Pandora, dice el mito, abrió la caja de la que salieron todos los males.
Los Pandora Papers revelados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (con dos medios chilenos: Ciper y LaBot) son acaso más espejo que caja. Uno donde aparecen reflejados muchos males actuales y globales: partiendo por la desigualdad y terminando con los efectos tóxicos de dirigentes irresponsables.
Primero, esta Pandora muestra las profundas desigualdades entre las y los ciudadanos de a pie y el 0,1% de ricos del mundo entero. Mientras los primeros hacen todo tipo de esfuerzos y “bicicletas” para llegar a fin de mes, los privilegiados tienen aviones y todo tipo de herramientas para proteger o esconder sus patrimonios, y hacer negocios en paraísos fiscales caribeños donde pueden pagar menos o ningún impuesto. Del IVA y de Impuestos Internos nadie se salva en Chile. Pero los que tienen más -y deben contribuir más- pueden elegir, dentro del marco de la ley, cuándo, cómo -y si- los pagan. ¿Cómo no se les ocurre que pagar sus impuestos en su país, como corresponde, es un requisito básico para luego exigir al resto un apego no sólo al cumplimiento del deber, sino a la posibilidad del bien común?
Segundo, el caso del Presidente Piñera en Pandora tiene que ver con el mayor desafío de nuestra época, como es evitar o mitigar los estragos del cambio climático. El proyecto Dominga ha sido ampliamente resistido justamente por eso. Pero persiste en carrera, y quienes lo apoyan plantean que dará trabajo y que hay dos ejes en disputa: o crecimiento económico o protección ambiental. O trabajos o pingüinos. Pero es una falsa dicotomía, tal como lo ha establecido claramente la artífice del acuerdo de París, Cristiana Figueres: hoy las malas inversiones en términos económicos son justamente las que no son ambientalmente responsables.
Tercero, Pandora muestra un grosero doble estándar. Algunos líderes allí nombrados habían condenado públicamente los paraísos fiscales (incluido el Presidente Piñera), quien también se quiso mostrar como héroe ambiental cuando a través de un telefonazo bajó el proyecto Barrancones, sin especificar que su familia tenía propiedad en Dominga.
Muy relacionado con aquello, el espejo de Pandora expone los daños de liderazgos irresponsables que niegan los conflictos de interés. En el caso chileno, la temeraria tercera cláusula de la venta de Dominga de los Piñera Morel a Carlos Alberto Délano, que subordina el último pago a que no se declarara el lugar como protegido, decisión que recaía en el gobierno de Piñera. ¿Cómo no vieron -él, sus mandatados, su familia- el evidente conflicto de interés que implica que un negocio de sus hijos se favorezca o no por una decisión suya o de sus subordinados? Es un tipo de ceguera selectiva peligrosa, y reiterada en un Presidente que ha tenido conocidas y notorias dificultades para separar negocios y política.
“Todo es legal”, han dicho algunos de los aludidos en estos papeles. Lo mismo dijo el Presidente Piñera, agregando que, además, sería “cosa juzgada” en el caso Exalmar. Pero la fiscalía ya dijo otra cosa e inició una investigación penal para determinar si el Mandatario realizó gestiones dentro de sus labores como funcionario público que podrían haber influido en la tercera cláusula del contrato en cuestión. El contrato suscrito en las Islas Vírgenes Británicas no estaba incorporado en la investigación anterior; es un antecedente nuevo, a pesar de lo dicho por el Presidente y sus ministros.
Es de una irresponsabilidad grave no haber dimensionado -ni antes, ni durante, ni después- el daño que estas acciones hacen a Chile. Especialmente al proceso de intento de sanación y reparación del nuevo ciclo en Chile. Ahora, además, todo girará en torno a la acusación constitucional y al caso penal contra el Presidente.
Y a mes y medio de la elección presidencial, ¿qué sentido tiene destituir a un Presidente a pocos meses de dejar el cargo? Especialmente por el nivel de ruido e inestabilidad que agrega a un momento que ya es incierto política y económicamente. Sacarlo antes de su mandato generará más zozobra y ruido, e inaugurará un camino que -cual caja de Pandora- se abre y no se cierra más, como es que los presidentes no terminen su mandato. Pero la sensación de impunidad que el espejo de Pandora deja es tan grande, que se potencian esos caminos más radicales. Tal como ha pasado con el Presidente Piñera muchas otras veces, justamente por decisiones suyas carentes de reflexión, criterio y responsabilidad.
Piñera juega al borde: por algo lo han definido tantas veces como un gran apostador. Pero así como el riesgo de sus apuestas en los negocios le atañen solo a él, en tanto Presidente nos lo ha traspasado a todos, llevando al país al borde también.
Eso nunca lo entendió. Y Pandora lo muestra con claridad, por si a alguien le quedaba alguna duda.