Cuando tenía 7 años, Alejandro Jodorowsky lo llevó a su biblioteca. Cristóbal era un niño inseguro y sensible, que resintió haber vivido lejos de su padre los primeros años. Jodorowsky prendió incienso, le pidió que se arrodillara con las manos cruzadas sobre el vientre y se sentó frente a él. El padre respiró hondo y con la mirada fija en un punto lejano le dijo:

-No comienza, no termina. ¿Qué es?

El niño no supo qué decir. ¿Qué adivinanza era esa? Temió que si equivocaba su respuesta, perdería a su padre nuevamente.

-Va y viene -musitó.

-Eres astuto. Mereces que te cuente el sentido de los koans.

De esta forma, Alejandro Jodorowsky inició a su hijo Cristóbal en los acertijos zen. A los 13 años le planteó el koan más difícil.

-En un bosque hay un tigre feroz con un collar de diamantes. ¿Quién se lo puede quitar?

Cristóbal, el segundo hijo del cineasta, poeta y psicomago, tardó 30 años en encontrar la respuesta. “Hasta que llegó el día en que comprendí que ese collar simbolizaba el sufrimiento con el que mis padres, a pesar de ellos mismos, me habían encerrado en mis primeros años de vida”, escribió en su libro autobiográfico El collar del tigre.

Actor y creador del psicoteatro, Cristóbal Jodorowsky era el heredero natural del trabajo psicomágico de su padre. Fue su asistente por 20 años, creció mirándolo y mirándose en él, y trató de abrir su propio camino. El 15 de septiembre pasado murió en México, a los 57 años, producto de un paro cardíaco, según su hermano Brontis, provocado por su dependencia del alcohol.

“Noticia dolorosa para mí. Por motivo de duelo, mañana haré un día de silencio”, posteó Alejandro Jodorowsky en su cuenta de Twitter.

“Cuando yo era niño mi padre me dijo: ‘Los hombres no lloran’. Toda la vida he sentido la amargura de mis lágrimas no derramadas”, anotó días después.

A dos meses de la muerte de Cristóbal, Jodorowsky (1929) publica un nuevo libro, De la psicomagia al psicotrance, donde narra el origen de esta práctica desarrollada por él a partir del tarot y el psicoanálisis, que busca sanar traumas o bloqueos emocionales a través de actos de bordes surrealistas: la psicomagia, dice, busca enseñarle a la razón el lenguaje del inconsciente. El libro selecciona correspondencia de personas que atestiguan haber resuelto dificultades emocionales gracias a la psicomagia.

Cristóbal y Alejandro Jodorowsky.

Desde París, Jodorowsky habla del libro a través de Zoom, con el recuerdo de su hijo muy presente. Cristóbal es el segundo de sus hijos que muere: en 1995 Teo, el menor, murió producto de una sobredosis.

¿Cómo se procesa la muerte de un hijo?

Cristóbal murió hace pocos días, es mi segundo hijo que muere. No hay consuelo. Cuando mi primer hijo murió, tomé un avión y fui a ver a mi maestro zen, Ejo Takata, en México. Llegué arrastrándome. Me miró y me dijo: Duele. Todo en una palabra. Y yo comprendí: no hay consolación, no la hay. Eso lo dejo para mí, no me voy a poner a llorar aquí.

¿Cómo se retoma la vida después de una pérdida así?

Se continúa con la vida. Hay que aceptarlo. Con el tiempo, el dolor va disminuyendo, pero el amor va creciendo. Ayer empecé a tratar de hacer crecer el amor que tenía por él, la piedad que tenía por él, ver mis errores, sus errores. Estás pensando y es como una nube negra, tú la aceptas, la vives y sigues viviendo. Porque nuestra labor no es llorar a los muertos, sino vivir la vida, porque el muerto no lo sufre. El que sufre es uno. Quién sabe lo que hay después de la muerte. El muerto llegó al terreno del que todos los millones de habitantes del planeta somos ignorantes. No sabemos el gran misterio: qué es la vida y a dónde va la vida. No lo sabemos. Se me murió un hijo, lo acepto y no hablo de eso. Yo me lo guardo. El primer hijo que se me murió, la pena me duró 10 años.

Teo...

Teo, 24 años. 10 años me duró la pena. Ahora no sé cuánto me va a durar. No puedo aconsejar a las personas que tengan un difunto cerca. Pero puedo decir que hay una diferencia entre la muerte: que se muera un hijo es tremendo, que se muera un padre o una madre es normal, es la ley de la vida. Mi padre se murió, mi madre se murió. No se compara en nada, en mi caso, con la muerte de mis hijos.

Cristóbal era el heredero natural de su trabajo.

Era el ladrón de mi trabajo. Él iba a la escuela y de pronto me encontré que vino el director a decirme que no iba nunca, durante tres meses ya. Andaba robando bicicletas. Entonces el primer acto que hice fue crearle un acto de psicomagia para que no robara bicicletas. Donde veía bicicletas dejaba un papelito que decía: “Me pude robar esta bicicleta, pero no lo hice, rece por mí, es todo”. Así se liberó de las bicicletas. Entonces yo dije: “¿Qué hago, dónde lo pongo?”. Pues yo no soy maestro. Estoy ayudando, descubriendo artísticamente otras maneras de vivir, pero no soy maestro.

Axel Cristóbal Jodorowsky nació en Ciudad de México en 1965 de su relación con la actriz Valerie Trumblay. El cineasta chileno, quien creció en Tocopilla y se desarrolló artísticamente en el Santiago de los 50, admirando a Nicanor Parra, junto a Enrique Lihn, Jorge Edwards y Enrique Lafourcade, no estaba seguro de su paternidad. Se fue de casa, viajó a París y volvió tres años después.

Jodorowsky y su hijo Brontis en el El Topo.

La casa solían visitarla toda clase de artistas, chamanes, tarotistas y poetas. Leían el tarot, la Biblia y practicaban el budismo zen. Cristóbal creció en ese ambiente, entre ritos y ceremonias, y vivía sin la imposición de límites: recordaba una cena en que su padre le pidió a su hermano Teo subir a la mesa y orinar sobre la sopa, para terminar con los buenos modales. También, para darle autonomía, lo dejaron durmiendo con una cuidadora en un departamento, lejos de ellos. El padre leía a Freud y decía que la familia tenía que vivir con el inconsciente sobre la mesa. De modo que si Cristóbal se acercaba a su madre, Jodorowsky advertía:

-¡Ahí va el incesto!

“En su viaje hacia una nueva educación, mis padres tuvieron aciertos, pero también desatenciones que hicieron de mí un niño sensible, atormentado, víctima de depresiones, de neurosis de fracaso, y con la sensación de arrastrarse por la vida como un inmundo gusano”, escribió en su libro.

Cristóbal Jodorowsky en el filme de su padre Santa Sangre.

-Yo inicié a mi hijo en todas las cosas que estaba haciendo -dice Jodorowsky a través del Zoom-. Entonces él las aceptó, las desarrolló, las hizo suyas y después tuvo el problema de cómo superarme a mí. Fue un problema difícil, muy difícil, pero entre los dos lo logramos.

Durante su niñez, Cristóbal vio obsesivamente El topo, la película dirigida y protagonizada por su padre que le dio estatus de cineasta de culto. En ella Jodorowsky es un cowboy metafísico que busca la iluminación y abandona a su hijo con unos monjes. La película abunda en imágenes surrealistas y violentas, con animales muertos y mucha sangre. En un escena Jodorowsky cava un hoyo en el desierto y le dice a su hijo, interpretado por Brontis:

-Hoy cumples 7 años, ya eres un hombre, entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre.

“¡Esa película representaba mi propia historia!”, escribió Cristóbal. “Cuánto arrastré mi rabia al padre. O diría, más bien, mi amor contenido, porque en mi caso esa era la naturaleza de mi rabia. Me pasé años viendo a Alejandro como un feroz y gigante mamut que me devoraba hasta la sombra. Exactamente como él vivió al suyo. Pasaron décadas hasta que, como en el filme, pude incorporarlo como maestro y padre”.

En su libro él habla de los actos de psicomagia que hizo con usted.

Sí, él los cuenta...

Según su relato, fueron numerosos actos de psicomagia aplicada a sí mismo, desde dejar de usar su primer nombre, Axel, cavar y enterrarse en una tumba en un bosque, hasta pedirle a Alejandro que lo vistiera con pañales y lo acunara como un bebé. Pero aún así, no lograba quitarse la imagen de su padre como el gran toro de sus pesadillas.

Un día el padre le preguntó:

-¿Está en ti el deseo de matarme?

-Sí, quiero matar a ese Alejandro con toda el alma.

Cristóbal se dirigió entonces a un matadero en París. Consiguió un toro que iba a ser sacrificado. Se arrodilló y le agradeció su sacrificio. Ató la foto de su padre al cuello del animal, repasó mentalmente su historia y llorando le disparó con una pistola eléctrica. Luego, se comió sus criadillas.

-Al final, tres meses antes de su muerte, habíamos arreglado todo con él -dice ahora Jodorowsky.

El presente

“No estoy vendiendo nada, lo que hago es gratuito”, dice Jodorowsky sobre la psicomagia.

¿Qué le ha dado a usted la psicomagia?

Cuando comienzas a practicar la psicomagia empiezas a ver el mundo de otra manera. El mundo está lleno de milagros. Que tú y yo estemos hablando ahora es un milagro. Yo estoy aquí al descubierto. Antes me cubría con disfraces y con el tiempo me fui quitando los disfraces y uno va siendo lo que es. Yo hablo mis verdades, no tengo por qué mentir. Al llegar a mi edad, ya no se miente. Estoy con un pie en la tumba. Voy a tener 94 años, entonces me puedo morir incluso hablándote a ti. Y estoy preparado.

¿No siente temor?

No le temo, pero no lo quiero. Yo quiero vivir lo más que se pueda. Si yo puedo vivir 10 millones de años, yo viviría 10 millones de años, porque lo más bello que tenemos en la vida es estar vivo. Es increíble, es una maravilla. Estamos transformándonos segundo a segundo. Yo no soy el mismo que era cuando te empecé a hablar. En el centro del segundo está la eternidad y en el centro de un milímetro está el espacio entero que no termina ni muere. Imagínate, estamos vivos en medio de esta enormidad.

¿Ha pensado en algún rito que le gustaría en torno a su muerte?

No, no. No necesito ningún rito. ¿De qué me sirven? Cuando te mueres, te mueres. Mueres en medio del universo.

¿Tiene una intuición de qué ocurre después?

Ninguna. No hay apuro. Yo estoy en el presente, el pasado ya fue, el futuro aún no será. Lo único que hay es el presente.

Cineasta, escritor, autor de cómics, psicomago... ¿Cuál cree que será su legado?

Todas juntas. El hombre domesticado por nosotros vive en separaciones: el pasado, el futuro, el presente, el hombre, la mujer. Pero el ser esencial no tiene separaciones, todo es uno. Con el tiempo y la paciencia, la vida es bella. Hasta lo peor termina necesario. No hay nada innecesario en nuestro mundo. Las grandes catástrofes hay que sobrevivirlas, eso es lo primero, y después usarlas para seguir el camino que te indican que no debes seguir. Es una renovación y un cambio siempre.