Columna de Paula Escobar: Qué jodido
Esta campaña 2023 ha sacado el genio de la botella, uno que después es muy difícil volver a meter, cual es la idea de que en las elecciones no se elige entre opciones distintas pero legítimas, sino entre amigos y enemigos. Jodidos y jodedores.
El “que se jodan” se expandió.
Partió como frase final en la cara de hastío y rabia acumulada de una mujer de la salud. Exultantes por una estrategia que consideraron exitosa, en especial en redes sociales, los creativos del “A Favor” avanzaron en darle al “jódete” el estatus de concepto símbolo de la campaña.
Y ya se transformó en contagioso rap: “Que se jodan, este país no aguanta más; que se jodan, con sus fundaciones para robar; que se jodan, no quieren vivir en paz; que se jodan, los ilegales no aportan nada; que se jodan, los del estallido delictual”, dice la canción mientras se muestran imágenes de violencia en las calles, de la diputada Catalina Pérez (RD), de Daniel Stingo y del Presidente Gabriel Boric andando en bicicleta. También hay imágenes del ministro Carlos Montes, todo mezclado con encapuchados quemando y destruyendo la ciudad.
Que se jodan, que se jodan, “y terminemos esto ya”.
La activación de la rabia en estado puro. A aquello, los creativos le agregaron la estrategia del pánico, en capítulos. Desde una familia en una encerrona, una madre angustiada intentando desabrochar a su guagua, el padre asesinado a tiros, pasando por una cabeza sangrienta en un basurero y en primer plano. El eslogan: Chile es una película de terror.
Un tono y una estética que recuerdan a los de la campaña del Sí para el plebiscito del 88. El terror y la anulación del “enemigo”. (Miedo y anulación del adversario que sucedieron de modo terroríficamente real durante la dictadura, vale la pena recordar).
Esta campaña 2023 ha sacado el genio de la botella, uno que después es muy difícil volver a meter, cual es la idea de que en las elecciones no se elige entre opciones distintas, pero legítimas, sino entre amigos y enemigos. Jodidos y jodedores.
Este es un síntoma más de la hegemonía del P. Republicano sobre la derecha tradicional chilena, representada en Chile Vamos, que al decir del senador Moreira, ha oficiado de “arroz graneado” en todo este proceso constitucional, pues la música -incluido el rap- la han puesto los republicanos.
Chile Vamos se ha plegado a este baile, al igual que Demócratas y Amarillos: no se oyen amargas quejas a la estrategia de la joda ni de las cabezas sangrientas. Salvo escasas excepciones, una de ellas, el exministro y candidato presidencial Evópoli Ignacio Briones, que rebatió a la también exministra Marcela Cubillos cuando posteó el video.
“Quienes reivindicamos una postura, debemos defenderla con argumentos y no con la simplona lógica adversarial ‘amigo/enemigo’, tan afín a los populismos y que tanto debilita a la democracia”, manifestó Briones.
Y es que, ¿qué política es posible desatando ese deseo de venganza para orientar el voto? El odio es un movilizador político tóxico, pero globalmente efectivo en un mundo hastiado de problemas, descontento con sus democracias, y donde tiende a ganar la oposición. Es el eje de liderazgos populistas y radicales en el mundo: ellos y nosotros. Los buenos, los malos. La “casta”, el pueblo. Los que se joden, los que no. Los chilenos “verdaderos”, los fake.
Es el recetario de la fórmula de Trump -de su ideólogo Steve Bannon- copiado por Milei, Bolsonaro, Netanyahu, Vox y su “familia” ideológica, que incluye al P. Republicano. La descalificación de quien está en otra postura política. La división. La bronca.
El papel de las emociones negativas es clave en el auge de los populismos radicales de ultraderecha. Se gatilla “una extraña mezcla entre antisistema, voto rebelde y autodestrucción”, como dice la destacada socióloga Eva Illouz, cuyo último libro es justamente The Emotional Life of Populism: How Fear, Disgust, Resentment, and Love Undermine Democracy (2023).
Según Illouz, esta rabia desata instintos no sólo contrarios al bien común, sino incluso al bien propio. “La envidia, el resentimiento y la ira, si son lo suficientemente fuertes, normalmente te hacen preferir hundirte, siempre y cuando puedas derribar al otro, al que odias o envidias. Algunas emociones nos hacen inmunes a nuestra autopreservación. Me parece que el resentimiento hacia las élites urbanas o el gobierno liberal, por un lado, y hacia los inmigrantes que parecen beneficiarse del Estado de bienestar, por el otro, son clave para explicar gran parte de la revuelta populista”, asegura.
Esa es la extensión del daño de mover el avispero de la rabia y el resentimiento, la proyección de esto en un “otro”, el deseo de verlo caer, aun a costa de caer uno mismo: nos jodemos todos.
A propósito de seminarios recientes sobre “Cuándo se jodió Chile” (¿no sería mejor organizar seminarios sobre cómo hacer que Chile no se joda?), podría decirse que quizás Chile se empezó a joder cuando esa palabra se transformó en un mantra y hasta en un rap: en el gran argumento empleado para votar “A Favor” de la Ley de Leyes.
Qué jodido.