El domingo se apagó la Llama Panamericana. Fue el cierre de 17 días en que los chilenos nos reencontramos con lo mejor de nosotros. En que recordamos que podemos hacer las cosas bien, unidos, con auténtico sentido patriótico. Ese que, como decíamos el pasado domingo en estas páginas, celebra la Patria desde la diversidad de las múltiples formas en que todos nosotros somos chilenos.
Apenas se había apagado esa llama de unidad, cuando se encendió una de división.
De las 79 formas de ser chileno, esas que reflejan la diversidad de historias que nos enorgullecieron con sus medallas, pasamos a una forma única de ser chileno. La de los “verdaderos chilenos”.
El martes la presidenta del Consejo Constitucional, Beatriz Hevia, encabezó la ceremonia de entrega del proyecto. Y comenzó citando un texto publicado en 1831 por el diario La Bandera Tricolor, al saludar la apertura de la “Gran Convención Constituyente”.
“Ya llegó el día suspirado en que van a realizarse las esperanzas de los verdaderos chilenos, de esos chilenos honrados y pacíficos que miran con toda la sinceridad de su corazón por el bienestar de sus conciudadanos”, citó Hevia.
Y luego agregó su propio comentario. “Estas reflexiones de hace 200 años me han hecho mucho sentido, ya que siguen más vigentes que nunca”. Y, para que no quedaran dudas, repitió el concepto. “Los verdaderos chilenos, los chilenos honrados y pacíficos, los de trabajo, anhelan con esperanza, quizás sin saberlo, que se cierre este proceso constitucional”.
Es un discurso extraordinario, en muchos sentidos.
Partiendo por la ocasión. La reiterada referencia a los “verdaderos chilenos” no es una frase improvisada, ni un desliz al calor de una asamblea partidista. Es un discurso institucional en una ceremonia solemne. Hevia hablaba como la presidenta de un órgano que representa a todos los chilenos, y que entregaba un proyecto de Constitución que debería aspirar a ser un punto de encuentro para personas de distintas ideologías por las próximas generaciones.
Y, sin embargo, Hevia consideró adecuado dirigirse, no a todos los chilenos, sino solo a los “verdaderos”. Un eco de los tiempos más polarizados de nuestra historia, aquellos en que, por ejemplo, Salvador Allende decía que “no soy el Presidente de todos los chilenos”.
Una división que agudizó la dictadura. En “El discurso público de Pinochet, un análisis semiológico”, Giselle Munizaga destaca que “los chilenos sólo son chilenos/patriotas, es decir, “verdaderos chilenos” cuando adhieren al proyecto nacional del actual gobierno. Los demás, son categorizados como “no-chilenos” o “malos chilenos”.
¿Cómo se determinó quiénes eran los “verdaderos chilenos” y quiénes no, en esas reflexiones de 1831 que “hacen tanto sentido” a Hevia? Por la fuerza.
La Constitución de 1828 y la elección de Francisco Antonio Pinto como presidente habían consolidado el dominio liberal en la joven República. Los conservadores se alzaron en armas contra el gobierno y triunfaron en la Batalla de Lircay, el 17 de abril de 1830. La represión contra los vencidos fue brutal. Guillermo Tupper, héroe de la Independencia, fue capturado y despedazado a sablazos por las tropas del general triunfante, José Joaquín Prieto. La misma suerte corrió el oficial de Marina Roberto Bell.
En los meses siguientes, Prieto se convirtió en Presidente de la República, con Diego Portales como su todopoderoso ministro.
La Constitución de 1828 preveía que solo podía ser reformada en 1836. Pero Portales hizo honor a su famosa frase sobre que “a esa señora que llaman la Constitución, hay que violarla cuando las circunstancias son extremas”. El gobierno convocó a la “Gran Convención Constituyente” para reemplazarla.
En ella, como celebraba La Bandera Tricolor, solo habría “verdaderos chilenos”: los conservadores triunfadores en Lircay. Los “falsos chilenos”, los derrotados, habían sido ejecutados, degradados del Ejército, encarcelados, exiliados o apartados de la vida pública. El líder vencido en Lircay, Ramón Freire, también héroe de la Independencia, fue desterrado a Juan Fernández.
El proceso de 2023 es muy distinto. Aquí no hubo ninguna guerra. El Consejo Constitucional fue elegido democráticamente. Los votos, y no las armas, determinaron la primacía de las fuerzas conservadoras en él, y el proyecto será aprobado o rechazado mediante plebiscito.
Pero la fuerza política dominante parece empecinada en dividir Chile entre verdaderos y falsos, buenos y malos, vencedores y vencidos.
Ya en el proceso anterior, el vocero del Rechazo Francisco Orrego decía que “Chile es un país de gente linda, de gente buena”, por la aprobación de un proyecto de ley que él apoyaba, pero advertía que “lamentablemente, en Chile también hay gente mala”, que había votado de otra manera, y que “son una vergüenza y una ofensa”.
Esa mirada maniquea se ha repetido en este proceso. Al discutir sobre aborto, una consejera republicana dijo que “la bancada republicana elige la vida mientras ustedes eligen la muerte”. Una consejera de RN cerró su discurso final señalando que “cuando un comunista habla, miente; y que, cuando tiene poder, roba y persigue a los que no piensan como ellos”.
Comienza una campaña que amenaza con dividirnos nuevamente en bandos enemigos, y no hay que pisar ese palito.
Porque, para responder la pregunta del título: sí, usted es un verdadero chileno. No importa si votó Apruebo o Rechazo, si va por el A Favor o el En Contra. Y también lo es su familiar, su vecino, su colega, que piensa distinto a usted.
Usted es un verdadero chileno. Que no lo convenzan de lo contrario.