A mediados de enero, cuando aún se desconocía su nombramiento como ministra de Cultura, Julieta Brodsky publicó un balance de la gestión cultural del segundo gobierno de Sebastián Piñera. Su análisis fue crudo y severo. La antropóloga y militante de Convergencia Social no solo afirmó que la cultura no fue prioritaria en los últimos cuatro años. También habló de retrocesos: en presupuesto, en agenda legislativa, en programas innovadores “y retroceso en la generación de confianzas con el sector organizado”. Hoy, como titular de la cartera, prefiere utilizar otras palabras.
-Creo que hubo temas en los que no se avanzó como se hubiera debido. También jugó en contra la contingencia que vivió el gobierno anterior, el estallido social, la pandemia -dice-. Yo no hablaría de retroceso, porque siempre son procesos que tienen sus particularidades. Pero efectivamente esto afectó no solo al Estado o a las políticas públicas, sino al sector cultural en su conjunto. Entonces, efectivamente, recibimos no solo una institución que estaba muy dañada, sino también un sector que está pasando por una de sus mayores crisis.
Exdirectora de investigación del Observatorio de Políticas Culturales, Julieta Brodsky habla desde su oficina en el octavo piso del Paseo Ahumada. El gabinete se había trasladado al Palacio Pereira durante el gobierno anterior, pero ella lo trajo de vuelta a pasos de La Moneda.
Criada en Tongoy y formada en la Universidad de Granada, Julieta Brodsky asumió una cartera que vio pasar tres ministros en la administración de Piñera. En sus primeros meses ella ya ha enfrentado algunas controversias, como la polémica por los derechos de autor, el paro de los funcionarios del Patrimonio o la resonancia que provocaron algunas desvinculaciones, entre ellas la de Beatriz Bustos en la dirección del Centro Cultural La Moneda.
Paralelamente, los esfuerzos del ministerio se han concentrado en la reactivación del sector: primero con la apertura de los espacios culturales y los aforos al 100%, luego con el programa de Fortalecimiento Gremial y Cooperativo, en conjunto con el Ministerio de Economía, y el plan de Reactivación Económica Regional, que dispuso de $ 2.800 millones que se van a “regionalizar”.
-Vamos a transferir los recursos directamente a las seremis para que a través de ellos se generen planes de reactivación que sean pertinentes con la realidad de cada territorio y sus necesidades más urgentes. La idea es contratar a artistas y trabajadores de la cultura locales, con un foco especial en equidad territorial y enfoque de género. Hay muchas mujeres dentro del mundo de la cultura que dejaron de crear porque tuvieron que replegarse en el hogar. Entonces eso es algo que también tenemos que abordar desde Cultura.
Enfoque de género, regiones y territorialidad son criterios que se reiteran en otros planes y programas del ministerio. También en la entrega del Bono para Trabajadores Culturales: $ 450 mil que serán repartidos el 12 de agosto a 30 mil personas de entre 40 mil postulantes.
Un programa de apoyo y financiamiento a la cultura comunitaria y el diseño de un nuevo Sistema de Financiamiento que elimine o minimice los fondos concursables son parte de los ambiciosos proyectos que maneja la cartera, que a contar del próximo año contará con el mayor presupuesto de la historia, del 1% del presupuesto nacional. “Este es un proyecto transformador, vamos a revisar todas las políticas públicas”, dice la ministra en alusión al gobierno del Presidente Boric, “y el Ministerio de Cultura no está exento de eso”.
Uno de los cambios más inmediatos fue el del Centro Cultural La Moneda, donde se renovó el directorio, ahora presidido por Antonella Estévez, y salió la directora ejecutiva. ¿Va a cambiar el perfil del centro cultural?
Eso es algo que va a ir definiendo el propio directorio. Yo nombro directorios y la idea es que ellos vayan generando esas definiciones. Nosotros sí queremos que cambie nuestra relación con las instituciones colaboradoras del ministerio, porque hay instituciones que fueron creadas por el Estado para que cumplieran una función pública. No se crearon para dejarlas solas y que tomaran su propia vía, sino justamente porque el Estado creía que era necesario que existieran, porque tenían que cumplir un rol social y cultural. Entonces necesitamos retomar el vínculo con ellas y que ellas efectivamente se alineen con ese rol que van a tener dentro de las políticas públicas. Y eso no quiere decir que nosotros vamos a determinar su programación.
¿No es dirigismo cultural?
No es dirigismo cultural. Más bien es decir cómo nosotros apoyamos más y mantenemos una conversación constante con esas instituciones para coordinarnos, para efectivamente integrarlas dentro de nuestras políticas, para que conversen con las distintas áreas artísticas. Por ejemplo, la sede del GAM tiene que conversar con el área de Artes Escénicas del ministerio. El Centro Cultural Palacio de La Moneda tiene que conversar con el área de Artes Visuales. Finalmente son instituciones que de alguna forma también son brazos del ministerio. Y por eso nosotros queremos que las personas que están en los directorios también se involucren más y que nuestra relación no sea solo financiar actividades de las instituciones colaboradoras, sino financiar planes de gestión que también se alineen con las prioridades de la política pública.
Una de las líneas programáticas del Centro Cultural La Moneda han sido los grandes maestros europeos: Picasso, Turner, Paul Klee. La nueva presidenta del directorio sugirió que tal vez el centro no era el lugar adecuado para ellos.
Creo que no me corresponde a mí definir qué tipo de artista tiene que tener el Centro Cultural Palacio de La Moneda. Creo que es importante más bien fijarse en el rol que debe cumplir hacia la comunidad. El Centro Cultural Palacio de La Moneda tiene que cumplir un rol de espacio público abierto a todos y a todas. Tiene que poder atraer y conectar, por ejemplo, con sectores que generalmente han estado excluidos del acceso cultural. Tiene que poder conectar con otros territorios, con otras regiones, porque es un espacio que cumple un rol nacional. Y en ese sentido, más que fijarse en si el artista que va a exponer es europeo, chileno o latinoamericano, lo importante es cómo vinculamos a ese artista con nuestro país, con nuestra sociedad, con las comunidades, con los niños, niñas y también con el espacio público.
¿No es seguro que sigamos viendo grandes artistas europeos en el centro cultural?
No es que no esté asegurada la continuidad, es algo que no está definido y va a depender de la persona que llegue como director o directora ejecutiva. Y es una discusión no zanjada.
Hablando de Picasso, últimamente ha sido cuestionado por grupos feministas por su relación con las mujeres. Se le acusa de “genio violento”. Hoy se debate en torno a qué hacemos con los grandes artistas con pasado eventualmente abusivo. ¿Cuál es su posición al respecto?
Bueno, es una discusión abierta que no está zanjada y ahí hay muchas posiciones encontradas. En general, me parece que es importante dar cuenta de la diversidad. Creo que eso es importante y me parece que muchas veces se cae en censura, como por ejemplo lo que ha pasado con querer cancelar artistas rusos que ni siquiera son de esta época porque Rusia está en guerra con Ucrania. Ahí me parece que lo que hay es un error en entender que finalmente las obras tienen que estar más allá del artista en sí, de la persona en sí . En ese sentido creo que es peligroso muchas veces caer en actos de censura artística o creativa por este tipo de funas o o cancelaciones. Ahora, en términos de temas más de feminismo y de personas que han estado ligadas a temas de violencia y maltrato, creo que el tema es delicado y hay que ir evaluando, hay que ir conversando también con esas organizaciones, con el mundo del feminismo. Sí creo que a veces hay que separar la obra del artista, pero también ver cómo conversamos para no normalizar conductas dentro del mundo artístico.
¿Qué piensa del caso Neruda? Algunos sectores del feminismo intentan cancelarlo, pero hace poco la escritora Isabel Allende dijo que había que diferenciar al hombre de la obra.
Yo soy de la opinión de que es bueno conocer la diversidad de voces y, claro, llamar a no leer a Pablo Neruda me parece que es una forma de censura. La idea es más bien que cada persona se forme su propio juicio y no estar como apuntando con el dedo diciendo no puedes leer esto; es lo mismo que empezar a quemar libros. Si queremos emitir un juicio, leamos, conozcamos su historia entendiendo la realidad de lo que fue, no ocultándola. Porque tampoco se trata de ocultar o idealizar figuras que finalmente tuvieron sus sombras y hay que conocer esas sombras. Pero tampoco se trata de eliminar la obra, porque ahí caemos en censura.
Programas o fondos
Hace un par de semanas vino al país Celio Turino, creador de la red Puntos de Cultura en Brasil durante el gobierno de Lula Da Silva. El programa fue replicado en Argentina y ahora será impulsado en Chile. Junto a Turino la ministra visitó organizaciones culturales de Santiago, Valparaíso y El Maule, entre ellos la Corporación de Memoria de Puchuncaví, Artesanos del Maule y el Museo a Cielo Abierto de San Miguel.
-En Chile tenemos muchas iniciativas de cultura comunitaria que se desarrollan en distintos territorios, sobre todo en los más vulnerados o que han estado más ausentes de la política pública en general, donde muchas veces el Estado no logra abordar las problemáticas locales suficientemente. Las iniciativas de cultura comunitaria cumplen un rol fundamental: logran generar cohesión social, se hacen cargo muchas veces de niños, niñas, jóvenes en estado de vulnerabilidad. Algunas trabajan en territorios más rurales y se hacen cargo de temáticas medioambientales, además de las culturales. En otros casos trabajan en derechos humanos. No necesariamente son organizaciones de artistas o trabajadores profesionales de la cultura, sino muchas veces nacen del interés y el compromiso de las mismas comunidades. Creemos que el Estado tiene que apoyar estas iniciativas.
¿Se va a crear un fondo especial para ellas?
No queremos más fondos, estamos tratando de salir de la lógica de los fondos.
El plan, explica la ministra, consiste en crear un catastro de organizaciones comunitarias y que estas certifiquen su perfil cultural. Eso les permitirá ingresar a un programa donde recibirán recursos para sostenibilidad, al menos por dos o tres años. La tercera fase es generar redes entre las organizaciones.
¿No van a estar sometidos a concurso?
No. Queremos que todas las organizaciones que se vayan certificando y vayan entrando en este programa reciban algo de apoyo que sea sostenible.
Pero los recursos son limitados, debe haber algún tipo de jerarquización.
Claro, por eso va a ser importante también cómo vayamos definiendo y certificando estos espacios. Este es un proceso que tenemos que diseñar este año y lo vamos a hacer participativamente con las mismas organizaciones culturales comunitarias.
¿No se abre de ese modo espacio para la discrecionalidad y para que se generen distorsiones en la entrega de los recursos?
Creemos que no, porque efectivamente esto va a tener criterios muy claros de quiénes son y qué exigencias se les va a hacer. O sea, va a ser lo más transparente posible. Pero entendemos que las lógicas concursables no siempre omiten la discrecionalidad en el sentido de que yo tiro una convocatoria y me siento y espero que postulen, pero la misma convocatoria genera barreras de acceso, porque hay personas que se enteran de las convocatorias y otras que no, porque finalmente el radio de llegada de un ministerio no siempre es el máximo. A veces se generan también como ciertos clientes de los ministerios, que son quienes siempre se enteran de las convocatorias. Y también se generan otras barreras de acceso en términos de la capacidad de entender las lógicas de los formularios y la misma brecha digital que muchas veces puede haber en distintas localidades o grupos humanos. La única forma de ir eliminando esas barreras de acceso es ir pasando a una lógica más de programa que de concurso.
Quienes defienden los fondos dicen que han ayudado a profesionalizar el sector y han aportado al desarrollo de la cultura en el país. ¿No reconoce virtudes en ese sistema?
Los fondos concursables han sido una herramienta importante para el desarrollo cultural y artístico de Chile y es importante reconocerlo. Yo no estoy por eliminar los fondos concursables del todo, creo que son una herramienta que tenemos que acotar a aquellas áreas donde sí son eficaces. Por ejemplo, quizás en temas de creación artística es más importante hacerlos concursables, porque efectivamente tú dejas abierta la puerta para que las personas piensen sus propios proyectos y tú no vas a estar direccionando esa realidad. Pero para otros temas no son eficaces, como por ejemplo para darles estabilidad a las instituciones culturales o a organizaciones e iniciativas que finalmente requieren de estabilidad para poder desarrollarse, que ya llevan muchos años, que cumplen un rol territorial importante, que están generando audiencias y dinámicas locales que son fundamentales. Si una iniciativa así no se gana el fondo y desaparece, genera un vacío muy grande. Eso no puede ocurrir.
¿Esto supone modificar el Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales?
Sí, efectivamente, son programas que se están rediseñando. Además, nosotros vamos a ir más allá. Estamos siendo bastante ambiciosos y eso es lo que nos ha exigido también el Presidente. Nosotros somos un proyecto transformador, tenemos que revisar también las políticas en general que se están llevando a cabo y el Ministerio de la Cultura no está exento de eso. Y en ese sentido vamos a empezar un trabajo para diseñar este Sistema Nacional de Financiamiento Cultural que fue anunciado en la cuenta pública del Presidente y que lo que busca, justamente, es revisar nuestros instrumentos y definir cuál va a ser la lógica de cada uno, quién va a entrar en cada uno de ellos. Porque tenemos, por un lado, programas, por otro transferencias directas a instituciones culturales, fondos concursables, etcétera. Hoy tenemos organizaciones que reciben transferencias, pero también postulan a fondos. Hay que revisar todo esto, darle un orden, establecer criterios que sean transparentes para la ciudadanía y que podamos efectivamente establecerlo por una ley que nos permita fijar este 1% de presupuesto para el Ministerio de la Cultura.
¿Dentro de esta transformación, instituciones como el Teatro Municipal, Santiago a Mil o el GAM van a seguir recibiendo recursos?
Por supuesto, no se trata de que vamos a sacar instituciones. La idea es incluir más instituciones. Nuestro proyecto es crecer al 1% y eso significa abrir la puerta a que más organizaciones y más instituciones culturales puedan entrar a esta transferencia desde el ministerio. Pero tenemos que hacerlo de forma ordenada y con criterios claros. Ahora hay situaciones que son diferenciadas. El GAM fue creado por el Ministerio de la Cultura, obviamente tiene que tener un tratamiento muy diferenciado a Santiago Mil, que es una institución privada, y también el Municipal, que es una institución pública, pero de un municipio. Eso es lo que tenemos que ordenar, porque hoy esas tres entran en una bolsa que es la misma.
En el gobierno pasado este programa benefició a dos galeristas de Vitacura, Isabel Aninat y Patricia Ready. Fue muy controversial. Pero hubo quienes defendieron la entrega argumentando que lo importante es la calidad artística. ¿Qué piensa usted?
Hay estudios y expertos a nivel internacional que han estudiado los distintos modelos de políticas públicas culturales. Y claro, estos modelos donde el Estado mantiene una distancia y lo deja todo a la concursabilidad y sólo se fija en la calidad artística, generalmente genera una elitización de la producción cultural. Y eso es lo que ha pasado también, en cierto sentido, con los fondos concursables. Por eso también se han ido creando otros programas que van tratando de abordar lo que los fondos concursables van dejando fuera, como las organizaciones culturales comunitarias, las iniciativas de pueblos originarios y de pueblos migrantes. Finalmente, los fondos concursables no generan criterios de focalización, solo se fijan en la calidad artística y yo creo que eso es algo que tenemos que ir resolviendo.
No basta la calidad artística.
Yo creo que la calidad artística no puede ser el único criterio. Creo que tenemos que tener un foco en la diversidad cultural. Y eso implica, por un lado, apoyar la calidad, pero también apoyar a los grupos que están quedando marginados de la producción artística y que les cuesta mucho llegar a la calidad porque no han tenido las mismas oportunidades.
¿El nuevo sistema les cerrará las puertas a galerías de Vitacura?
Eso es algo que no está definido aún, está todavía en proceso de diseño.
No es evidente entonces que puedan seguir postulando.
Ni una cosa ni la otra. Todavía no está definido.
Procesos de cambio
Al inicio de su gestión, el exdirector de Públicos del ministerio, Javier Ibacache, fue desvinculado. Y él alegó que se hizo sin respeto por las formas.
Creo que son procesos normales en cualquier cambio de gobierno. O sea, cualquier cambio de administración implica modificaciones en los equipos y cambios de dirección y en los énfasis. Y eso implica, por supuesto, mover personas. Javier Ibacache tenía un cargo de confianza en la administración anterior.
Sí, él lamentó más bien las formas, él esperaba conversar con usted.
Lo que yo habría esperado es que él hubiera puesto su cargo a disposición, entendiendo el rol que cumplía.
¿Y en el caso de Beatriz Bustos, había una mala evaluación de su trabajo?
El cambio de Beatriz se hizo teniendo en cuenta los antecedentes administrativos y las evaluaciones administrativas que había.
¿Usted se refiere a problemas con el equipo de trabajo?
No quiero entrar en los detalles, porque ahí hay un tema más interno del centro cultural. Pero efectivamente ya existían antecedentes que daban cuenta de que era importante hacer un cambio en la dirección.