En las colinas cercanas a Tokio, el filósofo Kohei Saito, su esposa y sus dos hijos caminan en medio de un bosque. Van junto a un grupo de amigos a conectarse con la naturaleza y a meter las manos en el barro. Son parte de Common Forest Japan, un proyecto liderado por Saito que busca comprar bosques colectivamente, conservarlos y cuidarlos como un bien común. Marxista y ambientalista, Saito cree que “rechazar el capitalismo es el único medio de salvar el planeta”. Y postula que los bienes comunes pueden cambiar la sociedad.

Delgado, de melena desordenada y lentes redondos, Saito es profesor asociado de la Universidad de Tokio, doctorado en Filosofía por la Universidad de Humboldt y autor de un insospechado best seller El capital en la era del Antropoceno, un ensayo de economía política y ambiental que vendió medio millón de ejemplares en Japón.

Traducido al inglés, francés y alemán, entre otros idiomas, el libro entró a la lista de los más vendidos en Alemania, se volvió lectura predilecta entre los universitarios verdes de Londres, y Saito fue llevado, como una estrella de rock, en tour por Francia y Estados Unidos.

Su nombre y su figura se transformaron en un referente entre el activismo, la ecología y la cultura pop. En el reciente festival Fuji Rock, Saito fue invitado a hablar antes de la presentación de The Killers. Y la semana recién pasada fue uno de los invitados estelares de la Feria del Libro de Frankfurt, donde tuvo una conversación abierta con Yuval Noah Harari.

No deja de ser curioso que en Japón, una de las economías más fuertes del planeta, una sociedad tecnologizada y con tiendas abiertas las 24 horas, se convierta en best seller un ensayo que ofrece una relectura de Marx. Para Saito ello responde a la desilusión, sobre todo entre los jóvenes, respecto de la capacidad del capitalismo de resolver los problemas sociales, tanto en el cuidado de las personas mayores como en la reducción de la desigualdad y, sobre todo, en mitigar los efectos del cambio climático.

En su libro, Kohei Saito promueve una idea que va en contra de uno de los principios esenciales de la economía moderna: el crecimiento. El autor identifica el capitalismo y su vocación productivista como el origen de la desigualdad y de la crisis ambiental. Postula la idea del decrecimiento, una tendencia que ha encontrado recepción en círculos ambientalistas y académicos, y que básicamente promueve bajar la velocidad: ralentizar la producción.

En las economías ricas, dice Saito, el impulso del crecimiento empuja a la gente a gastar y consumir más: “Hay demasiados autos, demasiados rascacielos, demasiadas tiendas de oferta, demasiada ropa de moda rápida”. Y este consumismo, observa, ha tenido efectos devastadores para el planeta.

La singularidad de Saito acaso resida en la audacia de asociar la teoría verde del decrecimiento con la perspectiva política del comunismo: su fórmula podría definirse como un ecocomunismo decrecentista. ‘El se apresura a aclarar que su enfoque no busca resucitar el fracasado comunismo estalinista, sino más bien promover las organizaciones de trabajadores y los bienes de tipo comunitario.

-Hablo de un comunismo decrecentista: una sociedad que se adapte a los límites de la naturaleza y ofrezca acceso universal a la educación, la salud, el transporte, internet. Debido a diversas crisis, el acceso a estos servicios —el bien común— se ha visto minado para muchos. Pero sin visiones positivas del futuro, habrá cada vez más descontento -dice.

Filosofía de la naturaleza

Nacido en 1987, Kohei Saito se aproximó a la obra de Marx a los 18 años, cuando ingresó a la Universidad de Tokio. Su preocupación inicial eran las condiciones desfavorables de los jóvenes trabajadores. Esa fue la puerta que despertó su interés en la desigualdad, problema que se agudizó en Japón tras la crisis de 2008.

Tres años después, el terremoto y el desastre nuclear de Fukushima le revelaron que “el capitalismo no se limita a la explotación de los seres humanos, sino que también se basa en tecnologías gigantescas creadas con el objetivo de obtener beneficios y que degradan gravemente el medio ambiente y, en última instancia, provocaron una catástrofe en la vida de muchas personas en Japón”.

A partir de entonces se interesó más asertivamente en los problemas vinculados de capitalismo, tecnología y cambio climático. Leyó Esto lo cambia todo, de Naomi Klein, y decidió estudiar a Marx directamente en Alemania, donde completó su doctorado en la Universidad de Humboldt.

En Berlín, Saito se interiorizó en las obras inéditas del autor del Manifiesto Comunista, entre ellas cuadernos de notas de sus años finales que habían sido olvidados, y descubrió aspectos desconocidos. “Si miras sus cuadernos, te das cuenta de que estudia dos campos extraños: uno es la ciencia natural y el otro las sociedades precapitalistas”, dice. Para él, se trata de un cambio de enfoque en el pensamiento marxista: “Me di cuenta de que Marx estaba interesado en esas sociedades precapitalistas porque son básicamente estados estables y no están orientadas al crecimiento. Sin embargo, lograron garantizar la sostenibilidad y la calidad de vida para todos. Así fue como llegué a la tesis del comunismo decrecentista”.

Basado en su tesis doctoral, Saito publicó La naturaleza contra el capital, en 2016. “No es posible comprender el alcance total de la crítica de la economía política [de Marx]”, escribe, “si se ignora su dimensión ecológica”.

Durante la pandemia de Covid, en 2020, editó El capital en la era del Antropoceno. El libro abre con un análisis de la crisis climática y la responsabilidad del capitalismo: “El crecimiento económico que acarreó la modernización prometía una vida de prosperidad. Sin embargo, lo que la crisis del Antropoceno está empezando a dejar patente es que, irónicamente, el crecimiento económico está socavando las bases del progreso de la humanidad”, escribe.

El libro analiza la relación entre el capital, la sociedad y la naturaleza, y profundiza en las ideas ecológicas de Marx. Según Saito, entre 1860 y 1870, más de una década después del Manifiesto, Marx advierte que las tecnologías desarrolladas por el capitalismo socavan las condiciones materiales para el desarrollo sostenible de los seres humanos.

En esta época, agrega, desarrolla el concepto de metabolismo. Es decir, “él piensa que esta interacción metabólica entre los seres humanos y la naturaleza es bastante esencial para cualquier tipo de sociedad, pero el problema del capitalismo es que realmente transforma y organiza todo este metabolismo entre los seres humanos y la naturaleza en aras de la obtención de beneficios. Las tecnologías también se utilizan para este propósito. Por lo tanto, las tecnologías no tienen el propósito de crear una vida mejor, tiempo libre y producción sostenible, sino que explotan a los trabajadores y a la naturaleza”.

Kohei Saito subraya que si bien de joven Marx era optimista en cuanto al desarrollo de las tecnologías, más tarde “se dio cuenta de que, en realidad, las tecnologías tienen un impacto más perjudicial tanto para los seres humanos como para la naturaleza. Por eso se volvió más crítico con respecto a la posibilidad de resolver los problemas de pobreza y ecológicos mediante la tecnología. Así fue como la cuestión del decrecimiento y las ideas ecosocialistas llegaron a ser centrales para sus ideas”.

Abundancia para todos

En su ensayo, Saito funde ideas que parecen difíciles de armonizar: el comunismo, que aspira a más producción y generación de riqueza bajo un régimen socialista, y el ecologismo.

¿Cómo se concilian ambas?

“Esa es la tensión entre la tradición del marxismo y el ecologismo”, dice. “La política socialista se basa en el desarrollo tecnológico para lograr más para todos: necesitamos más desarrollo, más progreso, más eficiencia. El ecologismo destaca que hay demasiado consumo y sobreproducción, por lo que se trata de reducir el ritmo para proteger la naturaleza. Sin embargo, me di cuenta de que a Marx le interesaban ambas cuestiones: proteger la vida de todos y proteger la naturaleza”.

“Cuando Marx habla de abundancia, no se refiere a que tengamos aviones privados o mansiones. Se refiere a que podríamos vivir de manera abundante, vivir la buena vida, si tuviéramos atención médica para todos, transporte para todos, vivienda, agua, electricidad y suministros básicos garantizados sin la mediación del dinero”, agrega.

“Ese tipo de abundancia puede ser la nueva base para el socialismo o el comunismo, porque se trata de igualdad”, apunta. Siguiendo al antropólogo Jason Hickel, Saito habla de " abundancia radical”. “Es un tipo muy diferente de abundancia en la que compartimos cosas, nos ayudamos unos a otros y tenemos esa sensación de seguridad”.

El autor es crítico de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, a los que provocativamente llama “el nuevo opio del pueblo”. Reciclar más o comprar botellas de agua sostenible realmente no hace la diferencia, porque “incluso el consumo verde sigue siendo consumo, que utiliza energía y materias primas”.

Saito admite que el crecimiento aún es importante para las sociedades pobres y subraya que su propósito no es que la gente renuncie a todas sus comodidades, pero sí transitar a un sistema menos destructivo.

Según el filósofo, los jóvenes en Japón están descontentos con la dinámica y los resultados del sistema capitalista: viven estresados, con la sensación de inseguridad, de perder del trabajo, y la respuesta que ofrece la sociedad es “consumir de una manera más intensa, y esto destruye el planeta y no nos satisface verdaderamente”.

De este modo, apunta, “el capitalismo no ha cumplido sus promesas, por el contrario, está creando una situación más caótica, destructiva y brutal. Por eso entiendo que mi generación, e incluso las generaciones más jóvenes, están más interesadas en la idea del socialismo”.

Sin embargo, Saito aclara que no le interesan el viejo comunismo soviético ni el socialismo autoritario al estilo chino. Más bien piensa en un modelo de socialismo democrático.

“Estoy intentando crear una nueva imagen del socialismo y el comunismo, porque si siempre pensamos que el socialismo y el comunismo son dictaduras, eso favorece a los capitalistas, a las élites, entonces la gente no piensa en otras alternativas distintas a la actual globalización”, acota.

De un modo más preciso, dice, le interesa el comunismo en el sentido de lo común. Así, el mundo poscapitalista estaría centrado en ampliar los recursos colectivos, reducir la desigualdad económica y desincentivar el consumo excesivo.

Para los lectores más jóvenes, Saito encontró la forma de refrescar las ideas de Marx. Pero sus críticos miran con escepticismo la viabilidad del decrecimiento a nivel global.

Mientras se dan estas discusiones, él estuvo colaborando en una granja orgánica el año pasado, y ahora lidera el proyecto Common Forest Japan. “Nosotros no podemos cambiar radicalmente el sistema, pero podemos comenzar a construir algo nuevo. Y si el capitalismo abandonó los bosques, pensamos por qué no comenzamos a construir algo nuevo desde los bosques”.