El estallido social de octubre de 2019 sorprendió al hoy timonel PPD, Jaime Quintana, en la presidencia del Senado. Desde ese lugar fue el principal interlocutor del entonces ministro del Interior, Gonzalo Blumel, para acordar una salida institucional al conflicto que casi envió por el despeñadero al segundo gobierno de Sebastián Piñera. La respuesta fue abrir un proceso para renovar la Constitución vigente.
El domingo 17 -a poco más de cuatro años de esas tratativas- fracasó el segundo intento para acordar un nuevo pacto de convivencia para el país. Este es su balance.
Usted fue uno de los rostros que impulsaron el primer acuerdo constitucional. A cuatro años de eso, seguimos sin una nueva Constitución. ¿Cuál es su reflexión?
El acuerdo constitucional de 2019 fue absolutamente necesario para descomprimir una situación política y social de máxima tensión. El acuerdo de 2022, en cambio, le interesaba más a los partidos que a la ciudadanía. Incluso, podría haberse tomado un mayor tiempo de maduración. Estos dos procesos constituyentes fueron oportunidades perdidas, pero también nos dejan lecciones. Una de ellas es que los extremos no son capaces de ofrecer gobernabilidad.
¿Fue tiempo perdido, entonces?
Si ambos porrazos sirven para evitar un futuro gobierno populista, ya sea expresiones como la Lista del Pueblo o el Partido Republicano, tal vez haya valido la pena.
¿Qué responsabilidad le cabe al Socialismo Democrático? Se embarcaron en la propuesta de la Convención, que era un texto muy cuestionado. Como lo que hizo Chile Vamos esta vez.
Yo diría que la derecha no trabajó sobre una hoja en blanco, sino sobre un molde que aseguraba transversalidad. En vez de mejorarlo, decidieron deformarlo hasta verse reflejados en él. Por eso el “A favor” obtuvo exactamente el mismo 44% de Kast en la segunda vuelta de 2021. Eso respecto a la derecha. Pero, por supuesto, a nosotros también nos cabe una responsabilidad.
¿Pero qué responsabilidad tiene el Socialismo Democrático?
Eso me lleva a algunas reflexiones todavía privadas que hemos venido haciendo en el último tiempo al interior del Socialismo Democrático. Dentro de ellas, si hubiéramos estado más cohesionados en aquel entonces, cuando tenía un predominio la izquierda, probablemente nuestras advertencias hubieran sido más contundentes y se hubieran notado más.
¿Qué podrían haber hecho distinto?
Si hubiese existido una mayor articulación del Socialismo Democrático en ese momento, probablemente las advertencias habrían sido escuchadas.
¿Hubiesen evitado un segundo proceso?
Probablemente sí.
¿Se arrepiente de haber votado Apruebo?
No, porque nosotros hicimos en ese momento un compromiso muy férreo con una serie de temas, en varios puntos que tenían el propósito de mejorar el texto.
Este gobierno llegó con la bandera de tener una nueva Carta Magna. En consideración de los resultados de los plebiscitos, ¿fue un error amarrar el programa de gobierno a una nueva Constitución?
Fue un error, sin duda. Un gobierno acompaña un proceso constitucional, pero más bien como un telón de fondo. Es muy importante, se vincula con la política pública, pero no la reemplaza. En el día a día hay que gobernar. Entonces, creo que esa expresión fue muy errónea.
Los 10 partidos firmaron una declaración para no impulsar un nuevo proceso constituyente. El PC le puso un plazo de dos años, mientras usted lo fijó, al menos, para 2030. ¿Es conveniente poner fecha cuando se habla de que hay hastío respecto del tema?
No hablaría de un hastío constitucional, porque creo que eso es ningunear a la ciudadanía. El país, en este 55% y más, votó claramente en contra de posiciones extremas y maximalistas. Y al revés, defendió con mucha claridad derechos y libertades.
¿Solo lo atribuye a esas razones?
El resultado es multifactorial, pero de ahí a pensar que esto es solo producto del hastío, del agotamiento… Algo de eso puede haber, pero, en el marco de la discusión, unos gustitos como las contribuciones o la reducción de derechos de la mujer, eso el país lo entendió. En esa materia yo no tengo ninguna duda que el país no quiso retroceder.
¿Sigue pensando que 2030 es una fecha razonable para volver a discutir el tema constituyente o se arrepiente de sus dichos?
De ninguna manera me arrepiento. En los últimos seis años Chile acumula cuatro proyectos de nueva Constitución, todo un récord en el mundo. Este período de ensayos constitucionales en algún momento le será útil a la sociedad chilena para discutir una Constitución del siglo XXI. No obstante, desde el PPD hemos sido claros en que cualquier discusión de este tipo debería esperar, al menos, hasta 2030. Ahí el rol de Chile en el mundo debería cambiar significativamente, por lo que Chile representa en materia de energías renovables y sus derivados. Por ahora, incluso no tengo problemas de reconocer que aquí ha habido un efecto respecto de su legitimidad.
¿Se legitima la actual Constitución, aunque su origen sea la dictadura?
No tengo problema en asumir que los dos plebiscitos recientes han incrementado la legitimidad de la actual Constitución, es una obviedad. En ambas elecciones una mayoría clara optó por mantener la Constitución vigente frente a dos alternativas provenientes de la izquierda y la derecha. La actual Constitución tiene muchos baches, partiendo por su origen, eso no se ha corregido, pero ha demostrado ser útil mientras no seamos capaces de darnos un mejor marco de convivencia como país. No estoy defendiendo a los cuatro generales, pero estoy tratando de constatar lo que ocurrió ahora.
La expresidenta Bachelet tiene un matiz respecto de lo que usted plantea. Ella dijo que la actual Constitución no se consolida.
Tengo un matiz en ese punto con la expresidenta Bachelet y con parte de mi sector. Es evidente que hoy día la actual Constitución está más legitimada que en octubre de 2019, tras dos plebiscitos en que una clara mayoría ha votado por mantenerla, frente a alternativas redactadas por la izquierda y por la derecha. Al final, mucha gente pensó que la actual Constitución no es la mejor, pero era preferible ante otras propuestas que consideró peores, y eso en los hechos aumenta su legitimidad de ejercicio, pese a que su legitimidad de origen sigue cuestionada. Hay que aceptarlo.
Si la Carta Magna vigente tiene una mayor legitimidad, ¿no va a ser más difícil como sector retomar la bandera de cambiarla?
Sí y no, porque los cambios normalmente surgen de la ciudadanía. Yo creo que el partido que se proponga impulsar una nueva Constitución en 2026, 2027 o 2032 no tiene sentido. Es la ciudadanía la que finalmente se percata de que aquí está pasando algo.
¿Debe ser una tarea de la alianza de gobierno acallar las voces que sí exigen un nuevo proceso constituyente?
Es que la gente decide e impulsa. Por eso se habla de momentos constitucionales, que no los decreta un partido.
“Hay deficiencia en el gobierno”
Tras el plebiscito, el gobierno sigue firme con sus reformas emblemáticas. ¿No hace falta tener más conciencia del escenario en que están, dado que fracasaron con la idea de una nueva Constitución?
El Presidente Boric con toda su juventud ha demostrado una gran madurez en la institución de Estado en los resultados de ambos plebiscitos constitucionales. Por el contrario, una parte de la derecha, se supone experimentada, se está comportando igual que Daniel Stingo tras la derrota del Apruebo. Otra cosa son las primeras decisiones del gobierno para esta etapa, que yo creo que son más bien las de la ciudadanía. Ahora cómo se van llevar adelante… Probablemente falta una discusión todavía. Yo descarto el triunfalismo, no he escuchado nada.
No ayuda que el PS haya salido con banderas por una ventana a celebrar.
Sí, pero una banderita en la ventana no es ningún problema… Lo de (Camilo) Escalona no fue una caravana (...). Debiera haber más sobriedad, como la que ha transmitido el Presidente desde el primer minuto.
Pero el Presidente pareciera que quiere mantener todo igual. Esta semana dijo que no piensa realizar ajustes en sus equipos. ¿Qué le parece?
El gobierno enfrenta momentos difíciles. Más allá de que estemos con un mejor clima hoy, los nubarrones siguen en la escena acompañando al gobierno. Hay dificultades que se arrastran de largo tiempo en distintos ámbitos. No solo en seguridad, donde se ha hecho un gran esfuerzo. Yo no sé por qué los ajustes y las definiciones tienen que ser todas al día siguiente. Yo creo que se requiere más que un acuerdo solamente en materia de pensiones. Si bien para algunos el gobierno se mantiene rígido, igual se innovó en la propuesta. Yo no me enamoro de ninguna fórmula.
Decía que los ajustes no tienen que darse de manera inmediata. Más allá de eso, ¿cree que se requieren cambios en los equipos?
Hay deficiencia en el gobierno. Yo parto la base que eso lo tienen claro en el gobierno. En mi rol de parlamentario veo deficiencia. Con eso no estoy pauteando al gobierno de ninguna manera. Esas hay que mejorarlas y esas están en distintas áreas. En ese sentido, ajustes y reforzamientos son muy normales en los gobiernos. No tenía por qué ser esto inmediatamente después del plebiscito. Es una decisión privativa del Presidente y tiene mucha lógica, porque quién más puede evaluar a los colaboradores, que son los ministros y asesores, sino quien les ha entregado el mandato. El resto es opinología nomás.
¿Pero las deficiencias las ve a nivel de gobierno central, en La Moneda, en el segundo piso de Crispi? La senadora Vodanovic dijo que era compleja su continuidad.
En áreas sectoriales veo dificultades en la marcha de cosas. Eso te lo explica la ejecución de algunos programas, el poco afiatamiento en algunos equipos, pero no veo esas deficiencias en el comité político.
¿No cree que Crispi se ha transformado en un escollo para el gobierno?
No veo que la función de Miguel Crispi sea una función decisiva sobre la marcha del gobierno como para estar cuestionándolo permanentemente. Yo creo que él hace un aporte, hace una contribución y no tiene ninguna inhabilidad para hacerlo hoy día. ¿Quién soy yo para mantenerlo o para sacarlo?
En algún momento usted pidió la renuncia de Giorgio Jackson…
No, yo no la pedí. Yo constaté algo que era una realidad, que se estaba transformando en un problema.
¿No ve lo mismo en Crispi?
Reitero, Giorgio era ministro, de un ministerio gigante. Yo creo que la responsabilidad de Crispi es una responsabilidad bien acotada en el gobierno.
¿Y en el caso de Montes? Él es ministro y está a cargo de un ministerio grande.
Hay algunas deficiencias en esa área, en Vivienda. Yo he visto algunos problemas puntuales en mi región, en algunas zonas afectadas por los incendios. Pero he visto a Montes hacer un esfuerzo gigantesco por superarlos. Veo, por otro lado, a la oposición acusándolo constitucionalmente. Yo creo que la acusación constitucional no contribuye hoy día en absoluto. No puedo pronunciarme, pero no creo que ayude a esclarecer los hechos que ocurren ahí, donde el propio Montes está comprometido con buscar soluciones.