José Viera-Gallo: “La derecha aprobó en el borrador reivindicaciones históricas del progresismo”
El político socialista descarta que el anteproyecto de Constitución -que se encuentra elaborando el grupo de expertos- se esté inclinando hacia la derecha, como se comenta en privado en el oficialismo. Dice que la oposición apoyó el Estado social democrático de derecho, la rebaja de quórum en leyes especiales, la descentralización y el reconocimiento a los pueblos originarios, entre otras banderas de la centroizquierda.
El experimentado político socialista José Antonio Viera-Gallo (79 años) quiso ser parte de la comisión de 24 expertos -nombrados en enero por el Senado y la Cámara de Diputados- para redactar el anteproyecto de nueva Constitución, pero su partido optó por rostros nuevos y con proyección política -Catalina Lagos y Flavio Quezada-.
Luego, estuvo a punto de ser candidato al Consejo Constitucional por la Región del Biobío, pero desistió a último minuto, cuando la comisión política del PS optó repentinamente por ir en un pacto con los comunistas y el Frente Amplio y no junto al PPD, la Democracia Cristiana y los liberales, como él creía era lo correcto.
Sin embargo, desde el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica, donde es investigador, el abogado ha seguido de cerca la redacción del primer borrador, del cual tiene una muy buena opinión, a diferencia de otros dirigentes oficialistas.
Sin embargo, el primer presidente de la Cámara de Diputados tras el retorno de la democracia y uno de los articuladores de la transición no tiene el mismo optimismo ante la elección del Consejo Constitucional que se realizará el domingo subsiguiente en todo el país, con la misma modalidad con que se elige el Senado.
“Hay una gran incógnita ante esta elección”, afirma el exministro, desde el living de su departamento en Vitacura, adornado con grandes cuadros de Bororo y de su hija, la artista Manuela Viera-Gallo. Y continúa: “En 2021 y 2022 existía una euforia en el país en torno a que el movimiento social de protesta del 2019 se iba a traducir en un cambio constitucional de fondo. Ese momento sufrió un traspié muy grande con el resultado del plebiscito del año pasado y la gente perdió el interés en esta segunda etapa. Pero eso no quiere decir que los chilenos y chilenas vayan a pronunciarse en contra de la nueva propuesta de Constitución a fin de año. Su aprobación sí va a depender de las etapas que vienen por delante, donde se deben pasar una serie de vallas, pero creo que el proceso va bien orientado, con una buena base.
La Moneda pasó de involucrarse mucho en el proceso anterior a participar muy poco en esta campaña. ¿Qué le parece?
En la Convención Constitucional el gobierno hizo mal al no alinear a sus partidos en torno a una propuesta más razonable y dar mucha libertad para que cada uno hiciera lo que le pareciera. Eso derivó en un enredo y en muchos enfrentamientos entre representantes del Socialismo Democrático y del Frente Amplio y el PC. La vez anterior, curiosamente, La Moneda se metió mucho, en el sentido que hizo muy suya la propuesta, y se metió muy poco en la elaboración de esa propuesta. Ahora, en la actualidad, creo que ha hecho bien en tomar palco y ver qué es lo que sucede.
En el oficialismo han surgido voces que en privado advierten que el anteproyecto se está inclinando a la derecha.
No estoy de acuerdo. El borrador hasta ahora me parece equilibrado con las normas aprobadas en general (192 artículos). La derecha ha aceptado reivindicaciones históricas del progresismo (centroizquierda), como el Estado social democrático de derecho, el bajar los quórum para leyes especiales -orgánicas constitucionales y de quórum calificado- y para la aprobación de los nombramientos del Presidente, un proceso de descentralización, el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios y un reequilibrio entre las facultades del Congreso y el Presidente, por citar algunas. Y, a su vez, el progresismo ha aceptado el régimen político, el derecho de propiedad, el derecho a emprender, en fin...
¿Cómo vislumbra quedará la propuesta de sistema político?
Bien, creo que va a ser un sistema presidencial corregido y un bicameralismo como el de ahora, pero con nuevas facultades. Donde habrá un gran desafío es en la forma en que se materializará la descentralización del país.
A su juicio, ¿qué faltaría agregar al anteproyecto?
Primero, desarrollar bien el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios siguiendo el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de Naciones Unidas. Segundo, precisar de mejor forma que las facultades fiscalizadoras de la Cámara de Diputados se refieren exclusivamente a los actos del gobierno y no a los municipios, al Banco Central y otros organismos independientes. Digo esto, porque recientemente la Cámara acordó una comisión investigadora sobre las irregularidades en la Municipalidad de Vitacura (durante la gestión del exalcalde de RN Raúl Torrealba), lo cual no corresponde, más allá de que se hayan cometido graves desfalcos. Otra cosa que, a mi juicio falta y que se dejó para una segunda discusión, es la inclusión del recurso de protección para todos los derechos humanos. El borrador solo contempla el recurso de amparo, que se refiere sólo a los derechos de libertad. Precisar las causales de acusación constitucional. E incluir la posibilidad de poder hacer un plebiscito cuando hay un conflicto serio entre el Presidente y el Congreso, que ni la anterior Convención ni los actuales expertos abordaron.
Según su experiencia, ¿dónde hay que poner atención la noche del 7 de mayo, ya conocidos los resultados?
Para mí lo fundamental es el porcentaje de votación que sacarán las fuerzas políticas antisistema, me refiero a Republicanos y el Partido de la Gente, que se opusieron a este proceso constituyente . Si juntos obtienen una votación superior a la de Chile Vamos, será un cambio político de magnitud en el país. Un terremoto en el sistema político chileno. A su vez, si ambas fuerzas logran 2/5 de representantes más uno en el Consejo, es decir, 21 convencionales, podrían bloquear el proceso constituyente o llevarlo a un rechazo en el plebiscito.
Pero hasta ahora ningún estudio ni ningún analista ha pronosticado un resultado así para Republicanos, menos para el PDG.
Hoy existe un descontento ciudadano con los partidos políticos y eso afecta tanto al oficialismo como a la oposición clásica, es decir, a Chile Vamos. Y con la emergencia del voto obligatorio y la participación de un electorado entre comillas nuevo hay una gran incógnita respecto de hacia dónde se va a inclinar el favor ciudadano este 7 de mayo.
¿Le preocupa un eventual crecimiento de Republicanos y el PDG, por el impacto en el proceso constituyente, o porque podría ser la antesala de un eventual gobierno de José Antonio Kast o de Franco Parisi en 2026?
Ambas. En primer lugar, porque haría a fracasar el proceso constituyente y eso traería efectos muy nocivos en el país. En segundo lugar, porque eso podría significar un viraje del electorado hacia posiciones más autoritarias, es decir, ya no estaríamos ante un electorado fluctuante que va una vez para allá y otra vez para acá, sino ante uno que se inclina más definitivamente y en forma más estable hacia posiciones autoritarias de derecha.
¿En que se basa su preocupación?
Esto está ocurriendo hoy en Italia, Francia, Hungría, Polonia... Y en otros países esta visión más extrema de la derecha ha corroído los partidos tradicionales. Pasó con el Brexit y el Partido Conservador en Inglaterra, con Trump y el Partido Republicano en Estados Unidos. El caso más cercano a nosotros es Bolsonaro, pero también está el ejemplo de (Nayib) Bukele y su forma ilegal o más allá del respeto a los derechos humanos con que ha enfrentado el desafío tremendo de la delincuencia en El Salvador, principalmente a las maras.
¿No le sorprendería un próximo gobierno de Kast o Parisi?
No, pero sería una muy mala señal para el país. Por eso, creo que el gobierno de Boric no puede ser simplemente un receptáculo de este viraje del electorado hacia la derecha, debe contraatacar ya con una nueva agenda de transformaciones que redefina su sello propio, que es de transformación. Pero no una transformación demasiado doctrinaria e ideológica, sino más amplia y plural, que convoque a todas las fuerzas de la sociedad en torno a ciertas cosas básicas que el país necesita hoy sí o sí y que ningún sector podría oponerse. A la nueva política del litio que se anunció esta semana hay que sumar una reactivación educacional, una actualización de nuestra política portuaria, la interconexión eléctrica con el norte, los pasos fronterizos con el resto de América del Sur y principalmente con Argentina, y una nueva política carcelaria... Es fundamental que antes de esta elección de constituyentes el Presidente haga un anuncio potente de cuál va a ser el rumbo de su segunda etapa.
¿Pero faltan dos semanas para las elecciones?
¿Y por qué esperar hasta el 7 de mayo? En política hay que aprovechar las oportunidades. Si lo hace después será leído como reacción al resultado de las elecciones... El rol del gobierno no puede quedar reducido a la agenda de seguridad ni a la agenda económica, debe encontrar un nuevo impulso transformador que corra en paralelo. Y dejar en claro que el camino para salir adelante y crecer como país no es el del rechazo a los acuerdos y la crítica fácil constante encarnada hoy en el Parlamento y en las redes sociales por los republicanos y los PDG, sino el clima de colaboración y amistad cívica que se vivió este jueves en la Enade.
Usted ha dicho que lo mejor que le pudo haber pasado al país en la última elección es que haya ganado Boric... ¿Mantiene esa opinión?
El país necesitaba un cambio de aire, una renovación de estilos y lo encontró en esta nueva generación de izquierdas, que ha tenido dificultades, por cierto, pero se olvida, a ratos, que el dificultoso escenario que dejó Piñera, incluida la pospandemia y los desequilibrios fiscales, la inmigración ilegal, la delincuencia y el aumento del crimen organizado. A eso se sumó la guerra de Ucrania y sus consecuencias económicas. Esta nueva generación se encontró con una situación en que la agenda -y su programa- que traían no coincidía con la de la sociedad chilena ni con el momento país. Todo ello ha significado un aprendizaje importante para todos ellos que, sin duda, volverán al poder en un futuro y una apertura del gobierno, particularmente del Presidente, muy notable. Hay que reconocer su capacidad política para adecuarse a los desafíos que se tienen por delante.
Hace unas semanas, usted se enfrentó con el rector de la UDP, Carlos Peña, justamente porque él cuestionó la legitimidad de Boric para apoyar a Carabineros tras sus dichos y actuaciones en el pasado.
Es legítimo que cualquier comentarista diga esto me parece bien o mal, pero lo que no me parece positivo para nuestra democracia es que se descalifique a un Presidente como si cualquier cosa que hace está mal, como él (Peña) lo hizo en su artículo. Más aún cuando está evolucionando en el sentido que la opinión pública quiere. Siempre recuerdo una frase que me dijo Bernardo Leighton, un opositor a Allende, en pleno gobierno de la UP: “Un opositor siempre debe tener la mano tendida a un gobernante”.
¿Hay algún grado de comparación entre la adaptación forzosa del Frente Amplio al poder, con la de la Concertación al llegar al gobierno a principios de los 90?
Que la realidad siempre se impone a la ideología.
Para terminar, ¿cree que la aprobación de la propuesta de Constitución -en el plebiscito de salida del 17 de diciembre- dependerá del momento en que se encuentre Boric?
No necesariamente. Hay que ser muy claro que tanto esta elección como el plebiscito van en un carril que corre aparte de la suerte del gobierno. Esto no será fácil instalarlo, porque evidentemente habrá fuerzas que van a tender a asociar al gobierno a estas elecciones.
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