Ha explorado en las cicatrices de la Guerra Civil Española, como un nieto curioso y perspicaz. Con audacia narrativa y sensibilidad histórica, Javier Cercas ha iluminado las sombras del pasado y las fragilidades del presente en novelas excepcionales, desde Soldados de Salamina a Anatomía de un instante. La democracia, escribió en uno de sus ensayos, “no es un regalo de la Providencia, sino una conquista del coraje y la lucidez de mucha gente a la que le tocó vivir tiempos mucho más difíciles que el nuestro”.

Recluido en Verges, un pueblo de mil habitantes de Cataluña, Javier Cercas (1962) recuerda que la democracia vivió amenazada por conflictos durante el siglo XX, y observa que la pandemia también podría ponerla en riesgo.

Autor de una obra que transita hábilmente entre el ensayo y la ficción, entre la historia y el periodismo, la emergencia sanitaria encontró a Cercas en medio de un nuevo proyecto narrativo: trabaja en la segunda entrega de Terra Alta, una novela que abrió otra dimensión en su trabajo, una novela negra, un policial atípico, al estilo Cercas.

De este modo, la cuarentena producto de la crisis no ha sido un problema para él; es más, se volvió una oportunidad creativa. “Es posible que los escritores llevemos esta situación mejor que mucha gente; al fin y al cabo, nuestra vida habitual es una vida de confinamiento, consistente básicamente en escribir, leer y pensar en las musarañas”, dice. “Y, aunque es verdad que no es lo mismo estar confinado por vocación que por obligación, casi diría que, si esto no fuera una catástrofe colectiva, sería una bendición personal, porque he cancelado todos mis compromisos y estoy encerrado en mi casa haciendo lo que más me gusta. Los escritores somos terribles”.

En este período, Cercas ha mantenido contacto con los lectores a través del Hay Festival. El encuentro habitual de Cartagena de Indias adoptó este año formato virtual: con el apoyo de la BBC y Sura, presenta un ciclo de conferencias por streaming con destacadas personalidades, desde el filósofo español Fernando Savater al científico indio Venki Ramakrishan, el economista americano Paul Krugman y la socióloga holandesa Saskia Sassen. Las charlas se publican semanalmente, hasta el 6 de julio, en sura.com/arteycultura y hayfestival.com/imagina-el-mundo.

Tras un explosivo y dramático inicio de la crisis, España dispuso una de las cuarentenas más severas y extensas de Europa. En el peak de la emergencia, en abril, el país llegó a registrar casi mil muertes diarias. Hoy, las cifras de pérdidas y contagios han disminuido considerablemente, y los españoles comienzan un desconfinamiento paulatino.

-Cuando el número de muertes se incrementaba en España, ¿sintió temor por usted o por su entorno?

-Por supuesto. ¿Cómo no haber sentido miedo en España esta primavera, cuando el número diario de muertos duplicaba por momentos al de la Guerra civil? La valentía no consiste en no tener miedo: eso es temeridad; la valentía consiste en tener miedo, dominarlo y seguir adelante.

-Históricamente, ¿le parece comparable a otro momento?

-Comparable, sí, porque todo es comparable; equiparable, no. Quiero decir que ha habido muchas epidemias a lo largo de la historia -y mucho más letales que ésta-, pero no tengo noticia de algo semejante a esto, con gran parte del mundo paralizado y encerrado en casa por culpa de un virus. Tal vez, por eso el sentimiento esencial hoy es la incertidumbre. Y la incertidumbre crea miedo. Y el miedo es el peor compañero posible.

-¿Cree que esta crisis tendrá un correlato creativo?

-No lo sé: la última gran epidemia -la llamada gripe española, que a principios de siglo mató a más de 50 millones de personas- apenas dejó huellas directas: ahora mismo recuerdo algún personaje de Virginia Woolf, algún verso de T.S. Eliot, el principio de El cuaderno gris, de Josep Pla. En cuanto a las indirectas, bueno, la verdad es que, a menudo, lo que es malo para la vida es bueno para la literatura (y viceversa). La felicidad es muda: en un mundo feliz no habría literatura, o al menos no habría novela (poesía quizá, pero poca y muy mala). La literatura se alimenta de crisis como ésta, del dolor y del horror; los escritores somos animales carroñeros, en el mejor de los casos somos como los alquimistas, que aspiraban a transformar el hierro en oro: los mejores de nosotros transforman el horror y el dolor en belleza y sentido. Por eso la literatura es indispensable.

Europa unida

“El miedo hace esclavos, por eso en esta circunstancia, los tiranos o los aspirantes a tiranos hacen su agosto, porque la gente tiene miedo”, dijo Cercas en su conferencia.

-Advirtió sobre el peligro del autoritarismo, ¿lo ve como una amenaza real?

-Por supuesto: siempre lo es, porque basta dar por hecha la democracia para ponerla en peligro. Pero ahora el peligro es más acuciante, porque, como te decía, la incertidumbre crea miedo, y el miedo es el instrumento ideal de los autócratas y los aspirantes a autócratas, que están proliferando hasta en lugares tan civilizados en teoría como Europa (ahí está Victor Orban en Hungría) y que pueden proliferar todavía más, sobre todo a medida que las consecuencias de la catástrofe económica se extiendan y se hagan más visibles.

El escritor observa otro riesgo asociado a la pandemia: el encierro entre fronteras. “Esto genera el rebrote de los nacionalismos, que nos hacen creer ilusoriamente que los lazos irracionales de la sangre y la comunidad nos van a proteger mejor de las catástrofes que los lazos racionales del derecho, que son los que funda la ciudadanía democrática”, dice. Recuerda la crisis del año 29 y el ascenso de los fascismos en Europa, que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. “Luego la crisis del 2008 provoca una reacción similar de repliegue nacionalista que se ha dado en llamar nacional populismo y que tiene distintas manifestaciones, la más visible es Trump en Estados Unidos, Boris Johnson en el Reino Unido y acá el nacionalismo catalán”.

En este escenario, dice, la Unión Europa gana nueva relevancia. “La Europa unida es la única utopía razonable que hemos inventado los europeos; utopías atroces hemos inventado a patadas, paraísos teóricos convertidos en infiernos atroces. Pero utopías razonables solo esa, porque es la única capaz de preservar en Europa la paz, la prosperidad y la democracia. Europa respondió mal al principio, luego ha sido mejor, vamos a ver qué ocurre ahora”.

-Las redes sociales han jugado un rol significativo en esta crisis, con luces y sombras, ¿qué valoración hace de ellas?

-No las uso y no me gustan. Supongo que con ellas se pueden hacer cosas muy buenas, porque no hay casi nada bueno o malo en sí; todo depende de cómo se use. Pero, cada vez que me asomo a ese mundo, me dan escalofríos. Por lo demás, no hay duda de que la gente pierde una cantidad fabulosa de tiempo en él, y a mí no me gusta nada perder el tiempo: hay demasiadas cosas agradables que hacer en esta vida tan corta.

-Con la pandemia se han viralizado también las fake news, ¿cómo enfrentarlas?

-Mentiras se han contado siempre, en política y fuera de la política. El problema es que ahora, gracias a la potencia creciente y avasalladora de los medios -también de las redes sociales-, la mentira tiene mayor capacidad de difusión que nunca. Salta a la vista que hay que combatirla a muerte, porque sabemos desde el Evangelio que la verdad crea hombres y mujeres libres, lo que significa que la mentira sólo crea esclavos.

-¿Qué rescata de la crisis?

-Nada. Me gustaría que no se hubiera producido. Y claro que podrían aprenderse muchas cosas de ella -muchísi-mas-, pero dudo que vayamos a aprender nada: los seres humanos somos así de bestias, y yo me canso de citar a Bernard Shaw, que tal vez pensaba en Hegel cuando escribió que lo único que se aprende de la experiencia es que no se aprende nada de la experiencia.

-¿Qué espera de la vida tras la pandemia?

-Exactamente lo mismo que esperaba antes de la pandemia: que perdone mis pecados y me trate con misericordia.