Más cuidado que hijo único: así se ha descrito el nuevo proceso constitucional. Con una arquitectura basada en 12 principios, tres órganos -24 miembros de Comisión Experta, 12 árbitros, 50 consejero/as-, y con complejas reglas de interacción entre sí.

Enredado y cuidado, y sin desatar grandes pasiones, el proceso va avanzando. Y eso es positivo, pues es difícil exagerar la importancia de dejar atrás la Constitución del 80 y aprobar una Constitución en democracia, con paridad, con el Estado social y democrático de derecho en sus bases. Y, además, como canalización institucional a la grave crisis social que se expresó en el estallido social y que sigue esperando respuestas.

En primer lugar, es destacable que se hayan cumplido los plazos, y por amplia votación, tanto de 24 expertos y expertas, así como también de los árbitros. Los parlamentarios hicieron su pega y en plazo.

Con su deber no más cumplen, me dirán.

Claro, pero en tiempos de tanta dificultad para sacar adelante acuerdos básicos -es cosa de pensar en la agenda de seguridad, por ejemplo- es un logro. Más aún considerando el ambiente tan revuelto y disperso: la oposición se dedica a las distracciones, esto es, acusaciones constitucionales que hacen perder tiempo para legislar materias esenciales, desnaturalizando el sentido de esta medida. Y el gobierno no logra parar unos inexplicables autogoles y desprolijidades que le arrebatan la agenda de las manos. Que en este escenario, un Congreso fragmentado y distraído haya sacado esta tarea adelante en plazo, no es poco.

En segundo lugar, es muy rescatable que se haya cumplido con la paridad de género en este nuevo proceso constitucional. Fue una medida resistida por algunos sectores opositores antes y después del plebiscito de salida. Un dirigente la calificó de “obsesión”... Es valioso, entonces, que hoy haya un consenso -bastante transversal políticamente- de que la paridad llegó para quedarse y que es un avance civilizatorio: ¡hay mujeres en todos los sectores! Y -si este proceso resulta y es aprobado en el plebiscito de salida- la paridad será, sin duda, un gran aporte desde Chile al constitucionalismo mundial. Es importante que esto también se vea reflejado en una Constitución que vele por esta igualdad entre hombres y mujeres.

Vamos a las dudas que deja el proceso hasta acá. La lista de 24 expertos/as y de 12 “árbitros” contiene personajes de distinto tipo. La mayoría parecen adecuados para la tarea. Pero hay un grupo de nombres directamente políticos. Algunas de esas personas, además, han defendido posturas rígidas y conservadoras en la derecha. El riesgo, entonces, es que esos sectores quieran pasar máquina a quienes hoy se ven en posición menos robusta numéricamente. Y que en vez de abrirse a los cambios que la ciudadanía pide, pongan cortapisas y jueguen a favor del statu quo.

Porque ojo: quienes se rieron tanto de la tía Pikachu o del dinosaurio, o del convencional de la ducha, deben comprender que esa no es la única forma de deslegitimar un proceso y de provocar rechazo. La impecabilidad de la función no solo pasa por no disfrazarse, sino por entender que se están procesando diferencias y que se debe ceder, y que se debe velar por el bien común y no por intereses particulares. Con la misma vara tan severa con que se juzgó a los anteriores convencionales se juzgará ahora a los nuevos elencos. Es importante, entonces, que sean fieles a la ciudadanía, a hacer realidad sus anhelos de cambio. Este proceso parte con una deuda de representación y, por tanto, de adhesión (además de la fatiga constitucional). La legitimidad se debe ganar, no está garantizada; a no olvidarlo.

Falta aún conocer las candidaturas al consejo que elegiremos en mayo: será un nuevo test para los partidos. Y respecto del resultado, una Constitución que sea habilitante de distintos proyectos políticos, más que maximalista, tiene más opciones de éxito. Una casa lo más común posible, como dijo la expresidenta Bachelet. Y eso -aunque no sea perfecto y capaz tampoco se acerque a lo que nadie soñó-, si resulta, será mejor que lo que hay.

Y mejor que las alternativas. Quienes dudan de este nuevo proceso por lo limitado o cuidado, debieran pensar en qué proponen quienes se oponen a él: Republicanos, por ejemplo, o el PDG. Franco Parisi -de visita en Chile tras haber llegado a acuerdo en su deuda por pensión alimenticia- alegó que se “nos obliga ir a un proceso, olvidándose de la magnitud de los problemas” de Chile. Dijo que, sin embargo, el PDG llevará “los mejores candidatos”. Y que todos sacarán sus anteojos de sol, porque si el PDG logra llegar a nuevos espacios públicos, “el futuro de Chile será brillante”.

Entre la posibilidad imperfecta de este nuevo proceso, o la brillantez prometida por Parisi, difícil perderse.