Más de una vez lo escuchó durante su campaña al Consejo Constitucional. “¿Por qué hay que volver a confiar en alguna promesa de alguien?”. Camila Miranda, excandidata de la lista Unidad por Chile, lo recuerda a la hora de analizar la derrota de la nueva izquierda y el avance arrollador del Partido Republicano. Los resultados del 7-M dibujaron un nuevo fracaso en la joven trayectoria del Frente Amplio (FA) y abrieron el espacio para las preguntas, las dudas y los debates.
-El voto obligatorio incorporó a millones de personas que no se sienten representadas por el sistema político. Creo que los resultados son un llamado de atención: hay millones de personas que están enojadas con justa razón y hay que pensar cómo se construye y se hace política con esa realidad -dice.
Presidenta de Nodo XXI, centro de pensamiento del FA, la abogada feminista resalta dos elementos para leer el triunfo del Partido Republicano: la política como impugnación y el discurso del cambio.
-Desde el estallido social el factor de la impugnación ha sido el elemento por el cual se proyectaron políticamente distintos referentes. Nosotros como fuerzas políticas que venimos desde el movimiento estudiantil, del movimiento feminista, lo hicimos también. Y creo que la apuesta republicana encuentra espacio también en esa expresión, en el sentido de que impugna al gobierno actual por la inseguridad e impugna a la otra parte de la derecha. Y la otra idea es la del cambio: Kast articula un discurso del cambio, en el sentido de que Chile está mal y necesita un cambio.
A su modo de ver, el partido liderado por José Antonio Kast logra sintetizar exitosamente ambos factores. Pero no es lo único que explica su triunfo: suma a eso el trabajo territorial, recogiendo el aprendizaje de la UDI, partido del que se escindió.
La figura del voto de protesta es parte también del análisis de Tomás Leighton, director ejecutivo de Rumbo Colectivo, centro vinculado a Revolución Democrática. Recién llegado de Alemania, donde cursó un magíster en Comunicación Global, el sociólogo sugiere que el voto obligatorio convoca a un nuevo votante que no se guía por las coordenadas izquierda o derecha.
-Es un votante que va a rechazar todo lo que huela a poder -resalta-. Yo estoy de acuerdo con Kathya Araujo. Hace rato ella venía advirtiendo que hay problemas con la autoridad en Chile, y eso se iba a traducir electoralmente. El eje izquierda-derecha no hace tanto sentido a las personas como su urgencia, su necesidad concreta. Hace unos años fueron los abusos, y sin que estos se hayan resuelto, ahora está el problema de la inseguridad. Los resultados del 7-M son una réplica de un fenómeno más amplio, en que las elecciones se están definiendo por las identidades negativas: se vota más en contra que a favor de algo, y el que gana las elecciones rápidamente pierde su legitimidad.
Tras un camino rápido y victorioso, la generación que llegó a La Moneda desde las marchas estudiantiles enfrenta su segunda derrota en ocho meses. Una derrota que la deja sin incidencia real en el Consejo Constituyente y con un poder debilitado para negociar reformas. En este escenario, una de las preguntas que se abren es ¿hasta qué punto este resultado implica una derrota del proyecto frenteamplista?
Catalina Moya, directora ejecutiva de La Casa Común, la fundación presidida por Fernando Atria, cree que el proyecto del FA puede reinventarse:
-Más que darlo por perdido, yo diría que está aprendiendo con mucha dificultad lo que significa la administración del poder. Se encuentran con una situación muy compleja, más compleja de la que se veía cuando empezaron las movilizaciones, en 2011.
Las premisas por una mayor igualdad, mejor distribución de la riqueza y profundización de la democracia “da para mucho rato más”, dice la cientista política.
Tomás Leighton observa que el fallido proceso de la Convención Constitucional alentó “un proceso de degradación de cierto apoyo que tenía la izquierda en el último tiempo”. En su opinión, hubo un error de estrategia al vincular la agenda de reformas al destino de la Convención.
-De manera tal que cuando no se logra el resultado esperado el 4 de septiembre empeora la posición de negociación en un escenario de minoría parlamentaria. Afortunadamente, a pesar de la tormenta perfecta (crisis económica, de seguridad, migración), el gobierno sigue navegando y eso es bastante impresionante -comenta.
Si el resultado es un llamado de atención, piensa Camila Miranda, este reafirma que Chile quiere cambios. Y la tarea del FA, dice, sería reconectar con los proyectos que lo hicieron alternativa, como la condonación del CAE y la reforma de la salud.
-El Frente Amplio tiene que recuperar aquello que lo constituye y que fue clave para interpretar a parte de la ciudadanía que tampoco está siendo identificada por lo que fue la Concertación. Creo también que el desafío del Frente Amplio hoy es no convertirse en una franja de la sociedad, sino que poder ampliarse socialmente, y eso significa no tomar una posición defensiva, sino constructiva.
En este sentido, Camila Miranda cree que se necesita un FA que se “desgobiernice y se desparlamentarice”, es decir, que sea capaz de salir y dialogar más allá de los límites del gobierno y el Congreso.
-Cuando tu acción partidaria queda solo encapsulada en el desafío que supone gobernar, que es muy grande, o el desafío que supone legislar, dejas de mirar todo lo que está pasando. Y más allá de los resultados de un partido o de otro, lo cierto es que el porcentaje de personas que participan de las organizaciones políticas es muy pequeño. Entonces hay que volver a mirar la acción política, la acción social, y por eso digo que tiene que ser una reacción constructiva.
¿Cambio de rumbo?
Hace una semana, en estas páginas el sociólogo Carlos Ruiz Encina, autor de Octubre chileno y uno de los mentores del FA, criticó el rumbo del gobierno: afirmó que la administración del Presidente Gabriel Boric hoy “está actuando como si fuera el último gobierno de la Concertación, pero de una Concertación agónica”.
Tomás Leighton cita a Eugenio Tironi y recuerda su idea de que “no hay emergencia institucional sin matar al padre”. Y agrega:
-Yo creo que lo que el gobierno ha demostrado en medio de su navegación es que no hay supervivencia posible sin reconciliación. Y a mí lo que me queda más claro aún es que el Frente Amplio debería ser solo un partido y los partidos de gobierno deberían ser solo una coalición, es decir, más unidad.
Por cierto, no comparte el análisis de Ruiz. Y se pregunta:
-¿De qué Concertación agónica hablamos cuando en realidad lo que hoy día hay es un escenario social sumamente diferente, con problemas que tienen otro tipo de soluciones y donde el gobierno logra avanzar en la aprobación de uno de los salarios mínimos más altos de Sudamérica, con un proyecto de disminución de la jornada laboral para todos los trabajadores afectados al Código del Trabajo y ad portas de sacar adelante una reforma de pensiones que no fueron capaces de hacer ni Piñera ni Bachelet?
La cientista política Catalina Moya subraya también los éxitos legislativos del gobierno, que han resonado menos que la contundencia del revés electoral.
-Es probable que el apaleo de la derrota omita un poco los logros que se han conseguido, pero estamos hablando de un proyecto político, no de la política contingente -dice. El Frente Amplio ha sufrido dos derrotas súper contundentes, pero no por eso las ideas que lo fundaron y que son la base de los partidos que lo conforman están acabadas ni se van a rendir ahora.
Tras el fracaso del 4-S, el gobierno hizo un giro centrista y moderó su agenda de transformaciones. Una decisión equivocada, según el sociólogo Carlos Ruiz, quien piensa que el gobierno asumió la lectura de la derecha.
“No fue solo la lectura de la derecha”, comenta Camila Miranda. La abogada recuerda que el PPD y otros sectores también plantearon la misma tesis. Concuerda, eso sí, que fue una reacción desacertada:
-Si la ciudadanía sintió que la propuesta de la Convención no resolvía problemas urgentes, como vivienda, salud, educación, aunque yo creo que sí estaban incorporados, la salida no era decir hay que buscar un centro para tratar de encontrar cierta mesura, sino más bien mostrar que el Estado y la política pueden hacer algo y que van a dar respuestas. Creo que ese era el giro y la elección del 7 de mayo tiene que plantearles a las fuerzas como a las que yo pertenezco un punto de inflexión: aquí no basta el código de los acuerdos, la negociación por sí sola, sino que tiene que lograr un para qué. Creo que ahí estuvo el error también de esta interpretación de que la moderación en sí misma iba a resolver el problema.
Cambio de rumbo, moderación: ¿El gobierno abandonó su vocación transformadora? ¿Recibió una dosis de realismo?
-Ha tenido que moderarlo, estamos claros que sí -responde Catalina Moya-. La transformación ya no es mañana, ni con el gobierno de Boric en estos cuatro años, no. Se va a tener que pensar en un horizonte de tiempo más largo.
El cambio de velocidad y de estrategia atiende a la correlación de fuerzas, pero no cambia la dirección de navegación, dice Tomás Leighton: no se renuncia a poder darles mejoras sociales a las personas.
-Creo que en el curso del gobierno este ha ido aprendiendo a quererse un poco menos a sí mismo y querer más al pueblo y estar dispuesto a flexibilizar con el objetivo de dar respuesta a la crisis social. Si uno no tiene ese amor por delante y solamente repite el discurso propio, Chile no va a prosperar aventura.
Tomás Leighton recuerda ahora a Marcelo Bielsa: “La derrota es formativa”, dice. Recuerda que al asumir Gabriel Boric declaró que iba a ser el Presidente de todos los chilenos y chilenas y no solamente de quienes votaron por él. “Y creo que lo que ha permitido al gobierno navegar, a pesar de las crisis y las derrotas electorales, es que el Presidente ha tenido una estatura de Estado, representando y respetando la voluntad general”.
La vocación transformadora no se ha perdido, pero el impulso no es el mismo y responde al cambio de escenario, comenta Camila Miranda. La excandidata a consejera recuerda que el contexto en que asumió el Presidente es muy distinto al actual, con un proceso constituyente de otra naturaleza.
-El ímpetu se tiene que ajustar al escenario político en el que hoy estamos y que hace más urgente la acción del Estado. A este gobierno le tocó asumir deudas de mucho tiempo y una ciudadanía que no está dispuesta a seguir esperándolo -dice.
El contexto cambió y la imagen del gobierno también: en la elección presidencial Gabriel Boric y José Antonio Kast representaron el triunfo de fuerzas alternativas a los bloques que fueron gobierno en la centroizquierda y la derecha en los últimos 30 años, respectivamente. Hoy, al decir de Carlos Ruiz Encina, solo Kast mantiene esa fuerza disruptiva.
-Eso es verdad, con la pequeña gran diferencia de que a la nueva izquierda le ha tocado gobernar y a la nueva derecha, no -dice Tomás Leighton.
A ello se sumó una representación parlamentaria en minoría que obliga a negociar apoyos políticos y ampliar la base de apoyo. “Y por eso yo tengo la tesis de que tiene que ser una coalición única”, insiste Leighton.
Pero la convivencia de las dos coaliciones de gobierno no ha sido armoniosa, al contrario, ha estado atravesada de tensiones. Para Camila Miranda es necesario delinear ciertas bases de trabajo.
-Al construir alianzas amplias se hace más urgente construir las líneas azules y las líneas rojas; las líneas azules de hacia dónde conjuntamente compartimos que hay que avanzar, por ejemplo, la discusión de salud, y las líneas rojas de cuáles no hay que cruzar. Yo creo que las líneas rojas no se han construido lo suficiente y no ha quedado tan claro quién protege esas líneas rojas después. Ahí ha habido hartas diferencias, por ejemplo en la discusión de la Ley Nain-Retamal.
La nueva izquierda
“¿Es el explosivo éxito electoral el que ha impedido al Frente Amplio completar un proyecto político con claridad en cuanto a su identidad y a su representación social?”, se pregunta Noam Titelman en su libro La nueva izquierda chilena. En un sentido, ¿cuál es la novedad que plantea el FA y que lo distingue de la izquierda tradicional?
Para Catalina Moya “es claro que el FA muestra una forma de presionar a esos viejos estandartes que probablemente se quedaron un poco desfondados de juventud y de movimientos sociales y políticos. Hay que buscar el equilibrio entre la experiencia en la administración del Estado, las izquierdas más tradicionales, y el hecho de que el FA viene de los movimientos sociales y probablemente tenga que volver a ellos a buscar su base de apoyo”.
Camila Miranda comparte esta idea: el FA tiene que intensificar y ampliar sus redes sociales, por ejemplo, entre los movimientos de pobladores, las mujeres trabajadoras y cuidadoras y el mundo universitario. Piensa que la nueva izquierda debe hacerse cargo de un Estado agotado, que hoy parece desfasado en muchos aspectos.
-La pregunta es cómo, teniendo las relaciones sociales que tenemos, hay institucionalidad apropiada para eso; creo que esa es una dimensión de la nueva izquierda. La otra tiene que ser esta capacidad de anclarse en donde están los conflictos reales: vivienda, mujeres, cuidados. Y también tiene que ser capaz de asumir el temor, comprenderlo y empatizar, porque son temores muy reales y pasa no solo por la inseguridad, también por la salud, la educación. Creo que hay una oportunidad muy grande para la izquierda de entender y encontrar sus formas de abordar esta sensación que, como dice Manuel Canales, nos tiene tomados.
A su vez, Tomás Leighton refiere al libro de Titelman y recuerda que “los jóvenes que nos involucramos en política a partir de los movimientos sociales fue porque no encontramos lugar en los partidos tradicionales de izquierda en su momento. Hay una identidad que parte desde eso y desde la crítica al neoliberalismo, hay que decirlo aunque a algunos les moleste”. Y recoge su idea de que “la única posibilidad de éxito de una generación es trascender a la generación propia”.
Agrega que el FA debe conectar con las demandas sociales y hacerse cargo del malestar ante “la frecuente mercantilización de todas las esferas de la vida social, en un país que no construyó políticas universales de mayor robustez en los servicios sociales para poder satisfacer cosas que no se pueden transar en el mercado”.
-Ese es como el impulso que guía la acción política de Frente Amplio hoy, pero visto en perspectiva de proceso, sin duda que va cuajando un proyecto que avanza hacia más cosas en positivo que solamente una crítica al agotamiento del modelo de distribución de la riqueza en Chile. Más allá de las estrategias, creo que hoy lo que está en juego es que el gobierno de Boric sea un gobierno habilitante de un ciclo más largo de transformaciones de políticas de Estado que se tienen que construir en los próximos 30 años -concluye.