Estado de shock
Salvaron apenas una gobernación de 16. Van dos veces en un mes que una elección termina en desastre, y ahora en Chile Vamos creen factible padecer otro en noviembre si quedan fuera de la segunda vuelta. Sus partidos velan cada uno por lo suyo -igual que el Presidente- y la presión por ‘reinventarse’ para recuperar votantes recae sobre los cuatro precandidatos.
A algunos dirigentes les ha parecido una idiotez y a otros una señal exagerada de miedo. Pero es cierto. En la misma semana que los precandidatos presidenciales de Chile Vamos lanzaron programas y campañas para la primaria de apenas cuatro domingos más, ha sido de lo más común dar con parlamentarios y otras voces del sector que aseguran saber de electores suyos dispuestos a no votar por ninguno de los cuatro, sino que ir a marcar por Gabriel Boric para supuestamente ‘hacerle daño’ a Daniel Jadue en la elección simultánea.
Quizá cuántos adherentes -no militantes- de la coalición hagan tal cosa. Una ex autoridad dibuja el cráter del impacto: por cada 100 que apuesten por este insólito ‘voto estratégico’, la brecha entre ambas primarias será de 200 votos, de ganar el PC-FA esa medición. Dicen que para las del 2013 hubo gente que lo hizo por Andrés Velasco “contra” Michelle Bachelet (en Las Condes él la duplicó), en vez de participar en el duelo Pablo Longueira v/s Andrés Allamand, que convocó a mucho menos de la mitad de gente. El final se sabe.
“Es una gran trampa” y un “tremendo error” clamaba el viernes Ignacio Briones. Otros leen que es un síntoma más de una coalición que sigue contusa, conmocionada tras el mazazo recibido el domingo pasado. Salvó apenas una de 16 gobernaciones regionales, quedó fuera de la Metropolitana y tres balotajes más, y -por lo mismo- remató cuarta en votación de bloques.
Su segunda derrota histórica en menos de un mes ha dejado a parte de Chile Vamos, observan algunas voces ahí, inmóvil. Casi encandilada por los faros de un vehículo en la carretera. Quedan solo cinco meses para la presidencial, y si antes de la paliza del 15 y 16 de mayo unos pocos creían factible quedar eliminados de la segunda vuelta de diciembre, ahora parecen ser más.
Pero ante los micrófonos, para el grueso del coro oficialista -solo unos cuantos han admitido que la catástrofe es factible- es otra película: dicen que la lucha por la sucesión de Sebastián Piñera no está perdida y que Jadue aún es ganable. Otros comentan al fono que el temor paralizante no es para tanto y que pasará en días; esperan que después de las primarias se ordenen las filas. Para eso tienen que convencer a su electorado que no se quede por tercera vez seguida en casa.
Parte de éste sí salió para apoyar a Claudio Orrego el fin de semana. Hubo parlamentarios derechistas que votaron por él medio a regañadientes. Otros, convencidos. Sus cuatro aspirantes presidenciales llamaron a hacerlo. El DC acaparó el 94,85% en Vitacura y en todo el Distrito 11 sacó casi 135 mil votos más que en la primera vuelta de gobernadores, pese a que en esa zona la participación cayó en 102 mil entre ambas.
En la directiva de Evópoli admiten que eso ayudó a “hacerse la idea” -creen que la mayoría del sector lo hará- de terminar votando en el balotaje de diciembre por Yasna Provoste “contra” el alcalde PC. En el mando UDI intentarán disuadir. El miércoles su jefe Javier Macaya advertía que la presidenta del Senado se ve “razonable” pero que “ha empujado nacionalizar los fondos de pensiones” y “no se parece tanto” al flamante gobernador electo. Y que “trabajamos con mucha fuerza para que eso (una papeleta final solo con Jadue y ella) no ocurra”.
El sector no termina de aquilatar esta crisis casi abismal. En parte por el shock, en parte porque sus partidos admiten que para atraer votantes necesitan mutar el discurso. Eso acarrea la presión de ‘reinventarse’ y detrás, la de pensar en una razón de ser que les permita proyectarse. Y no sucumbir si les toca el peor desenlace. Sus jefaturas asumen que con este calendario no pueden hacer una seria reflexión conjunta (el lunes la derrota apenas fue tema en la cumbre en La Moneda) e insisten en que la diferencia la pueden marcar sus cuatro precandidatos en el mes que queda.
Eso está muy por verse con tanto flanco abierto. Uno es si la primaria ajará más al bloque: en el debate televisado de mañana sabremos si el vehemente tiroteo verbal del jueves entre los voceros del los precandidatos en CNN Chile fue un teaser de cómo se llevarán Joaquín Lavín con Sebastián Sichel, y éste con Mario Desbordes y Briones, y a su vez éste con el UDI. En este partido dicen esperar una campaña “agresiva” contra su hombre.
Los cuatro sí están de acuerdo en alejarse leguas de La Moneda (¿recuerdan esa foto con el Presidente?). Sus voceros callaron cuando se les preguntó quién quiere ser el continuador de Piñera. En Chile Vamos algunos se irritan al pensar que él pretendía irse de 11 días de gira pasado mañana.
Otro problema: José Antonio Kast. Si él desistiera de la primera vuelta, Lavín y la UDI podrían conjurar el peligro de quedar fuera de la segunda. En Republicanos aseguran que ya les dijeron que no con mayúsculas.
Pero las inscripciones para la presidencial cierran el 23 de agosto, y también para los pactos parlamentarios. Y ahí la pretensión gremialista de ir unidos con el partido que les muerde la banda derecha -donde narran que también se han negado- puede activar otra espoleta con Chile Vamos.
Un acuerdo electoral solo cuajará con la venia escrita del resto del bloque. El que rubricaron para la constituyente dejó mal gusto allí: reclaman que las tropas de Kast fueron magro aporte y éstas retrucan que el RN Cristián Monckeberg fue electo arrastrado por Teresa Marinovic en el Distrito 10. En Evópoli se cuadran al jurar que no firmarán ese pacto por ningún motivo porque ante este castigo inmisericorde a los partidos ‘tradicionales’ (ellos se consideran ‘nuevos’), se condenarán si lo hacen.
La facción RN de Desbordes también se opone, pero después de la estrechísima elección de ayer -que al cierre de esta edición se seguía peleando, según cómputos parciales no oficiales- eso podría quedar en suspenso.
En la coalición cuentan que el partido de Briones ya hizo saber que si se llega al extremo de un sí o un no, podrían voltear y largarse. Entre los líderes de Evópoli -donde han estado en “reflexión” sobre el asunto parlamentario; el viernes tenían un seminario- dicen que el ya desordenado barrio se revuelve más si ahora hay que negociar cupos parlamentarios con un RN quebrado. Y que no se van a atrincherar por nada, así que la UDI habrá de elegir entre ellos y Kast si se da el caso. “Tenemos que tomar decisiones”, cierran.
Las cinco semanas siguientes al 18 de julio prometen.
¿Qué año es?
Un pacto parlamentario con o sin Kast definirá el primer lance del proceso -no se puede seguir postergando mucho- de cuánto se redefine la derecha. Para algunos, si va por el centro o si se arrincona ideológicamente (o sigue fiel a sus convicciones, según quién llo diga). Parece que Jadue tiene que ver en esto. A la conmoción electoral siguió en Chile Vamos una retahíla de críticas al programa del aspirante PC conocido esta semana. La campaña lavinista ha izado el pabellón de combate de “libertad o comunismo”, como repiten en la UDI.
Esa táctica tiene partidarios de motivar así a sus votantes, y disidentes de reducir el discurso derechista.
Eso, la tesis de votar por “el mal menor” y otros flecos de este drama explican que en estas semanas se haya invocado en conversaciones y columnas de opinión la pesadilla derechista de 1964, cuando abandonó a su candidato presidencial Julio Durán para volcarse en masa por Eduardo Frei Montalva y cortarle el paso a Salvador Allende. Y de 1966, cuando los partidos Liberal, Conservador y Acción Nacional se disolvieron y fundaron uno nuevo luego que los dos primeros fueran aniquilados (un dígito porcentual) en la parlamentaria de 1965.
“Es el peligro de la profecía autocumplida. Si la derecha repite y repite lo del ’64 va a terminar siendo igual porque genera las condiciones para eso. Hay cosas que se parecen y otras que no”, lee el doctor en Ciencia Política Daniel Mansuy. Cree que el debate de fondo lo tienen que dar los candidatos porque “¿qué hará un presidente de derecha el 2022 si no tiene una reflexión? ¿Con un un solo gobernador, con la Convención en contra? Si ganas solo con la bandera del anticomunismo será un desastre. No sé si tiene sentido ganar sino tienes algo sofisticado que ofrecer”.
El antropólogo Pablo Ortúzar piensa que la “historia tiene una moraleja: en política nunca hay que renunciar a ser por motivos de aritmética electoral. El miedo es un pésimo consejero”. Y que “la analogía se cae por todos lados si se mira de cerca. La derecha cuenta con candidatos competitivos, no ha renunciado a ser, y su problema -lo que podría hacerla naufragar electoralmente- es el amiguismo, nepotismo y falta de renovación de candidaturas parlamentarias”.
Claudio Arqueros -doctor en Filosofía y director de Formación de la Fundación Jaime Guzmán- cree " entendible que algunos planteen similitudes, pero tenemos una sociedad mucho más vaporosa, no polarizada; hay partidos que aún no superan la Guerra Fría, pero no se puede tratar de relacionar esto con un escenario de hace décadas”.
También ve paralelos Sebastián Izquierdo -ingeniero comercial, director ejecutivo de Horizontal, el instituto de Evópoli- pero que “la historia no se repite. Estamos en un nuevo escenario, con fuerzas políticas de diversas ideologías, otra experiencia acumulada y distintas reglas del juego”.
Otro que considera que “no es la derecha del ’64: los partidos están armados , con capacidad territorial; no son los partidos del 5% como entonces” es el filósofo Hugo Eduardo Herrera.
Ellos aún ven posible evitar quedar fuera del balotaje. Pero si ganase Jadue, en la derecha “las posiciones más polarizadas se verían fortalecidas y las ideas más moderadas y dialogantes, debilitadas, lo que implicaría un retroceso de la evolución ideológica que el sector requiere”, ve Izquierdo.
Herrera se la imagina “en un plano tipo ’65, como el entonces nuevo Partido Nacional: más recalcitrante, movida por el miedo al PC, ante una derecha más reflexiva y renovada ideológicamente, como el sector moderado de RN”. Ortúzar augura que un triunfo comunista “llamaría a la lucha por libertades mucho más básicas y fundamentales. Y presionaría para alinear los sectores de la derecha que están en proceso de diferenciación. Dominarán los más duros, con un proyecto de restauración capitalista autoritaria. Si prima cierta moderación al otro lado, habrá espacio para que prevalezca la llamada derecha social”.
“Pase lo que pase, la derecha tiene que recuperar un discurso; debe entender que no basta con el Poder Ejecutivo y que hay que construir un mensaje que penetre culturalmente. Hay que traer el péndulo de regreso, y eso implica superar la lógica de fraccionamiento o desorden” y “la falta de convicción”, tercia Arqueros.
“Los partidos tendrían que reformularse. Es posible que se terminen aquellos que conocemos hoy y que responden a un ciclo político que ha finalizado”, cree la historiadora Sofía Correa Sutil, autora de Con las riendas del poder: la derecha chilena en el Siglo XX (2005). Y que “ello implicaría la creación de uno o más partidos nuevos, que trajeran consigo otros liderazgos y un proyecto político diferente. De esta forma podrían buscar convocar y volver a representar a una amplia diversidad social, urbana y rural, a sectores populares y a las nuevas clases medias; también a las generaciones más jóvenes que portan nuevas visiones de mundo y demandas diferentes. La refundación de la derecha política probablemente ocurra después de la elección presidencial –en la que puede que no llegue a segunda vuelta- y mientras esté en proceso la discusión constituyente, que será para ella muy desafiante”.
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