Jacinda Ardern, de 39 años, nunca imaginó que llegaría a ser primera ministra de Nueva Zelandia, pese a que entró en política a los 17 años. “Hasta el día anterior a convertirme en primera ministra, ¡no podría haberme imaginado ser primera ministra! Y en parte eso se debe a que soy neozelandesa y, naturalmente, somos personas bastante autocríticas”, señaló en una entrevista con el editor de libros Geoff Blackwell. Pero tres años después de haber asumido el cargo, y sin haberlo imaginado tampoco, la premier ha logrado sortear exitosamente la pandemia por Covid-19, hecho que le ha valido elogios y aplausos a nivel internacional. Su simpleza, empatía y transparencia han atraído la atención de un mundo globalizado que hoy busca aprender de su liderazgo. Pero todo es más simple y natural para ella. Cuando se enteró de que su país tenía cero casos activos de coronavirus, su reacción fue bailar en el living de su casa: “Hice un pequeño baile” admitió a la prensa.
Aun cuando la mayoría de los países lidiaban con distintas estrategias para aplanar la curva de contagios, la premier neozelandesa anunció a fines de abril que su país había logrado mínimas infecciones diarias. “Lo hemos eliminado. La batalla está ganada”, fueron sus palabras, aunque advirtió que Nueva Zelandia seguiría con fronteras cerradas. En ese momento puso hincapié en que los neozelandeses se quedaran en sus casas si estaban enfermos y que mantuvieran altos estándares de higiene.
Luego, el 8 de junio, la premier declaró que “hoy, 75 días después (de declarar estado de emergencia), estamos listos” para volver a la normalidad. Actualmente, este país, de cinco millones de habitantes, registra solo 1.507 contagios y 22 fallecidos a causa del virus.
Gran parte de los elogios hacia Jacinda Ardern se basan en sus rápidas y eficaces medidas. La revista estadounidense The Atlantic tituló en abril: “La primera ministra de Nueva Zelandia puede ser la líder más efectiva del planeta”.
Ardern impuso uno de los confinamientos más estrictos cuando había poco más de 200 casos, estableció un sistema de alerta de cuatro niveles y facilitó los test de diagnóstico. Además, implementó el rastreo generalizado de contactos, lo que ha ayudado al país a eliminar la propagación del virus. Todas fueron decisiones tomadas por la premier en asesoría con un equipo de expertos.
Pero su credibilidad también tiene que ver con el componente comunicacional. Ardern ha sabido hacer uso de las plataformas de redes sociales, pero de una manera muy distinta a la de otros mandatarios. Facebook Live se ha convertido en su gran aliado. En esa plataforma muestra su lado más humano y de ciudadana común y corriente. Estos videos los hace en su casa, vestida informalmente, tras haber acostado a su hija de dos años, y con el objetivo de acercarse más a los neozelandeses y aclarar algunos conceptos e informaciones clave sobre la crisis sanitaria.
“El papel de Ardern marcó una diferencia decisiva en la respuesta de Nueva Zelandia a la pandemia. Su comunicación clara y compasiva, y sus esfuerzos por responder a todas las preguntas honestamente nos hizo mucho más fácil entender por qué necesitábamos políticas estrictas de cierre y, en consecuencia, las personas estaban más dispuestas a cumplir. Los elogios hacia ella se deben, en parte, a su propia capacidad para comprender la complejidad de los problemas y comunicarse de manera efectiva y empática”, explica a La Tercera Grant Duncan, profesor del programa de política de la Universidad de Massey en Nueva Zelandia.
Pero no todo son puros festejos. Esta semana, Nueva Zelandia tuvo un pequeño tropiezo cuando perdió su estado libre de Covid-19, luego de que dos mujeres, a las que se les dio permiso para salir de la cuarentena antes de tiempo, dieran positivo. La premier asumió su error y señaló que se supervisarán todas las cuarentenas e indicó que quienes ingresen al país se someterán dos veces a la prueba de coronavirus. “No puedo permitir que las ganancias que todos hemos logrado se desperdicien mediante procesos que no se siguen”, dijo.
“Cómo debería ser un líder”
Su fuerte liderazgo la ha llevado a ser incluida durante dos años seguidos (2018 y 2019) en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo de la revista Time. Además, a nivel nacional, la crisis por la pandemia la ha catapultado como la primera ministra de Nueva Zelandia más popular en un siglo, según el diario británico The Guardian.
Este sólido liderazgo viene de antes y tuvo especial notoriedad en marzo de 2019, tras el ataque terrorista contra dos mezquitas en Christchurch, que terminó con la vida de 51 personas. Menos de un mes después del “día más oscuro” del país, la premier logró la aprobación de un proyecto que endurecía la venta de armas. También señaló que jamás mencionaría el nombre del atacante, porque aquello le daría la notoriedad que él buscaba. Y como señal de apoyo a las familias musulmanas, la líder neozelandesa usó hijab en las conmemoraciones del ataque y abrazó cálidamente a los familiares de las víctimas.
“Con la experiencia de los ataques a la mezquita, la crisis por pandemia de coronavirus fue otra situación en la que pudo demostrar un liderazgo percibido como considerado y apropiado. En ambos casos ella ha demostrado una habilidad para comunicarse claramente; para expresar resolución y determinación, e implementar, rápidamente, las políticas que se consideren necesarias como respuesta a la situación”, indica a La Tercera el analista de Victoria University of Wellington, Stephen Levine.
Por su labor, determinación y compasión tras los ataques terroristas, la columnista del diario británico The Guardian, Nesrine Malik, tituló de la siguiente manera uno de sus textos: “Con respeto: cómo Jacinda Ardern le mostró al mundo lo que debería ser un líder”.
Y es así como Ardern ha ido pavimentando su travesía política, con una novedosa mezcla de asfalto y cemento que parece indestructible. Para el profesor de la Universidad de Otago, Robert Patman, “en el lapso de dos años, la primera ministra de Nueva Zelandia ha demostrado compostura y considerable habilidad política para enfrentar el peor ataque terrorista en la historia de Nueva Zelandia y la peor pandemia del mundo desde 1918. Esto ha hecho que el trabajo del Partido Nacional -el mayor partido de oposición- sea más difícil. Muchos partidarios nacionales expresan abiertamente su admiración por Jacinda Ardern”.
Esto último ha dado pie a la llamada “Jacindomanía”. Las últimas encuestas han situado el apoyo del Partido Laborista de Ardern por sobre el 55%, una cifra muy diferente del 40% que registraba el año pasado. La premier milita en el ala más progresista del laborismo neozelandés. De hecho, se convirtió en la primera premier de su país en participar en una marcha del “orgullo gay”.
Los analistas coinciden en que el creciente apoyo a su figura y al partido le viene como anillo al dedo a sólo un par de meses de las elecciones generales de septiembre, en las cuales busca un segundo mandato.
Rompe barreras
Antes de convertirse en premier, Ardern era prácticamente una desconocida en su país. Así, se convirtió en líder del Partido Laborista apenas dos meses antes de las elecciones. Sin embargo, su interés por la política lo tuvo a muy temprana edad, en su etapa escolar.
Jacinda fue representante estudiantil, participaba en debates y ganó concursos de oratoria. A los 17 años se unió como voluntaria al Partido Laborista y 11 años más tarde, a los 28, entró al Parlamento.
En 2001, obtuvo el grado de licenciada en Estudios de Comunicación en Política y Relaciones Públicas en la Universidad de Waikato. Eso sí, no todo ha sido política. Uno de sus grandes hobbies desde el colegio es ser DJ. De hecho, ha mezclado canciones en importantes eventos e incluso en 2014 tocó un setlist para el Festival Laneway en Auckland. Es un pasatiempo del que aún disfruta, aunque la maternidad y dirigir un país la mantienen ocupada.
Una vez en el cargo de primera ministra, Ardern obtuvo gran visibilidad cuando en 2018 se convirtió en la primera que llevó a su bebé, de tan solo meses de vida, a una reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas. Su pareja y padre de Neve Te Aroha es Clarke Gayford, presentador de televisión y cuida de su hija a tiempo completo.
“Ella está rompiendo nuevas barreras. Es una líder joven, tuvo un bebé mientras era primera ministra. Y su pareja se tomó el año libre para poder cuidar al bebé. Hay una serie de nuevos patrones que se han instalado y creo que es alentador para las mujeres jóvenes que se preguntan si pueden hacerlo también, y el mensaje es que sí pueden”, dijo la expremier de Nueva Zelandia Helen Clarke a La Tercera en 2018. Ardern trabajó como parte del staff permanente de Clark y también para el equipo de Tony Blair.
De todos modos, Ardern aún tiene deudas con los neozelandeses, quienes le han cobrado algunas de sus promesas electorales, como resolver la crisis habitacional del país.
“Cuando fue elegida en 2017, Ardern era fuerte en la relación con las personas, pero débil en la competencia, ya que algunos cuestionaron su capacidad para gobernar. Sin embargo, las percepciones de su competencia con la pandemia han mejorado sustancialmente. Por lo tanto, ella va a las elecciones de 2020 en una posición muy fuerte”, sostiene a La Tercera Jennifer Lees-Marschment, experta en liderazgo político de la U. de Auckland.
Por ello, la analista asegura que su “próximo gran desafío es lo que pueda hacer para abordar los costos económicos de la pandemia, dada la dependencia habitual de Nueva Zelandia de los turistas y estudiantes internacionales, los cuales no pueden ingresar al país bajo las regulaciones actuales. Esto, sumado a las preguntas anteriores sobre la falta de entrega efectiva del Partido Laborista en asuntos clave de infraestructura, como la vivienda, podría socavar su marca y hacer que las elecciones de 2020 sean menos predecibles de lo que podríamos pensar”.
Pero tras casi tres años de mandato, lo que está claro es que su estrategia ha sido alabada por los ciudadanos y ha impuesto una presión sobre otros gobernantes. “Al apelar al buen sentido de la gente; dándole a la gente los hechos, incluso cuando esto implicaba un ‘mensaje duro’, y al apelar a la población a permanecer ‘unida’, la premier pudo desarrollar un enfoque y un mensaje sin dudar ni confundir, y sin desviarse de eso”, concluye Levine.
“Quiero ser una buena líder, no una buena mujer líder. No quiero ser conocida simplemente como la mujer que dio a luz”, dijo en 2018 a The New York Times, fiel a su estilo.