La “condena de la memoria” (“damnatio memoriae”) era una práctica del Imperio Romano en que se decretaba la eliminación del recuerdo de un emperador tras su muerte. Sus obras eran derribadas y sus leyes, derogadas. Y si había que mantenerlas, simplemente se atribuían esas construcciones y decretos beneficiosos a su sucesor.
Una táctica que luego emplearon papas, dictadores militares y regímenes totalitarios como la URSS, donde se retocaban documentos y fotos para reescribir los hechos y así acomodarlos a las nuevas versiones “correctas” de la historia.
En el Chile de 2021 no ha muerto un emperador ni un jerarca, pero sí ha caído el Antiguo Régimen de la transición. Y escuchamos frases como esta: “no fue el PC el principal opositor de la Concertación. Fuimos nosotros, el PPD”.
Quien habla es el senador Guido Girardi, esta semana en The Clinic.
Girardi, como sabe cualquiera que no haya vivido bajo una piedra en las últimas décadas, fue una de las figuras más poderosas de la Concertación. Cumplirá 28 años ininterrumpidos en el Congreso, como diputado (1994-2006), y senador (2006-2022). También fue presidente del Senado y del Partido Por la Democracia, donde hasta hoy lleva las riendas (“socio controlador” del partido, lo llamó el diputado Pepe Auth).
“Muchos tuvimos una visión distinta a la que promovía la Concertación. Lamentablemente, fue hegemonizada por un sector que se acomodó al proyecto neoliberal”, explicó Girardi.
Lamentable, pero no tanto como para dejar de disfrutar de todas las mieles que les entregó el usufructo de ese poder “acomodado al proyecto neoliberal”. Los militantes del PPD ocuparon desde la presidencia de la República para abajo: ministros, parlamentarios, intendentes, seremis, directores de empresas públicas y operadores políticos distribuidos por la larga y ancha geografía de la burocracia estatal. Según el exministro Andrés Velasco, Girardi fue el “líder del clientelismo”. “Yo no había jurado como ministro, y suena mi teléfono. Era el senador Girardi. Me dice ‘ministro, tengo 12 nombres del PPD que usted tiene que poner en cargos’.” (Girardi contestó que la acusación era una “campaña comunicacional”).
Ese poder también permitió al PPD disfrutar de cheques de campaña, facturas falsas y el favoritismo de empresas como SQM. La relación llegó a ser tan carnal, que SQM apareció en los libros del PPD como “militante” del partido, pagando su cuota de incorporación. “Fue un error de contabilidad”, se excusaron en el PPD, mientras se revelaba cómo la empresa del exyerno de Pinochet corría con los gastos operacionales del partido.
Que una empresa esquilmada durante la dictadura te pague las cuentas: parte de la batalla contra el neoliberalismo, claro.
“Pongamos fin a la segregación y a la política de los mismos de siempre”, publicó el diputado Marcelo Díaz esta semana, en un tuit de apoyo a la candidata Karina Oliva. Un parlamentario que desde 1994 ha sido director de Relaciones Internacionales del Injuv, gobernador del Elqui, director de Planificación de la Cancillería, embajador en Argentina, ministro secretario general de Gobierno, precandidato presidencial, y diputado por tres períodos, quiere poner fin a “los mismos de siempre”. “Fue un texto prediseñado por el equipo de Karina que compartí”, explicó luego Díaz.
Pretenden ser los políticos de Schrödinger: ser, al mismo tiempo, oficialistas y opositores. Estar en el poder y, simultáneamente, fuera de él. Intentan reescribir la historia para ponerse del lado supuestamente “correcto” de ella.
El candidato presidencial Daniel Jadue tildó de “inaceptable” el acuerdo del 15 de noviembre, acusando a los firmantes de haberse “puesto de rodillas ante la extrema derecha”, pero luego incluso se atribuyó su autoría. “El acuerdo del 15 de noviembre fue porque los alcaldes y alcaldesas de Chile convocamos anticipadamente a una consulta nacional”, dijo. “De no haber sido por ellos”, a los firmantes “quizás ni siquiera se les hubiera ocurrido”.
Jadue también justificó la exclusión del PPD de las primarias de izquierda por haber gobernado “con un neoliberalismo a ultranza”. Pero en las elecciones de 2012, 2016 y 2021, Jadue fue apoyado por la exConcertación, PPD incluido, como alcalde de Recoleta. En 2013 y 2017, el PC y el PPD proclamaron al mismo candidato presidencial. Y entre 2014 y 2018, comunistas y “neoliberales” gobernaron juntos, compartiendo codo a codo el poder en el gabinete, las seremías y los servicios públicos.
Mientras, la oposición de derecha estaba feliz, pero se las arreglaba para ocultarlo. “Estos 30 años han sido los mejores de la historia de Chile”, dice la constituyente electa Marcela Cubillos. “Los últimos 30 años son objetivamente de progreso”, agrega el canciller Andrés Allamand.
Son los mismos que pasaron esos 30 años alertando el desastre al que llevaba la Concertación al país. En su libro “El Desalojo: por qué la Concertación debe irse”, en 2007, Allamand decía que Chile estaba capturado por la “ideología de la corrupción” y la “ideología del engaño”.
“Estos últimos 30 años han sido los mejores de nuestra historia”, dice ahora el presidente Piñera. Pero cuando asumió el poder, en 2010, despreciaba la obra de la Concertación: “en 20 días yo siento que hemos avanzado más que otros en 20 años”, decía.
En “1984”, la distopía de George Orwell, un todopoderoso Ministerio de la Verdad destruía la evidencia para reescribir la historia. En el Chile de 2021, por cierto, no tenemos ese poder totalitario. Sólo intentos torpes por vendernos una versión distorsionada del pasado, reinventado según los intereses del presente. Un Chile alternativo en que la derecha celebraba el rumbo del país, la Concertación era opositora a sí misma, y el PC rechazaba colaborar con “neoliberales”.
Es que, como decía el eslogan del partido gobernante de “1984”, “quien controla el pasado, controla también el futuro. Y quien controla el presente, controla el pasado”.
El único antídoto es cultivar nuestra buena memoria.