Columna de Ricardo Lagos: Multipertenencia, independencia para América Latina

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Comienza la tercera década del siglo XXI y ello obliga a nuevas preguntas para nuestro continente, sobre todo tras el encuentro de los mandatarios de Argentina y Chile. ¿Cómo nos articularemos con otros para resistir las presiones de alineamientos ligadas a los polos de poder dominantes en la geopolítica global? ¿Cómo defender el derecho a pertenecer a todo espacio donde veamos que nuestros intereses pueden encontrar respuestas adecuadas? Y ello, sin que se nos califique como a favor de una potencia u otra. Los cambios se aceleran y, por eso, cabe estar con los ojos muy abiertos para pensar, con lógicas de este tiempo, la autonomía de nuestro devenir.

Al terminar el 2020, el prestigioso Centre for Economics and Business Research, con sede en Londres, señaló que China superará a Estados Unidos como la mayor economía del mundo en 2028. A su vez, India se convertirá en la tercera economía del planeta en 2030, desplazando a Japón. La Unión Europea (UE), por su parte, se propone construir una “autonomía estratégica”, lección derivada de la pandemia y de los cambios en el escenario internacional, que busca, por un lado, una alianza fuerte con Estados Unidos y, por otro, un esquema propio en las relaciones con China. Y Washington ha entrado en una fase de retorno de Estados Unidos al mundo, para ser parte del quehacer multilateral y de la agenda contemporánea, con los valores propios de esa democracia.

Joe Biden actuó rápido. Con apenas unas horas en la Casa Blanca, firmó 17 decretos y directivas para revertir con urgencia los cuatro años de políticas de Donald Trump, intentar recuperar el tiempo perdido y sacar a Estados Unidos del aislamiento generado por la política “América First”. Sin embargo, el tiempo no pasa en vano: al asumir Trump, el déficit comercial de EE.UU. con China ascendía a US$ 347.000 millones; al comenzar 2020, era muy similar, US$ 345.000 millones. China tuvo un crecimiento positivo de 2,2% este 2020; para EE.UU. fue negativo, de -3,5. Paralelamente, al 2020, China inscribió más solicitudes de patentes que Estados Unidos ante la Oficina Mundial de Propiedad Intelectual. A pesar de que todo indica que Biden impulsará otro estilo para llevar los vínculos con China, la confrontación es ineludible. “Se trata del desafío más significativo que ninguna otra nación haya representado para EE. UU.”, dijo Anthony Blinken, nuevo secretario de Estado.

Y también está Rusia. Esta semana, Putin y Biden tuvieron su primera conversación telefónica, en la que acordaron extender el tratado nuclear Start. Sin embargo, en otros temas las diferencias mayores y las advertencias quedaron sobre la mesa.

En este contexto, ¿cuál es el lugar de América Latina? ¿Cómo afecta a la región la pugna entre las dos potencias económicas más importantes del mundo? La respuesta quizás está en los europeos: el último día de diciembre, China y la UE firmaron un acuerdo de protección de inversiones, largamente discutido, con garantías para ambas partes. Los datos lo hacían necesario: en los últimos 10 años, la UE invirtió una media anual de 8.480 millones de dólares en China y los chinos, unos 6.780 millones de dólares en la UE. Pero al mismo tiempo, Josep Borrell, comisario de Política Exterior de la UE, transmitió a Biden el deseo europeo de revivir la Alianza Atlántica, con una mirada más realista y contemporánea, así como reforzar los intercambios comerciales donde China, a septiembre de 2020, desplazó a EE.UU. del primer lugar.

Junto con ello -y eso es clave para nuestros países-, la UE dice querer también una Alianza Atlántica del Sur, algo a lo cual cabe dar la máxima atención. Una señal en tal sentido se vio recientemente, cuando Borrell pidió al canciller de Brasil, Ernesto Araújo, reforzar las cláusulas de “sostenibilidad” en el tratado UE-Mercosur, aún no ratificado. Si hay avances en las cláusulas de medioambiente, podría generarse un cambio en la postura de algunos países resistentes a tal aprobación.

¿Qué nos demuestra la Unión Europea con estas acciones? Que el camino de la “multipertenencia”, en variables comerciales, tecnológicas y de inversión, es la mejor forma de establecer vínculos con las potencias económicas. Estar con China, con Estados Unidos, con Europa y con todo país o grupo de países donde emerjan intereses comunes. Para que América Latina entre en esa estrategia, por cierto, es fundamental reagruparnos y superar la fractura dominante. ¿No sería un avance mayor si Argentina, Bolivia y Chile tuvieran una política compartida sobre el litio en sus vínculos con el mundo?

Es en ese marco donde toma fuerza el reciente acercamiento de Argentina y Chile, especialmente si a ello sumamos la nueva actitud entre Brasil y Argentina, tras la visita de un alto enviado especial a Buenos Aires. Acá también es posible pensar juntos para explicar al nuevo gobierno de Estados Unidos nuestro derecho a la multipertenencia. Somos parte del hemisferio y compartimos muchos de los valores con los cuales Biden llegó a la Casa Blanca. Pero también tenemos concordancias e intereses estratégicos con China, especialmente en los desarrollos tecnológicos del futuro. Y, por cierto, vemos en Europa a un referente siempre cercano si hablamos de democracia e inserción social.

Con Trump, más de una vez nuestros países se vieron amenazados si adoptaban tal o cual política, especialmente en proyectos ligados a China. Eso debe cambiar y cabe juntar fuerzas para rechazar presiones inaceptables, vengan de donde vengan. La multipertenencia es independencia. Habrá confrontaciones y debates mayores en el mundo que asoma, pero lo que está claro es que nada se soluciona ya con lógicas de Guerra Fría.

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