Creció en una familia bilingüe, hablando español y mapuzungun. Su abuela solo hablaba la lengua mapuche y con ella aprendió canciones ancestrales. Gracias a los relatos orales de su padre conoció la historia social de su pueblo. De este modo, Elisa Loncon (1963) fue formando su conciencia política, en una comunidad en las proximidades de Traiguén, donde su madre tejía y cultivaba hortalizas que luego vendía en el mercado. Una vez fuera de la comunidad, conoció las dificultades y discriminaciones por hablar lengua indígena, algo que han vivido generaciones de niños mapuche.

-En las escuelas no hay una comprensión de por qué esa niña habla de manera diferente, porque los profesores no son formados para recibir niños bilingües; son formados para enseñar el español. Entonces eso uno lo vive internamente sin resolverlo, tiene que resolverlo sola.

Académica de la Usach, Elisa Loncon hizo de la lengua su materia de estudio y de la educación intercultural bilingüe uno de sus objetivos. Y aborda la relación con la lengua, con la comunidad y la naturaleza en su libro más reciente, Azmapu: aportes de la filosofía mapuche para el cuidado del lof y la madre Tierra, publicado por el sello Ariel del grupo Planeta.

El libro busca dar a conocer la visión de la cultura mapuche desde una perspectiva femenina. Basado en su acervo cultural y recogiendo experiencias personales, quiere establecer un diálogo con la sociedad no mapuche, luego de su experiencia como presidenta de la Convención Constitucional, donde acusa que sufrió hostilidades.

-Yo viví un asedio muy fuerte en la Convención. Yo llegué con mi lengua y al final había gente que esperaba que mejor no la hablara. Esto es algo que todavía no cambia y creo que Chile necesita educación intercultural. Algunos valoran positivamente que hablemos nuestra lengua, pero otros tienen instalada otra visión.

A más de tres meses del plebiscito de salida, Elisa Loncon adjudica la derrota a las mentiras de la campaña del Rechazo, los abandonos y errores de la clase política, con poco margen para la autocrítica.

¿Cómo procesó la derrota en el plebiscito?

Me costó procesarlo. Cuando hicimos la campaña mi objetivo fue mostrar a la gente que esta lucha la íbamos a ganar. En conjunto con todos los pueblos y las mujeres construimos un relato común basado en una convivencia en justicia social y en derecho para este país. Eso era muy bonito. Creo que la falla tiene que ver con que no tuvimos canales de comunicación. No tuvimos ningún medio, yo no tenía ni siquiera dinero para pagar una propaganda radial. Y luego pensé en cómo se gana con la mentira. Nosotros tuvimos un primer mal inicio con las mentiras de Rojas Vade. Rojas Vade salió electo a partir de mentiras, y cuando lo supimos nosotros tomamos las medidas correspondientes. Sin embargo, después, cuando se hizo la campaña, el Rechazo hizo lo mismo: instaló mentiras para ganar. Ellos representaron las mentiras en redes sociales y en televisión y no hubo nadie que filtrara. ¿A quién le corresponde en este país tener una voz moral? A los gobernantes.

¿El Presidente Boric debió tener un rol más activo en ese sentido?

Sí, porque cuando decían que los pueblos originarios queríamos dividir el país, eso era mentira. Nosotros lo dijimos, pero no nos hacían caso. ¿A quién le correspondía, quién tenía que ser una voz moral? Lamentablemente (Ricardo) Lagos fue el primero que dijo que esta Constitución era excluyente. ¿Y él a quién representaba? A la élite política y económica.

¿Usted esperaba que el Presidente Boric saliera a aclarar las supuestas mentiras?

Sin juzgarlo, asumí que el Presidente Boric es progresista e iba a estar siempre junto a nosotros. Tal vez fue su juventud, tal vez se necesitaba la voz de la experiencia, y eso tal vez falló, porque él dio paso a la ambigüedad y fue una muy mala señal. Gane o pierda, esto sigue, dijo, y era como que daba lo mismo el resultado. Pero el resultado del plebiscito fue multifactorial.

Chilean president-elect Gabriel Boric (L) meets with the president of the Constituent Convention, Elisa Loncon, at the National Congress in Santiago, on December 21, 2021. (Photo by Sebastian BELTRAN / POOL / AFP)

Uno de esos factores fue el rechazo a la plurinacionalidad, ¿cómo lo ve usted?

Yo aprendí de niña que somos otra nación. Una nación está definida como el conjunto de personas que tiene una lengua distinta, formas de organización propia, derechos territoriales. Somos naciones preexistentes y esa historia es fundamental porque nos permite recuperar derechos territoriales, culturales, lingüísticos. Si no los recuperamos, desaparecemos.

¿Se podía asegurar esos derechos sin hablar de plurinacionalidad? La Constitución de Canadá, por ejemplo, no menciona ese concepto.

Pero allí se habla de las primeras naciones. No está en la Constitución, pero se reconoce la autonomía de los pueblos. Nosotros no somos reconocidos por la Constitución, y cuando pusimos el concepto, quienes no estaban de acuerdo dieron a entender que la plurinacionalidad era tener distintos Estados y que queríamos dividir el país. No sé si se podían instalar los derechos sin ese concepto, porque hay una debilidad teórica en el mero reconocimiento como pueblos: si no reconocen nuestros derechos territoriales y nuestra autonomía y autodeterminación, es un saludo a la bandera.

Antes del plebiscito de salida, un estudio del Cep reveló que había poca adhesión a la plurinacionalidad incluso en los mapuche, que se prefería la idea de multiculturalidad.

Vi esos resultados. Antes hubo otro estudio, antes del estallido, en que se preguntó a los chilenos por la autonomía de los pueblos indígenas y la mayoría estaba de acuerdo, la mayoría veía un problema de vulneración de derechos. Mi pregunta es por qué ahora sale un resultado adverso. El concepto de plurinacionalidad fue vilipendiado desde el primer momento en la Convención, con groserías de los mismos convencionales, la idea de bajarle la categoría sale de los convencionales derecha. Cuando hace el estudio el Cep ya está toda esa campaña en marcha. Distinto hubiera sido si los convencionales hubieran salido a defender el concepto.

Cuando llegué a la presidencia de la Convención, hablé con la gente de la derecha, y siempre pensé que cuando terminara el trabajo todos íbamos a defender el concepto. ¿Por qué? Porque es la forma política de resolver el conflicto que tiene el Estado por siglos, sin violencia, a través del diálogo, y eso es lo que estábamos buscando. Pero ellos pusieron una muralla.

El abogado Salvador Millaleo hizo un análisis y dijo que la plurinacionalidad tal vez resultaba elitista.

Su análisis es bastante elitista, porque lo hace desde el razonamiento jurídico y en el razonamiento jurídico hay poco precedente. Pero quienes venimos de la comunidad, un niño defiende su idioma, defiende sus tierras, está vinculado a una nación.

¿Por qué entonces ganó el Rechazo entre los mapuche?

Yo creo que primó la campaña del Rechazo. Fue una campaña impresionante, y creo que tenemos que hacernos la pregunta si vamos a tener una democracia donde los triunfos se logran con mentiras. Hoy soy atacada como ladrona, floja por tomar un año sabático, y yo soy una mujer de trabajo, pero eso ya está instalado, son los discursos de odio. Hay un problema que tiene nuestra democracia que es demasiado vulnerable a las mentiras instaladas desde los grupos de poder. Se ha querido instalar que los pueblos originarios somos los responsables de la derrota, pero esa no es la lógica. La propuesta puso énfasis en aquellos problemas que no se han abordado por décadas: los derechos sociales, la salud, el agua, los derechos indígenas, las mujeres. Se dijo que se perdía el derecho a la casa propia, que se legalizaba el aborto... A los grupos de poder les conviene tener una sociedad incompleta en cuanto a derechos.

Elisa Loncon publica el libro Azmapu. Foto: Andres Perez

¿Qué autocrítica se hace o a los escaños reservados?

Fui presidenta de la Convención y fui cuestionada por los propios escaños reservados. Cuando hubo que ratificar la norma de los dos tercios, fui la única que votó a favor, el resto pasó. Yo no iba a seguirlos a ellos, para mí lo más importante era respetar el acuerdo constitucional. Entonces me sentí abandonada por mis compañeros. Ahí va mi crítica: muchas veces pensamos que al ser solidaridarios con los partidos de la izquierda vamos a tener garantizados los derechos, y eso no es así. La izquierda, la derecha y el centro siguen teniendo un pensamiento colonialista.

Por eso yo hablo de la filosofía del azmapmapu, de nosotros. Necesitamos una profunda reflexión sobre el destino de las naciones originarias y de la nación mapuche, cómo se construye; es necesario compartir estrategias, no basta compartir el objetivo. Mi crítica a los movimientos radicalizados en Wallmapu es que no compartieron la estrategia de dialogar para cambiar la Constitución.

Hoy no tenemos nada y las posibilidades son cada vez más escasas. El nuevo acuerdo ya definió que la nueva Constitución va a decir que Chile es una nación única, y eso no es verdad. Chile no es una nación única porque existen naciones preexistentes. Lamentablemente los parlamentarios no han asumido la historia.

El argumento es que se quieren evitar los errores del proceso anterior.

El error fue que aceptaron las mentiras, nos dejaron solos, y ellos tienen que hacerse cargo de sus errores.

Usted afirmó que el nuevo proceso no es democrático.

¿Cómo podemos hablar de democracia? Uno podría decir este proceso es democrático porque están los partidos, pero los partidos ¿qué representación tienen? Uno puede decir que el Rechazo ganó democráticamente, y nos hacemos cargo de que fuimos rechazados, pero analicemos por qué.

El Presidente Boric afirmó que usted está equivocada.

Es el Presidente y tiene su análisis, pero yo lo hago como ciudadana y mapuche, tengo la responsabilidad de avanzar, no podemos cometer los mismos errores y es un error no dar una solución política a los problemas del pueblo mapuche.

¿El acuerdo no la representa?

No me representa, excluye el debate y la posibilidad de avanzar en el reconocimiento de los pueblos. Por otro lado van a abrir espacio para escaños, pero ya con este candado de que Chile es una sola nación, eso es una limitante.

El Presidente dijo que cuando no se puede lograr el 100%, hay que negociar y lograr lo mejor posible. ¿Qué la dejaría satisfecha?

Eso que dice el Presidente también lo decimos nosotros, el pueblo mapuche siempre fue organizado, ejerció la diplomacia, o sea, sabemos de diálogo, pero para dialogar tenemos que escuchar al otro y no desacreditarlo diciendo que su opinión está equivocada.

Patriarcado y machismo

“Ser mujer mapuche en el siglo XXI requiere repensar la sociedad mapuche, desmontando la experiencia y la estructura de dominación, explotación y opresión que llevamos en nuestros cuerpos”, escribe Elisa Loncon en su libro Azmapu.

El ensayo es el primero de cuatro títulos que publicará este año, entre ellos una autobiografía que aparecerá en mayo y un libro sobre educación intercultural.

En azmapu Elisa Loncon pone énfasis en la convivencia basada en la armonía y en el equilibro, en la relación con el otro y la naturaleza. En lugar de paridad, habla de complementariedad entre hombre y mujer.

¿Cómo se da la discusión de desigualdad de género en la sociedad mapuche?

Vivimos lo mismo que la sociedad chilena y el mundo. Entre los mapuches también hay patriarcado y machismo. A mí me tocó dar un salto en cuanto a lo que le correspondía socialmente a una mujer mapuche. Yo tomé conciencia rápida de lo que no quería: ver a mi madre con tantos hijos, mucha pobreza. Siempre ayudé mi mamá, pero quería hacer un cambio. Mi familia me estimulaba. Mi padre decía hay que conocer el mundo. Mi padre no fue a la escuela, no fue a la iglesia, entonces eso lo hizo una persona muy abierta. Tuvo cinco hijas y dos hombres, y dijo aquí los educamos a todos por igual. Era un hombre muy tierno.

¿Se da violencia de género?

Se da, sí, pero en mi familia no había. Yo pude estudiar, pero esa vida no es de todas las comunidades mapuches. La discusión de ser mujer la fui viviendo con esa mamá que tuvo que criar muchos hijos, pero muy solidaria con las otras mujeres, que era una forma de sobrevivir a la precariedad económica. Teníamos que aprender todas las cosas, y yo sé cocinar, tejer…

Usted cuenta de una machi Manuela.

Para mi mamá fue una mujer grandiosa que le entregó salud y fuerza para vivir con nosotros en la precariedad. Mi mamá venía de una familia católica, llegó a la familia de mi papá y tuvo muchas enfermedades de tipo cultural.

Ella no escuchó el llamado a ser machi.

Ella tenía el espíritu, pero nunca lo recibió. No sé si sus problemas de salud tenían que ver con eso, pero sé que si tienes el llamado a hacer algo y no lo cumples, te enfermas. Yo era muy pequeña cuando Manuela apareció en la vida de mi madre. Ella la curó y le dio la fuerza espiritual para continuar. El oficio de ser machi es la entrega al otro, no importa dónde esté, la machi tiene que ir. No sé si mi mamá hizo la entrega al otro a través de sus hijos, porque ella se entregó por completo a nosotros, relegándose. ¿Qué haces tú en una comunidad que no produce, no tienes salario, con tierras que no son fértiles? Mi mamá lo hacía todo, la ropa, a mi papá, a nosotros, hacía intercambios de género. Mi mamá tenía una máquina de coser y mi papá una máquina de escribir. Mi papá no fue a la escuela y aprendió a leer y a escribir solo. Y después cuando comenzaron los problemas por la recuperación de las tierras, él escribía los comunicados en la máquina de escribir. Yo nací en ese ambiente, dos personas pensando el mundo, en solidaridad con los otros.