Columna de Paula Escobar: Rinocerontes grises

Retiro fondos AFP

La centroizquierda debe, entonces, articular sus proyectos y plantear una propuesta socialdemócrata sin complejos y saliendo a jugar. Y la derecha debe sincerar(se) cuántos proyectos de reformas ha bloqueado, sembrando así las bases de resultados como éste.



En política internacional, los “rinocerontes grises” son peligros obvios que ignoramos.. Quien acuñó el concepto fue Michele Wucker en su libro homónimo. Para ella, el coronavirus es un gran ejemplo. Los sistemas de pensiones, en todo el mundo, también lo son, por razones demográficas en primer lugar (aumento de expectativa de vida y baja sostenida de la natalidad), además de la baja de tasas mundiales que ha hecho que los fondos renten menos, entre otros factores.

En Chile, además, el “rinoceronte gris” es más grande y complejo aún, como se ha visto en los últimos días, pues las AFP carecen de legitimidad social, por decir lo menos. A lo que se agrega que hay baja proporción de cotizantes, muchas lagunas y, como resultado, cuatro quintos se pensionan con un monto bajo el sueldo mínimo, y más del 40%, bajo la línea de la pobreza.

Con la crisis pandémica, este problema simplemente estalló, con la aprobación en la Cámara del retiro del 10% de los fondos, y que ahora está en el Senado.

Como han advertido economistas de amplia transversalidad y también la Ocde, esa no es la mejor solución para los problemas reales y urgentes de la clase media por el coronavirus. Los chilenos financiarán de su bolsillo los costos de la pandemia, tendrán aún menos fondos para la vejez y se hará aún más complejo tramitar la mejora de las pensiones para el futuro.

¿Por qué pasó, entonces? Porque la clase media sufre hoy -o arriesga- la concreción de uno de sus mayores temores: volver a la pobreza o perder todo lo ganado en una vida de sacrificios y trabajo, y la respuesta del gobierno fue tardía (¡llevamos cuatro meses de pandemia!), insuficiente y, además, sin trabajo prelegislativo que garantizara apoyo o pudiera ser mejorado antes de ser anunciado.

Pero, además, lo sucedido es un síntoma de una manera de hacer política en Chile, postergando lo importante hasta el límite, “chuteando” para adelante, ignorando las amenazas obvias, hasta que el elástico se corta.

Con este escenario, urge jugársela seriamente por una buena reforma a las pensiones en Chile. El Presidente Piñera presentó su proyecto en 2018 y está parado en el Senado hace meses. Las comisiones Marcel y Bravo han sido claras en sus recomendaciones plasmadas en más de mil hojas, y ahora toca debatir racionalmente en el Congreso la mejor manera de proveer pensiones dignas a chilenos y chilenas, siendo estos últimos siempre los más perjudicados.

La centroizquierda debe, entonces, articular sus proyectos y plantear una propuesta socialdemócrata sin complejos y saliendo a jugar. Y la derecha debe sincerar(se) cuántos proyectos de reformas ha bloqueado, sembrando así las bases de resultados como éste. Frenó y torpedeó proyectos de reformas del expresidente Ricardo Lagos, a quien tanto dicen admirar hoy, y para qué decir de la expresidenta Bachelet, incluida la propuesta de reforma de pensiones en segundo mandato. Y tantas iniciativas reformistas y bien pensadas han sido detenidas por políticos de derecha sin visión (ni memoria, parece). Una reciente columna en Entrepiso, de Carolina Tohá, una de las políticas de izquierda más lúcidas, las enumera con contundencia.

Esa actitud de evitar los cambios a toda costa solo abona a algunos que, desde el Frente Amplio y el PC, quieren un cambio completo y radical del sistema, y que celebraron en éxtasis esta votación -baile con capa incluido-, tan peligrosamente carentes de dudas sobre el futuro de quienes retiren esos dineros.

Como dice Yuval Noah Harari, estudiando la macrohistoria de la humanidad, lo que realmente produce cambios sostenibles y positivos a largo plazo es el reformismo gradual. Pero este debe tener un ritmo suficientemente veloz. Es urgente darle impulso y espíritu constructivo al momento constitucional que se avecina. Acordar un plan 2020/2030 que considere los desafíos estratégicos de Chile, una definición de grandes “misiones” país, como propone la economista italiana Mariana Mazzucato. No solo en pensiones, sino en salud, educación, economía verde, inclusión, ciudades, género, ciencia, cultura... Con una hoja de ruta para enfrentarlos, un timing concreto y ágil, involucrando distintos actores de la sociedad, y que entregue resultados que por sí mismos comiencen a restaurar la confianza de la ciudadanía.

Como dice Michele Wucker: la manera más peligrosa de enfrentar a un rinoceronte es ignorarlo, y es justo lo que ha pasado en Chile. Pero podemos evitar que siga pasando.