Eran casi las 15.00 horas del miércoles 15 y el gobierno sumaba una nueva derrota, por segunda semana consecutiva. Hace unos minutos se había aprobado en la Cámara de Diputados el proyecto de ley que permite el retiro del 10% del fondo de pensiones, y el ministro del Interior, Gonzalo Blumel (42), quien estaba asimilando la dura pérdida propiciada esta vez por 13 parlamentarios de Chile Vamos, recibió una llamada telefónica del Presidente Sebastián Piñera.
El jefe de gabinete se encontraba en el Congreso en Valparaíso junto a sus pares Ignacio Briones (Hacienda), Claudio Alvarado (Segpres) y Cristián Monckeberg (Desarrollo Social). Ahí, puso en altavoz al Mandatario. Fue el primer intercambio tras la derrota entre Piñera y su comité político, el que nuevamente quedaba en entredicho.
En ese diálogo, Piñera pidió el detalle del conteo de los votos, convocó a sus ministros a La Moneda y lamentó el resultado en el que él mismo había apostado su capital político y se había puesto en la primera línea liderando las tratativas para alinear a la coalición. El día anterior, Presidencia había difundido una fotografía de Piñera en solitario encabezando una cita con dirigentes del oficialismo. El Mandatario había jugado a ganador. Y perdió.
La imagen fue comentario obligado en el oficialismo por la sobrexposición del Jefe de Estado y -de paso- dejaba aún más debilitado al equipo político que quedó relegado a un segundo plano, en especial Blumel, quien ha estado en el centro de las críticas, principalmente, de la UDI, quienes han acusado que el jefe de gabinete carece de liderazgo político para conducir la coalición.
Blumel -el último que se mantiene en el comité político del círculo original con que Piñera trabajó desde la Fundación Avanza Chile y volvió a La Moneda-, se encuentra en los días más complejos desde que asumió en Interior, el pasado 28 de octubre en medio del estallido social, en reemplazo de Andrés Chadwick. Aunque nunca aspiró a la cartera y le hubiese gustado continuar como ministro de la Segpres, él debió hacerse cargo de la conducción del gabinete de manera sorpresiva, luego de que el Presidente se arrepintiera de nominar en ese puesto a Felipe Ward. Tan inesperado fue el nombramiento que en algún cajón aún está el decreto de nominación de Ward como titular de Interior.
Pero fue el militante de Evópoli quien terminó llegando a un cargo que reclamaba la UDI y, dicen en el entorno del ministro, esa es la razón principal por la cual tiene muchos detractores en la colectividad que lidera Jacqueline van Rysselberghe.
Tras su nominación Blumel comentaba en privado -medio en broma, medio en serio- que sentía que era una especie de “sentencia de muerte”, dadas las complejas circunstancias en las que le correspondió a sumir el cargo, en medio de un estallido social. No obstante, con el correr del tiempo, dicen en el gobierno, el ministro le ha ido tomando gusto a sus atribuciones y tiene una definición clara: no va a renunciar como lo hicieron otras figuras del gabinete de Piñera, en medio de las dificultades, él se irá del Ministerio del Interior cuando el Presidente se lo pida, no antes.
La determinación, comentan en su entorno, es un contraste claro con figuras como Jaime Mañalich y Marcela Cubillos, quienes decidieron irse por voluntad propia del gobierno. “Los que eran considerados como ‘duros’ o ‘halcones’ abandonaron el buque, él es considerado como de los ‘blandos’ o dentro de las ‘palomas’ del gobierno y no abandonará al Presidente”, aseguran las mismas fuentes.
Su peor semana
Aunque en los últimos días sufrió una segunda derrota al mando del gabinete, fue la semana pasada en la que Blumel realmente se vio afectado. Recién se había aprobado la idea de legislar del proyecto de retiro de fondos de pensiones, episodio que fue antecedido de duros cuestionamientos del gremialismo, luego de la decisión de Piñera de no vetar la ley que pone el límite a la reelección a los alcaldes.
La UDI le endosó a Blumel la decisión presidencial argumentando que se buscó favorecer a Evópoli, una situación que todavía resienten en el partido de Van Rysselberghe porque varios de sus alcaldes no podrán repostularse y eso, dicen, significará que pierdan comunas emblemáticas en las próximas elecciones municipales.
La peor semana del ministro también estuvo marcada por la filtración de una declaración que no llegó a ser oficial de la comisión política UDI que se difundió el martes 7. Ahí, se señalaba que hay una “evidente falta de conducción política que se arrastra hace tiempo y que exhibe el ministro del Interior”, además se le enrostraban los problemas en el manejo de la seguridad pública en algunas regiones del país, entre ellas, La Araucanía.
Pero hubo un segundo episodio aún más amargo. El domingo pasado el exministro del Interior Rodrigo Hinzpeter señaló en El Mercurio que Blumel era un “ministro ausente”, sin vocación para el cargo.
“Yo creo que me ha tocado ejercer en los nueve meses más difíciles de los últimos 30 años. Por lo tanto, me llaman la atención esas declaraciones. No las comparto”, dijo Blumel, el martes 14, agregando que “es natural que haya críticas. Yo por lo menos no criticaría a mis antecesores, sabiendo lo difícil que es el cargo además. Es como una cosa de solidaridad entre pares, digamos, algo así le leía a José Miguel Insulza, que fue ministro del Interior y lo hizo de muy buena forma”.
Las críticas y la derrota en el Congreso fueron golpes que Blumel sintió fuerte y se le vio, según su entorno, un poco abatido. Tanto así, que en una especie de desahogo transmitió a algunos militantes de Evópoli que sentía un cierto grado de frustración por el desorden al interior de Chile Vamos y, según la versión de un parlamentario, además, señaló que estaba cansado, por lo que algunos interpretaron que su continuidad en el cargo tenía los días los contados.
De todas formas, quienes han hablado con el ministro estos días, transmiten que Blumel está consciente de que en una estructura de régimen presidencialista los ministros funcionan como “fusible” y que él aparece como la primera opción para quemarse. Pero que, a la vez, tiene tranquilidad de que hay responsabilidades compartidas en la derrota sufrida en el Congreso debido a que el diseño de comité político que eligió Piñera se hizo pensando en que en el ordenamiento de los partidos, Alvarado se hiciera cargo de la UDI, mientras que Monckeberg, de RN.
Asimismo, el jefe de gabinete está convencido de que le ha tocado liderar el ministerio en una de las épocas más complejas: el estallido social, la pandemia del Covid-19 y las consecuencias económicas y que ha logrado en difíciles circunstancias generar los acuerdos con la oposición de noviembre del año pasado y el pacto social y económico en medio de la crisis sanitaria.
Las recriminaciones
En Palacio y en Chile Vamos afirman que las señales que ha transmitido, por ahora, Piñera a los secretarios de Estado son de continuidad del equipo. Ese mensaje, incluso, se lo ha dicho a personeros de Chile Vamos, a quienes el Mandatario les ha recalcado que Blumel “no tiene la culpa”.
El miércoles 15, luego de la derrota en el Congreso, Piñera se reunió en La Moneda con Blumel, Monckeberg, Alvarado, Briones, Karla Rubilar (Segegob) y María José Zaldívar (Trabajo). En la cita se hizo un crudo análisis de lo ocurrido. Esto, porque el día anterior, luego de intensas tratativas que habían hecho Piñera y los ministros, en el conteo final de ese día los cálculos marcaban dos votos de margen a su favor. Sin embargo, el escenario cambió y terminaron fracasando en el Parlamento.
La derrota en el Congreso se atribuyó a tres factores: las declaraciones del diputado RN Andrés Celis, quien acusó presiones del gobierno a los parlamentarios para convencerlos de rechazar el retiro de las AFP; las protestas de la noche previa a la votación, lo que dicen, influyó en los legisladores quienes, sostienen en el gobierno, quisieron evitar asumir costos políticos y, finalmente, los dichos del alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, quien calificó de “mala” la propuesta de gobierno para la clase media.
Así, Piñera estaba molesto con Chile Vamos y no con sus ministros. De hecho, el Presidente y los secretarios de Estado endosan la responsabilidad a los partidos, principalmente, a la presidenta de la UDI y su par de RN, Mario Desbordes, quienes no pudieron alinear a sus parlamentarios.
En Palacio no olvidan que fue este último quien abrió la puerta al debate. Una cuenta que quedó anotada.
Uno de los problemas -en todo caso- es que el diagnóstico de la crisis en los partidos es muy distinto. En las cúpulas de la UDI y RN se insiste en que el estilo del jefe de gabinete -más preocupado de su interlocución con la oposición que con el propio oficialismo- ha resentido las confianzas. Entre los pasivos de Blumel en las cuentas oficialistas está no vetar el límite a la reelección de alcaldes, el posnatal de emergencia y la decisión del veto a servicios básicos.
Aunque las presiones por un cambio de gabinete no se apagan, en sectores de Chile Vamos aún se sostiene que una nueva reestructuración ministerial no cambiará sustantivamente el estado de las cosas.
Lo que se necesita -sostienen estas fuentes- es un rediseño mucho más ambicioso que toque al propio Presidente, acostumbrado a no incorporar a los dirigentes de los partidos en la toma de decisiones.
Basta poco esfuerzo para que desde los partidos -particularmente la UDI y RN- se transmita que se han sentido marginados de las decisiones del gobierno y que, una muestra de esa “poca importancia” que hay hacia las colectividades fue cuando Blumel suspendió el comité político ampliado de los lunes después de la primera votación del proyecto del retiro del 10% de los fondos de AFP.
En busca de un jefe de gabinete
Más allá de las pretensiones presidenciales, el Mandatario ha dicho que “no es tiempo de tener esa conversación” cuando se le esboza la posibilidad de un cambio de gabinete, una parte de Chile Vamos sigue intentando bloquear al ministro.
Entre los cercanos a Blumel sostienen que hay quienes suelen fomentar cuestionamientos al ministro como su ex par Marcela Cubillos o el senador RN Andrés Allamand. También suman en este grupo a “los viudos de Chadwick” dentro del gobierno quienes azuzarían a algunos dirigentes de Chile Vamos.
Lo cierto es que hay una nómina de potenciales cartas ministeriales como el actual canciller Teodoro Ribera -la primera opción de RN, aunque el secretario de Estado está entusiasmado en su actual cargo- o la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, y el senador Juan Antonio Coloma, ambos UDI.
El problema es que ninguno estaría interesado en un cargo que augura más sinsabores que satisfacciones.
En el partido de Blumel -Evópoli- están conscientes de las amenazas que rodean al ministro. Una apuesta fallida para blindarlo fue la movida del presidente de la colectividad, Hernán Larraín Matte, para proponer a los timoneles de la UDI, RN y el PRI dejar sus cargos para intentar instalar una nueva etapa en la coalición. La idea no prosperó.
Hasta ahora la mejor defensa de Blumel es -en realidad- la única que importa: el respaldo de Piñera. El Mandatario -señalan en su entorno- está consciente de las dificultades del actual escenario político. Aún más, cuando en el Senado ya se vislumbra la derrota final en el tema del retiro de los fondos de pensiones. El viernes dos senadores -Iván Moreira y Juan Castro- anunciaron que respaldarán la iniciativa, sellando el fracaso de La Moneda en el tema.
Por ahora, la única salida parece ser introducir modificaciones al proyecto.
Blumel también puede contar con la buena relación que ha cultivado con el resto del comité político, en especial con Alvarado y Monckeberg, a quienes él mismo impulsó para que llegaran a esas carteras.
Cuenta regresiva
En el entorno de Blumel han tomado nota de que lo sucedido en el Congreso en la última semana quedará marcado en la historia política del ministro. Mientras vive sus días más amargos en el cargo, en Evópoli ya comenzaron a pensar en un nuevo capítulo para una de sus figuras más auspiciosas: el Congreso.
Y aunque varios en esa colectividad señalan que el propio Blumel aún no ha manifestado intención alguna de ser parlamentario y que -de hecho- suele comentar como uno de sus pendientes ir al extranjero para perfeccionar sus estudios, es inevitable que al menos descarte formalmente esa posibilidad en el futuro.
Y aunque en varias oportunidades sus correligionarios le han deslizado que debería disputar un escaño, el ministro suele guardar silencio. Una reserva que -en todo caso- debe romper pronto porque, de embarcarse en esa idea, tendría que dejar el gabinete a más tardar en noviembre. D