Cuando Claudia (40) está en su casa, su marido sale a la calle. Cuando Claudia está en el segundo piso, él baja al primero. No comen juntos. No hablan más de lo necesario. Y hace casi dos meses que tampoco comparten la cama. Claudia y su marido llevan 27 años juntos. Tienen dos hijos, de 11 y 13 años, y viven en la Región del Biobío. Arrastraban problemas en el matrimonio, habían ido a terapia para mejorar la relación, pero la cuarentena agravó los conflictos. La única solución para ella es la separación, pero la pandemia no les permite dar el siguiente paso.

Desde que la trabajadora de casa particular que iba al hogar dejó de ir por la cuarentena, Claudia propuso una nueva dinámica a la familia: “Ahora todos tenemos que ayudar, hay que dividirse las tareas”, dijo. Los niños asintieron, pero a su marido, dice ella, no le pareció bien. A un año de iniciada la pandemia, según su relato, sigue sin recoger los platos sucios. El factor doméstico la sobrepasó. “Como yo trabajo desde la casa, él siente que no cuenta y como él es el que más dinero gana, piensa que yo tengo que encargarme de la casa y eso me colapsó”, dice Claudia.

Para Roxana Lobo, psicóloga del Instituto Chileno de Terapia Familiar, el problema de Claudia es lo que ella llama corresponsabilidad y uno de los grandes temas actuales en las terapias de pareja. “Aparece sobre todo en los temas domésticos y de crianza. Tratar de compatibilizar la demanda familiar de los niños y el trabajo. Y eso muchas veces genera mucho conflicto en la pareja, poniendo a prueba la capacidad de adaptarse de una pareja”, cuenta Lobo. La primera piedra en el camino es la nueva convivencia, dice.

Los problemas que Claudia ha tenido con su marido no son un caso aislado. Las crisis matrimoniales y de pareja se han agudizado con la pandemia. Eso arroja la Encuesta Nacional sobre Cuidados al Interior de la Casa, de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado (UAH), realizada en marzo y abril de este año. Del total de encuestados, un 32% dice que su relación de pareja ha empeorado un poco o mucho.

Ahora la separación se vive de manera más radical, la pandemia ha acelerado ese proceso. La gente ya llega diciendo ‘llevo un mes pensándolo’ y antes decían ‘llevo dos años pensando esto

Paula Sangüesa, psicóloga de Divorcio Sano

El comportamiento de la tasa de divorcios a nivel mundial varía según la región. En Italia, el 2020, según la Asociación Nacional de Divorcios, el número de separaciones aumentó en un 60%. En Estados Unidos, de manera opuesta, los números tuvieron una caída notoria. En Chile, según el Registro Civil, el año 2020 se solicitaron menos ceses de convivencia y existen menos inscripciones de divorcio comparado con 2019. Sin embargo, para evaluar en cifras la situación, será necesario esperar más tiempo. “Es esperable que cuando haya estabilidad aumenten las tasas de divorcio y separaciones, porque la crisis a veces no permite que la gente esté ejecutando el divorcio”, explica Lobo.

Claudia recuerda la pelea que los dejó durmiendo en camas separadas. Una noche de marzo la pareja conversaba sobre un proyecto familiar y ella aprovechó de plantearle a su marido que revisaran su matrimonio. “Esto se va a acabar si sigue así”, dijo Claudia, invitándolo a terapia. Él, sostiene ella, se enojó. Creía que el tiempo lo arreglaría y le dijo que mejor se separaban.

La pareja intentó terapia. Pero nunca volvieron a dormir juntos.

Pedir socorro

Después de siete meses de pandemia, Luis (46) decidió buscar un terapeuta de parejas para él y su esposa desde hace 10 años. Comenzó pidiendo recomendaciones a sus cercanos. Estaban todos copados. Llamó a centros especializados en familia y no tenían horas disponibles. Finalmente, consiguió una consulta online para él y su esposa. Tuvieron que esperar dos semanas para la sesión. Aún así, era la mejor opción que encontraron. Después de seis sesiones, dice que los ayudó a mejorar su convivencia.

En sus más de 25 años de experiencia, el psicólogo y director del Centro Psicológico de la Persona, la Pareja y la Sexualidad (Ceppas), Antonio Godoy, nunca había visto una demanda tan alta en consultas de pareja: “Ha sido explosivo y es sorprendente que en esta segunda cuarentena, más todavía”, indica.

Los problemas en la consulta no son nuevos, dice Godoy. Se repiten los conflictos de comunicación, corresponsabilidad e, incluso, infidelidades. La diferencia es la intensidad de la crisis. “Yo tengo que actuar como Forestín apagando incendios. Estoy meses apagando incendios”, cuenta el psicólogo.

Podríamos esperar un aumento en las separaciones legales una vez controlada la pandemia, porque necesitas tener cierta estabilidad para poder poner en marcha un divorcio. Además, la familia se empobrece a consecuencia de una separación

María Paz Sangüesa, abogada Divorcio Sano

Roxana Lobo hace hincapié en que lo que hizo la cuarentena fue agudizar los problemas que las parejas venían arrastrando, “no va a romper parejas que están firmes. Son crisis que vienen arrastradas y la exigencia de la pandemia lo hace intolerable, es el gatillo final”, dice.

Este fue el caso de Belén (33), que tras cinco años de relación y casi cuatro de convivencia terminó por separarse de su pareja. “Veníamos mal hace harto rato y la pandemia lo exacerbó, el egoísmo se exacerbó y no nos empezamos a pescar, cada uno por su lado”, cuenta. Belén trabajaba desde la mañana hasta la noche en el comedor y su marido en una pieza aparte. Se juntaban solo para comer. La inestabilidad emocional llevó a Belén a desarrollar un cuadro depresivo que vino acompañado de un aumento de peso. Su psiquiatra fue quien le dio el último empujón: “Te vas de tu casa, terminas tu relación o te internas”, le dijo. A finales de junio Belén se fue del departamento y no tiene planes de volver.

Lobo dice que no es raro que se presente sintomatología depresiva, ansiedad o angustia, por la suma del contexto mundial e íntimo. La terapeuta dice que uno de los factores de quiebre es que las parejas llevan una regulación entre los espacios individuales y compartidos, lo que llama “cercanía y distancia”, propia de cada relación. “Eso es lo que permite que la pareja sea funcional y con un nivel de satisfacción relativamente bueno”, y explica que esto se vio interrumpido por el encierro absoluto, “se instala una nueva tensión, porque yo puedo querer estar contigo y tener una buena relación, pero no sé si quiero estar contigo todo el tiempo encerrados”.

La ansiedad generalizada e incertidumbre del ambiente también se traducen en la pareja de una manera que no se había visto antes. A Godoy hay un caso que no le deja de dar vueltas en la cabeza. Le costó entender qué pasaba. Hace un año que atendía a una pareja y, mientras planificaba el alta, llegó la pandemia. Con el encierro esa pareja comenzó un enfrentamiento con nuevos problemas y conductas adictivas. El hombre desarrolló una adicción a los chocolates y los helados, la mujer se volvió adicta a los juegos del celular. Estaban saliendo de terapia y terminaron viviendo separados. “Fue dramático, era el caos completo, y yo decía ¿qué pasó acá?, no ocurría en mi práctica profesional que estando cerrando, se abrieran nuevos temas. Y tuvo mucho que ver el efecto pandemia”, cuenta Godoy. Aunque la historia tuvo un nuevo giro. Esa pareja hoy planea volver a convivir.

Por su parte, Claudia está en la vereda opuesta. Tras un par de sesiones, decidió no hacer más terapia de pareja y continuar solo con la individual. Y respecto de su marido, cuenta los días para dejar de vivir en la misma casa, tener su espacio y comenzar los trámites legales de la separación.

La nueva separación

Cuando María Paz Sangüesa, abogada y codirectora del centro Divorcio Sano, se conecta a las videollamadas con sus clientes, se encuentra con distintos escenarios. En la cámara se puede ver que algunos están sentados en el auto, aprovechando el permiso para ir al supermercado, o mientras van a buscar a los hijos al colegio. Se las ingenian diferente, pero todos tienen algo en común: quieren separarse de sus parejas.

En un día, Sangüesa puede recibir cien solicitudes entre llamadas y mensajes. La abogada dice que 2020 fue el año en que más ha trabajado en su vida y que nota un aumento en la demanda de sus servicios justo después de las cuarentenas. Antes, las primeras consultas no eran gran parte de su agenda. Hoy la mayoría de las horas se trata de nuevos clientes.

Sangüesa dice que generalmente son hombres o mujeres menores de 50 años, que categoriza en tres grupos. El primero son los que llaman con la idea de separarse y buscan saber qué tendrían que hacer. El segundo, son los que ya decidieron separarse y llegan en busca de una respuesta sobre cómo formalizar el proceso. Y el tercer grupo son quienes ya se separaron, no viven juntos, pero quieren saber cómo divorciarse lo antes posible.

Estas primeras asesorías son lideradas por una dupla de profesionales, por una parte un abogado y por la otra un psicólogo. Ahí entra Paula Sangüesa, la otra cofundadora y hermana de María Paz. La psicóloga dice que los que han decidido separarse en la pandemia llegan con una predisposición distinta a los otros clientes. “Hay un grupo grande que llega muy sobrepasado y en crisis”, dice, y agrega que, por lo mismo, la primera consulta suele estar muy cargada del celo emocional, ya sea desde el susto o la rabia. También explica que la separación requiere de un proceso interno en que la persona reflexiona hasta tomar la decisión de terminar la relación, que muchas veces las personas dilataban en el tiempo. “Ahora se vive de manera más radical, la pandemia ha acelerado ese proceso. La gente ya llega diciendo ‘llevo un mes pensándolo’ y antes decían ‘llevo dos años pensando esto’”, cuenta la terapeuta.

Pero aunque haya aumentado la intención, en la práctica no se ve una diferencia importante en los números de ceses de convivencia. Hoy, dicen las hermanas, hay más factores que lo emocional. “En la pandemia se ha acelerado la decisión de separarse, pero la separación práctica es más lenta. Los clientes vienen más enojados, más decididos, pero se topan con dificultades concretas, como ¿a dónde me voy?, ¿cómo me traslado?, ¿qué hago con los niños? Y esto dilata los procesos y complica emocionalmente a la pareja”, dice Paula Sangüesa

María (41) se asesoró con abogados para saber cómo enfrentarse a su marido desde hace cinco años, pareja desde hace 12 y padre de sus dos hijos. Está segura de querer divorciarse, dice. Pero el trámite lo tiene en pausa. En septiembre del año pasado se separó definitivamente y, meses más tarde, le propuso a su pareja comenzar los trámites legales. A él le molestó la idea, creía que aún lo podían solucionar. Aún cuando no viven juntos y él tiene una nueva pareja. Ella no ha cambiado su postura, pero prefiere no volver a hablarle del divorcio hasta que él no le pague el dinero que le debe. Durante la pandemia, como muchos chilenos, perdió su trabajo y ahora es independiente, “si llamo a los abogados me arriesgo a que esa plata no llegue y no puedo permitírmelo”, cuenta María.

Por casos como los de María es que la abogada de Divorcio Sano dice que podríamos esperar un aumento en las separaciones legales una vez controlada la pandemia, “porque necesitas tener cierta estabilidad para poder poner en marcha un divorcio, además la familia se empobrece a consecuencia de una separación”, cuenta.

La psicóloga del Instituto Chileno de Terapia Familiar, Roxana Lobo, lo define como modo supervivencia. Parejas que por dificultades ligadas a la pandemia no pueden tomar la decisión de separarse y comienzan a operar en “modo automático”, algunas veces con acuerdos básicos o simplemente ignorándose el uno al otro. “Esto genera un clima de alta tensión emocional dentro de la familia e incluso síntomas con niveles altos de ansiedad, angustia e insomnio”, dice la especialista. Están esperando que se controle el Covid-19.

En ese grupo se encuentra Claudia, que llamó a los abogados para asesorarse y que está decidida a terminar su matrimonio. Pero que sigue viviendo con su pareja. Dice que está esperando que termine la pandemia, porque no quiere exponer a sus hijos, que son alérgicos asmáticos, a salir de la casa. Pero que, apenas pueda, se separa: “Llevo 27 años en esta tontera, así que lo que queda de la pandemia no es mucho. Yo decidí que para mí él ya no existe”.