"Es muy posible que con el tiempo la relación entre Sebastián Piñera y la derecha termine transformándose en un caso de estudio por varias razones: singularidad, complejidad, resentimiento, aprecio, oportunismo, entre otros varios factores. Fuera de ser el único político de la primera línea del sector que estuvo con el No en 1989, y el único también que logró llevarlo dos veces a La Moneda después de 50 años de exilio del poder democrático, Piñera hoy está entre las figuras que menor simpatía generan en la centroderecha y, de hecho, allí el respaldo a su gestión no es mucho más alto que en el resto".
"Con todo, el presente FA es menos joven, menos amplio y está más incómodo que cuando nacieron en 2017. Tienen 14 diputados, quedan solo cuatro partidos (y un movimiento: Fuerza Común), y a Gabriel Boric le está costando mucho recolectar las firmas para participar en las primarias. Antes, querían ser gobierno; hoy, están apenas decidiendo de qué gobierno ser parte y parecen haber perdido su capacidad o aura de liderar la renovación del sector".
"¿Qué le pasó a la centroizquierda? Las interpretaciones sobreabundan. Pero parece que, en lo esencial, perdió la capacidad (o la fuerza, o la imaginación) para representar a la mayoría social que ella misma creó durante sus gobiernos, esa enorme clase media que va desde quienes dejaron la pobreza hasta los que mejoraron sus estándares de vida sin llegar a ser ricos. Clase media suele ser una mala palabra, pero con ella se autodescribe la mayoría del Chile actual. La centroizquierda siente que esta clase media no le resultó perfecta. No la ve como un Adonis proporcionado y vigoroso, sino como si fuera un pequeño Frankenstein, con furúnculos y tornillos, ofendido y malhumorado, y sobre todo vengativo".