Durante los días más convulsos del estallido social, el GAM estuvo bajo amenaza de fuego. Al menos tres veces las obras de la segunda etapa fueron violentadas: turbas rompieron mallas protectoras, robaron herramientas y provocaron incendios que fueron controlados por bomberos. Por esos días, Felipe Mella prácticamente vivía en el centro cultural: a menudo se quedaba por las noches con los guardias ante el temor de que se tomaran el edificio.

-Muchas veces me quedé los viernes por la noche. Había momentos muy difíciles y a veces nos íbamos a encerrar a un búnker, que es la sala de control de los guardias, para resguardar la vida de la gente -recuerda.

Fueron días complejos, que más tarde dieron espacio a momentos de diálogo: organizaron conversatorios al final de las funciones de teatro, debates y cabildos ciudadanos. “Era muy emocionante cada vez que terminaba una obra de teatro y los artistas se sentaban en el borde del escenario a conversar con la gente. La gente tenía muchas ganas de conversar”, dice.

Pero el más emotivo ocurrió después, en 2022, cuando celebraron los 50 años de la construcción del edificio de la UNCTAD III y les hicieron un homenaje a los artistas y gestores. “Nunca nadie los había reunido y fue un momento maravilloso, histórico”, recuerda. En la celebración participaron Miguel Lawner, Guillermo Núñez, Francisco Brugnoli y quien fue la primera directora del Centro Metropolitano Gabriela Mistral, Irma Cáceres, entre otros

Frontis del edificio del GAM. Foto: Andrés Pérez

Arquitecto y gestor cultural, Felipe Mella hace estos recuerdos 120 días después de ser desvinculado como director ejecutivo del GAM, cargo que ocupó durante ocho años. En agosto se enteró por la prensa de que el directorio presidido por la exministra Claudia Barattini le pediría la renuncia.

Por entonces se hizo público que en los últimos dos años el GAM había acumulado un déficit de $ 580 millones. Felipe Mella presentó un plan de mitigación, pero fue rechazado por el directorio. Los cuestionamientos de la presidenta del directorio alcanzaron a su sueldo, que rondaba los $ 8 millones.

Según el balance de 2023, el déficit se originó en dineros que el GAM tuvo que devolver al Ministerio de Cultura por convenios de 2017 y 2018 ($ 200 millones), un recorte del presupuesto 2023 de $ 130 millones y el pago de indemnizaciones por despidos de $ 140 millones.

Según Claudia Barattini, todos ellos responden a problemas de gestión. “Nos pareció que no se habían tomado las medidas necesarias. O las que se habían tomado eran totalmente insuficientes. Entonces nos pareció agotada la gestión de Felipe Mella”, dijo a La Tercera.

Felipe Mella se alejó del cargo en silencio, sin hacer declaraciones. Y así se mantuvo durante cuatro meses. Estaba dolido, dice, y necesitaba sanar antes de hablar.

-Siento que no era bueno salir a hablar altiro, porque, de alguna manera, genera una rueda eterna que no termina nunca. Ahora estoy animado, porque siento que estoy renaciendo, y ese renacer me dio confianza. Pero con el ánimo de dar a conocer una gestión que no se mostró en esos miles de artículos que salieron.

Mistral, Gabriela, una de las obras estrenadas por GAM.

En sus ocho años a cargo de GAM, Felipe Mella impulsó la descentralización del centro cultural, llevando obras a regiones; aumentó las cifras de público (cerró 2023 con un millón y medio de personas), y diversificó la oferta cultural, a menudo con obras innovadoras y políticamente controversiales. Durante el estallido social facilitó los muros de la fachada para la expresión de los artistas callejeros y también ofreció apoyo al Instituto Nacional de Derechos Humanos y a la Cruz Roja.

-Creo que fuimos muy inteligentes durante el estallido. En un momento cerramos para proteger a los trabajadores, a los artistas y al público. Pero a los dos días decidimos abrir el GAM. Cambiamos nuestra línea programática en sintonía con lo que estaba sucediendo. Se ocupó la fachada y fue una buena decisión, porque de alguna manera manifestaba, a través de una obra artística urbana, lo que estaba pasando en el país. Se hicieron cabildos y conversaciones. Se trabajó en equipo y así fue como el GAM sobrevivió al estallido.

En su aproximación al estallido, hay gente que siente que el GAM se politizó demasiado

El GAM es un espacio politizado, o sea, se emplazó en el edificio que fue la UNTACD III, que se hizo para abordar las grandes políticas sobre la superación de la pobreza. El GAM tiene un deber con eso. Y creo que si la gente lo ve politizado, fue sobre todo por el tema de la fachada. Pero hoy día la Escuela de Antropología de la Universidad de Chile está haciendo una investigación sobre eso. Creo que fue muy importante.

El muro del 18-O en GAM.

¿No cree que pudo resultar divisivo?

Creo que los espacios culturales hoy tienen que ser espacios donde se genere polémica y debate. Creo que ese momento fue necesario pasarlo así. Con la mano en el corazón, no me arrepiento de lo que hicimos. Además, estábamos en un gobierno de derecha y teníamos un presidente del directorio que era de derecha también.

¿Y no tuvo problemas con el directorio?

Hubo un diálogo muy profundo dentro del mismo directorio, de cómo lo enfrentamos. Y en el momento en que comenzamos a recibir críticas, el directorio firmó una carta de apoyo, y eso lo agradezco mucho, porque sentí un respaldo muy grande por parte de todos ellos. Todos se cuadraron. Siento que fue bien manejado y creo que el sector artístico lo agradeció mucho.

¿Y durante la pandemia?

Al principio había mucho miedo, no sabíamos cuánto iba a durar. Entonces se tomó una decisión a nivel de directorio: presentamos una propuesta para enfrentar la pandemia con actividades. Y fuimos la primera institución que hizo una obra por Zoom. Invertimos, capacitamos a los trabajadores, compramos equipos, en fin. Nos preocupamos de que nadie se moviera y saliera de sus casas. Hicimos seminarios y ferias virtuales. Fuimos súper innovadores y creo que de alguna manera marcamos una pauta.

Mentes Salvajes, dirigida por Víctor Carrasco, fue la primera obra estrenada vía Zoom por GAM en 2020.

¿Era rentable?

Nunca fue rentable, pero no podíamos cerrar el GAM. Hicimos todo lo posible y apoyamos a un sector donde se perdieron 220 mil puestos de trabajo. Fuimos el segundo sector más perjudicado después del turismo. ¿Qué hicimos? Contactamos a otros centros culturales, armamos un fondo concursable para desarrollar obras virtuales, y fue un éxito. Era eso o nos guardábamos. Nos sentamos y esperamos que pase esto, o apoyamos a un sector que estaba absolutamente deprimido, sin ninguna política pública clara en ese momento.

Es entonces cuando comienza a gestarse el déficit.

Yo me pregunto ¿qué espacio cultural hoy en día no es deficitario? O sea, hay muchos...

Hasta antes de la pandemia no tenían déficit.

No, no teníamos déficit, porque nos estaba yendo bien. Teníamos un superávit de $ 210 millones. Y en pandemia decidimos hacer todos esos cambios y gastarlo. Pero uno tiene que tener súper claro que hoy día los espacios culturales en Chile y en el mundo tienen grandes déficits, porque son espacios que nacen de políticas públicas, el foco es educar, generar justicia cultural, dar acceso, democratizar. Y si un espacio tiene un déficit de 580 millones, el rol que tiene el Estado es pagarlo. Nosotros podíamos sostener ese déficit con un plan de mitigación, a tres o cuatro años se podía sostener.

¿Cómo se genera su salida?

Ahí yo puedo hacer un mea culpa. Mi contrato era por ocho años, renovable cada cuatro. Y el directorio en un momento planteó la necesidad de darle continuidad a mi contrato, porque se estaba trabajando la segunda etapa. Y creo que eso causó, no sé si molestia, pero hubo mucha gente en el sector a la que no le gustó. Y ahí yo podría haber dicho hay que dar un paso a un lado, cumplí una etapa, me voy por la puerta ancha, y no lo hice. Debería haberlo hecho.

¿Por qué generó escozor o molestia?

Porque el sector cultural es un sector bastante precario aún, y hay lugares donde los sueldos son mejores que otros. Y también fue polémico lo de mi sueldo, pero cuando yo entré al GAM el sueldo lo fijó el directorio, yo nunca me subí el sueldo, por el contrario, se ajustaba con el IPC. Y hubo años de IPC alto donde no me subí ni siquiera la mitad, porque encontraba que era descarado.

En el fondo, era un puesto codiciado.

Es un puesto, más que codiciado, muy atractivo.

Y parecía que usted se estaba eternizando.

Yo no tenía ganas de eternizarme, lo que yo esperaba era inaugurar la segunda etapa. Ahora pienso que no debí haber aceptado y haber dicho se acabó mi época. Pero había un amor muy grande al proyecto, que es un amor que le tenía desde que asumí y le sigo teniendo. Y le deseo la mejor de las suertes al próximo director o directora que asuma el proyecto, que tiene un tremendo desafío hacia adelante.

Obras de la segunda etapa del GAM. Foto: Andrés Pérez

La presidenta del directorio argumentó que su gestión después de ocho años estaba agotada.

Después de vivir el furor de los primeros años, tres gobiernos, haber pasado por ocho presidentes de directorio, haber vivido un estallido social y una pandemia, sí, se podría pensar que después de todo eso uno podría estar agotado. Pero yo siento que el GAM estaba funcionando muy bien, con nueva directora de programación, que tenía una mirada novedosa. No, yo no siento que mi gestión haya estado agotada.

Según la presidenta del directorio, el déficit del GAM se debía a problemas atribuibles a su gestión. ¿Asume que hubo una gestión deficitaria?

Yo creo que fue un mix de cosas. Dentro de los mea culpa que tengo que hacer es que nosotros tomamos una decisión apresurada, que fue el tema de la pandemia, de habernos gastado la plata en apoyar a un sector deprimido que estaba en el suelo. Quizá debimos decir no, de esto se tiene que hacer cargo el Estado, no nosotros. Pero decidimos hacerlo igual. Quizá ahí hubo un error grande. Con respecto a los otros temas, si la Dipres te pide devolverle plata, no puedes devolverla en cuatro cuotas. Y eso no es problema de gestión. Y el resto de las devoluciones es un problema que viven todas las instituciones culturales hoy día.

Usted presentó un plan de mitigación. ¿Qué pasó con ese plan?

Lo rechazó el directorio.

¿Por qué? ¿Con qué argumentos?

Que no creían que se podía realizar. El plan había sido aprobado por el directorio anterior. Y cuando llegó Claudia Barattini, en marzo, lo presentamos de nuevo, porque además cambió el 70% del directorio. Se le presentó y no convenció. Creo que yo no era una persona de confianza para la presidenta del directorio, y tomó esa decisión.

¿Cómo fue su relación con ella?

Fue corta, porque ella viajó entremedio fuera de Chile y no la vi mucho. Conversábamos por WhatsApp, pero no tuvimos muchos espacios de conversaciones estratégicas como para planificar mucho. A Claudia no la conozco más que desde que llegó al GAM. La conocí, obviamente, cuando era ministra, pero no tenía relación cercana con ella, no éramos conocidos. A los otros presidentes de directorio los conocía: a Felipe Alessandri, Andrés Rodríguez, Alejandra Kantor, Ramón López. Ahora, es válido que el directorio tome una decisión como esta. Pero con lo que no estoy de acuerdo es con la forma. Creo que con todo lo que se logró durante ocho años en el GAM, no era la forma como merecía salir.

Cuando Claudia Barattini era ministra de Cultura y usted dirigía Balmaceda 1215 tuvieron una controversia. ¿Pudo haber predispuesto la relación?

Puede haber sido, pero fue una diferencia de política cultural. Yo había trabajado en la campaña de Bachelet y entre los proyectos que se presentaron estaba hacer crecer Balmaceda. Y cuando ella asumió de ministra no quiso hacerlo. Yo se lo hice ver varias veces, y ahí tuvimos diferencias grandes. Nunca he sido amigo de Claudia.

Cuando usted salió del GAM, todo lo que se habló se centró en el déficit, los problemas de gestión, su sueldo. ¿No fue un poco mezquina esa mirada también?

Sí, fue un poco mezquino. A mí me dolió mucho. Y por eso decidí esperar tanto rato, porque uno tiene que sanarse las heridas también. Son heridas súper profundas; eran momentos donde dices, yo me saqué la cresta durante el estallido, nos quedamos en la noche dentro del GAM cuántas veces para que no se lo tomaran. Mil veces hablé con el ministro de Interior de Piñera, porque a mí me amenazaron, porque yo estaba dándole espacio al comunismo y que el GAM era un antro de no sé qué, y todo eso, bueno, es parte de tu pega. Por eso fue doloroso salir de esta manera. Pero yo soy una persona que he recibido golpes bastante duros en mi vida y me sé levantar. Ahora me costó un poco más, porque hirieron un poco mi orgullo. Pero de alguna manera hoy me siento preparado para salir al mundo nuevamente y volver a lo que a uno le gusta.

Su salida tuvo respaldo de la ministra Carolina Arredondo.

Obviamente, tiene que ser en acuerdo con ella, porque la presidenta del directorio es su representante.

¿La ministra tenía algún tipo de objeción a su gestión?

Debe haberla tenido.

¿Y en algún momento se lo hizo saber?

No, nunca me lo hicieron saber.