, con los otros. Hablamos con muchísima gente y una conversación que no se me olvida fue con Verónica Figueroa Huencho, que era académica de la Universidad de Chile y hoy es la Subsecretaria de Educación Superior. Verónica dijo es interesante lo de los parlamentos, pero tienen que saber una cosa: para llegar a un parlamento había una condición previa y que era un mínimo de simetría de conocimiento entre las partes. Y por eso duraban una cierta cantidad de tiempo.
He escuchado muchas veces a los mapuche decir sabemos de qué se trata Chile, pero los chilenos no tenemos idea de qué se tratan los mapuche. En la oficina entendimos que teníamos que pasar de un proyecto que tenía un tiempo a un proyecto de dos tiempos: necesitamos nivelar la cancha de conocimiento mutuo. Y no veo ninguna razón para que no nos volvamos a dar mutuamente el beneficio de la duda, entre ambos.
Aravena agrega: “Esta es una transformación que requiere la construcción de un relato que nos permita que unos sepamos de qué se tratan los otros. Me parece que hay una oportunidad de enriquecimiento enorme, que si hasta ahora yo he creído que el mundo se trataba de una cosa, en la medida que haya más visiones, uno sale enriquecido. La unidad en ese sentido me parece una cosa de pocas dimensiones, y la gracia es poder hacer coexistir varias dimensiones, incluso que a veces se empujen en direcciones opuestas. La historia de la humanidad y de la evolución es que mientras más diverso, mayor riqueza y mayor resistencia a la existencia. Por eso yo voy a votar Apruebo”.