El viento soplaba sobre el hielo. El 25 de agosto de 2015 la antropóloga francesa Nastassja Martin, de 29 años, bajaba en solitario la ladera de un volcán en Kamchatka, una península rodeada de glaciares en Siberia Oriental. Solo la bruma parecía deslizarse entre el aire helado. De pronto, sin oír sus pasos, se encontró cara a cara con un oso pardo. Ella había soñado la escena días antes. Instintivamente alzó los brazos y gritó. El animal se alzó en dos patas, rugió, y con una agilidad asombrosa la atacó directamente sobre el rostro. Sus ojos azules y las pupilas amarillas del animal se encontraron. En segundos, el oso de 250 kilos le desgarró la mandíbula, destrozó su pómulo y ella sintió cómo su cráneo crujía entre sus fauces. Pensó que moriría, pero no se entregó: con una picota lo hirió en una pata y el oso decidió abandonarla sobre la estepa desolada con una pierna rota.
“El oso se marchó hace varias horas y yo espero, espero a que la niebla se disipe. La estepa está roja, las manos están rojas, el rostro tumefacto y desgarrado no parece el mismo”, escribió Nastassja Martin en su libro Creer en las fieras, un delicado y elegante testimonio de su violento encuentro con el animal y de la transformación que experimentó.
“A mi alrededor, los mechones de pelo marrón endurecidos por la sangre seca cubren el suelo y recuerdan el combate aún reciente. Desde hace ocho horas, tal vez más, espero a que el helicóptero del Ejército ruso atraviese la niebla para venir a buscarme”, relata.
Formada en antropología en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, Nastassja Martin se ha dedicado a estudiar las comunidades indígenas del Ártico. Comenzó su trabajo con los Gwich’in en Alaska, y tras ocho años escribió Almas salvajes: la resistencia de un pueblo de Alaska frente a Occidente, que ganó el premio de la Academia Francesa.
Desde allí se trasladó hacia Kamchatka, gracias a un cazador que le contó que él solía preguntarse qué pensaba la gente al otro lado del Estrecho de Bering. “Eso fue como un episodio, pero, de hecho, cambió mi vida, porque me di cuenta de que era súper importante mirar al otro lado cuando mi estudio terminara”, cuenta a La Tercera. “Fui con una hipótesis que nació en Alaska, porque allá las comunidades viven en pueblitos desde hace como un siglo, pero la gente me decía que si sucedía una crisis mayor, por ejemplo una crisis económica o política, ellos volverían a sus tierras. Entonces pensé eso ya sucedió en el 91 en la Unión Soviética, y puede que algunos pueblos indígenas volvieran a sus tierras después del colapso del régimen soviético. Y así llegué a Kamchatka”.
De ese modo conoció a los evenos, antiguos pescadores y cazadores de renos que fueron trasladados a pequeñas aldeas durante la era soviética. Entre ellos la bautizaron matukha (osa), por sus sueños recurrentes que de algún modo anticiparon el encuentro con el oso. Gracias al teléfono que traía consigo el día del ataque pudo ser rescatada de la ladera del volcán: un helicóptero la condujo a una base rusa desconocida, donde fue operada y le implantaron un trozo de mandíbula metálica.
Una vez en París, los médicos franceses deshicieron el trabajo de los rusos y la sometieron a nuevas operaciones. Meses más tarde, cuando sus heridas físicas sanaron, su conmoción emocional persistía. “Pienso en mi nombre eveno, matukha, en el beso del oso en mi cara, en sus dientes que se cierran sobre mi rostro”, escribió.
Regresó a Kamchatka, donde fue rebautizada como miedka, mujer mitad oso, y profundizó en su transformación y en el estudio del animismo, como atestiguó en el libro Creer en las fieras.
Publicado en Francia en 2019 y traducido al inglés y español, el libro ha recibido elogiosas críticas. “Nastassja Martin nos propone una reflexión de una lucidez sobrecogedora sobre el encuentro entre lo humano y lo no humano”, comentó el diario Le Monde. “Una exploración fascinante y ambiciosa del animismo, la frontera entre lo humano y lo animal”, afirmó The Guardian.
Nastassja Martin es una de las invitadas a Noche de las Ideas, encuentro organizado por el Instituto Chileno-Francés y Santiago a Mil, que se realizará entre mañana lunes 17 y el jueves 3 de febrero en Santiago, Valparaíso y Magallanes. La antropóloga francesa participará en una mesa redonda el 28 de enero en la Universidad de Magallanes, donde compartirá su experiencia en las comunidades del Ártico.
¿Qué la motivó a dedicarse a la antropología y trasladarse a lugares extremos?
Esto sucedió desde pequeña y yo creo que viene de una forma de inadecuación o de marginalidad en el mundo en el cual yo vivía, y la certidumbre de que acaso en otras partes había otras formas de relacionarse con el mundo. Y eso se me pegó a la piel desde los ocho o nueve años y empecé a hacer estudios poco a poco. Empecé a tratar de ver si podía encontrar un camino intelectual y profesional que me podía llevar a ese punto. Y ese camino lo encontré en la antropología, pero viene desde mi infancia.
El encuentro con el oso transformó su vida: en el libro ella habla de un “nuevo nacimiento”. Su relato es contenido, sobrio y de imágenes sugerentes. Acaso por eso prefiere no profundizar en ello durante la entrevista: “La razón por la que escribí un libro sobre esto es que no lo quiero verbalizar, porque sí fue un encuentro extraordinario, pero las palabras orales no cuentan lo que pasó. Y creo que es mejor hacerse una idea en el silencio de la lectura. Por eso pasé por el medio de la literatura para compartirlo”.
La referencia más reciente y popular de este tipo de experiencia es la película El renacido, con Leonardo DiCaprio. ¿Hay similitudes con su experiencia?
La manera en la cual está filmado el ataque del oso en esa película no es verdadera, porque un oso siempre ataca a la cara y a la cabeza. Y claro, no querían atacar a la cara de Leonardo DiCaprio. Pero eso nunca sucede así. Los pueblos indígenas hablan mucho de esto, de la razón por la que los osos atacan a la cara. Y es porque el oso no soporta lo que ve en los ojos del ser humano: el oso ve una parte de sí mismo y no soporta esa parte de sí mismo, entonces tiene que apagar lo que está viendo. Así explican los indígenas con que trabajo el hecho de que siempre los osos atacan en la cara. Y es muy interesante, porque esto quiere decir que el oso también tiene un alma, como todos los otros seres, y se está pensando muy cerca del ser humano. De hecho, en Kamchatka, así como en Alaska, los animales están más cerca del ser humano. Es como si el oso tuviera una parte de humanidad dentro de él, pero muy lejos, y se olvidó de ella. Y cuando encuentra a un ser humano que lo mira a los ojos, se acuerda de esa parte de humanidad y se ve por sí mismo como es, y no lo tolera y ataca a la cara. Esa es la explicación para lo que me sucedió a mí y lo que no le sucedió a Leonardo DiCaprio.
¿Por qué los osos no soportarían esa reminiscencia de humanidad?
La idea es que en los tiempos míticos el oso era un ser humano y su humanidad se degradó, se hizo otra forma de ser, pero sí está súper cerca. Tú sabes que hay todas esas historias, mitos sobre osos que viven con mujeres o familias que adoptan a un bebé oso o mujeres que dan el pecho a bebés osos; los límites entre las dos especies parecen siempre muy difusos.
Usted soñaba con osos. ¿Cómo relaciona estos sueños con lo que pasó?
Voy a seguir hablando desde el punto de vista de esos pueblos indígenas, donde yo vivía y trabajaba. Los sueños son parte de la vida, no son algo que tienes que olvidar cuando te despiertas. Por ejemplo, aquí en nuestro mundo, cuando te despiertas con un sueño súper fuerte, lo sientes, pero estás tratando de olvidarlo para seguir con tu día, con las cosas que tienes que hacer. Y también en nuestro mundo, los sueños son sólo reminiscencias de la conciencia o del inconsciente, y cuando la conciencia se apaga, esa imagen viene desde el interior del ser. Entonces estás revisitando todo lo que te ha pasado y los sueños son proyecciones. Para los pueblos indígenas con los que trabajo, los sueños no solo son proyecciones, sino que pueden ser encuentros. Entonces las imágenes que estás viendo cuando duermes pueden ser algo más que imágenes que vienen del interior: estás encontrándote con otros seres que también están soñando. Por ejemplo, osos. Pero pueden ser muchos otros animales de hecho. Y entonces estos pueblos para orientarse, para cazar, para encontrar los animales, saber dónde están, sueñan. Los sueños son una forma de conocimiento. Si en el día te mantienes atento a lo que pasa en tus sueños, sabes dónde vas a ir a cazar. A mí me pasa exactamente lo mismo.
Después de recibir operaciones en Francia, decidió volver a Kamchatka. ¿Por qué regresó?
Porque no encontraba a nadie aquí en mi mundo que entendiera lo que me estaba pasando, porque la gente aquí ponía todo bajo la idea del fracaso o el infortunio de este encuentro. Nadie veía la imagen más grande, de cómo el encuentro está ligado también a la cosmología de esos pueblos, de mis 15 años de estudio sobre el animismo. Y entonces sí, me enfrenté a una manera de ver las cosas muy reductiva, medicalizada, pero reductiva, con una sicología absolutamente incapaz de incorporar ideas que no vienen de la ciencia moderna o de la ciencia sicológica. Y entonces yo necesitaba verificar si me estaba volviendo loca o no, si todavía las cosas tenían sentido.
¿Cómo podría describir el animismo?
Es parte de lo que acabo de decir sobre los sueños. Para decirlo simplemente, es la idea de que no solo los seres humanos tienen alma, sino todos los otros seres. Y si todos tienen alma, entonces te puedes comunicar con los otros seres. No todo el tiempo o bajo cualquier contexto, pero en algunos momentos, en el contexto especial, sí te puedes comunicar; esa es la esencia del animismo.
En sus investigaciones ha observado también los efectos del cambio climático. ¿Cómo está afectando a las comunidades del Gran Norte?
Las afecta de manera muy tremenda, porque nosotros cuando hablamos del cambio climático hablamos de las estadísticas, de lo que va a pasar, y si acaso tenemos miedo. Y estamos haciendo pronósticos, pero seguimos con la posibilidad de ir a comprar comida y tomar el agua, por ahora. Pero en el Gran Norte, para poblaciones de cazadores es totalmente diferente, porque los animales que cazan están desapareciendo o se están moviendo de manera imprevisible, los ríos se están desbordando, el hielo se derrite. Y las temperaturas tienen una variación muy grande, en un tiempo muy corto. Por ejemplo, un día 40 grados bajo cero y al otro 10 sobre cero. Y así todo el medioambiente está perturbado y es difícil saber lo que va a pasar. Entonces el cambio climático tiene impacto real sobre la sobrevivencia y no solo sobre la idea de cómo debería ser el mundo o no. La crisis del clima tiene impactos directos y la gente tiene que imaginar formas de vida que puedan responder a esas transformaciones.
¿Qué experiencias compartirá en el encuentro con la comunidad de Magallanes? ¿Cree que hay situaciones comparables?
Mi mayor interés son las respuestas de los pueblos indígenas a la historia colonial, a las políticas actuales de asimilación y al cambio climático. Yo conozco muchas historias sobre Alaska y Kamchatka, sobre la forma en que ellos respondieron y lo que están ideando ahora mismo para vivir de otra forma, no de la manera moderna clásica basada en el extractivismo. Creo que esas historias pueden compartirse con el Gran Sur de manera muy fuerte. Y para mí es muy interesante poder confrontar todo esto con la gente allá. Sí, yo creo que los desafíos son muy parecidos.