Boris Johnson: El premier que quiso dejar un legado, pero salió humillado
Pese a los escándalos, el gobernante británico se aferraba al poder. Hasta el jueves, cuando no pudo más ante las presiones y renunció al liderazgo del Partido Conservador, sepultando así su sueño de ser como Churchill, su ídolo.
Cuando Boris Johnson llegó hasta el 10 de Downing Street, en julio de 2019, quería ser como su ídolo, el exprimer ministro Winston Churchill: un líder que condujo a Reino Unido durante una época de crisis gracias a sus habilidades políticas. Sin embargo, los casi tres años en los que Johnson estuvo al frente del gobierno británico estuvieron marcados por escándalos, denuncias de falta de ética, encubrimientos y de bufonadas de las que siempre salía inmune. Hasta el jueves, cuando terminó cediendo a las presiones y anunció su dimisión.
“Luego de toda una vida de superar, con jactancias y encubrimientos, un escándalo tras otro con la fuerza de sus prodigiosas habilidades políticas -una potente mezcla de encanto, astucia, crueldad, arrogancia, destreza de orador y fanfarronadas despeinadas al estilo Wodehouse-, Boris Johnson ha llegado a su final. Parece que, después de todo, las leyes de la gravedad también lo afectan”, escribió la periodista Sarah Lyall en el diario The New YorkTimes.
Así, su derrumbe y humillante salida respondió a una crisis que él mismo creó, cuando una serie de denuncias de faltas éticas hicieron que su partido le diera la espalda. Johnson renunció el jueves al hacerse insostenible su posición ante las críticas de sus correligionarios. El anuncio se produjo luego de meses de escándalos, en los que el premier fue multado por la policía y criticado por permitir fiestas en su despacho mientras el país sobrellevaba estrictos confinamientos ordenados por su propio gobierno durante la pandemia.
Johnson exhortó a su partido a que “mirara hacia adelante” y se enfocara en resolver los problemas económicos del país y en lidiar con la invasión rusa de Ucrania. Esto pese a que el creciente descontento se hizo patente cuando la colectividad tuvo dos duras derrotas en elecciones parciales el mes pasado.
La gota que rebasó el vaso llegó con la decisión del primer ministro de ascender a un parlamentario, Chris Pincher, a un alto cargo en el gobierno, a pesar de conocer -y negarlo en un comienzo- una denuncia formal sobre que habría acosado sexualmente a dos hombres durante un evento en un club privado. “La serie de falsedades sobre lo que Johnson sabía de Pincher cristalizó para sus críticos todos sus defectos: su desprecio por la verdad, los estándares o la reputación de sus colegas, junto con su indulgencia por lo sórdido y su capacidad para el error no forzado”, indicó el editor político del diario The Times, Francis Elliot.
Si bien quizás no fue la revelación más polémica en los anales de los escándalos de Westminster, dice la agencia Bloomberg, se sumó al sentido acumulativo de un primer ministro que hizo alarde de su desprecio por las reglas. Se vio agravado por el hecho de que los ministros subalternos y diputados fueron alimentados con información errónea para repetir ante las cámaras, convirtiéndolos en cómplices de la falsedad.
“Si el bien que hizo Johnson en su vida pública es ser enterrado con sus huesos, el ataúd será lo suficientemente ligero. Pero el mal pesará mucho en las próximas décadas”, escribió el periodista Fintan O’Toole en el diario The Guardian.
Una carrera llena de controversias
La elección de Johnson como líder de los conservadores y primer ministro en julio de 2019 coronó una carrera llena de altibajos. Había ocupado cargos importantes y también lo habían hecho a un lado durante períodos por sus falencias.
Muchos lo consideraron un peso liviano, sin la seriedad necesaria para ser un líder nacional. Él mismo alimentó esa imagen, presentándose como un populista desaliñado, que soltaba frases en latín, con una melena rubia rebelde, que no se tomaba a sí mismo muy en serio. En una ocasión dijo que tenía tantas posibilidades de ser primer ministro como de encontrar a Elvis en Marte.
El biógrafo afín Andrew Gimson, autor de Boris: The Rise of Boris Johnson, lo describió como “el hombre que desafía al establishment y le gana”. Para el exparlamentario Rory Stewart, que disputó con Johnson la dirección del Partido Conservador en 2019, en cambio, “es probablemente el mejor mentiroso que hemos tenido como primer ministro”.
Sin embargo, el legado de Johnson no se limitará a los escándalos y a sus frases fuera de lugar. Su mandato coincidió con grandes desafíos. Algunos, como la pandemia de Covid-19 y el estallido de la guerra en Europa, en los que él no tuvo responsabilidad. Pero la salida de Reino Unido de la Unión Europea tiene su propio sello.
“Por supuesto, el Brexit no es la razón por la que Johnson ha dimitido ahora, o por la que su gabinete se derrumbó, o por la que su popularidad se desplomó. Pero es una pieza esencial de la historia de fondo. Si la política británica fuera una novela de Faulkner, el Brexit sería la tragedia de hace mucho tiempo que persigue a todos los personajes principales, incluso si no hubieran nacido cuando sucedió”, escribió la periodista estadounidense Anne Applebaum.
“¿Por qué una historia sobre una alegre reunión con alcohol que realizó su gabinete durante el encierro de Covid le hizo tanto daño a Johnson? En parte porque ya era sospechoso de deshonestidad sobre el Brexit, y el escándalo de la fiesta reconfirmó la imagen de él como mentiroso. ¿Por qué sus colegas conservadores finalmente decidieron no destituirlo como primer ministro cuando votaron a su favor el mes pasado en la moción de confianza? En parte porque Johnson está tan asociado con el Brexit que rechazarlo parecía un rechazo al Brexit, la política que el partido aún considera su mayor logro”, añadió la ganadora del Pulitzer.
En un ensayo para el sitio The Conversation, Stefan Stern, profesor invitado de prácticas de gestión de la Universidad de Londres, sostiene que Johnson nunca demostró su responsabilidad del cargo. “Si tienes una responsabilidad, llevas una marca. La gente puede ver que usted es responsable. Esto no es lo que está haciendo el primer ministro. Él asume la responsabilidad y luego inmediatamente se retracta de ella”, indicó.
“Importa cómo se comporta un primer ministro, por la democracia, por los estándares en la vida pública, por nuestro propio bienestar general. El líder de una nación da ejemplo y marca la pauta. Pero, para Johnson, el liderazgo con demasiada frecuencia significa ‘salir con la suya’ hasta que lleguen los periódicos del día siguiente, cuando el ciclo de engaño, desvío y negación comienza de nuevo. Es un espectáculo lastimoso y dañino que nos hace daño a todos. A Johnson no parece importarle ni apreciar por qué debería importarle”, agregó Stern.
Quienes conocen a Johnson señalan que ninguna de sus polémicas y engaños deberían sorprender, ya que recuerdan a su época como periodista, momentos en los que siempre flirteó con las controversias. En 1989 trabajaba como periodista en el diario The Daily Telegraph cuando fue enviado como corresponsal a Bruselas para cubrir la Comunidad Económica Europea. El joven de 24 años conocía la ciudad al revés y al derecho, ya que su padre había trabajado en la Comisión Europea poco después de que Reino Unido ingresara al bloque en 1973, cuenta la revista The New Yorker.
Seis meses después de trabajar en la capital belga, comenzó a describir a la comunidad como “burocráticamente loca”. Sus reportes causaron sensación e incluso era el comentarista político favorito de Margaret Thatcher, el abanderado de un nuevo tipo de tory, un conservador irreverente y moderno que pronto lanzaría el cohete de su carrera política, según el diario The Independent.
Él mismo reconoció que contaba relatos ficticios de la vida en Bruselas a sus editores en The Daily Telegraph. “Descubrí que estaba arrojando estas rocas sobre la pared del jardín y escuché este increíble estruendo del invernadero de al lado en Inglaterra, ya que todo lo que escribí desde Bruselas estaba teniendo un efecto sorprendente y explosivo en el partido tory, y realmente me dio una, supongo, bastante extraña sensación de poder”, dijo al documentalista Michael Cockerell.
El primer gran logro electoral de Johnson fue convertirse en alcalde de Londres en 2008, desbancando al titular laborista Ken Livingstone. Cimentó su imagen como un “político de Heineken”, según el diario Financial Times, que podía llegar a partes del país que otros conservadores no podían. Johnson no cabía en sí cuando presidió los Juegos Olímpicos de 2012; también reclamó el éxito en la reducción de los delitos violentos en la capital británica.
Dos años después, en 2014, Johnson publicó una biografía sobre el exprimer ministro Winston Churchill, “que parecía un ejercicio de proyección”, agrega el periódico. “Cuando llegó a su fin su segundo mandato como alcalde, los aliados del entonces primer ministro David Cameron estaban preparados para que Johnson sacudiera la política nacional. Eso sucedió debidamente en febrero de 2016, cuando optó por respaldar la campaña para salir de la UE, desafiando al gobierno de Cameron”, añadió el diario.
“El humor era fundamental, no tanto para entretener como para señalar que el actor era diferente de todos los demás políticos. Ese fue el truco de Johnson durante años: el cabello desordenado, la camisa desabrochada, el comentario aparentemente improvisado, aunque por lo general meticulosamente elaborado. En su caso, es casi seguro que comenzó como una estrategia para llamar la atención, una forma de sobresalir entre la multitud, ya sea en Eton, convirtiendo su falta por no aprender sus líneas para una producción escolar de Ricardo II en una comedia de bufonadas, o cuando buscaba el puesto más importante en la Unión de Oxford”, lo retrató el diario The Guardian.
Pero la fórmula para el político, que llegó al poder en 2019 con la mayoría conservadora más rotunda desde la de Margaret Thatcher en 1987, se agotó. “Me siento humillado. He aprendido la lección”, recitó un Boris Johnson solemne en mayo tras el informe oficial condenatorio por las fiestas ilegales en Downing Street. La misma residencia que dejará en septiembre, cuando se haga efectiva su dimisión al cargo.
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