El exconvencional Stingo, en su única “autocrítica” conocida tras la debacle del 4S, dijo que la culpa era del gobierno. “Privilegiaron gobernar su período dejando de lado la opción de mostrar la iniciativa de cambio más grande de la historia de Chile”. Baradit, por su parte, hizo su “aporte” a través de un libro exprés, habida cuenta de que -de seguro- eso es lo que a la gente más le importa saber ahora: las minucias internas. Un “hit” de su reciente obra ha sido su descripción de la fiesta en Concepción, en la gira a regiones.
“Al día siguiente, cuando estaba ingresando al ex Congreso, me encuentro con uno de los chiquillos, militante y miembro del Colectivo Socialista, quien me dio las gracias y me dijo que ya estaba más tranquilo, porque lo de su fiesta en el Petra (hotel) había logrado pasar piola”, escribió, explicando que la fiesta sí había ocurrido y que el sujeto en cuestión había nadado en la noche, sin permiso.
Inmunes ambos a que el 62% de Rechazo tiene una cuota importante de rechazo a su falta de sustancia, de respeto republicano, de preparación, de responsabilidad, a sus actitudes performáticas que llevaron a un texto en que normas controversiales y divisivas hicieron que lo bueno que tenía -en medioambiente, paridad de género, estado social y democrático de derecho, sobre todo- fuera desahuciado por arrolladora mayoría. Actitudes y decisiones que, desgraciadamente, no terminaron su daño el 4 de septiembre: como mancha de petróleo se siguen expandiendo y dándoles municiones a quienes no quieren la continuación del proceso constitucional, y que los emplean como ejemplo de que no solo quedó rechazado el texto, sino también el proceso y el mecanismo participativo y democrático de darnos una nueva Constitución. Quieren aprovechar de resucitar la Constitución del 80, como si el 62% también hubiera proscrito automáticamente el 78% que quería una nueva Constitución, y una redactada por un órgano especialmente designado y electo para aquello.
Nadie sabe para quién trabaja, pero ellos trabajan hoy para Republicanos y sus fuerzas afines. De hecho, el diputado republicano Luis Fernando Sánchez criticó con esos mismos argumentos a los partidos de Chile Vamos por sumarse a los diálogos sobre un nuevo proceso constitucional.
“Estamos volviendo a lo mismo, a lo que ya fue rechazado. Les estamos dando una segunda oportunidad a los Stingo, a los Baradit, a los Rojas Vade, que son los principales damnificados por la ciudadanía por el fracaso de la Convención”, señaló.
Desde Republicanos nunca creyeron en el proceso -ni en el acuerdo del 15N- y “aportaron” al proceso convencionales que compitieron de igual a igual en estridencia, polarización y desplantes. Y hoy están luchando por utilizar el 62% -a pesar de que no aparecieron casi nunca en la campaña- en su lucha por la hegemonía interna del sector. Polarizar, atacar, hablar de “ellos y nosotros” para sepultar el proceso constitucional, perder esta oportunidad de una Constitución que sea un pacto social que sane heridas, transitar hacia un Estado de bienestar y que aquello sea aprobado por una mayoría amplia que permita una imprescindible mayor gobernabilidad y estabilidad en los años venideros.
Esta es la hora de recuperar lo que nos une para darle cauce a lo que viene.
Restaurar el sentido de lo común, como dijo el filósofo Eric Sadin a La Tercera, hace dos semanas, es lo único que queda en tiempos inciertos como este. La incertidumbre se potencia con la desesperanza, o con las expectativas irreales acerca de lo que un proceso -o una persona, o una institución- puede hacer de un día para otro.
“Los gobiernos heredan hoy una situación que los supera… Ya no creemos en valores que se transmiten históricamente. Ya no hay pertenencia, ya no hay confianza. Lo que se necesita es tener un proyecto común, establecer mecanismos de solidaridad”, dijo Sadin.
El 18, nuestra fiesta común, es una oportunidad para ello. Con su particular cadencia y el optimismo de la anticipación primaveral, puede ser un momento que ayude a marginar voces polarizantes y divisorias, para buscar un marco, por chico que sea, donde haya cierta posibilidad de pensar colectivamente y con responsabilidad, y de apoyar a quienes están en ese carril, de todos los sectores. Acaso la división en lo que viene no será solo de coaliciones, sensibilidades, sino de con cuánta responsabilidad se actúa. Con cuánta visión de Estado y de futuro.
A no cegarse. Las actitudes y conductas reprochables en política no se potencian dándole curso a una nueva Constitución escrita democrática y legítimamente, sino justamente negándose a aquello. Lo que se rechazó el 4 fue el texto, no en anhelo constitucional ni lo democrático del mecanismo para llegar a aquello.