Sólo unos pocos días transcurrieron desde que se conocieron los resultados de la primera vuelta del 21 de noviembre pasado, que dejaron al líder derechista del Partido Republicano en primer lugar con miras al balotaje, cuando la expresidenta Michelle Bachelet tomó una decisión personal.
Desde su casa en Ginebra, donde está radicada desde que asumió como secretaria de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, llamó por teléfono al diputado por Magallanes y entonces candidato presidencial de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, para ofrecerle toda la ayuda que necesitara para ganar la elección presidencial.
Al igual como lo había hecho casi un año antes, a fines de diciembre de 2020, cuando llamó a Paula Narváez, su excolaboradora y correligionaria en el PS, para avisarle que había firmado la carta de un grupo de mujeres socialistas, propiciando su precandidatura presidencial, Bachelet no tuvo dudas de que en esta ocasión debía jugársela por Boric.
Pese a algunas diferencias políticas y a las críticas que el Frente Amplio había manifestado respecto de sus dos administraciones, especialmente de lo que fue el gobierno de Bachelet 1, la exjefa de Estado, aseguran en su entorno más cercano, desde hace años veía con simpatía al joven parlamentario.
A lo menos en dos ocasiones, Bachelet y Boric habían almorzado juntos y habían tenido posibilidad de conversar sobre diferentes temas relacionados con la región más austral de Chile durante las giras que en su último mandato ella había realizado a Magallanes. “Eran almuerzos de grupos pequeños, no más de cuatro personas, y siempre hubo una relación de cordialidad y de mucho respeto entre ambos”, comenta una exasesora de Bachelet que estuvo presente en esos encuentros.
Por eso es que, incluso, antes de que Bachelet viajara a Chile a votar en la segunda vuelta y celebrar las fiestas de fin de año con su familia, el bacheletismo ya había iniciado los contactos con el comando de Boric para colaborar en lo que ellos requirieran, y facilitó el acercamiento que algunos miembros del entorno de la exmandataria, como el sociólogo Pedro Güell, la abogada y presidenta de la Fundación Horizonte Ciudadano, Paulina Vodanovic, y la periodista Haydée Rojas al equipo del entonces candidato y ahora presidente electo.
“Ante el riesgo de un retroceso en derechos sociales, derechos humanos y de género que representaba el avance en Chile de sectores de extrema derecha, Bachelet sentía que no podía quedarse al margen”, asegura una cercana colaboradora de la expresidenta a la que se le encomendó llevar adelante las gestiones con el equipo de Boric para materializar este apoyo.
En Chile, el bacheletismo había llegado a la misma conclusión. “No había tiempo que perder, había mucho desánimo en nuestra gente y había que impulsar para que nuestro mundo se plegara a apoyar a Boric”, señalan fuentes de la fundación al explicar las razones por las que el directorio que encabeza Paulina Vodanovic y que integran Ana Lya Uriarte, Claudio Castillo y Xavier Altamirano, decidiera adelantarse a la exmandataria, sacando una declaración poco después de la primera vuelta, en respaldo al abanderado de Apruebo Dignidad.
Las conversaciones a nombre de Bachelet fueron directamente con el abanderado de Apruebo Dignidad, pero también con el diputado Giorgio Jackson y la extimonel del Colegio Médico, Izkia Siches, quien para entonces ya se había incorporado a la campaña.
Lo que no estaba previsto es que todo sucediera tan rápido, a las pocas horas de que la expresidenta llegara a Chile.
“Ellos son muy informales, poco protocolares, lo mismo que Bachelet. Así que cuando les dijimos que esperábamos vernos prontos, nos dijeron que podía ser esa misma noche (del domingo 12 de diciembre) y aunque la presidenta venía muy cansada, porque no duerme en los vuelos y venía con cuatro horas más en el cuerpo, cuando le dijimos, nos respondió altiro: ‘ya po, veámonos hoy’”, relata la persona que llevó adelante las gestiones a condición de mantener en reserva su nombre.
No hubo tiempo para preparar la escena, aseguran en el entorno de Bachelet, ni para sacar cuentas sobre cómo se le podía sacar más o menos provecho a la cita.
Ese domingo 12, cerca de las 21 horas, Boric llegó completamente solo a la casa de Bachelet. Ella estaba acompañada de una colaboradora -quien tomaría la foto que, al día siguiente, Bachelet autorizaría difundir en redes sociales y que generó enorme impacto-, pero que, más allá de ser testigo privilegiado del encuentro, no intervino en la larga conversación que Bachelet y Boric sostuvieron a solas por más de tres horas.
“Fue una muy buena conversa, hablaron muy de tú a tú, se rieron varias veces juntos, hablaron de todos los temas, de la democracia y de lo que venía por delante. Boric pregunta mucho y escucha mucho, y Bachelet contaba sus experiencias sin ánimo de dar lecciones, sino de igual a igual. Fue una conversación muy cordial y productiva”, señalan cercanos a Bachelet como al actual mandatario electo.
Para Bachelet, el triunfo de Boric representa en cierta medida la posibilidad de ver cumplidos muchos de los proyectos y avances en derechos sociales que intentó llevar adelante en su segundo gobierno. “En el fondo, ella no cree que sea una continuidad, pero su gestión y su proyecto de país habían quedado tan desacreditados, que está feliz de que este nuevo gobierno pueda seguir adelante”, aseguran en el entorno de la exjefa de Estado.
Algo de eso quedó reflejado en el mensaje de video que grabó el martes 14 de diciembre, en el que llamaba a votar por Boric, y que tuvo más de un millón de visualizaciones solo en Twitter.
Según excolaboradores de Bachelet, ella era consciente de que con esos gestos estaba actuando al borde de lo permitido a los funcionarios de la ONU, y algunos, incluso, manifiestan sus dudas de si hubiera hecho exactamente lo mismo y de la misma manera en caso de que hubiese sido Yasna Provoste la carta de la oposición al balotaje.
En el fondo, aseguran en el círculo de Bachelet, ella los ve como una suerte de sucesores naturales. A eso, agregan las fuentes, apuntaba en junio de 2017, cuando en una entrevista se refirió a los jóvenes dirigentes del Frente Amplio como “los hijos de”. Una frase que incomodó entonces a los frenteamplistas, que resintieron las palabras de la aún jefa de gobierno, como un ninguneo a su falta de calle y por el hecho de que muchos de ellos provenían de familias concertacionistas y de la elite política.
Entre 2010 y 2012, algunos de quienes fundarían el Partido Revolución Democrática (RD) se cobijaron al alero de la Fundación Dialoga, la entidad que creó Bachelet al término de su primer mandato. Miguel Crispi, Sebastián Depolo y Nicolás Valenzuela fueron algunos de los que llegaron a hacerse cargo de la coordinación del área de jóvenes y del trabajo de formación de jóvenes dirigentes.
Y no pocos reconocen en Bachelet y su entorno un apoyo clave para que los partidos de la Concertación aceptaran privilegiar la candidatura de Giorgio Jackson en el emblemático distrito 10.
En privado, algunos de los dirigentes de RD que trabajaron en Dialoga, reconocen que la idea de Bachelet no era que se formaran partidos nuevos y que, por lo mismo, generó molestia en el equipo de la fundación y del círculo de la expresidenta, cuando ellos decidieron crear un movimiento político aparte.
Lo anterior no fue obstáculo para que, en 2018, varias decenas de militantes de RD ingresaran al gobierno de Bachelet 2, como cuadros técnicos y de asesorías, principalmente en Educación, pero también en otras carteras, bajo el lema de “colaboración crítica”, algo muy similar a lo que ahora plantean hacer algunos partidos de centroizquierda, de apoyar la gestión del gobierno de Boric sin ser parte de su coalición.
Por entonces no existía el Frente Amplio y la gente de RD no tenía que dar explicaciones a los que serían más adelante sus socios políticos y que tenían posiciones aún más críticas respecto de lo que habían sido los gobiernos de la Concertación. Aun así, la convivencia con el mundo de la ex Concertación se hizo insostenible.
El hito que marcaría el quiebre definitivo y la salida de los jóvenes RD sería la llegada del DC Jorge Burgos al Ministerio del Interior y el freno que se impuso al programa reformista de Bachelet 2, que se hizo patente en el eslogan de “Realismo sin renuncia”, lo que agilizó las tratativas de algunas fuerzas de izquierda por dar vida al Frente Amplio y disputar los espacios de poder a los partidos de la ex Concertación.
“Muchos en la ex Concertación se molestaron con ellos, sentían que se habían aprovechado del gobierno, que les habían quitado cupos para tener un aprendizaje en el aparato del Estado. Pero no Bachelet. Ella tenía problemas mayores por entonces y su enojo tenía que ver más con algunos sectores de su propia coalición que con las actitudes del naciente Frente Amplio”, afirman cercanos a la exmandataria.
No hubo rencores, aseguran, algo que se notó ahora en la forma en que Bachelet y su entorno más cercano decidieron jugársela por Boric.