Lo de los 50 millones en peluches ya lo sabíamos. También conocíamos el estilo alcaldicio de Cathy Barriga, salpicado de frivolidades como esa, así como su manejo en redes sociales propio de la farándula de la que proviene, y el profuso culto a la personalidad que caracterizó su mandato en Maipú, entre 2016 y 2021 .
Conocíamos las acusaciones contra ella por miles de millones, detectadas por el alcalde actual, Tomás Vodanovic, y por la Contraloría. Pero esta semana, en que fue formalizada por delitos reiterados de fraude al Fisco y falsificación de instrumento público, supimos muchas cosas más.
Supimos, por ejemplo, la presunta injerencia que tenía en la administración el diputado UDI y esposo de Barriga, Joaquín Lavín León.
Supimos, por ejemplo, que la alcaldesa Barriga compró con plata fiscal mil resplandecientes collares Swarovski, por 17 millones de pesos, para regalarlos a su antojo (uno fue para Marlen Olivari, vaya prioridad municipal).
Supimos, por ejemplo, que la acusan de que habría abofeteado a una asesora, la que no presentó una denuncia laboral, fue enviada a un psiquiatra pagado por la administración municipal, firmó un acuerdo de confidencialidad y fue cambiada a otra área, según aseveró la fiscal Lorena Parra.
Supimos de una colaboradora suya dando instrucciones a funcionarios para difamar en redes sociales a un concejal. “Hagámonos todos un Twitter falso (...). Inventen. Curado, drogado, mentiroso (...), te comí a tu secretaria. La guerra sucia nomás”, reveló un audio.
Y supimos muchas cosas más.
La fiscal Constanza Encina desplegó los antecedentes recabados por más de tres años y apuntó a Barriga como quien “dirigía una empresa piramidal”. Aseguró que se modificaron certificados de disponibilidad presupuestaria, que se falsificaron estados financieros del municipio y que se realizaron una serie de compras y adquisiciones improcedentes, como consigna La Tercera.
Según la Fiscalía, esto equivale a 55 “Democracias vivas”. Un monto sin precedentes. El juez Hugo Salgado dijo que “independiente de todo lo que se requiere investigar, hay antecedentes de que sí existe el delito de fraude en esta etapa preliminar, y antecedentes de la participación de la imputada en estos”.
Y ¿qué dice Chile Vamos sobre su otrora icónica alcaldesa?
Poco o nada.
Mientras se dan festines con cualquiera de los pasos en falso del gobierno en materia de transparencia o probidad, como corresponde a su rol opositor, miran para el techo con los suyos. ¿No importa la falta de probidad, el grosero mal gasto (y gusto) de recursos públicos? ¿Serán menos suntuarios los gastos en collares si son para ayudar a los “de uno”?
Cathy Barriga -independiente pero electa por la UDI- fue (¿es?) emblemática en la derecha, promovida como una persona meritocrática, que no provenía de ninguna aristocracia política, que se había forjado su propio camino, primero en la televisión, luego construyendo capital político sobre esa popularidad. Se la apoyó antes, y durante, en su particular y farandulizado modo de ser alcaldesa.
Y frente a estas graves acusaciones han dicho que esperarán que termine el juicio. El diputado UDI Guillermo Ramírez pidió que “dejemos que la justicia haga su pega, no hay espacio para especulaciones”. El senador Durana dijo que “el partido debe actuar con mucho respeto, primero en la presunción de inocencia y en la defensa que presentará Cathy Barriga en la formalización de cargos”.
Senador, diputado: claro que existe la presunción de inocencia en Chile. Pero Barriga fue formalizada, después de tres años de acumulación robusta de evidencia por parte de la Fiscalía, y el juez ha sido claro en su apreciación de aquel trabajo. ¿No basta para dar una opinión al menos? Además, si es por eso, en el caso de Daniel Andrade y compañía, el juicio también está en curso, y aquello no ha impedido que se pronuncien ellos -y también el oficialismo- sobre la gravedad de lo sucedido, lo reprochable de su conducta, así como acerca de su impresentable defensa (dijo que es un preso político: plop).
Barriga no llegó así de lejos en su defensa, pero le echó la culpa a la prensa.
“Lo que ha salido en los medios de comunicación en las mañanas son descalificaciones, son burlas. Y la verdad es que yo estoy en un momento que es serio y que no lo han cubierto de la manera que se tiene que cubrir”, sostuvo.
La probidad -y su prima hermana, la transparencia, que previene la corrupción- se fortalece cuando hay estándares básicos compartidos. Cuando la falta de probidad se usa como herramienta para atacar al oponente, mientras se mira para el techo con los del propio sector, se perjudica seriamente el combate a las malas prácticas y a la corrupción.
No se puede barrer bajo la alfombra tanta evidencia.
Tantos peluches.
Menos aún, tantos brillantes collares Swarovski.